Disclaimer: Este fic no me pertenece es la adaptación del libro "Fuego Oscuro"de Christine Feehan.

Los personajes tampoco me pertenecen los de CCS son de las chicas Clamp y el resto como la historia son de Christine Feehan. Hago esto sin fines de lucro, solo lo hago por entretener. Espero les guste.

Aclaraciones:

-pensamientos o conversaciones mentales

-diálogos

Y ahora sin mas los dejo leer.


Sumary 1: "Siempre hay un precio que pagar…"
Esa fue la advertencia que Shaoran le hizo cuando se unió a su grupo itinerante. Y contemplando hipnotizada el implacable rictus de su boca, la firme determinación de su rostro y los vacios desalmados de sus ojos, tuvo miedo de preguntar cual seria.
Ella siempre había sido diferente y se había mantenido apartada del resto del mundo
Pero desde el instante en el que sus brazos la envolvieron, hechizándola, Shaoran pareció entender sus extraordinarios dones. Pero…¿su beso ofrecía el amor y la relación que ella buscaba o un peligro mucho más potente que sus propias panteras?
En algún profundo lugar de sí misma, Sakura comprendió que conocía la respuesta. No tenía más opción que aceptar la caricia aterciopelada de su lengua, someterse a la pasión candente que perforaba su piel y dar la bienvenida a un placer erótico como jamás había conocido…

Sumary 2: Apartado del resto de su raza desde niño, Shaoran ha aprendido a sobrevivir y a proteger a su familia del miedo y la violencia de los humanos. Pero, como todos los hombres carpatianos sin compañera, está a punto de ceder al lado oscuro de su alma y convertirse en vampiro. Hasta que conoce a Sakura, una humana capaz devolverle las emociones. Posesivo y ardiente, Shaoran la retiene a su lado y la protege de todos. A su lado, Sakura descubre la existencia de unos seres que pertenecían al mundo de las leyendas, y descubre también que el terror puede convertirse en la más irresistible de las pasiones en una noche. Pero el precio por permanecer junto a un carpatiano puede ser demasiado alto para cualquier mujer?

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Linterna y llave eléctrica en mano, salía arrastrándose de debajo de un enorme autobús turístico cuando captó el primer vistazo de ella. Era pequeña, casi infantil. Al principio estaba seguro de que era, a lo sumo, una adolescente, vestida con pantalones de trabajo holgados, con un espeso pelo castaño rojizo recogido hacia atrás en una cola de caballo. Tenía la cara mugrienta, manchada de aceite y suciedad. Entonces se giró levemente, y pudo ver sus pechos firmes y turgentes contra el fino top de algodón bajo la pechera del mono de trabajo.

Shaoran la miró fijamente, extasiado. Incluso de noche su pelo castaño flameaba como llamas. Poder decir que su pelo era castaño lo aturdió. Como oscuro, depredador e inmortal hombre de los Cárpatos que era, no había visto en colores, sólo en blanco y negro, durante más siglos de los que podía contar. No había compartido esta información, que acompañaba a la pérdida de emociones, con su hermana menor, Tomoyo, que permanecía, como había sido durante siglos, dulce y compasiva, como toda mujer de los Cárpatos. Todo lo que él no era. Tomoyo dependía de él, como lo hacían todos los de su grupo, y no deseaba apenarla con el conocimiento de lo cerca que estaba de encarar el amanecer para dirigirse a su propia destrucción o convertirse en vampiro, un no-muerto en vez de un inmortal.

Que esta extraña mujer de grandes pantalones hubiera captado su atención le había sorprendido. Pero su movimiento de caderas había provocado una profunda necesidad en su interior. Contuvo el aliento y la siguió a distancia mientras ella rodeaba el autobús para desaparecer de la vista.

- Debes estar cansada, Saku. ¡Has estado trabajando todo el día!- Exclamó Tomoyo.

