Un invierno cálido

Siempre estaba solo y tenía mucho frío cuando la nieve caía. Su casa se cubría por completo de blanco y quedaba sepultada en un silencio que parecía perpetuo. Incluso las bellas rosas de su jardín y los pájaros dormían hasta que la primavera los despertara con delicadeza. Entonces habría vida de nuevo, pero mientras el invierno danzara sobre su casa el también estaría muerto.

Frotaba sus manos para buscar un poco de abrigo antes de hacer una larga caminata por el bosque. Ni un solo ruido había cuando dejaba sus huellas atrás y los copos de nieve borraban su rastro. La cascada cristalina que en verano lo bañaba con sus aguas parecía atrapada entre un recuerdo lejano y el viento.

Al regresar a casa estaba decidido a intentar por última vez pedir un deseo. Con los dedos entumidos tomó un papel y una pluma. "Santa, quiero no estar solo nunca más." Y envolvió el papel para dejarlo en un calcetín junto a la chimenea.

Preparó una taza de café y observó la chimenea hasta la media noche, cuando los vientos del polo amenazaban con romper los vidrios y colarse al interior, pero su corazón estaba aún muy frío.

Se recargó sobre la mesa y peleo contra el sueño hasta caer rendido. En su inconciente escuchaba el tic tac del reloj como una melodía. Despertó solo hasta que escuchó una tos sútil al otro lado de la mesa.

—Perdón por entrar-Dijo en voz baja un pequeño niño de pelo rubio—Soy Tino. Me perdí en la tormenta y tuve que detenerme a tomar refugio.

De la cena navideña solo quedaban migajas y platos arrumbados en una esquina.

Suecia sonrió.

—¿Te han gustado mis pepparkakor?

—Sí, estaban deliciosos. Los amo demasiado.

—¿Y te has tomado el glögg?

—Sí, pensé que era jugo de uva—Confesó con pena, cubriendo su cara sonrojada—Pero ha resultado ser vino, y muy fuerte.

—Entonces está bien.

—¿Ya has recibido tu regalo de Santa Claus?

—Sí—Respondió con simpleza. El brillo destellante de sus ojos azules podría expresar más que todas las palabras en su idioma. Por eso no se preocupó en zanjar su respuesta.

Tino sonrió con dulzura antes de llevar una galleta a su boca.

"Nunca más estarás solo, Berwald".