Aún me avergonzaba lo que había resultado por dejarme llevar por la imaginación. Había dibujado a Edward Cullen en mi trabajo de exposición para Arte ¡Al capitán de fútbol americano Edward Cullen! Además, esta iba a ser una exposición que se iba a exponer en los pasillos del instituto, así que la vería todo el mundo.

No me quedaba otro remedio que darle los que tenía hechos, ya que el día siguiente era la fecha de entrega, pero ni siquiera podía elegir. Me gustara o no, mis tres mejores cuadros eran en los que había dibujado al atractivo Edward Cullen. Estaba comenzando a cogerle grima al nombre.

En el primer cuadro aparecía Edward otorgando el punto final al último partido del campeonato nacional, completamente victorioso y celestial. En el segundo cuadro él estaba recostado contra un árbol, a la sombre, mientras leía un libro, ``La divina comedia´´ de Dante Alighieri.. Aún recuerdo mi sorpresa cuando le vi leyendo ese libro, no podía denominarlo una lectura fácil precisamente.

En el último, mi favorito, y el que aún estaba sobre el caballete, Edward estaba tocando en el piano de la sala de música una canción con expresión serena. Las luces del anochecer iluminando la escena daban una apariencia nostálgica y endulzante.

Aún después de haber sido yo quien ha pintado el cuadro, no puedo evitar suspirar al mirarlo. ¡Qué poca justicia le hago al Edward real! Probablemente me arrancarán el pelo solo por el hecho de atreverme a dibujarlo y no solo una vez, sino 3 y encima para exposición pública.

Respiré hondo y pensé en una posibilidad que se me había escapado. Me llevaba bien con la profesora Crawn. Mientras le aportara mi trabajo y lo expusiera, no habría ningún problema con ella. Me levanté, guardé mi cuadro en el armario del fondo de la clase y salí corriendo a la sala de profesores.

Solo esperaba que funcionara.

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Al día siguiente allí estaba, frente a las puertas del instituto de Forks, más nerviosa que nunca.

Aunque había llegado a un acuerdo con la profesora Crawn, no podía evitar que me temblaran las piernas y se me acelerara el corazón.

Por fin me adentré en el pasillo principal, donde se exponían todos los cuadros, y vi un gran grupo aglomerado en una zona. Ese lugar… ¡No podía ser!

- -Me cuesta creer que tú hayas hecho eso.- Susurró a mi lado Angela.

- -¿El qué? - Pregunté sorprendida.

- -Los tres cuadros de Edward Cullen.

- -¿Están a mi nombre?- Susurré aterrada.

- -No, simplemente está a nombre de Ela, pero conozco muy bien tu estilo de dibujo Bella. Además, solo había que quitarle la B a tu nombre artístico para llegar a tu abreviatura. Menos mal que solo tus amigos te llamamos así.

Poco a poco nos fuimos encaminando hacia nuestras taquillas, aunque, para llegar a ellas, teníamos que pasar por el gran grupo de gente que estaba mirando mis cuadros.

- -Dios mío, qué vergüenza…

- -Bella, no tienes nada de qué avergonzarte, son unos dibujos muy buenos y emotivos. Además, como sigas sonrojándote, la gente comenzará a sospechar.- Me contestó Angela con una sonrisa amigable.

- -Lo intentaré…

De pronto, en medio de la aglomeración de gente, se escuchó una estruendosa risa.

Angela y yo nos giramos sorprendidas. Allí estaban. Jasper Hale, Emmett y Edward Cullen. La estruendosa risa había procedido de Emmett, el mayor de los Cullen. Pese a su gran y musculoso cuerpo, poseía una mirada aniñada endulzada por los rizos oscuros de su cabello, además de su risa inocente.

Luego, conteniendo la risa a duras penas, estaba Jasper. Un muchacho de cabello miel y ojos marrones claros. Casi poseía la misma altura de su amigo Emmett, solo se diferenciaban por cuatro centímetros. Era evidente porqué no paraban de recibir invitaciones del club de baloncesto para que se unieran a ellos pese a que formaban parte del equipo de fútbol americano.

Además, Jasper, era una persona muy tímida y serena. Rara vez se metía en problemas, y, no sé cómo, siempre que había alguno a su alrededor, lograba calmarlo con solo un par de palabras.

Por último estaba Edward. Alto, delgado y elegante. Siempre con el cabello cobrizo revuelto, y una mirada esmeralda rodeada de espesas y largas pestañas que derretía. No solo era bueno en los deportes, sino también en los estudios. Además, hay que admitir que era como ver a un Adonis de carne y hueso. Era imposible que existiera un hombre tan perfecto… No me extrañaba que todo el instituto estuviera tras él.

No podía decir mucho más de los tres ya que solo los conocía de lejos.

En ese momento, sus hermosos ojos miraban sorprendidos mis tres obras mientras su hermano y su amigo no podían aguantar la risa.

- -¡Edward!

Al escuchar esa voz fina y femenina, todo el mundo se hizo a un lado rápidamente.

- -Ahí vienen.- Me susurró Angela en mi oído.

Ciertamente, ahí venía la capitana de las animadoras, Tanya Denali, seguida por sus perritos falderos Jessica y Lauren.