Shaoran no podía ver a Tomoyo, pero, como siempre, era capaz de oír la voz de su hermana, una melodía de dulces notas que podía hacer que se volvieran las cabezas e influir en todas las cosas vivas.

- Coge algo de zumo de la nevera del trailer y relájate un par de minutos. No puedes arreglarlo todo en un día. -Continuó ella.

- Sólo un par de horas más y lo tendré arreglado y en marcha. - Respondió la pequeña castaña. Su suave y ronca voz tocó a Shaoran en el mismo centro de su ser y envió calor turgente por su sangre a través de las venas. Se mantuvo inmóvil, traspasado por la inesperada sensación.

- Insisto, Saku. - Dijo Tomoyo gentilmente. Shaoran conocía ese tono, el que aseguraba que las cosas se hicieran a su manera. - Por favor. Tienes ya el trabajo como nuestro mecánico. Es obvio que eres exactamente lo que necesitamos. Así que déjalo por esta noche ¿vale? Verte trabajar tan duro me hacer sentir una negrera.

Shaoran paseó lentamente rodeando la carcasa del motor hacia la pequeña mujer castaña y su hermana. Junto a la alta, delgada y elegante Tomoyo, la pequeña mecánica a quien todavía no había conocido parecía una niña desaliñada, aunque no podía apartar los ojos de ella.

La mujer se rió guturalmente, atormentando su cuerpo con una dolorida pesadez. Incluso a esa distancia podía ver que sus ojos eran de un verde brillante, con grandes y espesas pestañas, su cara un óvalo perfecto, de altos pómulos y una amplia y lujuriosa boca que suplicaba ser besada.

Antes de que pudiera oírla, desapareció de nuevo, pasando junto a su hermana para rodear la parte de atrás del autobús hacia la puerta trasera. Shaoran simplemente permaneció allí, congelado en la oscuridad. Las criaturas nocturnas estaban volviendo a la vida, y Shaoran permitió que su mirada vagara por el campo, notando la variedad de colores a su alrededor. Vívidos verdes, amarillos y azules. Podía ver el plateado del autobús, las letras azules del lateral. El pequeño coche deportivo cercano era un artefacto color rojo fuego. Las hojas de los árboles eran de un verde brillante, veteado de azul oscuro. Shaoran inhaló profundamente, embebiéndose significativamente de la extraña esencia de ella para poder encontrarla siempre, incluso en medio de una multitud, siempre sabría donde estaba. Extrañamente, ella le hacía sentirse como si no fuera a estar solo nunca más. Ni siquiera la había conocido aún, pero simplemente saber que estaba en el mundo hacía que éste fuera un lugar completamente diferente. No, Shaoran no había contado a su hermana lo yerma y vacía que había sido su vida o lo peligroso que se había vuelto, pero su mirada, cuando descansó en la castaña, había sido intensa y posesiva y algo fiero y primitivo en su interior había alzado la cabeza y rugido pidiendo liberación.

Tomoyo se acercó decididamente rodeando el autobús, sola.

- Shaoran, no sabía que te habías levantado. Estás tan misterioso estos días. - Sus grandes ojos negros le examinaron especulativamente. ¿Qué es? Pareces... - Dudó. Peligroso. La palabra no pronunciada flotó en el aire entre ellos.

El cabeceó hacia su casa rodante.

- ¿Quién es ella?

Tomoyo se estremeció ante su tono, se frotó las palmas de las manos arriba y abajo por los brazos como si tuviera frío.

- Discutimos la necesidad de contratar a un mecánico que viajara por carretera con nosotros, para mantener los vehículos en forma y así poder proteger nuestra privacidad. Te hablé de colocar un anuncio, con una exigencia especial añadida, y diste tu aprobación, Shaoran.

Dijiste que si encontrábamos a alguien a quien los felinos pudieran tolerar, lo permitirías. Esta mañana temprano apareció Sak. Los felinos estaban fuera conmigo, y ninguno de ellos le puso objeciones.

