Yo sé que la idea es todo menos original, hay todo un fandom al respecto, pero aun así quería hacer mi propia interpretación de la historia. El universo de FROZEN, la historia de SHERLOCK.
La música es opcional, pues tiene mis modificaciones.
Enjoy.

SHERLOCK de BBC es una serie que pertenece a sus respectivos autores, yo solo lo usé como inspiración para este fic. FROZEN es una película original de DISNEY.

— ¡Vamos ya, Mycroft! La noche ha despertado y yo también, ¡necesitamos jugar!

— Déjame dormir, Sherlock… — El pelirrojo empujó a su hermano fuera de la cama. Este no tenía siquiera 4 años y ya sabía cómo manipularlo, así que al pensarlo tan solo unos segundos, se montó de nuevo al ataque.

— ¿Y… si hacemos deducciones?

Mycroft abrió sus ojos, divertido y muy curioso.
Con tan solo un empujón, el par de hermanos se encontraba corriendo por los pasillos solitarios del palacio, cubiertos por la oscuridad de la noche y el silencio de los alrededores.
A toda prisa, bajaron las escaleras y entraron en la sala donde su padre solía esconder los archivos importantes del gobierno que concernían a la corona, alejados de sus inquietas y deductivas manillas.
Su hermano le había mostrado una sola vez aquella habitación y eso ya le parecía demasiado para despertar toda motivación en él. Como príncipe de Arendelle, sabía que algún día tendría la libertad de hacer todo lo que le viniera en gana y una de esas cosas sería volverse un detective. Resolver aquellos casos era lo más cercano que tenía a emprender el camino.

— ¿Qué hacen aquí? — El más pequeño hijo del guardia real los encontró. Tenía los brazos sobre la cadera, como si intentara aparentar enojo, pero aquella situación se había vuelto pan de todos los días. Por supuesto que eso impulsaba a Mycroft a seguirle el juego a su hermano… el poder ver de nuevo a ese niño que tanto lo inquietaba.

— Solo venimos a resolver algún caso, no haremos nada peligroso…

Greg— cuál era el nombre de aquel niño— suspiró cansado y dejó que los hermanos entraran en aquel sitio.
Los papeles volaron de un lado al otro, mientras leían y buscaban entre todos los cajones de evidencias. Mycroft y Sherlock eran un gran equipo y ambos enseñaban muchas cosas a Greg.
Justo cuando Sherlock creyó avanzar en una investigación actual de su padre, se dio cuenta que necesitaba un archivo del estante más alto.

— Ya casi no duermen, ¿verdad, su alteza?

— Puedes llamarme Myke… o Mycroft… o como quieras… — El pelirrojo se tiñó de rojo inclusive el rostro. ¿Qué había en Greg que podía hacerlo sentir tan hambriento de su atención? Sabía que estaba mal, ¡muy mal! Que un hombre se enamorara de otro… un castigo esperaba aquellos que contradijeran el orden natural de las cosas, pero… los sentimientos que llevaba dentro no podían ser más fuertes y algo lo hacía sentir que no estaba mal en sentir lo que sentía.

— Jamás podría, su majestad… es usted un príncipe y yo solo un plebeyo. — La sonrisa del otro chico hizo su corazón latir más y más fuerte.

Mientras ellos dos se observaban embelesados, Sherlock trepaba una silla montada en libros, mientras intentaba inútilmente agarrar el último sobre de la cima.

— No solo eso me gustaría que hicieras… yo… — Iba arriesgarlo todo por ese instante, después asumiría las consecuencias… Cerró los ojos mientras se acercaba a Greg, quien también se acercó a él, completamente conquistado por el heredero de brillantes ojos azules.

Justo cuando sus rostros se encontraron finalmente, los reyes llegaron al lugar donde sus hijos debían estar fuera del horario de dormir, encontrándose con Mycroft besando a su lacayo y a Sherlock se giró hacia abajo y se sorprendió lo que vió haciendo a su hermano, entonces tiró su único soporte y cayó de cabeza contra el suelo desde aquella considerable altura.

— ¡SHERLOCK! — Mycroft corrió al encuentro de su hermanito, pero este yacía inconsciente sobre la superficie del suelo. Greg miró a los reyes en la entrada y entró en pánico, pues lo habían visto todo. El rey lo echó de ahí y tanto él como la reina se acercaron hasta los príncipes. — ¡Mamá, papá!, ¡ayúdenme!, ¡fue un accidente!

La reina cargó a Sherlock entre sus manos. Confirmaron que respiraba de manera normal y tanto ella como el rey emprendieron camino a la biblioteca real.

— El golpe fue demasiado fuerte.

— ¡Mycroft, esto se está saliendo de control! — Por supuesto, no era la primera ocasión en que los reyes descubrían la "depravación" del príncipe heredero, pues era su hijo y lo amaban, pero por otra parte temían su condición.

