Cuando caía la tarde en el laboratorio y la hora se aproximaba, ella lo podía sentir en lo más profundo de su corazón, su reloj biológico ya le decía que era la hora, llegaba la noche, y con ella, sus peores pesadillas diarias. Donde ella trabajaba no había ventanas, era oscuro y estaba en un lugar muy escondido en las afueras de la ciudad y compartía la sala con dos hombres más que estaban bajos sus órdenes, no tenía ningún tipo de charla con ellos, nunca supo sus nombres, pero le obedecían en todo, pues ellos también tenían miedo a pesar de que llevaban tiempo en la organización. Durante el día ella era quien mandaba, era ella alguien fuerte y dominante, a pesar de su corta edad de 18 años. Siempre había sido así, creció rodeada de esos experimentos e investigaciones hasta que fue enviada a estudiar al extranjero donde estuvo sola la mayor parte del tiempo. No tenía deseos, no tenia sueños, pero tenía amor: por su hermana, siempre quiso ser como ella, libre, pero sabía que eso era imposible, así que ella vivía a través de la felicidad de Akemi, quería verla feliz siempre, adoraba a su hermana mayor. Gin lo sabía. Es así como pudo controlar a esa fuerte mujer cuando llegó a trabajar para ellos tomando el lugar de sus padres en las investigaciones del APTX. Gin usaba a Akemi como arma contra Shiho, porque esa era su única debilidad. Gin lo sabía bien, Gin sabía que las personas eran débiles cuando tenían a alguien a quien proteger, el amor es un arma que puede ser usada en contra de las personas, su negro corazón entendía eso mejor que nada en el mundo. Eso era poder. Y Shiho era como un simple ratoncito en sus manos.
Caída la noche, sus asistentes se marchaban cada uno por su lado. Ella vivía allí mismo así que se quedaba distrayendo su mente en el trabajo esperando que el tiempo en realidad se detuviera allí, y la noche nunca llegara, que pudiera cerrar los ojos y despertar cuando todo haya pasado, o mejor aún, no despertar jamás. Pero él llegaba, a la misma hora, el Porche negro se estacionaba y Gin salía de ahí, preparado para hacerse con su dosis diaria. Sosteniendo su cigarrillo con los dientes y las manos al bolsillo, sonrisa perversa.
Cuando llegó la hora ella lo sabía al igual que cada día. Como cada noche llegó el auto. Su respiración se agitaba y se le anudaba la garganta, el aire no le entraba, las manos le empezaban a temblar y un sudor frío le recorría la espalda, y a pesar de que esto llevaba años repitiéndose, la sensación de terror absoluto seguía siendo la misma del primer día. Tanteó en los cajones rápidamente y encontró la aguja y con las manos temblorosas se la inyectó donde ya tenía sus marcas diarias. Eso la ayudaba a calmarse, a no escapar. Escapar significaba perder a su hermana para siempre. Gin lo haría, claro que lo haría, para Gin matar era lo mismo que deshacerse de una bolsa de basura, un simple trámite, algo necesario. Nadie valía para Gin, no que Shiho supiera y ella no lo creía en lo absoluto. Lo que ella creía que había en su mente era maldad pura, un negro intenso, un alma totalmente podrida. Lo veía diariamente en sus ojos. Cuando lo tenía cara a cara, sonriéndole de esa manera tan aterradora que tenía de hacerlo.
Ya se imaginaba que él estaría subiendo las escaleras y así era, se sentó en su silla y esperó que la droga haga efecto y su cuerpo comenzó a relajarse. Su cuerpo estaba flojo, pero su mente seguía totalmente aterrada. Ella miró a la puerta y dijo: 1, 2, 3. Pasaron unos segundos y esta se abrió. Para si misma se rió y pensó en que era divertido como su mente tenía todo calculado, como la historia se repetía cronometradamente la historia, pero no, realmente no era divertido en lo absoluto. Pero ¿qué más podía hacer? Llorar o reír ya daba igual, era la hora y Gin estaba ya caminando hacia ella haciendo sonar sus zapatos.
Muchas veces llegó a preguntarse ¿Por qué a ella? Pero nunca se atrevió a intentar responderse, porque lo primero que venía a su mente era el negro corazón de Gin, que no necesitaba razones para destruir vidas. Aunque Shiho era muy bonita realmente, y muy débil, y quizás esas sean las razones suficientes para que combinadas con el deseo de poder y de sufrimiento ajeno de Gin, hiciera lo que hacía.
— ¿Otra vez estás drogada? Te vez patética, como siempre, eh…Sherry. —Le levantó la barbilla para verla a los ojos, para inyectarle el miedo a través de los propios, algo que era propio de él, algo que lo llenaba de placer. Ella tenía una mirada que reflejaba entre terror y resignación. Ya ni siquiera podía llorar, estaba muy asustada como para tener cualquier reacción, estaba muy acostumbrada como para soltar una lágrima, o quizás era que ya había perdido la capacidad de llorar, no lo sabía.