- ¿Cómo es que consiguió llegar al campamento atravesando nuestras salvaguardas, las barreras que nos protegen durante el día? - Preguntó suavemente, aunque con un toque amenazante en la voz .

- Honestamente no lo sé, Shaoran. Exploré su mente buscando cualquier propósito oculto y no encontré nada. Sus parámetros cerebrales son diferentes a los de la mayoría de los humanos, pero sólo pude detectar su necesidad de un trabajo, un trabajo honesto.

- Es mortal. - Dijo él.

- Lo sé. - Replicó Tomoyo a la defensiva, consciente del aire pesado y opresivo que indicaba la censura de su hermano. - Pero no tiene familia, y ha indicado la necesidad de mantener su propia privacidad. No creo que le importe que no estemos por los alrededores durante el día. Le he contado que como trabajamos y viajamos casi siempre de noche, con frecuencia dormimos de día. Dijo que le parecía bien. Y realmente la necesitamos para mantener nuestros vehículos funcionando con propiedad. Sabes que es cierto. Sin ellos perderíamos nuestra fachada de normalidad. Y podemos manejar a una humana sin ningún problema.

- La enviaste al interior de la caravana, Tomoyo. ¿Si ella está allí, porque no están los felinos contigo? – Preguntó Shaoran, con el corazón repentinamente en la garganta.

- Oh, Dios mío. -Tomoyo palideció. - ¿Cómo he podido cometer semejante error? - Horrorizada, corrió hacia la puerta de la caravana.

Shaoran estaba allí antes que ella, abrió la puerta de un tirón y saltó dentro, agachándose, preparado para luchar con los dos leopardos por el pequeño cuerpo femenino. Se quedo congelado, inmóvil, con su largo pelo castaño cayéndole sobre la cara. La mujer castaña estaba enroscada en la cama con una enorme pantera a cada lado, la ganaban en tamaño pero aún así empujaban contra sus manos, buscando atención.

Sakura "Saku" Kinomoto se puso en pie rápidamente cuando el hombre irrumpió en la cabina. Parecía salvaje y peligroso. Todo en él gritaba pericia y poder. Era alto, nervudo como los felinos, y su largo pelo castaño era espeso e indomable. Los ojos, marrón como la noche, eran grandes e hipnotizadores y tan penetrantes como los de las dos panteras. Sintió que el corazón le daba un brinco, y la boca se le quedaba seca.

- Lo siento. Tomoyo me dijo que podía entrar. - Se disculpó apaciguadoramente, intentando alejarse de los felinos mientras estos continuaban buscando su atención, casi golpeando su pequeña forma con pequeños empujones. Intentaban lamerle las manos, lo cual evitó, temiendo que sus ásperas lenguas le levantaran la piel.

Tomoyo entró en la caravana pasando al hombre y se detuvo, con los ojos abiertos como platos y sorprendida.

- Gracias a Dios que estas bien, Saku. Nunca te habría dicho que vinieras sola si hubiera recordado a los felinos.

Es algo que nunca deberías olvidar. Shaoran envió la reprimenda como un suave látigo de terciopelo a través de la mente de su hermana, usando su familiar senda mental. Tomoyo hizo una mueca pero no protestó, consciente de que su hermano tenía razón.

- Parecen bastante domesticados. - Aventuró Saku vacilantemente, tocando primero una cabeza felina y luego la otra. El leve temblor de sus manos delataba su nerviosismo a causa del hombre, no de los leopardos.

Shaoran se enderezó despacio irguiéndose en toda su estatura. Tenía un aspecto tan intimidante, sus anchos hombros parecía llenar la cabina, por lo que Sak retrocedió. Sus ojos la miraron directamente, su mirada la mantuvo prisionera, escrutando su misma alma.

- No, no están domesticados. Son animales salvajes y no toleran el contacto íntimo con los humanos.

