Prefacio

5 Meses después de problema... "36 semanas de embarazo"

Las horas, días, semanas he incluso meses, habían pasado muy lentamente para la castaña.

Sólo al principio, cada día había sido un gran calvario para ella. Ya que le hacía mucha falta una persona, pero tercamente incluso peleando con ella misma, se había negado a que esas palabras salieran de sus labios. Normalmente siempre se sorprendía al ver que sacaba las fuerzas necesarias del aire, para seguir adelante.

Desde ese día que había escuchado detrás de la puerta, salir de los labios del rubio, que había otra mujer. Nunca más, quiso saber de él. Ella no iba a ser su juego, por mucho que ella lo amara.

Se había establecido, en uno de los apartamentos que le había heredado su nana en el París muggle, había empezado desde cero con su vida. Vivía con Cedric Diggory, el mejor amigo más fiel que una chica pueda tener, el chico había conseguido un empleo en el ministerio de magia de parís. Él había estado muy orgulloso de haberlo conseguido por sus propios méritos.

A la castaña le faltaría su vida y otras más, para poder agradecerle como se merecía, el pasar con ella todo este tiempo.

Al principio la relación de ambos seguía en el mismo lugar, no había avanzado, ni tampoco retrocedido. Y los dos estaban de acuerdo. Era como sí ambos hubieran firmado un trato, para llevar una buena convivencia.

De vez en cuando, se dejaban llevar por la pasión, pero no pasaba de unas simples sesiones de besos ardientes y el alivio a la grande necesidad que sentía la castaña a causa de las hormonas, pero nada más.

Cedric no había querido llevar su relación a un terreno aún más sexual. Él era muy paciente y respetuoso y amaba a la castaña, así que por nada del mundo pensaba presionarla. Quería que la Hermione estuviera segura, incluso con la relación que había entre ambos y no se dejara llevar por un arranque de hormonas.

La castaña cortó toda relación con sus amigos, toda relación con el mundo mágico. Carta que recibía de alguien, carta que mandaba directamente a la basura o a la chimenea, sin dignarse a romper el lacre de cera. No le importaba lo que los demás pensaran, ni lo que dijeran, ella había dado suficientes explicaciones a las personas que le importaban. Punto.

Su nana, no había opinado nada al respecto de su separación con el rubio, a ella le hacía falta la otra versión de la historia, así que había decidido quedarse en tierra de nadie, ella simplemente la había escuchado atentamente y limpiado sus lágrimas cuando fue necesario.

"Siempre contaras conmigo mi niña y sí esa es tú decisión, yo la respeto y tienes todo mi apoyo en lo que tú hagas."

Roger por otro lado, había sido demasiado diferente.

Tuvieron que pasar muchas horas de charla entre ellos dos y Cedric, para poder bajarle el cabreo. Y así no fuera a matar al rubio al colegio.

"¡Pero cómo fue posible! ¡Después de todo lo que han pasado! ¡Yo lo vi! ¡Yo lo vi todo jodido cuando fui a por él, para llevarlo a la casa de la playa.- Bufo.- ¡Y ahora manda todo a la fregada por la amante! Por lo que veo, ese chico es un gran actor, ya que una persona, tan buena como por la que él se hacía pasar, nunca haría nada como eso.- Movía su varita entre sus manos mientras caminaba de un lado para otro.

La castaña simplemente lo observaba tranquilamente con su codo sobre la mesa y su cabeza apoyada en la palma abierta. Ya se esperaba esa reacción, sintió un suave apretón en la mano y volteó a ver a Cedric con una pequeña sonrisa, dándole a entender que lo dejara desahogarse.

-¡Debería ir a matarlo!- Seguía despotricando el hombre. Volteó a ver a la castaña.- ¿¡Que ganaba con todo lo que hizo!? ¡Una maldita boda apresurada y además un crío en camino, sí él no te amaba! ¿¡Es que acaso es una de esas bromitas que te jugaba anteriormente en el colegio!? Porque déjame decirte, que no me causa gracia.-

El hombre había estado cabreado por semanas y a la castaña le había sido casi imposible el contenerlo para que no fuera a lanzarle un avada al rubio. Ella se daba cuenta que un brillo de odio, aparecía en su mirada cada vez que el tema salía a flote, él amaba a su pequeña ahijada, y estaba claro que iba a reaccionar así.

"Te tienes que divorciar" Era lo único que decía, cada vez que miraba a la castaña al saludarla, cuando entraba a la habitación o se despedía.

