Muy buenas a todos, aquí les traigo un pequeño one-shot Zelink, es la primera vez que escribo romance, asique no se como quedara, jajajaja. Sera un poco extenso, asique lo dividire en dos capitulo, quizas tres, no se si eso sera one-shot, la cosa es que sera una historia, punto xD.

En cualquier caso, para especificar, esta historia se desarrolla en un mundo actual, o sea, universo alterno, en donde Link y Zelda son dos adolescentes como nosotros.

Pero ante todo, le dedico esta historia a mi amiga Magua, a la que han escayolado y esta un poco depre, asique, Magua, espero que te encante este romance (ahórrate los tomatazos de abucheo, ok? xDD) y te pongas bien pronto, mucho animo ^^

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Bien, aquí les dejo con la historia:


- Despierta…

- Ungh…

- Despierta…

- Mmm…

- ¡Link, despierta de una maldita vez!

- ¡Aaaahh! –y sin remediarlo, se cayo de espaldas al suelo, cosa que no le quitó su parte de dolor.

- Al fin, ya creía que estabas muerto –dijo su amiga como si nada.

- Si hubiera muerto, a ti te hubiera dado igual Zelda, después de todo eres TU la que casi me mata del susto.

- Bien, señor sustitos, la clase a acabado, así que…

- ¡Yupi! –el muchacho salió corriendo del aula feliz, la última hora había sido de Física y Química, y realmente odiaba esa asignatura, deberían suprimirla, o a ella o al profesor cascarrabias que tenían. Menuda suerte la de quedarse sopa, aunque no era novedad que lo hiciera.

- ¡Link, espera, que sigo aquí!

Ni caso, el joven siguió corriendo feliz por los pasillos mientras su amiga trataba de alcanzarle.

- Que bien, al fin llegaron las vacaciones de Navidad, dos semanas sin pisar ese infierno llamado instituto.

- Queda demostrada mi teoría –soltó la joven.

- ¿Cuál!

- Eres tan vago que te puedes dormir hasta en un "infierno"

- Eh, no soy vago, solo que mi cuerpo necesita más horas de sueño, cosa que el instituto no me facilita –se defendió.

- Si claro, lo que pasa es que te tiras hasta las tantas de la noche leyendo mangas.

- ¿Y que le voy a hacer? Hace poco me empecé uno chulísimo, se llama Shugo Chara! y trata de…

- ¡Ah, ni hablar! No empieces con tus charlas de argumentos de mangas, la semana pasada ya me trague los de One Piece y Detective Conan, mas no. Además, ya eres mayorcito para esas cosas –su amigo siempre había sido lo que llaman un "Friki" en toda regla, lo que le hacía muy infantil. "Pero esa parte me gusta de el…" ¡Un momento! ¿Había dicho que le gustaba el? No, solo que le gustaba algo de el, nada mas. "Si, es eso, porque el no me gusta…"

"Mentira" la acusó su cerebro.

"¡Tu a callar! Un momento, ¿Qué hago hablando conmigo misma? Ahora si que estoy loca de verdad…"

- Nada de "cosas", los mangas son arte y cultura Zelda, apréndetelo…

Y así siguieron discutiendo y haciendo bromas hasta llegar al Parque Estelar, un parque situado al este de la ciudad de Hyrule, donde vivían Link y Zelda. No era un sitio con paseo muy largo, mas bien era una especie de paseo por un mini bosque con muchas zonas naturales, ideal para relajarse después de un agotador día de estudios. El parque estaba totalmente nevado, como casi toda la ciudad, pero lo curioso era que la gente no dejaba de venir a el, simplemente era que ibas una vez y te encariñabas con el lugar.

Nuestra pareja les tenía un especial apreció a ese lugar, sobre todo a un gran árbol situado en una zona apartada de la gente, casi al lado de una maquina de refrescos, que había sido sustituida por una de bebidas calientes para el invierno.