Incluso para las mujeres Tanya poseía una belleza impactante. El cabello largo rubio fresa rizado y unos ojos castaños grandes rodeados por unas largas pestañas. Lo suficientemente alta como para llegar a la mejilla de Edward sin tacones y con un cuerpo de supermodelo. Era bastante superficial, pero también inteligente y…cruel. Diría que ella era una de esas pijas cultas, pero claro, eso era solo ella. Sus perritos falderos entraban en la definición de pijas tontas por completo. Solo se preocupaban por tener buen cuerpo y ser populares.

Rápidamente Tanya se acercó a Edward y le dio un beso en los labios. Era evidente para todo el mundo que no habría sido un beso tan casto si no fuera por lo que había detrás de ella, aunque había algo en la expresión de Edward que llamó mi atención. Seguro que me confundía, no podía ser… asco.

- -¿Desde cuándo posas para esos antisociales de arte?- Preguntó sorprendida.

- -No posé, me he sorprendido tanto o más que tú.- Contestó Edward molesto.

- -No te hace justicia, aunque es bonit…- Cuando estaba a punto de terminar la frase, vio el nombre del artista.- ¡Es una mujer!

- -¿Cómo lo sabes? Es solo un nombre artístico.

- -¿De verdad te gusta pensar eso? No creo que te haga mucha ilusión que un hombre te dibuje en unos cuadros como estos, ¿no?

- -Ciertamente, hay un sentimiento muy profundo en ellos.- Comentó Jasper, tratando de recuperar la calma.

- -Bueno, da igual, es simplemente una exposición de arte, solo me pintó en estos cuadros, tampoco ha cometido un delito capital.- Contestó Edward, tratando de zanjar el asunto.

- -Entonces, ¿te gustan?- Preguntó Emmett curioso.

Edward volvió a mirar mis obras, reflexivo, por lo que se tomó un minuto para contestar. Ese pequeño lapsus de tiempo me pareció eterno y provocó que mi corazón acelerara su ritmo nervioso.

- -Aunque me hace parecer demasiado… perfecto, sí, me gustan mucho.- Contestó.

En ese momento, otra horda de cuchicheos se extendió por todo el pasillo.

- -Vámonos Angela.

MI amiga me miró sorprendida, pero rápidamente comprendió y nos pusimos en marcha a clase.

Debido a que a primera tocaba clase de arte, la profesora no había permitido estar en el pasillo para observar los cuadros del resto. Gracias a eso la clase estaba vacía.

Me senté en mi silla con pesadez, quitándome con rapidez la mochila.

- -Has estado a punto de tener un ataque al corazón.- Me comentó Angela aguantando la risa.

- -¿Un ataque? Pensé que me iba a poner a gritar allí mismo de la impresión. No puedo creer que le guste mi trabajo.

- -Es realmente bueno, creo que todo el mundo pensará que son los mejores, sobretodo el del piano.

- -Tampoco es tan bueno… Pero poco me faltó para morirme de vergüenza tras el comentario de Jasper.

- -Lo sé, te vi.- Me contesta riendo.- Te faltó poco para parecer una guinda, me sorprende que nadie más se diera cuenta.

- -Soy invisible, ¿lo recuerdas? A no ser que lo proclame a los cuatro vientos, no sabrán que lo he hecho yo, y prefiero que no lo sepan.

- -¿Por qué no?

- -Lo preguntas de broma, ¿no? Vendría a por mí una horda de hienas enloquecidas a arrancarme el cabello. Y prefiero tener lo menos posible que ver con Tanya.

- -No pareció molestarle incluso estuvo a punto de decir que eran bonitas.

- -A punto, antes de enterarse de que era una chica. No es ningún secreto como acaban las pobres inocentes que se intentan acercar a Edward y se encuentran su novia.

- -Bueno… ¿y qué piensas hacer?

- -Permanecer en silencio, evidentemente.

- -Sabes que tarde o temprano se sabrá, ¿no?

- -Lo sé.- Contestó después de un suspiro resignado.- Pero ya que Edward le ha quitado importancia, espero que el resto también lo haga.

Estábamos la profesora y yo solas en el departamento de arte y música. Hacía ya rato que había tocado el timbre y todos los alumnos habían salido rápidamente del instituto. Era viernes después de todo.

- -Isabella, me he enamorado de tu último trabajo, es realmente precioso.

- -Muchas gracias, pero no es tan bueno profesora Crawn.

- -Créeme, sí lo es. Les he enviado las tres pinturas a las más importantes escuelas de arte del país como carta de recomendación. - Me dice sonriendo, ante mi cara de sorpresa.

- -Usted ha… ¿QUÉ?

- -Creo que tienes talento Isabella, así que te ayudaré en todo lo que pueda.- Contesta mientras apoya su mano en mi hombro, para luego mirar su reloj y alzar la vista sorprendida.- ¡Oh, Dios mío, se me hace tarde! ¿Te importa que continuemos hablando mañana Isabella?

- -No hay problema, supongo que a esta hora me iré a la biblioteca…

- -¿Te importaría hacerme un favor?

- -No, claro, no hay problema.

- -¿Podrías quedarte hasta que venga el profesor de música? Tenía que darle esa carpeta que está sobre la mesa, pero aún no ha llegado y tengo mucha prisa.

- -Claro, supongo que puedo ir haciendo algo aquí…

- -Sí quieres puedes usar mi caballete, el que está al fondo, o coger alguno de mis libros.

