PROLOGO

La puerta de la casa se abre y ya nadie contesta. Los pasos resuenan en la habitación y ya nadie se asoma. Hace mucho tiempo que se olvidaron los "he vuelto a casa" y los "bienvenido, te había echado de menos"... dicho sea de paso, hace mucho tiempo que se dejaron los "te quiero".

Avanzo por la casa con el maletín del trabajo, cansado, agotado, sudando, sucio... directo al baño en donde estás llorando.

Se que lloras, sabes que lo sé... y aun así cuando abres la puerta ignoramos dicho sentimiento de culpabilidad, aunque esté gritando desesperadamente en algún punto de nuestras cabezas.

Hoy se escuchan tus lágrimas mas que de costumbre. Apoyo mi cabeza en la puerta con sumo cuidado, sin hacer ruido, incluso olvidándome de respirar.

- Lo siento - delineo en mis labios sin que mi voz acompañe esas palabras.

No es momento de conversar, no sabría ni como empezar porque debería admitir algo que me niego a hacer... estás harta. Harta de la mierda de apartamento en el que vivimos. De trabajar 18 horas diarias y ganar lo justo para comer.

Debemos 4 meses de alquiler, nos han cortado la luz, el agua seguramente seguirá pronto el mismo camino.

Avanzo hacia la habitación metiendo mis manos entre los bolsillos, apretándolas fuertemente. Suelto un suspiro y solo se oye silencio.

Quiero cerrar los ojos y encontrarme en el momento en el que eramos felices, en el que pasábamos la noche en vela enredados entre las sábanas aunque al día siguiente tuviésemos que madrugar; en que nos bañábamos juntos con la absurda excusa de ahorrar agua aunque fuese solo un invento; en el que eran regla obligatoria como saludo y despedida esos besos que te dejan sin aliento.

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Len salió corriendo por el pasillo con un aspecto bastante desaliñado. El cabello alborotado, la camisa de trabajo descolocada, un zapato puesto y el otro en la mano y la corbata alrededor del cuello sin estar atada. Cayó al suelo boca-abajo estrepitosamente cuando Rin salió de la habitación apresando sus piernas, ubicándose encima a horcajadas poniendo sus labios en la oreja del rubito que procuraba mantener toda su atención en la hora que era, intentando huir desesperadamente sin mucho éxito.

- Rin, voy a llegar tarde - Suplicó sintiendo el santo irse al cielo cuando su novia mordió su oído con sensualidad.

- Aun es temprano. Faltan 10 minutos para que sea la hora oficial de salir de casa... - susurró de modo cantarín, dejándose caer junto a él en el suelo sin quitar una de sus piernas de encima. - Anda... 10 minutos no te alcanzan? -

- ¬¬ oye! Aguanto mas de 10 minutos - Se indignó, apañandoselas para levantarse un poco del suelo sin que fuera una postura demasiado cómoda porque a cada movimiento que hacía, Rin se acoplaba a su cuerpo, quedando ambos sentados de lados contrarios, con Len y su espalda contra la pared y la rubia arrodillada en frente con sus piernas alrededor de sus caderas.

- Ayer te has dormido, y tenemos que hacer el amor todos los días - Asintió como si aquello fuese una verdad universal, inclinándose para besar a Len que resistía como podía.

- Te la quedo debiendo - Ella negó, pegando sus cuerpos mucho más, quitandose la camisa por agilizar un poco la faena. - Entonces quedamelo debiendo tu a mi - Insistió ya sin mucha resistencia, consiguiendo que al menos sus manos no colaborasen.

- No quiero deberle dinero a pobres - Bromeó la chica esbozando una sonrisa traviesa

- Rin, voy a llegar tarde -

- No, que va - Soltó con un tono bastante bromista, riendo triunfal cuando Len pareció dejar de fijar su atención en el reloj continuamente.

***

- KAGAMINE! - Chilló su Jefe haciéndolo encogerse de hombros en medio de la oficina donde le habían llamado tan pronto como pisó el lugar de trabajo.

- Lo siento señor, el autobús se pinchó - Mintió.

- Y no pudo coger otro o tal vez un taxi?... - Ironizó el hombre - 2 horas Kagamine, DOS HORAS TARDE! -


Habían mas normas en casa. Comer juntos, desayunar juntos, cenar juntos, dormir juntos, bañarnos juntos... Cualquier verbo combinable con la palabra juntos, y si no combinaba, ya encontraríamos la manera de hacerle combinar.