- Es precioso, da igual cuantas veces lo vea, las zonas nevadas, tan blancas y puras, me encantan.

- Ten cuidado o te caerás en la nieve –le advirtió su amigo, estaban pasando por una parte honda y no sabrían cuando podría haber algún agujero.

- Bah, yo no soy tan pesimista como tu Link, no habrá problem…

Dicho y hecho, piso justamente un desnivel, tropezó y cayó. Mejo dicho, "iba" a caer, porque Link tuvo mejores reflejos y la agarró por la cintura, atrayéndola hacía el.

- ¿Ves? Te dije que tuvieras cuidado, nunca me haces caso, faltó poco. –se sentía aliviado de que su compañera no se hubiera caído, por esa zona había mucho barro y se habría puesto perdida, de haber caer.

Sin embargo, esta vez había algo diferente. Nada mas juntar sus cuerpos, el sintió una agradable y escalofriante sensación. Era como si tuviera entre sus brazos algo muy importante para el, que quisiera aferrar con todas sus fuerzas por siempre.

Con el frío que hacía, la calidez humana era muy reconfortante, y tener a su amiga tan cerca le incomodaba un poco, pero le agradaba a la vez, era como si esa sencilla acción hubiera despertado nuevas emociones en el, emociones que seguramente tenía escondidas durante mucho tiempo hasta ahora. Sin pensarlo si quiera, apoyó su cabeza contra el cabello rubio de Zelda, y se dejó llevar por su embriagador olor y su suave tacto.

"Esto no puede ser normal, ¿Qué demonios estoy haciendo?" Una pregunta que nunca fue respondida, el mismo había dejado de pensar en ese mismo momento, aunque la chica lo apartara tarde o temprano, aunque se enfadara por lo que estaba haciendo, no lo importó, se dejó llevar por su instinto, que le decía que estuviera a su lado.

Por su parte, la chica no opuso resistencia al acto de Link, sino que se dejó abrazar por sus fuertes y calidos brazos, intentando recordar si era la primera vez que se sentía así. No lo pensó mucho, ya que se encontraba muy a gusto, y Link no parecía querer soltarla, además, era bien sabido que ella, en fuerza, no podía contra el, así que se quedó quieta y firme cuando sintió su cabeza apoyarse sobre el pelo de ella, y dar un suave suspiro.

Ambos se encontraban en perfecta armonía, con los ojos cerrados, disfrutando el momento, que no sabían ni cuando había surgido. Simplemente, lo disfrutaban. Y allí se quedaron, el uno junto al otro, durante posiblemente más de diez minutos.

Zelda era consciente de que esto no podía seguir así, por mucho que le agradara, desde hace tiempo se juró a si misma ocultar sus sentimientos para mantener su amistad con el rubio, y si esto seguía así, ella terminaría por hacer algo de lo que se arrepentiría, era mejor terminar con ese momento cuanto antes.

Con cuidado, separó su cabeza de la del joven y le miró. El seguía con los ojos cerrados, sumido en sus pensamientos, con expresión tranquila y relajada.

"Maldita sea, cuando esta así, se ve guapísimo" Y este pensamiento le salió, como se suele decir, de la nada. "Basta Zelda, acaba con esto de una vez o te arrepentirás."

Decidida, Zelda habló con voz tímida y apenada.

- Um…¿Link? –el muchacho la miro interrogante. – Gracias, pero, ¿podrías soltarme ya?

Tan absorto estaba el joven en si mismo y sus emociones que no se dio cuenta de que seguía "abrazando" a Zelda con fuerza, y no la había soltado todavía.

- Lo siento, no me fije, perdona. –no pudo evitar sonrojarse y hacer una reverencia de disculpa, a lo que la chica le dijo que daba igual, pero sin querer ella también se había ruborizado.

