Disclaimer: Los personajes son de Stephenie Meyer.

Nota de Autor: Esta historia fue escrita para el Reto "Palabras Para El Recuerdo" del Foro El Lobo, La Oveja y el León

Palabra Clave: Lluvia


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BROKEN

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¿Quién lo diría? Ella era feliz, endemoniadamente feliz, parecía algo irreal y fantástico como en un cuento de hadas, uno de esos en los que ella solía refugiarse tan afablemente cuando era una niña hacía y dónde el príncipe azul antes imaginario era ahora aquel apuesto chico de nombre Sam, quedando ella como la princesa enamorada y totalmente sumisa a la sonrisa galante del chico en cuestión. Y aun cuando ella no era de ese tipo de chicas tan llena de ideales cursis no podía evitarse sentir contagiada de una que otra emoción propia de una colegiala enamorada. Tonto, sí. Pero ahí, en ese momento mientras bailoteaba una y otra vez por toda su habitación con toda la gracia de la que era capaz vistiendo aquel hermoso vestido azul, se sentía la princesa protagonista. Cursi o no.

Y que lloviera, no importaba, que el viento azotara contra la ventana pregonando tormenta, dibujando pequeños caminos con las gotas de lluvia en el cristal de la ventana porque realmente no importaba, no mientras ambos estuvieran ahí, de pie, uno al lado de otro con el futuro sonriéndoles. Que lloviera, allá, muy lejos de su cuento de ensueño.

— Estas preciosa…

Abandonó su danza sin música, sin pareja, sin zapatillas de cristal y sonrió sonrojada a su príncipe que le miraba enternecido desde el umbral de la puerta. No esperó un Hola, ni nada más, aunque no creía pudiera haber más y se abalanzó contra él, en un beso para nada tierno ni delicado. Porque ya bien lo había dicho, ella no era precisamente una princesa.

Y la pasión la dominaba por completo.

Así era Leah.

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Abrió los ojos entre despierta y dormida, con el calor sofocante de aquella enorme fogata que se negaba a ser extinguida por las mismas furiosas gotas de lluvia que golpeaban su rostro. Y los crueles susurros del viento atrayendo imágenes del pasado causando que ignorara por completo los gritos suplicantes de su madre, mientras sus ojos negros observaban junto aquella sínica sonrisa como aquellos objetos antes preciados servían de combustible. Soltó una risotada que sabía bien carecía de alegría, la cual terminó transformándose en sollozos lastimeros y patéticos, mordió su labio inferior y se obligó a observar como aquel hermoso vestido azul era consumido.

No le importó que su madre le abrazara y le dijera que todo estaría bien, ni las suplicas de Seth para que regresara de aquel desolado trance o las constantes disculpas de su padre por algo a lo que él no tenía control.

Porque nunca nadie lo había tenido.

Que lloviera.

Que lavara todo, que desechara cada recuerdo, cada roce, palabra, gesto…cada beso.

Que el viento golpeara contra ella, rota, completamente desecha. Porque deseaba gritar, reclamar, culpar, odiar. Pero ella sabía que no podía, porque no había nadie a quien reclamar. Nadie tenía la culpa de que ella ya no creyera en cuentos de hadas con soles brillantes y cielos hermosos.

Y eso, era lo que más le dolía…

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