Antes de que pudiera contestarle nada, ya había salido corriendo por la puerta y se escuchaban sus pasos resonar contra el granito del suelo.

Inspiré hondo y suspiré… Estas habían sido las semanas más confusas de mi vida. Me quedé observando la habitación durante un buen rato. Las paredes blancas habían recibido la alegría de la profesora y había pintado notas musicales por todos lados. En algunas paredes había copias de cuadros de Picasso y Miguel Ángel, además de una partitura de piano de tres folios enmarcada… Seguro que era idea de la profesora. Las dos paredes laterales estaban llenas de estanterías repletas de libros, cajas y archivadores.

En el centro había una gran mesa de madera caoba con seis sillas del mismo color.

Luego miré mi mochila, donde me esperaban un montón de ejercicios aburridos de trigonometría, y luego al caballete, el cual, con solo verlo, provocaba un montón de nuevas ideas en mi mente.

Finalmente me decidí por el caballete. Después de prepararlo todo y ponerme la camisola llena de pintura que siempre llevaba conmigo, me senté frente a él, pero antes de dar la primera pincelada no pude evitar suspirar un poco deprimida.

- -Aunque todo el mundo me dice que les encantó mi trabajo, pienso igual que Tanya… No le hago ninguna justicia a Edward.- Me dije a mí misma en voz alta.

- -Así que fuiste tú quien me pintó a escondidas.- Dijo una aterciopelada voz a mis espaldas que provocó que le levantara de pronto y me girara, sorprendida y sin palabras.

Frente a mí, apoyado en el marco de la puerta y con una expresión inescrutable, estaba Edward Cullen.

- -Fuiste tú, ¿no? Tú eres Ela.- Me preguntó, comenzando a dar un par de pasos hacia mí.

Tuve que mirar hacia el suelo para poder recuperar el habla que su imponente presencia me había arrebatado.

- -S-sí, fui yo.

- -¿Por qué lo hiciste Ela?

- -No me llamo Ela, es solo un nombre artístico que inventé antes de presentar mi trabajo en esta exposición. - Mientras hablaba, me atreví, recelosa, a mirarle a la cara. Me encontré con un rostro lleno de preguntas brillando en sus ojos. Me deslumbró.

- -¿Cuál es tu nombre?

- -¿Completo? - Pregunté aún medio grogi por el poder de su mirada, en la que me encontraba perdida.

- -Completo.- Afirmó con una radiante sonrisa.

- -Isabella Marie Swan, pero mis amigos me llaman Bella.

- -¿Te lo pusieron ellos o lo elegiste tú?

- -Cuando una persona es de confianza le pido que me llame Bella, es como romper las formalidades.- Era increíble como estábamos hablando de forma tan natural, si no estuviera flotando, me echaría a reír.

- -Entonces, ¿puedo llamarte Bella? - Me preguntó, dejándome muda de asombro.

- -S-sí, claro.- Contesté con recelo.

- -Muy bien Bella, ¿y por qué te lo inventaste antes de la exposición?

- -Porque no quería que una manada de fans maníacas me arrancaran el cabello por haberme tomado la confianza de pintarte sin pedirte permiso y encima, que los cuadros no te hicieran justicia.- Contesté con sinceridad.

Edward frunció el ceño ante lo último.

- -¿Qué no me hacen justicia? Me has dibujado de forma que parezco perfecto.

- -Seamos sinceros, no te hacen justicia, que tú seas muy modesto es un caso aparte. Eso sumará una cualidad más por la que tus fans se derretirán.

Él frunció el ceño con más profundidad, incrédulo por mis palabras.

- -Bueno, aún no me has contestado a la primera pregunta.- Comentó cambiando de tema.

- -Sinceramente…- Empecé a decir, pero tuve que tomar varias inspiraciones para tratar de calmar mi agitado corazón.- No lo sé.

- -¿No lo sabes?

- -Es un poco confuso… Cuando la profesora nos avisó de que teníamos que exponer tres dibujos cada uno, empecé muy emocionada, pero ninguno me convencía. Entonces, gracias a un amigo mío, me decidí a ver el partido de la final del campeonato nacional. Cuando te vi allí, ganar el último punto y celebrar la victoria con tu equipo, algo dentro de mí me dijo que debía pintarte, que mi modelo debías ser tú. Después de eso te vi leyendo La Divina Comedia bajo aquel árbol y no me pude resistir a pintarla también. Y, por último…

- -La pintura del piano.

- -Así es. Tengo que admitir que, en aquel momento, la escena me impactó tanto que me quedé sin respiración y, me temblaban tanto las piernas que tuve que agarrarme fuertemente al marco de la puerta para no caerme de rodillas.

- -¿Te asusté? - Preguntó sorprendido.

- -No, todo lo contrario, la escena me pareció tan nostálgica y hermosa que pensé que si daba un paso desaparecerías como un sueño.- Comenté con una risa avergonzada y nerviosa, hundiendo mi mirada en mis manos inquietas.

Noté como mi rostro empezaba a calentarse furiosamente, seguro que estaba tan roja como una fresa.

Después de un par de minutos de silencio, me atreví, vacilante, a mirarle de nuevo a la cara.

Edward era la viva imagen de la inocente curiosidad, por lo que tuve que morderme la lengua para no reírme, aunque si asomó una sonrisa de mis labios cuando miré hacia otro lado.