Al final llegaron a su preciado árbol, donde se sentaron apoyándose en el tronco. Les daba igual que la nieve estuviera helada y se les mojara la ropa, cada uno estaba absorto en sus pensamientos como de costumbre, pero ese día estaban distintos.

"Fue aquí…fue aquí donde le conocí, donde conocí a Link…" cerrando los ojos, dejó que los recuerdos fluyeran en su memoria para transportarse a una época pasada.

(Flash Back)

- ¡Devolvédmelo!

- Ni hablar niña, nos lo quedamos.

En un rincón del conocido Parque Estelar, bajo un árbol cubierto de nieve blanca y pura, una niña de 10 años intentaba recuperar algo que le habían quitado dos chicos de trece años. Se trataba de un colgante, un precioso colgante de oro con un símbolo de tres triángulos dorados colocados en pirámides, con una gema en forma de estrella azul marino en el centro, un zafiro.

La pobre chiquilla estaba desesperada, solo había salido a dar un paseo al parque como de costumbre, y al llegar a su árbol favorito, encontró allí a unos chavales mayores que ella, y al verla con ese collar, se lanzaron y se lo quitaron sin remordimientos. Ella no podía permitirse perder algo así, era un regalo, uno muy importante.

- ¿Cuánto podríamos sacar por el? Seguro que es muy valioso –inquirió uno.

- Conozco a uno de bachillerato que paga muy bien por estas cosas, podríamos hacer negocios. –respondió el otro sonriendo con malicia.

- Genial, al fin nos podremos comprar la Play 3 y un montón de chucherías.

- ¡No! Por favor, devolvédmelo, es mió –a la chiquilla le estaban saliendo ya la lagrimas, imposibles de contener. Era demasiado débil, con que uno de esos chicos la empujara, ella ya estaría derrotada. Pero no podía dejar que le quitaran eso, era su mas preciado tesoro.

Era el colgante que le había dado su madre hace dos años antes de morir. Su madre le había dicho que guardara muy bien ese colgante, como un tesoro, y que, algún día, se lo regalara a la persona mas importante para ella, a alguien que amara con todas sus fuerzas, alguien por quien estuviera dispuesta a darlo todo. Ese era su último deseo antes de morir, a lo que Zelda aceptó sin dudar. Ella siempre había sido mas madura que los otros niños de su edad, y no tuvo problema con memorizar esa promesa, que aun mantenía.

Su sueño era encontrar a esa persona, alguien que la quisiera y protegiera, alguien a quien entregarle su amor y cariño. Por eso, cada día llevaba el colgante, con la esperanza de que le llevara hasta esa persona. Ahora no podía rechazar a su sueño, a su promesa, a sus esperanzas.

- Quita niñata, ahora es nuestro, haremos con el lo que nos de la gana.

- Haz un solo gesto mas y te parto la cara de un puñetazo. –amenazó el otro.

Ante esas palabras, retrocedió muy asustada. ¿Qué podía hacer ella contra dos chavales mas mayores y fuertes que ella?

- Pero…

- Se acabó, no tengo paciencia con los críos, le voy a dar una paliza. –ahora si que estaba perdida, no podría sobrevivir a esto.

- Dale duro, Kaho, que sufra y aprenda, y déjala bien dolida, que no nos delate por robo.

- Ni lo dudes.

- No por favor, yo nos he hecho nada –lloraba incontrolablemente, aterrada por lo que le esperaba, Si no hubiese salido ese dia de casa, nada de esto estaría pasando.

- ¡Muérete! –el tal Kaho alzó su puño, preparado para lanzarlo contra la chiquilla.

Pero ese puñetazo nunca llegó, porque antes de que pudiera impactar, una figura se había interpuesto entre ellos y había golpeado al abusón en su estómago, un golpe muy fuerte y certero, que le dejó sin aliento, y antes de que pudiera reaccionar, recibió otro golpe en la nuca, dejándolo, literalmente, K.O.

