Jeje ^.^ hola, yo soy Victoriaxmen, este, sinceramente, no es mi primer fic, ya he hecho otros, pero los tengo en DA, pero están en inglés e_e, de todas maneras, hace rato vi un crossover de los juegos del hambre con hetalia, pero, para ser sinceros, no me gustó mucho, la idea es buena claro, así que me decidí a yo también hacer mi versión (usuario no me pegues ;_;) un poco más apegada a los libros, no mucho, porque sería muy ooc para los personajes de hetalia, pero bueno, balanceado para evitar eso en los dos

Bueno pasemos a los disclaimers:

Hetalia ni los juegos del hambre me pertenecen, les pertenecen a Hidekaz Himaruya y Suzane Collins

A mí solo me pertenecen: María Guadalupe Hernández Carriedo (México) Miguel José Martínez Cruz (Guatemala) Juana Carla Hernández Carriedo (Nyo!Norte)

Primera Parte

Los tributos

1.

Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frio. Estiro los dedos buscando el calor de Juana, pero no encuentro más que la basta funda de la lona del colchón. Seguro que tuvo pesadillas y se metió en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha.

Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra algo de luz, así que puedo verlas. Mi hermana pequeña, Juana, acurrucada a su lado, protegida por el cuerpo de mi madre, las dos con las mejillas pegadas. Mi madre parece más joven cuando duerme; agotada, aunque no tan machacada. La cara de Juana es tan fresca como una gota de agua, tan encantadora como una florecilla. Mi madre también fue muy hermosa hace tiempo, o al menos eso me han dicho.

Sentado sobre las rodillas de Juana, para protegerla, está el perro más feo del mundo: Cara arrugada, manchas blancas en el pecho, media oreja arrancada, un horrible mechón de cabello parado en su cabeza, y de ojos azules oscuro, hasta perecen ligeramente purpuras. Juana de puso tleconextli*, por el color ceniza de su piel. El perro me odia o, al menos, no confía en mí. Aunque han pasado ya unos cuantos años, creo que todavía recuerda que intente dejarlo perderse en el bosque cuando Juana lo trajo a casa; era un cachorrito escuálido, con el vientre hinchado por las lombrices y lleno de mugre y pulgas. Lo último que recitaba, otra boca que alimentar, pero mi hermana suplico mucho, e incluso lloró para que le permitiera quedárselo. Al final aceptamos; mi madre lo limpio y desparasitó, ahora casa a los animalillos que se encuentra, siempre, es un cazador nato. Como a veces le doy las entrañas de mis presas, me agarro un ligero cariño.

Me bajo de la cama, y me alisto, cambiándome en una camiseta y unos pantalones, seguidos de unas cómodas botas de cazar. Me coloco mi larga y oscura trenza en mi gorra negra, tomo la bolsa que utilizo para guardar mi presa y lo que encuentre. Busco un cuenco de madera, en el que guardo ciertas cosas, para evitar que la ratas y el perro se lo coman, allí había un quesito de cabra envuelto en hojas de albahaca, fue un regalo de Juana con motivo de la cosecha, cuando salgo lo meto con delicadeza a mi bolsa.

Vivimos en una parte del distrito doce llamado "La veta", el distrito 12 es el del carbón, así que no hay que ser un genio para adivinar por qué a esta hora está llena de mineros. Aunque, hoy esta vacío, ¿la causa? La cosecha; esta no deja dormir a nadie, así que prefieren descansar en sus casas hasta las 2, la hora a la que empieza.

Nuestra casa está casi al final de la Veta, no me muevo mucho para llegar a un lugar descuidado llamado La Pradera,. Lo único que separa al distrito de esta es una alambrada con púas encima, que se supone, debería estar electrificada las 24 horas del día, para mi suerte solo lo está un par de horas en la noche. Me deslizo por debajo de la alambrada, cerca hay un tronco hueco, en el que encuentro un carcaj con flechas y un arco. Los tomo y camino, en este bosque hay muchos peligros, osos, serpientes etc. Pero puedes conseguir comida si sabes buscarla, eso lo aprendí de mi padre, antes de que muriera en la explosión en la mina en la cual trabajaba. Aunque entrar en los bosques es ilegal, y la caza furtiva es penalizada, muchos se arriesgarían si tuvieran las herramientas. Me adentro aún más, encontrándome con la única persona con la que puedo ser yo, Miguel.

-Hola, María- Me saluda Miguel

-mira lo que cacé- me dice sonriendo, sosteniendo una flecha clavada en una hogaza de pan.

