Aclaraciones: Ninguno de los personajes a los que se hace referencia me pertenecen. Todos ellos son propiedad de Hidekaz Himaruya.
Advertencias: OoC | Hiper Short Fic
~.: CRUSH :.~
Déjame amarte esta noche...
Caminando por el pasillo lo escucha pasar y no puede evitar levantar la cabeza para enfrentar a ese par de brillantes y amables ojos verdes que parecen querer decirle algo cada vez que lo miran.
Lovino sabe lo que viene a continuación, el fútil intento de una conversación improvisada y casi absurda. "Hola, Lovi. ¿Qué tal? Ese color te sienta muy bien." Y rueda los ojos. Imbécil, si éste es el uniforme escolar antes de seguir de largo, con la espalda bien erguida, e ignorarlo con todo el pesar de su amargado corazón.
Mierda, mierda. ¡Mierda! ¿No entiendes? No me hables, no me mires. ¡No inhales el mismo puto aire que yo respiro!
Sólo esta noche.
Y es que duele.
Duele saber que el chico de la sonrisa perfecta, Antonio Fernández Carriedo, le regala la misma sonrisa cálida, las mismas palabras amables el mismo apretón de manos o palmadita sobre la espalda a todo aquel que se cruza en su camino.
Y olvidemos por la mañana.
Ahora Lovino se desvía, no irá a la clase de Estadística, en su lugar, correrá a esconderse en los baños del edificio F, en el último piso porque ese lugar suele estar más desierto que la biblioteca a inicios de curso.
Se encerrará dentro con la respiración agitada, con esa presión en el pecho que lo tira para abajo, apretará los puños, se morderá los labios y, en vano, intentará contenerse…
¡Eres estúpido, Vargas. Estúpido!
Y sí, llorará. Sacará los asquerosos sentimientos que se le atoran en la garganta antes de que se le pudran adentro. Y querrá tirarlo todo por la borda, irse lejos, donde nadie lo encuentre y dormir.
Dormir. Porque en sus sueños están juntos, en sus sueños él le pertenece. En sus sueños es más que sólo el roce de sus cuerpos, es el maravilloso encuentro de sus corazones.
Así, tras montar su miserable escena, esa que nadie ha visto pero de igual forma le parece humillante, saldrá del pequeño cubículo del váter y se lavará la cara, borrará la evidencia, respirará hondo y se dirá a sí mismo que aquel bajón será el último, que no volverá a pasar.
Aunque sabe que no podrá mantener su promesa si se repite un encuentro.
Finjamos que nada ha pasado.
¡Bastardo! ¡Ojalá jamás te hubiera conocido!
Porque antes de él la vida de Lovino no era la mejor, pero al menos tenía control sobre ella. Ahora no sabe qué pasa, el mundo ha cambiado sus colores y todo resulta tan brillante y sobrecogedor que le aterra.
Porque Antonio llegó a iluminar su sendero, pero la luz es tan fuerte que sólo logra encandilarlo.
Y Lovino se siente pequeño, indefenso. Insignificante.
Y no hablemos de nuevo de amor.