— ¡Lo siento mucho, yo no quería lastimar a Sherlock! — El pelirrojo se encontraba inmerso en un llanto incontenible. — Perdóname, hermano…

— ¡Esto pasó porque no lo cuidaste por estar con aquel niño!, ¡es tu culpa que tu hermano esté herido!

— Debemos curarlos a ambos — El rey tomó el libro que indicaba un camino hacia el lugar donde—se decía entre el pueblo— vivían los mejores doctores del reino. Personajes que eran alejados del resto del mundo por misteriosas prácticas en sus vidas personales que volvían cuestionable su ética profesional.

Tomaron cada uno un caballo y montaron hasta el sitio marcado en el mapa.
Durante su camino se toparon a un pequeño rubio cenizo de piel ligeramente bronceada que caminaba seguido de renita.
Al pasar los jinetes cerca de él, una pequeña mancha de sangre tocó el suelo cercano, lo que atrajo la atención del infante.

— ¡Vamos allá, Mary!

Cuando llegaron al sitio marcado, los reyes entraron con Sherlock en brazos y Mycroft a un costado.

— ¡Ayúdenos!, hemos venido por su apoyo.

— ¡Son los reyes! — Anunció una doctora, saliendo de las habitaciones que rodeaban una especie de vecindad pequeña que parecía por completo deshabitada.

— Su alteza, ¿Qué ha sucedido? — El mayor de los personajes se aproximó hasta la pareja real y examinó la cabeza de Sherlock.

— Se ha caído desde una altura demasiado grande… su hermano estaba… descuidándolo por un chico. Él también está enfermo, debe haber algo que pueda hacer.

El doctor puso su mano sobre la frente de Sherlock y comenzó a mover el cabello que cubría la herida.

— Parece que el daño no fue tan grande. Necesitará un medicamento especial y mucho reposo, estará bien, pero es probable que olvide todo lo ocurrido. El príncipe, por otra parte… ¿ha sido la primera ocasión o es de nacimiento?

— Creemos que de nacimiento, pero cada vez es más difícil ocultarlo…

El pelirrojo se había mantenido al margen durante suficiente tiempo, pero al escuchar que su hermano estaría mejor, tuvo el valor de acercarse a los extraños hombres que rodeaban a su familia.

— Escucha con atención, Mycroft. — Señaló el hombrecillo frente a él, mientras tanto, una de las doctoras que antes lo acompañara salió del completo para encontrarse con el pequeño rubio que intentaba pasar desapercibido entre todos los presentes, pero que observaba desde la distancia.

— ¿Pero qué hacen ahí? — El niño y su renita se asustaron, pero ante aquel abrazo tan inesperado por parte de la mujer desconocida, no hubo demasiada pelea. — ¡Que lindos son, los voy a conservar!

— El poder que se encuentra dentro de ti e intenta salir a flote es demasiado fuerte. Hay algo hermoso en él, pero solo si logras comprenderlo. Habrá peligro en tu vida hasta que no te decidas a aceptarlo y controlarlo como el resto. El miedo será tu peor enemigo.

El menor se asustó al escuchar aquella condena sobre su destino. Justo cuando su padre se acercó para apartarlo del doctor, pudo comprender un poco de lo que el hombre dijo a su hijo.

— Aprenderá a controlarlo… hasta entonces… cerraremos todas las puertas, mantendremos únicamente unos pocos empleados, definitivamente todo otro chico que no sea Sherlock será echado del castillo, alejaremos todo contacto con otro hombre para él… lo ocultaremos de todo el mundo, incluso de Sherlock.

Mientras el castillo se aislaba lentamente del resto del mundo, Mycroft observaba toda su realidad convirtiéndose en un confinamiento indefinido, mientras pensaba que muy en el fondo aquel deseo incorrecto y corrupto debía desaparecer para no perder de vista lo importante para él.
Su familia.

Encerrados por completo y separados de la habitación que antes compartían, Sherlock dejó la soledad de su recámara y corrió hasta una ventana con vista a la entrada del castillo.
¡Una nueva caja de evidencia!, su padre debía estar enfrentando algo parecido a una ola de crímenes en el reino.

El pequeño moreno corrió hasta la puerta de su hermano con toda su emoción y tocó en el borde de esta:

— ¿Mycroft?, ¿Y si hacemos deducciones?, ven vamos a jugar… ya no te puedo ver jamás, hermano, ¡sal!, parece que no estás… — No obtuvo respuesta del mayor, así que se fue a jugar solo al pasillo. — Solíamos ser amigo… — Jugaba con una lupa y un hueso de juguete. — Y ya no más… no entiendo lo que pasó. — Volvió a la habitación para insistir. — ¿Y si hacemos deducciones?, no tienen que ser sobre un crimen…

— Déjame en paz, Sherlock.

