Todo lo reconocible pertenece a J. K. Rowling. Yo sólo lo tomo prestado.

Este fic participa en el reto Hogwarts a través de los años del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.


Monstruo

-¿Qué lees?

Ariana levanta los ojos de la tragedia que está leyendo. Pese a que a ella le gustan más los cuentos, Al le regaló el libro hace unos meses, y supone que tiene que hacer el esfuerzo de leerlo, aunque prefiera otra cosa. Además, está descubriendo que Romeo y Julieta no está tan mal.

-El libro que me dio Al-responde. Su hermano Aberforth frunce el ceño.

-Pero a ti te gustan más los cuentos.

Ella se encoge de hombros y vuelve a su lectura. Ab le da un beso en la frente y sale de la habitación.

Sin embargo, Ariana no logra volver a concentrarse en las hermosas palabras de Romeo. Pensar en el momento en que Al le regaló el libro de Shakespeare ha hecho que se ponga triste.

Porque, apenas unas horas más tarde, mamá murió. Ariana sabe, pese a que tanto Albus como Aberforth le han asegurado lo contrario en repetidas ocasiones, que fue por su culpa. Pero no pudo evitarlo; ver ese pañuelo, el que llevaba cuando salió de su antigua casa en Mould-on-the-World aquel día, le hizo recordarlo todo: esos chicos muggles tan malvados, lo que le hicieron por culpa de la magia…

… Y, de nuevo, la magia se le escapó. Ariana no comprende por qué, cuando lo único que ella quiere es olvidar que puede hacer cosas raras para que no le vuelva a ocurrir lo que pasó entonces, pero algunas veces se asusta y le sale solo. Y lo odia, porque hace daño a quienes están cerca.

Y ese día, quien estaba cerca resultó ser mamá. Ariana no recuerda bien lo que hizo, sólo que toda la habitación se iluminó con un terrorífico fulgor verde mientras ella lloraba, aterrada. Y que, cuando volvió a mirar a su alrededor, su madre estaba en el suelo y no despertaba. Y que Albus y Aberforth también lloraron cuando entraron y vieron lo que había pasado.

Y que es su culpa. Ariana es un bicho raro, como dijeron aquellos muggles hace ya siete años. Es un ser que hace daño a todo lo que le rodea, del que no puede salir nada bueno. Es una asesina.

Es un monstruo.

Se da cuenta entonces de que está llorando, y que sus lágrimas han empapado la respuesta de Julieta. Sin ganas de leer, cierra el libro y se hace un ovillo en su cama.

Echa de menos a su madre, pero ella no puede volver. Sólo le quedan Albus y Aberforth, pero Al se pasa el día en casa de un tal Gellert, y Ab no hace más que gruñir y criticar al amigo de su hermano. Algo que a Ariana no le gusta. Ella sólo quiere que, dado que su padre murió en la cárcel tras vengarse de esos horribles muggles y su madre fue asesinada por ella, los tres puedan llevarse bien de una vez.

Se levanta entonces y sale de su cuarto. Sabe que no debe salir a la calle, porque en ese caso la gente descubrirá su existencia y la encerrarán en San Mungo y no podrá ver nunca más a sus hermanos, pero ni Albus ni Aberforth le han prohibido caminar por los pasillos.

Descubre a sus hermanos gruñéndose en la cocina. Como de costumbre. No obstante, se callan cuando entra ella. A Ariana les gustaría decirles que, aunque a veces haga daño a todo el que le rodea, no es tonta. Sólo odia los conflictos.

-Ariana, ¿te gusta el libro que te regalé?-pregunta entonces Al.

Ella se encoge de hombros y saca del armario las galletas que estuvo haciendo con Aberforth ayer por la tarde.

-Es bonito-responde simplemente-. Pero es bastante triste.

-No le gusta; ella es más de cuentos-interviene Ab-. Deberías saberlo, Albus, es tu hermana.

Ariana intenta concentrarse sólo en las galletas, porque las peleas le ponen los nervios de punta.

-Cállate-oye decir a Al. Ella le da un bocado a la primera galleta, intentando concentrarse en que es crujiente y está dulce.

-No. Admite de una vez que estás demasiado obsesionado con Grindelwald para atenderla. A mí no me importaría no ir al colegio…

-Tienes que terminar Hogwarts, Aberforth-lo corta Albus-. No puedes dejar tu formación incompleta.

-Deja de decir a todo el mundo lo que tiene o no tiene que hacer-replica Aberforth.

Ariana suspira y sale de la cocina; prefiere comerse las galletas en su dormitorio. Está harta de las discusiones. ¿Por qué Albus y Aberforth no pueden llevarse bien entre ellos? Ella se lleva bien con los dos.

Entonces cae en la cuenta: si Ab vuelve a Hogwarts, ella tendrá que estar todo el curso sólo con Albus. No es que Ariana no quiera a su hermano, pero Al es francamente aburrido, se pasa el día carteándose con su amigo y con magos y brujas importantes.

Termina de masticar la galleta y la traga. Definitivamente, en esta discusión está de parte de Aberforth. De modo que sale de la habitación y se encamina con decisión a la cocina:

-No quiero que Ab vaya a Hogwarts-declara nada más entrar. Sus hermanos la miran, sorprendidos-. Es que, Al, eres muy aburrido-intenta explicar-. Y antes, estaba mamá, pero…-baja la vista. Ahora, su madre no está. Por su culpa.

Aberforth parece leerle la mente:

-Ariana, no fue tu culpa-dice. Ella se muerde el labio; sabe que va a llorar. Su hermano se acerca a ella y la abraza-. Venga, no llores.

-Sí, sí que es mi culpa-solloza ella-. Maté a mamá.

-No querías hacerlo-dice Al-. Fue un accidente, tú no hiciste nada adrede-intenta consolarla.

Pese a que Ariana sigue convencida de que es una asesina, se da cuenta en ese momento de una cosa: Aberforth y Albus han dejado de pelearse para consolarla. No están discutiendo gracias a ella.

Durante esos minutos, Ariana siente que no es un monstruo.