Disclaimer: La presente historia es mía, usa sin ánimo de lucro los personajes y locaciones de la obra de JK Rowling, no se tiene intención de vulnerar sus derechos de autor, sólo de entretener al público.
"Oro y Plata: Desobedeciendo al Destino"
Clasificación: T
Aleksast, 2015
NOTA PREVIA DEL AUTOR Y AGRADECIMIENTOS
Esta historia es la continuación del fanfic aquí publicado titulado "No hagan llorar a Draco", el cual les recomiendo leer antes de continuar con esta historia, búsquenlo con el ID: 11148331
Definitivamente cambiaré muchas cosas que están en el cánon del libro, por ello habrá en un futuro OoC, entre otras cosas que a los seguidores fieles de los libros puedan causarles sorpresa o indignación, sobre advertencia no hay engaño.
Agradezco en primer lugar a odette98 3 por ser la primera en reseñarlo y pedir la continuación de esta historia,
A Rimasonante, quien me dio la idea de hacer un mini-fic, y creyó en mi capacidad para seguir escribiendo sobre este argumento,
Michi Michelis, también me alentó a escribir más capítulos, espero esto te complazca,
Pauli Jean Malfoy, que notó la ternura de mi historia y la bondad de Hermione,
KIANDII, quien me inspiró para el título de este fanfic,
Seremoon, espero que mi inspiración no se acabe, gracias por pedir la continuación y hacerme ver que ese One-Shot era un punto de partida genial para una historia más larga; y por último,
A albaa, mi dulce escritora, una chica fantástica que he encontrado aquí en esta comunidad, a ti dedico especialmente este fanfic, espero te agrade, gracias de todo corazón por tus palabras y por permitirme irte conociendo poco a poco.
A todas mis lectoras y todos mis lectores, espero disfruten leer lo que a continuación se narra,
con ustedes, esta historia.
El Cuarteto de Oro y Plata presenta sus respetos a la persona que esté leyendo esta historia, y pide encarecidamente reseñar cada capítulo en la medida de sus posibilidades.
Atentamente:
Harry Potter, Hermione Granger, Ronald Weasley y Draco Malfoy
PRÓLOGO
Los viajes a Hogwarts para Draco Malfoy eran, particularmente, aburridamente ordinarios. El primero de ellos incluso ni sintió la emoción que los otros niños expresaban con su energía desbordada o su preocupación por saber la casa donde quedarían seleccionados y a la que deberían guardar fidelidad por los siete años de formación académica que requería para graduarse Hogwarts, en condiciones normales, por supuesto. Él desde el principio tuvo en claro que el esmeralda y el plata serían sus colores al ordenarse en la Casa de Salazar Slytherin, ya conocía a muchos niños que tenían la misma certeza, y presumían de ello ante el resto, pero éste, que debía ser uno más, no tenía ni un ápice de ser normal, ni siquiera el año en Hogwarts pintaba para serlo. ¿Por qué? Se preguntarán con justa razón.
Una sangre sucia, un pelirrojo de familia deshonrosa, y el famoso niño que vivió y del cual decían las mil y un maravillas iban con él en el habitáculo de seis plazas, estaban ahora charlando y riendo de unos chistes sin sentido que salían de la boca de ese tal Ronald Weasley. Él se estaba riendo con ellos, él se estaba volviendo amigo de ellos, y cualquiera que lo viera con tanta soltura y despreocupación, disfrutando del tiempo con tres Gryffindor, pensaría que alguien le habría puesto algo en el café de la mañana. Draco Malfoy podría ser un bravucón, racista, clasista, el niño más detestable del universo, pero no lo era por naturaleza. Quizá le gustaba hacer bromas o sentirse abrigado por los que le rodeaban, para lo cual decía algunas de las ideas que su padre le inculcó, como el hecho de que los sangre sucia y los mestizos son inferiores, que Dumbledore está viejo y es un bueno para nada, y una larga lista de cosas de las cuales ni siquiera tenía certeza, y que por esa razón, no compartía en realidad, su mente o su intuición no le permitían adoptar del todo tremendas figuraciones preconcebidas.