- -¿Pasa algo?

- -No, nada.

- -Si te estás riendo, será por algo.

- -No me estoy riendo, estoy sonriendo, aunque ganas no me faltan.- Contesté, sorprendida por mi atrevimiento.

- -¿Y por qué?

Lo miré por el rabillo del ojo, y me dieron aún más ganas de reír. Solo pasó un minuto así, pero no pude resistir más la mirada de Edward y comencé a reír.

- -Ahora supongo que sí me lo dirás ¿no?

- -Vale, vale, es tu expresión, ha sido tan repentina que no he podido evitarlo.- Contesté entre jadeos, provocados por la risa.

- -¿Mi expresión?- Preguntó frunciendo el ceño.

- -Sí. Siempre mantienes una máscara de serenidad y una falsa sonrisa amistosa con todos, así que tu repentina expresión de niño curioso me ha parecido tan inesperada que no he podido evitarlo.

De pronto, su rostro se mostró sorprendido, para luego adquirir una expresión inescrutable.

- -Lo siento, no debería haberme reído….- Me disculpé.- Ni dicho lo último.- Susurré muy bajito, aunque él tenía el oído tan fino que me oyó.

- -Tranquila Bella, no pasa nada, en parte es verdad, aunque me sorprende que una persona que no me conoce de nada se haya dado cuenta. Además, me gusta tu risa, es muy bonita.

Si antes era una fresa, ahora debía ser la viva representación de un incendio.

- -Y eres muy mona cuando te sonrojas.- Comentó con una sonrisa ladeada que me dejó tan deslumbrada como su mirada.

- -¿Qué hacéis aquí chicos? Vaya, eres tú Edward. - Dijo el profesor de música al entrar.

Hasta que escuchamos su voz, no me di cuenta de lo cerca que estábamos Edward y yo.

Me levanté de un salto y recogí mis cosas con rapidez.

- -Profesor, la señorita Crawn me pidió que me quedara aquí en su lugar porque tenía una cosa muy importante que hacer. Me dijo que tenía que darle esa carpeta.- Dije mientras señalaba la susodicha carpeta. - Ahora debo irme, que tengan un buen fin de semana.

Prácticamente me marché volando de allí, pero claro, cuando estaba a medio camino, aún estaba corriendo y, por supuesto, mi torpeza se hizo presente y me tropecé con mis propios pies.

Espere el impacto pero lo único que noté fue unas manos en mi cintura y un musculoso torso a mi espalda, junto con una respiración acelerada en mi cuello.

- -¿Cómo es posible que te tropieces con tus propios pies en un suelo llano? - Me preguntó una voz aterciopelada y agitada junto a mi oído.

Giré mi rostro y me encontré a escasos centímetros del de Edward. Poco me faltó para que me diera un ataque, pero seguro que mi rostro había vuelto a tornarse de un rojo furioso.

- -Soy especialmente torpe, mejor que no me veas en clase de educación física.

- -Decir eso incita más mi curiosidad, ¿lo sabías? - Me preguntó con esa sonrisa ladina.

Estaba tan cerca que su olor inundaba mis fosas nasales, logrando que me temblaran las piernas. Como siguiera así iba a desmayarme.

- -Quería preguntarte una cosa.

- -P-Pregunta.- Le sugerí nerviosa.

- -Llevo dos semanas observando esos cuadros, preguntándome quién sería la autora y, ahora que por fin te he conocido me gustaría pedirte que me dibujaras.

- -¿Qué te qué? - Casi todo el estupor que me invadía por estar a su lado pasó a segundo plano debido a la sorpresa y me giré por completo para estar frente a frente. Repito, casi todo.

- -Todos esos dibujos los hacías a lo lejos, me gustaría saber qué resultaría si lo haces de cerca.

- -Puedo tardar un poco en dibujarte.

- -No hay problema.

- -¿Y no te importa lo que piensen los demás?

- -No tiene porqué, pero si te sientes incómoda con los cotilleos, podemos quedar en otro lugar.

- -¿Sugieres alguno?

- -Mi casa.

Seguramente mi cara era la viva imagen del asombro. Por muy popular que fuera Edward, solo un par de personas, como Jasper y Rosalie Hale, la novia de Emmentt, conocía donde vivían. Mantenían muy segura su vida privada.

- -¿Seguro qué está bien?

- -Sí, ¿por qué no iba a estarlo?

- Bueno… tu casa es como un secreto para todo el instituto.

- No nos gusta que cualquiera venga a nuestra casa. Entonces, ¿te parece bien?

- Esta bien, pero, no sé donde es.

- ¿Mañana estás ocupada?

- ¿Eh? No, en realidad sí, el mes que viene tengo el examen de trimestral de Trigonometría, y no entiendo nada.

- Entonces te iré a buscar mañana y, de paso, te ayudo un poco en trigonometría, ¿qué te parece?

- ¿Vas a enseñarme trigonometría?

- Sí.- Contestó riendo.- Si no te parece mal.

- Yo… no quiero ser ninguna molestia.

- Si te lo he ofrecido es porque no me molesta. Entonces que, ¿aceptas?

Edward me miro a través de sus largas pestañas y tuve que mantener la poca firmeza que me quedaba en el cuerpo para mantenerme en pie.

- Está bien.- Me rendí.