- ¿De veras? - La picardía danzó por un momento en los verdes ojos de la mujer, y empujó al gato más grande alejándolo. - No lo había notado. Lo siento. - No parecía afligida, parecía que estuviera divirtiéndose a costa de él.

De algún modo Shaoran supo, sin ninguna sombra de duda, que la vida de esta mujer estaría atada a la suya por toda la eternidad. Había encontrado lo que la nueva pareja de Tomoyo , Eriol Hiraguizawa, llamaba su compañera. Dejó que el ardiente deseo que sentía por ella llameara brevemente en sus ojos y quedó satisfecho cuando ella volvió a retroceder.

- No están domesticados. - Repitió. - Podrían haber destrozado en pedazos a cualquiera que entrara en este autobús. ¿Cómo has sido capaz de estar con ellos y seguir a salvo? - Exigió con la voz profunda y firme de un hombre obviamente acostumbrado a la obediencia inmediata.

Los dientes de Saku mordisquearon el labio inferior, delatando su nerviosismo, pero alzó la barbilla desafiante.

- Mira, veo que no me quieres aquí, no hay problema. No hemos firmado un contrato ni nada por el estilo. Cogeré mis herramientas y me largaré.

Dio un paso hacia la puerta, pero el hombre era una sólida pared que bloqueaba su camino. Miró a su lado, sopesando la distancia hasta la puerta trasera, preguntándose si podría llegar antes de que la alcanzara. De alguna forma tenía miedo de que esta huida activara los instintos depredadores de él.

- Shaoran. - Objetó Tomoyo gentilmente, colocándole una mano apaciguadora en el brazo.

Ni siquiera giró la cabeza, sus ojos negros permanecieron sobre la cara de Saku.

- Déjanos. - Ordenó a su hermana con voz suave y amenazante. Incluso los felinos se pusieron nerviosos, acercándose a la mujer castaña cuyos ojos verdes relampagueaban como joyas.

Este hombre llamado Shaoran asustaba a Saku como no lo había hecho ningún otro. Había un brillo posesivo en sus ojos, una sensual crueldad alrededor de su hermosa boca, una intensidad ardiendo en él que nunca había visto antes.

Observó como su única aliada la abandonaba reluctantemente obedeciendo a su hermano, abandonando la lujosa caravana.

- Te he hecho una pregunta. - Dijo él suavemente. Su voz hizo que le revolotearan mariposas en el estómago. Era una arma de terciopelo negro, la herramienta de un hechicero, y enviaba oleadas de inesperado calor a través

de su cuerpo. Sintió el color subir le por el cuello y cara.

- ¿Hacen todos lo que dices?

Él esperó, tan inmóvil como un leopardo preparado para saltar, con los ojos sin pestañear fijos en su cara. Sintió la extraña necesidad de responderle, de revelarle la verdad. El impulso golpeó su cabeza hasta que consiguió reunir toda su voluntad en protesta. Después suspiró, sacudió la cabeza, e incluso intentó sonreír.

- Mira, no sé exactamente quién eres, a parte del hermano de Tomoyo, pero creo que ambos hemos cometido un error. Vi el anuncio en el que se buscaba a un mecánico y pensé que este trabajo podía ser lo que buscaba, viajar con vuestro grupo por el país. - Se encogió de hombros restándole importancia.-No importa. Puedo irme fácilmente.

Shaoran estudió su cara. Estaba mintiendo. Necesitaba el trabajo. Estaba hambrienta pero era demasiado orgullosa para decir nada. Escondía bien su desesperación, pero necesitaba el trabajo. Aunque así ni una vez los ojos verdes habían vacilado frente a su negra mirada, y su cuerpo entero mostraba desafió.

Se movió entonces, acercándose más a ella, tan rápido que no le dio oportunidad de correr. Podía oir los latidos de su corazón, el correr de su sangre, de su vida, a través de las venas. Su mirada descansó en el pulso que latía frenéticamente en el cuello.

