Nota: Como siempre y lo que muchos saben, los personajes nombres y lugares le pertenecen a Tolkien y sus herederos. Esta historia viene por el hecho de que no hay muchas historias sobre Fëanor y Nerdanel, y eso no puede ser. No será una historia súper, pero es un intento válido.

Por cierto, el nombre de la esposa de Aulë es Yavanna, no como lo escribí en inicio, me estoy dando de coscorrones por mi error, pero ya lo he corregido. Gracias Eärendil por notarlo y hacérmelo saber, es la única manera en que yo aprendo de estas cosas.

Rojo es el Color

Feanaro dejó el salón principal del palacio intempestivamente, había tenido otra discusión con su padre sobre Indis y como ella intentaba reemplazar a Miriel. Según las palabras del espíritu de fuego, esa vanya quiso que Curufinwë le acompañara a la morada de Aulë a reconocer el trabajo de un nuevo artista, un noldo que envió como presente de aniversario de bodas de su padre con Indis, una escultura con la forma de Yavanna. Tan hermosa era la escultura, que Feanaro sintió celos, no del artista sino de que le recordaran la fecha en que su padre decidió olvidar a Miriel.

Obviamente los celos hicieron presa del orgulloso príncipe, porque veía que aparecía un rival en el corazón de su padre, ya que Curufinwë ocupaba todas sus habilidades en pos de superar a todos para que su progenitor se sintiera orgulloso de él, el hijo de Miriel, muy por encima de los hijos de Indis, que eran todavía niños.

Feanaro era hábil en todo lo que hacía, pero por el momento sus únicas aficiones habían sido las letras y el lenguaje. Las nuevas runas fueron muy útiles y los noldor estaban contentos con el príncipe que a tan corta edad lograba superar a su maestro Rumil, quien felicitó al muchacho y dejó de enseñarle diciendo que no había más que Curufinwë pudiera aprender de él. Aún así el Hábil Finwë no estaba contento, era demasiado inquieto como para conformarse con las runas, debía buscar algo más para su brillante mente y sus inquietas manos.

Finwë mandó a buscar a su hijo mayor, pero no pudieron hallarle, no importó por cuantos sitios le buscaron, la biblioteca, el palacio, los jardines y todo Tirion. Entristecido el rey finalmente decidió ir personalmente a la casa de Aulë, donde le dijeron vivía un herrero que era el responsable de aquellas maravillas artísticas.

La visita de Finwë tomó por sorpresa a los noldor que moraban junto al vala, por eso no supieron que responder cuando el rey pidió ver al autor de tan hermosas esculturas.

—Me temo, majestad, que ha venido en vano —dijo Mahtan inclinando la cabeza como muestra de respeto —mi hija, la creadora de estas obras no está en casa.

—Es en verdad sorprendente que una doncella logre plasmar tan fielmente la hermosura de Yavanna —dijo Indis —¿podemos mandar a que le llamen?

—Lo siento mucho mi señora Indis, cuando Nerdanel sale, casi nunca dice a donde va, pero iré a buscarle personalmente si es su deseo, mis hijos ayudarán.

—Mi esposa deseba mucho conocer a la creadora de aquel hermoso presente —dijo Finwë —te ayudaremos a buscarla.

Bien, Nerdanel era una elfa extraña, diferente de las demás doncellas noldor, si bien los noldor eran aplicados y disfrutaban de adquirir conocimientos y de trabajar las piedras y los metales, estas tareas eran preferidas por los varones antes que por las damas, y entre ellas estaba Nerdanel. Amable y paciente, siempre escuchaba atenta las indicaciones de su padre, pero admiraba por sobre todo la obra de Yavanna y por ello intentaba recrear con gran habilidad y destreza las creaciones de Kementari, ya fueran estas los kelvar o los olvar y si hubiera querido en aquel entonces hubiera retratado a toda la corte, sin embargo el pasatiempos preferido de la doncella era pasear sola por las afueras de la ciudad.

Fue así como Fëanor la vio por primera vez, porque la doncella iba hacia Tirion, pero no ingresaba a la ciudad. Prefería quedarse vagando por los alrededores porque creía que sus vestidos no eran los suficientemente bonitos como para presentarse ante la corte, ya que por su oficio, casi siempre llevaba atuendos sencillos y prácticos.