Yo tengo 20 Años. Tú también.

Yo cumplo el 27 de Diciembre. Tú también.

Yo tengo un hermano gemelo de sexo opuesto. Tú también.

Eres la persona mas importante de mi vida... - una risa nostálgica resuena en la habitación. - cuanto me gustaría poder decir que la tuya, soy yo.

- Len? - Oigo tu voz en el pasillo. Con ese tono de estar intentando que no se te oiga, para tener la excusa de decir un 'Te he llamado pero no me oíste'. No quieres verme, seguramente tienes los ojos hinchados y el corazón mas resquebrajado que la última vez que nos vimos. Y ya no es como antes, que me dejabas a mi la tarea de coger todos esos pequeños pedacitos para unirlos otra vez; en algún punto de los últimos 3 años, he perdido el derecho de hacerlo.

Sales temprano de casa para no tener que enfrentarnos el uno a otro, ni siquiera con un simple "hola".

Sueles llegar tarde, lo suficiente como para que yo esté durmiendo cuando abras la puerta. Si eso no es así, te quedas en el baño hasta que se haga el silencio en la casa, un silencio sepulcral que no sea roto por nada, ni siquiera por el chirrio de la puerta al intentar salir.

- Len? - Llamas otra vez. El tono ha cambiado, definitivamente. Estas decidida a hablar conmigo... pero ahora soy yo el que no quiere hacerlo.

Lo único que puedo pensar en ese mismo instante es un "no me dejes" que ni siquiera puedo transmitirte con la mirada cuando abres la puerta de la habitación y tus ojos se topan con los míos durante lo que parece ser una eternidad.


- Que te pasa? - La chica se acercó a su hermano de 14 años, quien durante toda la excursión había permanecido bastante tenso y callado. Ella, sus padres y él, habían bajado un rato al lago a acampar, pero no tenían mucho éxito. Sus padres eran de esos millonarios recatados y desacostumbrados a lidiar con la naturaleza, por lo que en ese mismo instante llevaban un buen rato quejándose de porque los pobres se divertían tanto con salidas como esa.

- A mi? - Len negó arrugando la nariz. - nada -

- Vamos Len... cuéntamelo - Insistió Rin agarrándole del brazo y moviendolo de lado a lado infantilmente.

- Es una tontería - Refunfuño como excusa terminando por ceder tras los pucheros de su melliza. - Es que creo que... me gusta una chica - Se sonrojó violentamente cuando su hermana se río, doblando sus rodillas y cruzando los brazos sobre estas enfurruñándose un poco.

- Oh! que va en serio? - Rin se aclaro la garganta, mientras el pecho le temblaba en sus intentos por no reírse. - Y cual es el problema? -

- Que no se como decírselo -

- Y quien es? - El chico se encogió de hombros simplemente. - Es la ayudante de la enfermera en la escuela? - Recibió un 'no' susurrado como respuesta - oh! la peli-verde que trabaja con papá - Len negó - Y la vecina? - Negó - La hija del chófer?... Ya se! la que trae la pizza - Continuó así un buen rato haciendo al rubio sentirse cada vez peor.

- Eres tú - Rin se congeló en el tiempo y el espacio, olvidándose incluso de respirar durante un largo tramo de tiempo.

- Que? Que has dicho? - Tartamudeó cuando fue capaz de recuperar el habla.

- Que la chica que me gusta... - recordó Len, juntando sus manos entre sí haciendose por momentos mas pequeño. - Eres tu -


Bajaste al suelo la mirada cuando ya no pudiste soportarlo más, y al parecer aquello que estabas tan decidida a contarme dejó de ser tan sencillo como pensaste que sería.

- Dormiré en el sofá - Dijiste. Habría incluso preferido que tuviésemos una habitación más en aquel diminuto apartamento, pero medía bastante poco y solo tenia cabida para una sala-comedor, una cocina y una habitación en la parte superior.

- Déjalo, dormiré yo en el sofá - Me levanté de la cama cediendotela y agarrando mi almohada para salir de allí. Porque en algún momento de todo lo que nos pasó, dejamos de tener una almohada de esas largas para los dos y compramos una para cada uno, también dos mantas. En nuestro armario la ropa ya no estaba toda re-mezclada entre sí. Tus bragas entre mis boxers, tus sujetadores entre mis calcetines... tu camisa y mi chaqueta puestas en la misma percha. Ahora había medio armario para cada uno, dos cajones para cada uno y eran inviolables esos límites.