Nos pusimos a reír y me lo dio, lo olfatee, está recién hecho.

-¿cuánto te costó?- me limite a preguntar

-Solo una ardilla, me parece que el panadero estaba sentimental, pero bien, ¿Quién no lo estaría? Hoy es la cosecha- sonríe y parte el pan a la mitad

-Cierto, ahora, mira que nos dio Juana- saco el queso de la bolsa y también lo parto dándole la mitas, mientras el me da la mitad de pan

-¡Gracias Juana!, hoy sí que nos daremos un festín~- pone su pedazo de queso en su pan y empieza a comerlo, yo lo miro a los ojos, los cuales son de un color negro profundo, su piel es morena, y su cabello negro azabache, si bien podríamos ser hermanos, pero él no es mi familia, al menos no que yo sepa. Todos los que trabajan en las minas comparten estos rasgos.

Nos acorrucamos, comiendo pan, queso y bayas, ojala realmente fuera un día de fiestas, pero no es posible para los ciudadanos de los distritos.

-¿sabes? Deberíamos escapar, tú y yo, al bosque, podríamos lograrlo, me gustaría tener hijos y criarlos allí-

-pero, ¿y nuestras familias? Miguel, es imposible, tenemos que cuidarlos, aparte, no quiero tener hijos, y aunque viviéramos en el bosque, sería imposible mantenerlos- Suspiro

-Olvídalo- el miro hacia abajo, ligeramente desilusionado.

Nuestra conversación se tensó, y, ¿Por qué quiere tener hijos conmigo? Entre nosotros, no ha habido nada romántico.

Nos disponemos a cazar, pescamos 8 peces, y recolectamos muchas verduras y fresas. Después nos dirigimos al quemador, un lugar que solía ser para el carbón, pero después de ser abandonado, los comerciantes empezaron a usarlo. Cambiamos 6 de los peces por pan y los otros por sal. Vamos con Alondra la grasienta, una señora huesuda, que es la que vende cuencos de sopa, nos compra la mitad de las verduras, si bien, hay quien paga más, nos conviene caerle bien, ya que ella es la única que compra carne de perro salvaje.

Vamos atrás de la casa del alcalde, para venderle las fresas, tocamos la puerta y nos abre Alejandra, su hija. Uno podría creer que es una engreída, pero es como yo, por lo cual nos llevamos bien.

-Buenos días María, Miguel- nos saluda inexpresiva, ella está vistiendo un hermoso y caro vestido blanco de seda, su cabello castaño claro, amarrado con un listón rosa.

-Bello vestido- Dice Miguel

-Gracias, tengo que estar linda si voy al capitolio- a esto, a Miguel casi le da un ataque de risa

-¿Tu? ¿En el Capitolio? No me hagas reír-

Alejandra se limitó a bufar y darnos el dinero de las fresas.

Nos repartimos el dinero y lo que sobro y nos fuimos a nuestras casas. Este es el primer año de Juana, por lo que mi madre la viste, yo me baño y arreglo, mi madre me dio uno de sus vestidos, el cual yo me puse, después me hizo una hermosa trenza.

-Ya están listas- exclamo con un tono de tristeza.

Nos dirigimos al centro, todo estaba decorado, y estaba lleno de cámaras, absolutamente todos estaban allí, formados por edades y sexo, yo estaba en la fila de las chicas de 16 años, mientras que Juana en las de 12, miro al escenario, está el Alcalde.

-Buenos días a todos, es hora de arrepentirse y también dar gracias- Recito, después saco una hoja con un discurso el cual empieza a leer, nombrando a todos los ganadores anteriores de los juegos en este distrito, los cuales solo han sido dos, y solo uno sigue vivo, un ebrio, el cual esta tambaleándose en el escenario, Gilbert Beilschmidt, Esta aturdido e intenta abrazar a Felika Lukasiewicz, que apenas consigue zafarse.

El alcalde esta angustiado, ahora el distrito 12 es el hazmerreír de Sekamun, y él lo sabe. Intenta que todos le regresen la atención a Felika, la cual, tan alegre y elegante como siempre sube al podio y saluda con su habitual:

-¡Felices juegos del hambre!¡Y que la suerte este, siempre, siempre de su parte!- Sonríe y se acerca a la bola de cristal

-Las damas primero- ella mete la mano en la urna, sacando un papelito, el cual empieza a alisar

Yo tengo ansias, esperando que no sea yo, por lo que más quieran, no yo. Ella empieza a leer el papel; y después de todo, no soy yo.

-¡Juana Carla Hernández Carriedo!-