La levantó por el brazo y la empujó en dirección hacia las escaleras, y ella obedeció y se fue hacia sus habitaciones con Gin pisándole los talones, sonando sus zapatos y haciendo eco en el edificio. Sus habitaciones constaban de un dormitorio amplio, una pequeña cocina y un baño. Nunca se había molestado en hacer de este un ambiente feliz, era oscuro, húmedo y gris. Ella abrió la puerta y Gin la pateó para que se diera prisa, ella entró y a unos pasos de la entrada se congeló. Había olvidado esconder "eso". Gin no pareció notar nada, así que discretamente se sentó en la cama muy cerca de la mesa de luz y tomó la foto y la guardó silenciosamente en el cajón.
El procedimiento era el mismo de siempre, ella se quitaba la bata del laboratorio, luego la ropa, luego la ropa interior, y se tomaba su tiempo para dejarla doblada a un lado, como si eso retrasara un poco su dolor. Gin fumaba pacientemente lo que quedaba de su cigarrillo mientras ella lo hacía, a veces perdía la paciencia y la golpeaba para que deje de tomarse su tiempo y se ponga a su disposición de una vez, pero ese día estaba calmado. Ella sabía que probablemente ese día había matado a alguien. Cuando Gin hubo terminado su cigarrillo, "Sherry" se encontraba sentada a su lado intentando practicar su respiración. Sin mediar palabras se quitó el cinto y el pantalón y la tomó por el cuello y le susurró al oído –tu querida hermana quiere salvarte, ¿no es eso patético?—Los ojos de Sherry se abrieron al máximo a pesar de estar drogada, pero no podía reaccionar ni moverse a esa altura y se estaba ahogando con la mano de Gin en el cuello. –que… que le has dich-o a mi herman-na?—Jadeó. Gin la soltó y encendió otro cigarrillo. –Ella quiere sacarte de la organización—Gin comenzó a reír y después de darle unas buenas pitadas a su cigarrillo, lo apagó en uno de sus pezones. Ella estaba acostumbrada a esa clase de tratos y dolores en su cuerpo así que no hizo ningún gesto. La asió del brazo y la tiró en la cama, la golpeó en la cara para verla sufrir pero su expresión no cambió. Su hermana, solo podía pensar en ello.
Gin no insistió mucho en intentar sacarle una expresión de dolor, porque sabía bien que el hecho de asustarla con su hermana era suficiente para que su mente estuviera sufriendo de una forma formidable. Abrió sus piernas y sin prepararla ni nada, la penetró salvajemente lastimándola por dentro. Ella sintió una mezcla asquerosa de dolor y placer al mismo tiempo y finalmente pudo llorar. Cuando Gin vio sus lágrimas, sintió una terrible excitación en todo su cuerpo y comenzó a embestirla con más violencia y a tirar de sus cabellos. Shiho comenzó a gritar y a llorar como cuando no estaba habituada al acto. Y lloró y gritó pensando en que su hermana moriría por su culpa, y mientras más gritaba, el era más violento. Tomó uno de sus pechos y le clavo los dedos basta dejarme las marcas blancas de sus uñas cortas, luego la soltó para girarla y la puso en cuatro, ella se aferraba desesperadamente a una almohada mientras Gin procedió a violarla por detrás con la misma violencia de antes. La sangre comenzaba a escurrirse por el costado de su pierna derecha y sus ojos estaban totalmente hinchados. Gin reía, y de nuevo la asió para girarla y tenerla cara a cara, y cuando sus ojos se cruzaron por un momento, sintió terror, entonces la agarró del cabello y la obligó a bajar hasta su miembro. Al principio no reaccionó, pero cuando se dio cuenta donde estaba, obedeció como buena sumisa. Todo esto siempre fue pro Akemi, pero ahora no sabía si ella estaba en peligro de todas formas. Conociendo a Gin, este iba a engañarla usando sus sentimientos por ella. Era muy probable que le haya dicho que la liberaría a cambio de algo. Akemi creería en eso. Ella no conoce la maldad. Abrió la boca y se introdujo el gran miembro de Gin en la boca y comenzó a bajar y subir despacio. El la golpeó y ella aceleró, comenzó a llorar de nuevo y ya sentía el dolor en todo el cuerpo. Su boca se inundó del cálido semen, nunca le gustó ese sabor, porque ese hombre le daba mucho asco. Pero si no se lo tragaba él se molestaría y ella solo quería que esto terminara y él se fuera pronto, y cuando hubo terminado Gin se vistió. Shiho estaba perdiendo sangre y estaba muy shockeada y asustada y se desvaneció en la cama. Lo último que pasó por su mente, era la foto que tenía en su cajón y murmuró su nombre antes de desmayarse del todo. Entonces Gin se fue.