Me levanté temprano, y miré por la ventana. Allí estaba mi monovolumen, pero no el coche patrulla de mi padre. Me sorprendió ver que apenas había más que alguna que otra nube traviesa en el cielo. Hoy iba a hacer un buen día.

Cogí mi neceser y fui directa a la ducha. Deje que el agua caliente relajara mis músculos y que mi champú de fresa me recordara la persona que era, evitando en todo momento recordar lo que tenía que hacer hoy.

Cuando noté como se terminaba el agua caliente, salí rápidamente de la ducha y me puse el albornoz nuevo que me había comprado Renee en mis últimas vacaciones de verano con ella y Phil en Jacksonville. Me peiné y luego me sequé el pelo con el secador.

Después guardé mi peine en el neceser y corrí con él a mi cuarto.

Ya allí me enfrenté al armario y al final de decidí por unos vaqueros, unos botines negros y una blusa azul marino.

Bajé rápidamente a desayunar un tazón de leche caliente con cereales y luego lo fregué y recogí. Al terminar puse la lavadora y empecé a preparar las cosas.

Había quedado a las 10:30 con Edward, eran las 10:25 y le faltaban 15 minutos de programa a la lavadora. Bueno, no creo que fuera tan puntual.

Justo cuando dieron las 10:30 sonó el timbre. Sorprendida, bajé para abrir la puerta y me encontré con Edward sonriéndome, aunque pude detectar un atisbo de sorpresa en su mirada cuando me recorrió rápidamente de arriba a abajo. Iba vestido con un jersey de cuello negro que se pegaba a su musculoso torso y unos vaqueros grises. Como siempre llevaba el pelo alborotado.

- Vaya, eres puntual como un reloj, ¿no Edward?

- En realidad llegué un poco antes, así que aparqué y esperé un poco.

- Vaya… ¿te importaría esperar 5 minutos? Es que puse la lavadora y está a punto de terminar.

- Claro, no es problema.

- Pues… pasa.- Dije, un pelín nerviosa.

- Muchas gracias.- Dijo, cerrando la puerta silenciosamente tras de sí.

- Ven, este es el salón. ¿Quieres tomar algo?

- No es necesario, gracias.

- ¿Seguro? ¿Un té o un café, quizás? - Pregunté insegura, preguntándome si estaba siendo muy fastidiosa.

- Te agradecería un café.- Contestó, con una sonrisa calmada.

- Puedes encender la tele si quieres.- Le sugerí mientras caminaba a la cocina.

Cuando volví lo encontré mirando el libro que me había dejado ayer en la mesa cuando vi la hora que era y corrí a preparar la cena.

- Cumbres borrascosas… ¿es de segunda mano?

- No, ¿por? - Pregunté mientras dejaba la bandeja con las dos tazas de café sobre la mesita.

- ¿Cuántas veces te lo has leído para que esté así?

Miré el libro y entendí a que se refería. Mi pobre libro estaba maltratado por el desgaste de haberlo leído tantas veces.

- Unas 14 o 15.

- ¿Exageras verdad?- Me preguntó con incredulidad.

- No, me encanta ese libro, al igual que Orgullo y Prejuicio.

- Pero leerte 14 o 15 veces el mismo libro, ¿no llega un momento en que te aburre?

- Realmente me gusta, siempre me sumerjo en los personajes.

- Eres increíble.- Susurró muy bajito mientras se llevaba la taza de café a los labios, tanto, que dudé que realmente lo hubiera dicho.

Después del café, pasar la ropa a la secadora y limpiar las tazas, nos fuimos en el volvo plateado de Edward, que enseguida me di cuenta que era una de sus cosas favorita, eso, sumado con su gusto por la velocidad.

Al poco rato me di cuenta de por qué la casa era desconocida y tan privada a pesar de ser la familia Cullen tan conocida. Había que pasar por un confuso sendero en medio del monte para acceder a ella, y si no lo conocías bien, era muy fácil perderse, aunque fueras con el coche.

Cuando puso la música, me sorprendí.

- ¿Debussy?

- ¿Lo conoces?- Me preguntó asombrado.

-Sí, esta canción, claro de luna, es una de mis favoritas.

- También una de las mías, me gusta muchísimo tocarla en el piano.

- Escuchar una canción de Debussy en vivo debe ser precioso.

- Si quieres hoy te la enseño.

- ¿De verdad?- Pregunté ilusionada.

- Sí, por supuesto, me alegra que alguien, a parte de mi familia, le guste escuchar música clásica.

- ¿Emmett incluido? - Pregunté divertida.

- Emmett incluido.- Contestó riendo.

- ¿Y Tanya?

- ¿Qué pasa con Tanya?

- Ella es tu novia, ¿no? Así que un interés que ocupa tanto tu vida como es la música…

- Bueno… Aunque es verdad que Tanya es mi novia, no tenemos los mismos gustos musicales. Realmente me agrada contar con una amiga para poder decir estas cosas.- Me contestó con una sonrisa sincera.

Mi corazón tembló y sentí un dolor en el pecho que no comprendí. Si no fuera porque no soy de lágrima fácil, juraría que se me habían humedecido los ojos.

En ese momento llegamos enfrente de la casa de Edward.

- ¡Woaw! - No pude evitar exclamar.

- ¿Te gusta?- Preguntó divertido.

- Es increíble.