En resumen, un Slytherin había vuelto al triángulo dorado un perfecto cuadrado, o, quizá será más propio decir, el Cuarteto Oro y Plata. Al llegar en la noche al castillo fueron los primeros en salir tras una apresurada estrategia hecha por el nuevo integrante, pero por más pronto que llegaron a la oficina del director no pudieron hacerle su petición antes, una petición que, según Hermione Granger y los libros que había consultado en horas libres acerca de Hogwarts, rayaba en lo imposible e impensable: pedir un cambio de casa.
No tuvieron más remedio que volver al Gran Comedor, y por primera vez en algún tiempo, había un común denominador entre las mesas de Gryffindor y Slytherin: ambas hablaban de la noticia del momento, que como polvo en un tornado, fue esparcida con una indómita velocidad entre los estudiantes y un par de profesores. Mientras en Slytherin veían a un inusualmente callado y pensativo Draco Malfoy, pensaban que él había perdido la cabeza al juntarse todo el trayecto de King Cross hasta la estación terminal del colegio con tres alumnos de la casa enemiga, y con los estelares de la misma: Potter, Granger y Weasley. Draco hacía como que no escuchaba nada, veía con más interés las líneas y vetas de la madera de la mesa que el responder preguntas tontas que, sinceramente, no podía contestar, pero aunque evitara decir algo al respecto, la noticia seguramente habría llegado a oídos de su padre y ¡Oh, Merlin, Morgana y Flamel! Eso no auguraba un futuro tranquilo al corto o mediano plazo para el jovencito de plateados cabellos.
En Gryffindor era distinto, aunque el foco de atención eran esos tres ¿En qué estaban pensando al entablar una amistad con Draco? Fue tanto el barullo que había en ambas mesas que la Profesora McGonnagall y el Profesor Snape se pusieron de pie para hacer guardar el orden a los estudiantes de las casas que dirigían. Sólo recibieron palabras de apoyo de los Gemelos Weasley, y el que más indignado estaba en ese momento por tal locura era Seamus Finnigan, detestaba a la casa de la serpiente como un gato detesta bañarse con agua. Tan imperioso era el llamado de los jefes de casa que ni Colin Creevey tuvo oportunidad de presentarse ante Harry Potter, a quien admiraba por haber sobrevivido a uno de los magos más temibles en la historia.
La selección de nuevos estudiantes sólo tuvo como dato rescatable algo previsible, Ginny Weasley, la hermana menor de Ron, también sería Gryffindor, de modo que éste tenía que preocuparse menos para cumplir con la tarea que sus padres le ordenaron antes: cuidar a la más pequeña de la familia. La última chica en pasar con el sombrero, que tenía una rara costumbre de entonar una canción al inicio de la ceremonia, fue ordenada en Ravenclaw, parecía algo aturdida pues se rumoraba que su familia siempre había sido de Hufflepuff, pero como algunos decían sabiamente, el linaje no siempre marcaba el destino de los chicos como casa, sino las aptitudes y futuro de cada uno de ellos, y el sombrero seleccionador podría ser de lo más impredecible, pero su decisión como siempre, justa y firme sería.
Albus Dumbledore se colocó tras el podio dorado y estuvo a punto de iniciar su discurso final, antes de abrir el banquete, pues vio que un estudiante de la casa de Slytherin se acercaba con pasos pequeños, lentos pero firmes hacia él, la mirada decidida, y ni una sola duda alguna en su mente. El mentón ligeramente alzado, señal de que no pretendía claudicar o arrepentirse, y con la atención de todos los presentes, incluso una expresión de incredulidad y sorpresa en la cara del jefe de su casa, hasta el momento: Severus Snape.
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