Lo primero que llamó la atención del joven príncipe fue el color de sus cabellos rojos, una rareza entre los noldor, Eran como una llamarada incontrolable a la que se sentía muy atraído. Observo a la doncella, tan diferente de los vanyar, noldor o telleri que se preguntó por un momento a cual clan podría pertenecer.

Lo que más le sorprendió a Curifinwë fue que ya no estaba molesto. Todos los sentimientos que le hicieron abandonar el palacio se desvanecieron al momento en que se encontró con ella.

Nerdanel notó que era observada y se puso en alerta, no deseaba que la gente le molestara y pensó en marcharse inmediatamente.

Una mano tibia le detuvo.

—No te vayas —dijo Feanaro que había tomado la mano de Nerdanel como primer impulso al acercarse a ella silenciosamente.

Ella se volvió para hacer conocer su disgusto cuando reconoció al elfo que le hablaba. No era más que el príncipe, el hijo del rey cuyo mal temperamento comenzaba a ser conocido en la colonia de elfos de la morada de Aulë. Si bien nunca antes habían sido presentados, Nerdanel reconoció sus características, el cabello negro, la mirada altiva y la resemblanza con su padre, el rey.

—Disculpe, debo volver a mi casa —dijo haciendo una reverencia apresurada. En realidad ella solo quería salir corriendo inmediatamente.

—Yo te llevaré si me lo permites

—Nerdanel, hija —Nerdanel escuchó el llamado de Mahtan soltándose de la mano de Feanaro corrió hacia el lugar donde su padre le llamaba.

Como primer impulso el Espíritu de Fuego siguió a la doncella discretamente, ya había escuchado su nombre, pero seguía intrigado por ella. Pensaba ir a su casa y presentarse con ellos del modo más descarado si era necesario, todo con tal de conocer mejor a la joven. Sus planes fueron frustrados cuando a la distancia vio a su padre, el rey, acompañado de Indis. Hablaban con la doncella y con aquel elfo de cabellos rojizos. Se detuvo inmediatamente y dio media vuelta, no quería nada con Indis y su mal humor regresó.

Para su mala suerte su presencia no pasó inadvertida para el rey su consorte, quienes luego de tener una alegre conversación de agradecimiento por el presente elaborado por Nerdanel, se despidieron de Mahtan y su gente y regresaron a las altas torres de Tirion.

Fëanor no pensaba volver a casa ese día, no con Indis y su padre alistando la celebración su aniversario de bodas y de paso el aniversario del nacimiento de su hermanastro Nolofinwë. No Curufinwë no tenía nada que hacer ahí, pero no contaba con la orden expresa del rey que le hacía buscar para que esté presente aquella noche.

—Es para que presente a toda la gente las nuevas runas —dijo el mensajero.

—Bueno, en ese caso, iré, pero solamente por mi padre —porqué Feanaro amaba profundamente a Finwë, pese a sus desavenencias entre ellos el lazo padre e hijo era muy fuerte.

Fue así que el hijo de Miriel llegó al palacio y se encontró con su padre en su despacho.

—Rumil me ha dicho que tus nuevas runas son muy útiles —habló como si Feanaro no se mostrara impaciente por salir de la habitación —. Le decía eso a Indis, quiero que presentes tu trabajo en el baile…

—No pensaba asistir al baile, pero estaré para presentar las runas, luego me iré —interrumpió Curufinwë.

Finwë hizo como que no escuchó a su hijo, una vieja táctica para evitar las discusiones innecesarias que sabía como terminarían. En cambio hizo llamar a Indis que entró al despacho saludando a Fëanor.

Él solo asintió con la cabeza a modo de saludo y esperaba que su padre le dispensara para salir de ese lugar antes de que perdiera control de sí mismo. No fue necesario, algo en las palabras de Indis le hicieron cambiar de idea.

—Todo está listo ya —dijo con su melodiosa voz la hermana de Ingwë —. Ya hemos invitado a Mahtan y a su familia para el baile de mañana. Claro estaban invitados ya, pero ahora tendrán un lugar especial…

—¿Te refieres al herrero que trabaja con Aulë? —preguntó rápidamente Feanaro como si hablara consigo mismo.

—Por supuesto, en su familia hay una gran artista —dijo Indis viendo que había captado la atención del príncipe —. ¿No te había mostrado esta escultura de Yavanna? Es perfecta.