- Malditos…¿Cómo os atrevéis a pegar a una chica mas pequeña que vosotros? ¡¿Cómo podéis ir quitándole cosas a la gente?! –Zelda no podía ver quién era si salvador, estaba arrodillada en el suelo con los ojos muy llorosos, lo que le dificultaba la visión. Por su voz, juró que era un chico, pero sonaba muy aguda, como si tuviera casi su misma edad.

- ¿Quién….eres tu? –preguntó el cómplice de Kaho, con aspecto asustado. Kaho siempre había sido de los chicos mas fuertes de su instituto, y acababa de ser noqueado por…¿un crío?

- Soy el que os lo hará pagar caro como no le devolváis lo suyo a la chica y os larguéis inmediatamente.

- Je, que mas quisieras niñato. –de la manga, se sacó una navaja muy afilada y se la colocó en la mano de forma sádica.

Mientras, Zelda se había limpiado sus húmedos ojos y podía visualizar a su salvador, pero se quedó muy sorprendida y maravillada.

Enfrente suya había un chico de diez años, cabello rubio y largo, despeinado, con ojos azules oscuros, de piel pálida y cuerpo esbelto. Su rostro estaba contraído con una mueca de enfado y el ceño fruncido. Pero no parecía un niño cualquiera enfadado, sino más bien una fiera a punto de atacar a su presa si se le daba la oportunidad, con un aspecto relajado y sombrío.

La niña se levantó a duras penas asustada por el arma que apuntaba peligrosamente a ambos chiquillos, pero el niño seguía con su rostro impasible, sin mover ni un dedo.

- Oye, chica. –le susurró por encima del hombro el rubio.

- ¿Qué…que pasa?

- Retrocede todo lo que puedas y no te acerques, es peligroso.

- Pero…mi colgante…tú…-replicó sin saber que pretendía el niño.

- Tranquila, confía en mi –giró la cabeza ligeramente para mirarla a la cara y le dedicó una cálida sonrisa- recuperare tu colgante.

Sin pensarlo, Zelda asintió. Ese chico le inspiraba confianza y seguridad, la había salvado de ese matón y ahora iba a recuperar su colgante, parecía muy seguro de si mismo.

"Y es muy guapo" pensó. Si no tuviera esa expresión tan sombría, estaría mucho mas guapo. Pero dadas las circunstancias, era lo mejor mantenerse así de sereno.

Zelda retrocedió todo lo que pudo, y en ese momento el otro abusón se lanzó contra el ojiazul.

Con un rápido movimiento, el chico esquivó la estocada pasando por debajo de las piernas del otro, y le golpeo en el trasero con una patada, lo que hizo al otro caer. Antes de que pudiera levantarse, se tiró encima suya, doblándole el brazo, lo que le arrancó un gritó de dolor. En un momento, le golpeó la nuca como al otro, dejándole nuevamente K.O.

Una vez terminado el trabajo, se apresuró a recoger el colgante y se acercó a la niña, que estaba arrodillada escondiéndose en unos arbustos. El rubio se agachó para quedar a su altura y le sonrió.

- Aquí tienes, al como te prometí.

- Muchísimas gracias, de verdad, estuviste genial, eres muy amable –le sonrió de corazón, ese chico había arriesgado su propia vida por ella, un gesto que no podía pasar desapercibido- ¿Estas herido?

- No, ¿y tú?

- Gracias a ti, no.

- No a sido nada, de verás, es que odio a gente como esa.

El rostro del chico había cambiado, ahora ya no era frío e indiferente, sino tierno y calido. Le regalo una gran sonrisa a la chica.

- ¿Cómo te llamas?

- Zelda

- Zelda…bonito nombre. Yo soy Link, encantado.

- Link, gracias de nuevo por ayudarme.

- Ya te dije que no fue nada, me alegro de que recuperaras eso.

- Si, es mi mas preciado tesoro. Es un colgante que me dio mi madre antes de morir.