Y no exageraba, era una casa grande y luminosa, llena de colores claros. Cuando entramos por el pasillo, estaba a punto de subir una mujer por las escaleras. Era pequeña, con el suave rostro en forma de corazón y el pelo castaño largo. Era increíblemente hermosa.

- Has vuelto muy pronto Edward.- Dijo mirándole.- ¡Oh!- Exclamó sorprendida cuando me vio.

- Fui a buscarla a ella mamá. Ella es Isabella Swan. Bella, ella es mi madre, Esme.

- Hola querida, eres bienvenida.- Me saludo mientras me estrechaba amablemente la mano.

- Muchas gracias señora Cullen.

- Llámame Esme por favor, señora Cullen me hace sentir muy mayor.- Contestó con humor.- ¿Puedo llamarte Bella?

- C-Claro.

- Muy bien. Edward, ¿por qué no le enseñas la casa y le sirves algo de beber? Te veo luego querida, tengo trabajo.

Después de despedirme con un cariñoso gesto con la mano, subió rápida, pero elegantemente, las escaleras.

-Bueno, ¿qué te parece si seguimos el consejo de mi madre? Vamos acompáñame.

El primer sitio que vimos fue el salón, donde estaba la televisión y el piano. En los grandes sofás beis que había frente a la televisión de plasma, estaban sentados Rosalie , Emmett, Alice y Jasper.

Nada más poner un pie en el salón todos nos miraron con la sorpresa marcada en el rostro.

- Hola.- Saludé nerviosa.

Alice, la hermana de Edward y Emmett, y la novia de Jasper, se levantó del sofá y se acercó a mí con una sonrisa. Era pequeña, unos centímetros más baja que yo, y con una figura fina y esbelta. Tenía el pelo negro corto dirigido a cientos de direcciones y unos ojos expresivos y grandes. ¿Había algún gen especial en esa familia para que todos fueran tan hermosos?

- Encantada, soy Alice, seremos grandes amigas.- Me saludó con alegría, dándome un beso en la mejilla y un abrazo.

Aunque me sorprendió, el hecho de saber que Alice me aceptaba así desde el principio me hizo muy feliz.

- Yo también lo espero Alice, me llamo Isabella, pero puedes llamarme Bella.- Le contesté sonriendo cuando nos separamos.

- Yo soy Rosalie, encantada de conocerte Bella.- Se presentó sonriente, aún sentada en el sofá.

SI tuviera que definir a Rosalie como un ser mítico sería, definitivamente, Afrodita. Poseía una belleza y elegancia sin par. Ciertamente los gemelos Hale también tenían ese gen en su sangre.

- Yo soy Emmett.- Se presentó el hermano mayor de Edward. Me sorprendió aún más que Alice ya que, me dio un gran abrazo de oso que me levantó varios centímetros del suelo.

- Em, suéltala, la estás aplastando.- Le regaño Edward.

- Emmett, también estoy muy feliz de conocerte pero creo que necesito respirar.- Le dije con voz ahogada.

Entonces me soltó y Edward me tuvo que coger para no caerme.

- Perdona a mi hermano Bella, lo hemos malacostumbrado.- Se disculpó Edward.

Escuché un par de risas detrás.

- Estoy bien, tranquilo, solo tengo que recobrar el aire.- Contesté riendo.- Emmett, si, por casualidad, me vuelves a dar un abrazo de estos, avísame antes para coger aire.

- Por mí hecho, aunque ha sido muy divertido verte con la cara azul.- Dijo riendo.

- Bueno, yo también me alegro de conocerte Bella, soy Jasper.

- Encantada de conocerte Jasper.

- Bueno, voy a continuar enseñándole la casa a Bella, ahora volvemos.- Se despidió Edward, guiándome de nuevo a la entrada para subir las escaleras.

Cuando llegué a las escaleras me impactó la naturalidad con la que había hablado con todos.

- Tu familia es muy agradable.

- A veces incluso demasiado.- Me contestó con una expresión agria, como si se hubiera comido una lima.

Me enseñó todo el segundo y el tercer piso, aunque a la única habitación privada a la que entramos fue a la suya.

La única pared que había la recorría una gran estantería blanca llena de discos de música y libros, y un equipo de música en el centro. En los otros dos lados le la habitación no había paredes sino ventanales y una gran cama de edredones dorados con dosel, estaba apoyada contra el que estaba frente a la puerta, mientras junto al otro ventanal había un diván negro.

- Tienes una habitación preciosa…

- Gracias, la decoró mi madre basándose en mis gustos.

- Definitivamente te conoce bien. Bueno, ¿dónde quieres que te dibuje?

- ¿Dónde te parece mejor?

- Hay tres sitios que estarían muy bien, pero no sé cual es mejor… ¿Te importaría posar para tres cuadros en lugar de uno?

- ¿No te molesta dibujarme tantas veces?

- ¡Qué va! Por si no te has dado cuenta, adoro pintar.

- Entonces… ¿qué quieres que haga?

- Recuéstate en ese diván. Como la luz entra justo detrás de ti, quedará perfecto.

Rápidamente saqué el lienzo del maletín grande en el que lo tenía y empecé con el boceto. Estuvimos allí hablando durante horas mientras yo dibujaba, hasta que entró Alice en compañía de Jasper.

