Snape releyó la lista que había ido anotando a la vez que miraba el armario de los ingredientes. La enviaría a una tienda especializada del Callejón Diagon y repondría los estantes, en las últimas semanas y dado la selecta elaboración que obligaba a llevar a cabo a sus alumnos para realizar sus pociones, el armario había quedado en condiciones pésimas, apenas quedaban los ingredientes para una semana de pociones modestas. Debido a eso dejaría descansar a sus alumnos unos días, buscaría alguna poción curativa de simple elaboración. Al fin y al cabo ya anotaría en la pizarra las nuevas pociones cuando recibiera los ingredientes. Con ellas quería probar realmente a sus alumnos, quería que dieran todo de si. A sí que les convendría una semana de descanso para venir relajados.

Dobló la lista y la colocó en el sobre. Dudó antes de cerrarlo. No lo tenía claro. En su cabeza un ingrediente no dejaba de dar vueltas, interrumpiendo sus pensamientos. ¿Debería añadirlo a la lista? Snape pensaba en añadir un ingrediente opcional a una de sus pociones. Éste habría proporcionado una calidad excelente a la poción, pero caer en la cuenta de que sus efectos podrían ser muy beneficiosos a la mezcla requería un alto conocimiento en pociones. Dudaba que alguno de sus alumnos tuviera esa capacidad. ¡Qué demonios! Los gastos corrían a cargo del colegio. Si sus alumnos no lo usaban ya lo haría él. Al fin y al cabo recibía encargos de toda Inglaterra para preparar pociones de alto nivel, ese ingrediente podría serle útil.

...

Harry, Ron y Hermione compartieron una gigantesca tarrina de helado en la heladería Florean Fortescue, Hermione cambió la cuchara de Ron por una adquirida en la tienda de Fred y George, durante unos minutos, el metal repelió al helado al entrar en contacto con él. Harry y Hermione no podían aguantarse la risa al verlo llenar la cuchara una y otra vez sin conseguir que ésta lo tocara. Cuando los efectos se extinguieron Ron ya tenía los dedos llenos de helado, instrumento al que había recurrido tras dar la cuchara por inservible. Ron lanzó una nuez a Hermione al ver que ésta seguía riéndose.

Antes de volver a Hogwarts decidieron despedirse de Tom, ya que tal vez tardarían meses en poder volver a coger el expreso que llevaba a Londres. Durante la conversación Tom les pidió un favor. Un compañero suyo, Paul Jiggin, había tenido problemas con un duende al que debía dinero, iba muy atrasado en la entrega de pedidos y no daba abasto, dada la asiduidad de gente en el Caldero, Tom se había ofrecido a entregar algunos de los pedidos. Harry, Ron y Hermione escucharon al camarero en silencio.

-El caso,- continuó Tom.- es que hace dos días que tengo un pedido de Hogwarts y todavía no se ha pasado por aquí ningún profesor...¿Podríais llevarlo en el expreso de vuelta? Una vez en Hogwarts sólo tendréis que dejarlo a cargo de Hagrid o Filch, ellos se encargaran de entregarlo al profesor.- Tom sonrió a los alumnos.

En ese momento Harry recordó el pedido de la profesora Hooch en el que se incluian 2 snitchs i una nueva quaffle recubierta de cuero impermeable y pensó que entregar ese pedido era una gran idea, es más, podría entregárselo e

él mismo a la profesora.

Hermione pensó en la promesa de la profesora Mc Gonagall de mostrarles unos relojes de arena mágicos de Arabia y creyó oportuno ser la portadora de éstos, al fin y al cabo había leído sobre ellos cosas fascinantes.

-Ningún problema.- Contestarón Harry y Hermione al unísono. Ron les miró extrañado y se encogió de hombros.