- Creo que este trabajo te satisfará perfectamente. ¿Cuál es tu verdadero nombre?

Estaba demasiado cerca, era demasiado grande, demasiado intimidante y poderoso. Desde tan cerca podía sentir el calor emanando de su cuerpo, el magnetismo que exhalaba. No la tocaba, pero sentía el calor de su piel contra la de ella como si lo hiciera. Tuvo el impulso de correr tan rápido

y tan lejos como pudiera.

- Todos me llaman Saku. - Sonó desafiante incluso a sus propios oídos.

El sonrió con su exasperante estilo masculino que le dijo que sabía que le tenía miedo. La sonrisa no sirvió para caldear el hielo negro de sus ojos. Inclinó su cabeza lentamente hacia ella hasta que pudo sentir su aliento contra el cuello. Su piel ardía de anticipación. Cada célula de su cuerpo estaba en alerta, gritaba una advertencia.

- Pregunté tu nombre. - Susurró contra su pulso.

Saku tomó un profundo aliento y se obligó a permanecer completamente inmóvil, firme. Si estaban jugando a un juego, no iba a cometer el error de moverse.

- Mi nombre es Sakura Kinomoto. Pero todos me llaman Saku.

Los dientes blancos de él brillaron de nuevo. Parecía un depredador hambriento vigilando a su presa.

- Sakura. Te va bien. Yo soy Shaoran. Soy el guardián de este grupo. Lo que yo digo se hace. Obviamente has tenido un encuentro con mi hermana menor, Tomoyo. ¿Has conocido a los otros?

Sintió una extraña rabia atravesarle ante la idea de que cualquiera de los otros hombres rondara alrededor de ella. Y en ese momento supo que hasta que hiciera a Sakura suya, él mismo sería extremadamente peligroso, no sólo para los mortales sino también para su propia gente. En todos sus siglos de existencia, incluso en sus años más tempranos, cuando la diversión y el dolor todavía existían para él, nunca había experimentado tantos celos, tal posesividad, ni ninguna otra emoción remotamente parecida. No había sabido lo que era la rabia hasta ese momento. Estaba serenándose, asimilando cuanto poder tenía esta mujer humana.

Saku sacudió la cabeza. Se alejó de su intensidad, de la forma en que hacía que su corazón latiera alarmado, volviendo la mirada ansiosamente hacia la puerta trasera. Pero Shaoran estaba demasiado cerca como para que pudiera llevar a cabo su escapada. Así que miró a los enormes felinos, después se concentró y apuntó sus pensamientos hacia ellos, un talento con el que había nacido, aunque nunca lo había admitido en voz alta.

El menor de los dos leopardos, el de piel más lustrosa, se colocó entre ella y Shaoran y desnudó sus afilados dientes a modo de advertencia. Shaoran posó una mano tranquilizadora sobre la cabeza del gato. Tranquilo, amiguito. No la heriré. Quiere abandonarnos. Lo siento en su mente. No puedo permitirlo. Tú no lo desearías tampoco.

En seguida el gato se movió colocándose delante de la puerta trasera, dejando a Sak sin posibilidad de escape.

- Traidor. - Siseó ella al leopardo por lo bajo, olvidándose de sí misma.

Shaoran se frotó el puente de la nariz pensativamente.

- Eres una mujer inusual. ¿Te comunicas silenciosamente con los animales?

Ella pareció culpable, agachando la cabeza, sus ojos se apartaron de él mientras le presionaba el dorso de su mano sobre la suave y temblorosa boca.

- No tengo ni idea de lo que estás hablando. Si alguien se está comunicando con los animales, ese eres tú. El gato está delante de la puerta. No sólo las personas sino todos te obedecen, ¿eh?

El asintió lentamente.

- Todos en mis dominios, y eso te incluye ahora a ti. No salgas. No te marcharás. Te necesitamos tanto como tú a nosotros. ¿Te ha asignado Tomoyo algún lugar para dormir? - Se sentía no sólo hambriento sino también fatigado. Las sensaciones de ella le golpeaban, adentrándose en él, haciendo que surgiera cada protector instinto masculino volviéndolos a la vida.