Susurramos un "buenas noches" al mismo tiempo, mientras me dabas paso en la puerta para poder salir de la habitación directo hacia el salón, sin ser lo suficientemente masoquista como para molestarme en echar hacia atrás un último vistazo y asegurarme de que en verdad no me querías allí contigo.

La puerta sonó dejando el eco en el pasillo, y rompiendo en trozos lo poco de mi alma que todavía me quedaba.


Len colocó su almohada sobre su cabeza mientras una Rin de poco mas de 17 años intentaba hacerle cosquillas.

- Vamos, no te pongas de mal humor - El seguía enfurruñado todo lo que podía, teniendo en cuenta que en realidad se estaba descojonando de lo lindo.

- Odio que papá nos mande al psicólogo. - le dio a Rin un par de manotazos para que dejara de hacerle cosquillas, haciéndola caer boca-arriba sobre su cama sentándose él con la pierna doblada hacia atrás y la otra hacia dentro. - Por su culpa nos está haciendo trabajar, con ese rollo suyo de que necesitábamos distracciones! -

- No es tan malo, a mi me gusta mi trabajo - Susurró ella sentándose frente a él, colocando sus manos sobre las piernas del chico inclinándose hacia adelante buscando su mirada. - Cree que estamos confundidos Len -

- ¿Por querernos? - Ella asintió inclinándose para besarle cuando su rostro se bajó repimiendose mas de lo normal. - Yo no quiero dejar de quererte -

- Yo no quiero que dejes de quererme - Sus manos empezaron a recorrer la piel de ambos, con una experiencia jamás adquirida con otra persona. Sus respiraciones se acompasaron hasta el punto de respirar al mismo tiempo, la misma cantidad de aire, como si fueran la misma persona.

Len depositó a Rin sobre la cama con mucho cuidado, besando sus labios, su mejilla, susurrándole "te quiero" al oído cada vez que tenía algo de aire para gastar en ella mientras se dejaban llevar poco a poco, haciendo desaparecer al mundo entero en un solo instante.

La respiración de uno de los mellizos se detuvo, sus movimientos con él y se miraron fijamente el uno al otro.

- Vayámonos juntos - Susurró Len, dejando caer su frente contra la de Rin cerrando los ojos acariciando su mejilla con su respiración levemente entrecortada. - Lejos... donde nadie pueda encontrarnos jamás - El chico se separó de ella sentándose a un lado de ella, con la camisa a medio poner y las sábanas enredadas.

- Y donde pueda quererte todo lo que se me antoje - Añadió ella con un tono tan decidido como el de su mellizo.

- ¿Vendrías conmigo? - Preguntó sin poder reprimir el leve asombro que le invadió.

- Hasta el fin del mundo - La chica asintió abrazándose a su pecho cerrando los ojos y escondiendo su rostro en el cuello de él.


Me reacomodé varias veces de modos distintos sobre el sofá, estaba inquieto, mas inquieto que de costumbre porque si las cuentas no me fallan, llevaba mucho durmiendo en aquel lugar. Terminé por girarme de cara al espaldar, abrazándome a un trozo de la almohada escondiendo mi rostro entre esta y el sillón.

Maldita la hora en la que lo hice.

Tu olor estaba impregnado en la funda de un modo muy profundo invadiéndome los pulmones en tan solo un suspiro, seguramente me había equivocado de almohada al cogerla. Aunque si no habías venido a reclamarla, lo mas probable es que prefirieses atormentarte con la mía antes que dirigirme la palabra.

Para mi sorpresa, varios minutos después apareciste en el salón... diciendo las 5 palabras mas horribles que has usado nunca.

- Len... voy a volver a casa -


ñañaña Se que debería estar haciendo el otro fic pero que le vamos a hacer, la inspiración me vino de pronto y esto no me cuadra por ninguna parte en el de Aviones de papel, así que me he dicho "venga! vamos a hacer uno nuevo y a explotar la imaginación" y aquí me tenéis.

Espero que os haya gustado *_* yo tengo una mezcla de sentimientos muy raros ahora mismo. Saludos a todos y gracias por leer! (y no, no es un One-Shot por si alguien lo ha pensado dada mi dramática despedida XD)