— Ya me voy. — Soltó con desgana el menor y abandonó la entrada de la habitación de Mycroft. Quizá después podrían volver a jugar.
Mientras, dentro de su habitación, Mycroft contemplaba el jardín trasero del castillo, algunos niños campesinos se brincaron una pequeña barda para tomar frutos de los que caían en el suelo, bajo los árboles. Su rostro se iluminó con la idea de pasar un solo instante allá abajo… ¡entonces el simple pensamiento lo llenó de horror!
Contó el suceso a su padre y este cubrió la ventana con una especie de tiza negruzca y le obsequió un par de guantes blancos. De esa forma, su intentaba observar fuera y consumar su pecaminoso deseo, aunque fuera de forma mental, todos lo sabrían. Jamás debería quitarse esos guantes, serían el record de su rehabilitación.

— ¿Lo ves?, los guantes lo cubrirán. No has de abrir…

— Tu corazón. — Finalizó el pelirrojo, confiando plenamente en su padre.

Pasaron los años, Sherlock tenía el cabello ligeramente más largo y su cuerpecillo había crecido ya varios centímetros.
Entusiasmado, tocó de nuevo a la puerta de Mycroft.

— ¿Y si hacemos deducciones? O un cuerpo hay que diseminar… tu compañía hace falta aquí, con los diagramas ya empecé a conversar… — Los cuadros que dibujaban el cuerpo humano a detalle dejaban ver un tumor obstruyendo el cerebro de una dama de alta sociedad que había llegado en un archivo de un caso importante para los hombres cercanos al rey, por un caso. — No te rindas, Joan.

Corriendo de arriba abajo por los pasillos, Sherlock terminó frente a un enorme reloj. Se acostó con los pies sobre la vitrina que separaba al péndulo.

— Es algo aburrido, solamente ver las horas decir tic-tac… — Arremedó el sonido del segundero con la punta de la lengua golpeándole el paladar.

Mientras que para Mycroft, la vida no era peor.

— ¡Tengo miedo!, el sentimiento se vuelve más fuerte…

— ¡Tranquilizate, Mycroft!, ya sabes que alterado piensas con menos claridad…

Su padre y madre lo acompañaban en su miseria, pero cuando su padre intentó abrazarlo, el pelirrojo lo apartó con pánico.

— ¡NO, DÉJAME!...— Se alejó de ambos. — No quiero involucrarte más, por favor…

Llegaron a pasar 10 años y Sherlock perdió toda esperanza de volver a compartir un solo momento con su hermano. Pasaba por su habitación de largo y evitaba tocar la puerta.

Un día sus padres les avisaron que partirían. Su primo, un príncipe de un reino al otro lado del mar y a quien consideraron perdido durante años, iba a casarse y debían asistir a la boda.
Sherlock se despidió de manera cortés de ambos.

— Nos veremos en 2 semanas.

Mientras que Mycroft se encontraba espantado por la idea de estar a cargo de todo, aun por poco tiempo.

— ¿En serio tiene que ir?

— Estarás bien, Mycroft. — Aseguró su padre.

Ese mismo atardecer, ambos partieron… para jamás regresar.
Una tormenta eléctrica atacó el barco real y a pesar de todo pronóstico, el barco encontró imposible sobrevivir. La nave se enfrentó a una enorme ola que terminó por consumirlo todo.
La noticia llegó hasta la costa del reino y con ello, el luto.
Para el funeral real todos tomaron el color negro y subieron hasta la colina donde la familia real reposaba durante generación tras generación.
Todos los miembros importantes de la corte estuvieron ahí… menos el príncipe Mycroft.
Sherlock fue el principal doliente, pero todos le preguntaron por su hermano, quien se suponía debía dar la cara en semejante suceso. Sin embargo, el menor estuvo solo todo el tiempo.
Al final de todo el ajetreo, el castillo volvió a cerrar sus puertas y permanecer en una soledad aún más grande que la anterior.

En un último intento por rescatar la casi inexistente relación entre ambos, Sherlock caminó a través de los pasillos solitarios, una última vez, para llamar a la habitación de su hermano.

— ¿Mycroft?... sé que estás adentro, me han preguntado a donde fue esa valiente vida en mí, ¡traté!, te vengo a buscar… déjame entrar. Tú eres lo que tengo, solo escúchame… ya no sé qué hacer. — Recargó su cuerpo contra la puerta y se dejó caer lentamente hasta tocar el suelo. Suspiró cansado y dejó ir sus palabras. — ¿Y si hacemos deducciones?

El moreno aguardó ahí, sin recibir jamás una respuesta, creyéndose ignorado por completo… sin saber que del otro lado su hermano aguardaba hundido en miedo y dolor. Sabiéndose el único conocedor de su repulsivo secreto y sin apoyo alguno en el mundo. Se abrazó de sus piernas con fuerza y comenzó a llorar, completamente solo en la oscuridad de su enfermedad.

O*O*O*

Como podrán haber leído, aquí la magia fue reemplazada por homosexualidad, que en sí no pierde el mensaje.
Espero poder actualizar pronto.