- ¡Guau, si que es importante! Me alegra haber llegado a tiempo.

Los dos pequeños estuvieron conversando acerca de ellos mismos, descubrieron que iban a la misma escuela, que a ambos les gustaban los helados de limón, se fijaron en que su color de pelo y ojos era igual, y jugaron toda la tarde por el parque.

Entre tanta diversión y alegría, se les hizo tarde, y llegó la hora de despedirse.

- Ha sido muy divertido Zelda, ¿quieres que volvamos a vernos mañana?

- ¡Claro! Podemos volver juntos del colegio, y por la tarde volver al parque a jugar, me dijiste que vivías cerca de aquí.

- Pues hasta mañana, ten cuidado al volver a casa. –cuando ya estaba dispuesto a irse, la chica lo llamó.

- ¡Espera! –él volteo a mirar que quería- …Toma. –le tendió la mano, agarró la suya y le depositó algo en ella. Cuando Link la abrió, se encontró con el colgante de la chica.

- Pero Zelda, esto es…

- Es un regalo, para ti, no me preguntes por que, solo te diré que te lo has merecido. –le dedicó una sonrisa a la que el chico no tuvo pegas. Solo asintió, le dio las gracias, y se despidió con estas palabras:

- A partir de hoy, lo llevaré siempre, y será mi tesoro mas preciado.

(Fin del Flash Back)

Si, su encuentro con Link había sido cosa del destino, desde ese día siempre estuvieron juntos, estrechando cada vez más sus lazos de amistad. Zelda en ningún momento se arrepintió de darle el colgante. Su madre le dijo que se lo entregara a la persona más importante para ella, y por alguna razón, desde el primer momento sintió que Link era esa persona.

Por su parte, él cumplió su promesa de llevarlo siempre y cuidarlo, no dejaba que nadie lo tocara salvo ella. Era su tesoro, y no lo cambiaría por nada en el mundo.

-…entonces, ¿quedamos en eso? –preguntó el muchacho.

- Perdona, ¿Qué decías? –maldita sea, estaba tan metido en sus pensamientos que no se entero de que su amigo le hablaba.

"Primero me acusa de vago y dormilón, y luego se queda embobada sin escucharme, que maja" –Decía que, ya que mis padres han salido por trabajo, que si te vienes a mi casa esta noche, después de hacer los deberes.

- No, mejor vente tú a la mía, mis padres también se han ido.

- De acuerdo, quedamos en eso, señorita despistada. –le respondió burlón.

- Muy bien, señor vagazo. –si quería guerra, la tendría.

- Despistada.

- Vago.

- Despistada.

- Vago.

- Despistad…-se tragó, literalmente, sus palabras, porque la chica le había arrojado una bola de nieve que le impactó en plena cara. –Muy bien, si quieres pelea, la tendrás.

Y así comenzó otra de sus absurdas peleas. Después de terminar con su "guerra", ambos se despidieron, prometiendo encontrarse en casa de ella a las siete y media.

Lo cierto era que se hacían mucha compañía el uno al otro, puesto que los padres de ambos eran funcionarios de alto cargo que casi siempre estaban fuera de casa, normalmente por varios días, al igual que ahora, por eso incluso de noche, quedaban. Ninguno de los dos sentía nada especial hacía sus padres, porque estos apenas demostraban cariño hacía ellos cada vez que venían, para irse enseguida de nuevo. Una vez, los jóvenes se confesaron mutuamente que se importaban mucho el uno al otro, mas que nadie en el mundo, porque Link comprendía y apreciaba muchísimo a Zelda y viceversa, para Link, Zelda era la persona mas importante en el mundo, y para Zelda, Link.

Aunque su carácter fuera infantil y estúpido, se querían por encima de todo. Pero el cariño que Zelda sentía hacía el era muy diferente.

Zelda tenía asumida que estaba enamorada de Link desde que se conocieron, pero la duda era… ¿Qué sentía el hacía ella?