Saku levantó la mirada hacia él, sopesando sus opciones. En algún lugar en su interior, sabía que Shaoran no le había dejado opción. No le permitiría marcharse. Lo vio en la implacable línea de su boca, la resolución estaba estampada en sus rasgos, y en sus ojos desalmados. Podía fingir si quería, dejarlo correr, no discutir con él. El poder se aferraba a él como una segunda piel. Había estado en situaciones peligrosas antes, pero estos sentimiento era completamente diferentes. Quería correr... y quería quedarse.

Shaoran extendió la mano y le levantó la barbilla con dos dedos para poder mirar directamente a los ojos verdes. Dos dedos. Eso era todo. Pero sentía como si le hubiera puesto cadenas, atándolos juntos de alguna forma inexplicable. Sintió el impacto de su mirada ardiendo en su interior, marcándola tanto a ella como a él. Se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua. El cuerpo de Shaoran sintió una caliente, dura y urgente demanda.

- No vas a huir, Sakura. No creas que conseguirás alejarte. Necesitas el trabajo. Nosotros necesitamos que te quedes. Simplemente sigue las reglas.

- Tomoyo dijo que podía dormir aquí. - Se encontró contestando. No sabía que iba a hacer. Sus últimos veinte dólares se habían esfumado, había estado segura de que éste era el trabajo perfecto para ella. Era una excelente mecánico, le divertía viajar, le gustaba estar sola, amaba los animales. Y algo en ese particular anuncio la había asaltado, conduciéndola a este lugar, a esta gente, como si tuviera algún significado. Había sido extraño, casi una compulsión que no podía resistir, la necesidad de encontrar a esta gente, tan efectivamente que estaba segura de que el trabajo era para ella. Había sabido que era demasiado perfecto. Sin pensarlo, suspiró suavemente.

El pulgar de Shaoran acarició ligeramente su barbilla. Sintió su temblor, pero permaneció firme.

- Siempre hay un precio a pagar. - Observó él, como si leyera su mente. Sus manos se movieron hacia el pelo de ella, y sus dedos se enterraron en las hebras de oro rojo como si no pudiera contenerse. Sak permaneció totalmente inmóvil, como un pequeño animal sorprendido en campo abierto por una acechante pantera. Sabía que era extremadamente peligroso para ella, pero sólo podía permanecer mirándole indefensa. Le estaba haciendo algo, hipnotizándola con sus ardientes ojos negros. No podía apartar la mirada. No podía moverse.

- ¿Cómo de alto es el precio?. Las palabras surgieron estranguladas y roncas. No podía arrancar la mirada de él sin importar lo mucho que su mente gritara que lo hiciera.

El cuerpo de él se acercó más, mucho más, hasta que su dura forma pareció imprimirse en la suavidad de la de ella. Estaba en todas partes, rodeándola, envolviéndola hasta lograr que ella fuera parte de él. Sabía que debía intentar moverse, romper el hechizo con el que la envolvía, arrastrándola hacia él, y el corazón le dio un vuelco ante tal gentileza en un hombre de tanto poder y enorme fuerza. Él susurró algo suave y consolador. Algo que la compelía. La seducción de un hechicero.

Saku cerró los ojos, el mundo súbitamente pareció nebuloso, confuso como un sueño. Sintió como si no pudiera moverse, como si no deseara moverse. Esperó casi sin aliento. La boca de él le acarició las sienes, se movió hasta la oreja, aleteando a lo largo de la mejilla hasta la comisura de la boca, el aliento era cálido, dejando pequeñas llamas danzarinas por donde quiera que tocaba.

Sintió que se dividía en dos. Una parte de ella sabía que era totalmente perfecto, totalmente correcto; la otra la urgía a correr tan rápido y tan lejos como pudiera.