- ¿Qué estáis haciendo? - Preguntó Alice curiosa, en realidad, con la misma expresión de curiosidad que le había visto a Edward ayer, por lo que no pude evitar reírme.

- ¿Qué pasa? -Preguntó confusa.

- Lo siento, solo es que ayer Edward hizo esa misma expresión y fue muy una situación muy cómica. Y ahora veo que viene de familia.- Le explico entre risas. - Bueno, estaba dibujando a Edward.

- ¿Dibujándole? - Preguntó ella acercándose al lienzo.- ¡Qué bonito!

- Esta es la segunda persona que te dibuja este mes, ¿no Edward? - Preguntó Jasper con un brillo de sospecha en la mirada.

- En realidad, la primera.- Le contestó sonriendo con una mirada cargada de confidencialidad.

Me pareció escucharle a Jasper un Lo sabía, pero lo dijo tan bajito que no le escuché bien.

- Oye, Bella.- Me llamó Alice.- ¿Te importaría dibujarnos un día a Jasper y a mí?

- Claro que no Alice, me encantaría.

- ¡Genial! Entonces os dejamos solos, ya hemos recargado suficiente las pilas como para soportar otra hora del… amor de Rosalie y Em.

Después de coger a Jasper de la mano, se fueron de la habitación.

- Es sorprendente la vitalidad que tiene.

- Yo también me sorprendo. Es increíble que se mueva tanto con lo pequeñita que es ese duende. Y será mejor que no la veas en un día de compras.

Al escuchar la última palabra, no pude evitar poner cara de asco, lo que provocó una fuerte risa por parte de Edward.

- ¿Qué pasa?

-No me gustan las compras.

- Ya lo he notado.- Contestó, aún riéndose.

- Por cierto, ¿a qué se refería con…?

- ¿Lo de Rosalie y Em? Bueno, digamos que no les importa demostrar su amor físico y son bastante… cariñosos.

- Ah… vale.- Contesté sin palabras.- Recuérdame que no esté allí.

- ¿Por qué?

- Te has dado cuenta que se me nota muchísimo cuando me avergüenzo, ¿verdad?

- Es un poco complicado no darse cuenta de eso.

-Pues digamos que el… afecto público me da bastante vergüenza. Así que probablemente parezca un tomate. Además, nunca he estado con alguien como para no ponerme nerviosa.- Lo último lo dije en un susurro, por lo que creo que no lo escuchó.

- Más bien diría una fresa.- Me corrigió riéndose.

- ¿Una fresa? ¿Lo dices por mi champú? - Le pregunté recordando que ayer había estado lo suficientemente cerca de mí como para oler mi cabello.

- En parte.- Contestó con una sonrisa pícara.

Esa sonrisa que se había vuelto mi favorita.

Así pasaron dos semanas. Por insistencia de Alice y Em, acabé yendo la mayoría de días, aunque solo me rendí cuando Edward también colaboró.

Accedí a cambio de algo. En el instituto debían fingir no conocerme. Se revelaron mucho contra la idea, pero logré convencerles.

Estoy segura que Rosalie y Alice sospechaban el principal motivo por el cual lo quería mantener en secreto. Tanya.

No le tenía temor a lo que pudiera hacerme, pero sí a lo que pensaran los Cullen y los Hale de mí. Después de todo, ella era la novia de Edward.

También, aunque no quería recordarlo, Tanya y yo habíamos sido amigas cuando yo venía a Forks en verano, pero en el último que estuve en Forks, Tanya me humilló de una forma tan horrible que ni siquiera imaginé que una niña como ella sería capaz. No había posible conversación sociable entre nosotras dos.

Aunque claro, como había pasado tanto tiempo desde nuestro último encuentro, solo recordaba el mote que me había puesto de pequeña, Isa. Lo odiaba. Desde que empezó a llamarme así, comencé a llamarla Tantan.

Además, en esas dos semanas había descubierto algo que preferiría no haber hecho. Estaba completamente enamorada de Edward. Ahora podía comprender por qué esa necesidad de dibujarle, de verle sonreír, la alegría que me invadía cuando me abrazaba, aunque solo fuera como un amigo, y el dolor que me atravesaba el corazón cuando lo veía triste.

Una tarde, mientras terminaba el dibujo de Edward en el piano, escuché de pronto una voz fina gritar.

- ¡Edward!

Nos giramos todos a la vez a la puerta y la vimos aparecer sonriente, aunque la sonrisa se le borró del rostro cuando me vio.

- ¿Quién es ella?- Exigió saber.

- Soy Isabella Swan.- Contesté rápido, a la vez que me ponía de pie.

- A ti te he visto con los de arte… Isabella… ¡tú eres Ela!- Exclamó con la furia relampagueando en sus ojos.

- ¡Vaya eres más lista de lo que creía! Qué pena que no uses tu inteligencia para lo que deberías Tantan.

- ¿Tantan? ¿Pero quién te has…? ¿Isa?

- ¡Tachán! Llevamos 2 años en el mismo instituto.

Los demás miraban la escena incrédulos.

- ¿Se puede saber que haces aquí?

- Yo le pedí que viniera.- Interrumpió Edward, colocándose a mi lado.

- ¿Y se puede saber para qué?

- Quería que me dibujara.

- ¿Cómo? En esos cuadros era evidente que ella sentía algo por ti. Estás saliendo conmigo, ¿recuerdas? ¿Cómo te atreves a invitarla y encima no decirme nada?