Esa lengua la acarició cruzando el cuello, una caricia aterciopelada y rugosa que hizo que se le encogieran los dedos de los pies, y envió un calor a sus entrañas. Los dedos de él le envolvieron la nuca, acercándola aún más. Su lengua la acarició por segunda vez. Una sensación ardiente agujereó su piel exactamente sobre el pulso que latía frenéticamente. El dolor se abrió paso en su interior, cediendo terreno instantáneamente a un erótico placer.

Saku jadeó, encontrando alguna profunda reserva de instinto de autoconservación, y se retorció, empujando contra los músculos del pecho de él. Shaoran cambió de posición sutilmente, pero sus brazos permanecieron firmes e inquebrantables. Una somnolencia se deslizó sobre ella, sentía la necesidad de darle cualquier cosa que quisiera.

Se dividía, una parte de ella permanecía indefensa en el oscuro abrazo, la otra lo observaba todo con sorpresa y horror. Su cuerpo estaba caliente. Ardía. Deseaba. Su mente le aceptaba a él y lo que estaba haciendo. Tomar su sangre, establecer su reclamo sobre ella. De algún modo sabía que no estaba intentado matarla sino poseerla. Sabía también que no era de forma alguna humano. Sus párpados cayeron, y las piernas se le doblaron.

Shaoran deslizó un brazo bajo las rodillas de Sakura y la levantó, acunándola contra su pecho mientras se alimentaba. Era cálida y dulce, no se parecía a nada que hubiera probado nunca antes. Su cuerpo era fuego sobre ella. Todavía alimentándose, la llevó hasta el sofá, saboreando su esencia, incapaz de evitar tomar lo que era suyo por derecho. Y ella lo era. Lo sentía, lo sabía, no aceptaría nada menos.

Sólo cuando la cabeza de ella cayó hacia atrás sobre el esbelto cuello comprendió lo que estaba ocurriendo. Maldiciéndose elocuentemente a sí mismo, cerró la herida del cuello de ella deslizando la lengua sobre ella y se inclinó para comprobar su pulso. Había tomado mucha más sangre de la que ella podría permitirse dar. Y su cuerpo todavía latía con una demanda impaciente y salvaje. Pero Sakura Kinomoto era una mujer pequeña y no pertenecía a su raza; no podía afrontar semejante pérdida de sangre.

Peor aún, estaba haciendo algo estrictamente prohibido, rompiendo cada código, cada ley que conocía. Cada ley que él mismo había enseñado a los otros y exigía que siguieran. Aunque no podía detenerse. Tenía que tener a esta mujer. Cierto, una mujer mortal podía ser utilizada para practicar el sexo, un simple placer para el cuerpo, si uno podía todavía podía sentir tales cosas. Y mientras uno no le drenara completamente la vida, una mujer mortal también podía utilizarse como sustento, para alimentarse. Pero no para ambas cosas, y nunca al mismo tiempo. Era tabú. Shaoran sabía que si ella no se hubiera desmayado a causa de la pérdida de sangre, habría tomado su cuerpo también. No una vez sino otra y otra. Y habría matado a cualquiera que intentara detenerle, que intentara apartarla de él.

¿Qué estaba ocurriendo entonces? ¿Se estaba convirtiendo en un vampiro? ¿La única cosa que temía todo hombre de los Cárpatos... le estaba ocurriendo a él? No le importaba. Lo único que sabía era que Sakura Kinomoto era lo más importante para él, la única mujer que había deseado en siglos de solitaria y vacía existencia.

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N.A: Aquí dejo un pequeño ok no tan pequeño capitulo de fuego oscuro mi nuevo proyecto de adaptación que planeaba iniciar hasta las vacaciones pero ya estando aquí, me dije, mi misma porque no subes esta nueva historia?, y pues decidí hacerme caso.

Así que, que tal como estuvo que les pareció. De antemano gracias por leerlo.