- Tú no tienes ningún poder en mi vida privada Tanya.

- ¿Qué no tengo qué? ¡Soy tu novia!

- Una novia no se acuesta con medio equipo de baloncesto mientras su novio está en el campeonato nacional, así que creo que tú y yo no somos nada.

- ¡Te lo ha dicho ella! ¿Verdad? - Exclamó, totalmente fuera de sí, mientras me apuntaba con el dedo.- ¡Maldita zorra!

Antes de que nadie pudiera evitarlo, prácticamente se abalanzó sobre mí y me dio un bofetón que me giró la cara y me obligó a aguantarme en el piano para no caerme.

¿Esta chica era animadora o boxeadora! ¡Vaya fuerza!

Cuando estaba a punto de arremeter el siguiente golpe, Edward la paró sujetándola de las manos con fuerza.

- Em, sujétala, Alice, llama a su casa para que sus padres vengan a recogerla.

Mientras sentaban a Tanya en el sofá y trataban de mantenerla quieta, Edward me llevó a su cuarto para mirarme la mejilla.

Cuando entramos en su habitación, me sentó en su cama y fue a buscar el botiquín en el cuarto de baño.

- Edward, no es para tanto.- Le dije cuando volvió.

- Te acaba de abofetear y se te está hinchando, así que sí es para tanto.- Me contestó con el rostro inescrutable.

Después de aplicarme la pomada con la ligereza del aleteo de un colibrí, se sentó a mi lado y hundió el rostro entre sus manos.

- Lo siento Bella.

- ¿El qué?

- No debería haberle sacado a Tanya un tema como este ahora, no habría acabado así si no lo hubiera hecho. Me pudo el hecho de que llevo un mes queriendo romper con ella y que te estaba atacando. Lo siento.- Me explicó hablando rápidamente, como solía hablar cuando se ponía nervioso.

- Probablemente me habría pegado igual de no haberlo hecho, después de todo ella y yo no acabamos muy bien.

Me dirigió una mirada interrogante.

- Te prometo que te lo contaré en otra ocasión.- Le contesté con una sonrisa, aunque tuve que borrarla rápidamente por el fuerte dolor en mi mejilla.

Estuve a punto de llevar mis manos a ella, pero Edward las detuvo entre las suyas.

- No me puedo perdonar que te haya hecho eso. Debería haberte protegido.- Susurró con voz triste y los ojos cerrados.

Solté una de mis manos de su agarre para rozar, con gesto tímido, su rostro.

- No estés triste.

Cuando aparté la mano y la dejé caer sobre mi vientre, Edward abrió los ojos y se acercó lentamente a mí.

Cuando besó mi frente poco me faltó para dejar de respirar. Luego besó mis mejillas, mi mentón y mis muñecas.

- ¿Edward qué…?- Intenté preguntar con voz trémula, pero en ese momento me besó la nariz con ternura.

- Bella.- Comenzó a susurrarme mirándome a través de sus pestañas.- Te quiero.

- ¿Estoy soñando verdad? Aunque me cuesta creerlo, pero yo no tengo tanta imaginación.

- No estás soñando.

Y llevó mi mano hacia su corazón que latía tan acelerado como el mío. En ese momento fui consciente de la realidad. ¿Realmente Edward acababa de decirme qué…?

- Repítelo por favor- Le pedí. Edward entendió rápidamente lo que quería decir.

- Te quiero.

- Otra vez.

- Te quiero.

- Otra vez.- Le volví a pedir con lágrimas recorriendo mis mejillas, sin poder creerme que esto fuera real.

- Te quería, te quiero y te querré siempre.- Me dijo mientras lamía mis lágrimas y volvía a besar mis párpados.

Luego descendió hacia mis labios y murmuró mi nombre entre besos.

Por mi parte fue un poco torpe, ya que era la primera vez que besaba a alguien, aunque esperaba que él no lo notara. Traté de seguir su ritmo y pude notar la sonrisa de Edward contra mis labios.

Cuando nos separamos exigiendo aire, juntamos nuestras frentes.

- Cuando dijiste que nunca habías tenido una relación, no pensé que tampoco habías besado a nadie. - Me dijo con una sonrisa pícara.

- ¡Tú me escuchaste!- Le recriminé, totalmente avergonzada, tratando e ocultar mi rostro entre mis manos, pero él me lo impidió.

- No te avergüences, en realidad, soy muy feliz por ello.- Contestó mientras me abrazaba, hundiendo su cara entre mi pelo. - Ahora realmente he comprobado lo que sospechaba.

- ¿El qué? - Le pregunté confusa, con la cabeza descansando en su pecho.

- Qué no solo hueles como una fresa.

Ante mi furiosos sonrojo… de color fresa, se estuvo riendo un buen rato con la cabeza aún hundida entre mi pelo.

Al parecer, no es un mal inicio para una historia de amor, pero Edward todavía me debe unas cuantas clases de Trigonometría.

oOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

¡Hola a todos! ¿Qué os pareció? Este es el primer fic que hago de Crepúsculo, por lo que estaba un poco nerviosa jajajajaja.

Espero que os haya gustado y vuestros reviews. Estoy pensando hacer un EPOV de este capítulo, ¿qué os parece la idea?

Cuidaos mucho.

Muchos besos y abrazos.