"Dame la oportunidad y yo como buen mago y abogado en el mundo mágico y muggle. Puedo refundirlo en la mierda y quitarle todo lo que tiene. Me importa poco que él sea un Malfoy, ahora ellos no valen nada en el mundo mágico, incluso yo hasta tengo más poder y contactos que su estúpida familia, por muy mierda de Malfoy y Black que sea. Tú claramente sabes que ese idiota, no es nada sin su asqueroso dinero, dame ese gusto."-

La castaña simplemente había dado un NO rotundo. Una pequeñísima parte en el fondo, ganas no le faltaban de hacer eso, quería verlo sufrir, llorar una mínima parte de todo lo que ella había llorado, pero el rechazo a verlo de nuevo, era más poderoso. Ella sabía que sí hacia todo eso, tendría que enfrentarlo ya que ella se había ido sin decirle nada y era lo que menos quería. Ella siempre pensó que en realidad nunca le importo al rubio, porque él nunca la volvió a buscar, ni siquiera porque estaban casados y esperaban un hijo. "Lo más seguro es que se lo está pasando de lo lindo con esa mujer" ´Llego a pensar una vez la castaña.

Lo único, sí acaso era que se podía llamar contacto con alguien de ese mundo, fue con McGonagall, cuando la directora le mandaba paquetes enteros con trabajos y cosas que hacer, no nada más a ella, a Cedric también. Habían llegado a un acuerdo, gracias a la intervención de Roger, de terminar sus estudios a distancia, una oportunidad única.

Su embarazo se encontraba en la recta final. La castaña estaba maravillada, al ver como su pequeño hijo crecía día con día. Era un amor tan grande que sentía hacia esa pequeña personita que aún no llegaba al mundo, que si a ella le llegaran a preguntar - ¿qué tan grande? - Ella no podría explicarlo con palabras, además de que la asustaba un poco. Ahora entendía, que era lo que la gente llamaba "instinto maternal"

Y no había sido nada fácil.

Al final del primer trimestre las horribles náuseas habían desaparecido.

Pero habían abierto el paso a otras cosas. Principalmente los antojos, habían llegado con una fuerza brutal, que ni ella se lo creía.

Normalmente era Cedric el que siempre se ofrecía y le cumplía sus caprichos y antojos haciéndolo con todo gusto.

Había veces que la castaña se echaba a llorar, sabiendo que en vez de Cedric, debería ser alguien más. Un rubio platinado, que en esos momentos era la persona que más odiaba.

Ella nunca había vuelto a mencionar su nombre.

Empezó a gustar de las cosas más raras que el chico hubiera escuchado jamás. Desde sándwich de pepinillos con mantequilla de cacahuate, hasta helado sabor ternera y champiñones. Ella siempre miraba con incredulidad a Cedric, cada vez que llegaba con sus encargos. Cuando le preguntaba cómo era que lo conseguía, el solo respondía; "Fue por arte de magia" Esas simples palabras causaban una pequeña sonrisa en los labios de la chica.

Ella no podía creer que estuviera consumiendo todo eso, pero ya era algo natural para su vida diaria, al principio se había quejado por todo el peso que había subido, pero al final ya no le importaba, entre más sano y mejor comiera su hijo estaría mejor.

- ¿Qué estás haciendo? - Pregunto Cedric una noche como a las tres de la madrugada.

La castaña había estado asaltando el frigorífico.

- Tenemos hambre.- Hablo con la boca llena. La chica tenía casi los siete meses de embarazo, se había despertado por que su hijo le exigía comida, así que con mucho cuidado de no despertar a Cedric, al pasar caminando el pequeño corredor del apartamento con sus escándalos, se había levantado de la cama y fue directo a la cocina.

- Sí necesitas algo me lo hubieras pedido Mione.- Le dijo el chico con una sonrisa mientras se cruzaba de brazos y se recargaba en el marco de la puerta.

- No quería molestarte.- Le contestó aún con la boca llena, el chico sonrió, tomo la cámara fotográfica de la castaña que se encontraba cerca y tomo una fotografía y es que era una curiosa escena, ya que la chica se encontraba parada frente al frigorífico con la puerta abierta, atacando un pequeño plato con un trozo de pastel, traía puesta una corta remera y andaba en bragas. Tenía el plato sostenido sobre su barriga que se encontraba al aire libre.

La primera vez, que su bebé se movió, ella se encontraba en el comedor, tenía ya poco más de los cuatro meses de gestación, había estado muy ocupada, terminando un ensayo sobre runas. Ella siempre estaba al corriente de todas sus materias, sí le habían dado la oportunidad de acabar el colegio, por nada del mundo, pensaba desperdiciarla.

Soltó un fuerte jadeo y de la impresión al sentir esa sensación tan desconocida, tiro el frasco de tinta sobre el pergamino, manchando todo su trabajo. Sintió como sus ojos se ponían húmedos, y rápidamente soltó la pluma y colocó sus manos sobre su vientre.

- Vamos mi bebé.- Decía un susurro mientras una sonrisa estúpida aparecía en su rostro.- Hazlo nuevamente.- Y como sí su hijo, la hubiera escuchado, y así fue como sucedió, volvió a patear. La castaña sonrió ampliamente, era una sensación maravillosa. "Él no sabe de lo que se está perdiendo" Habló esa vocecita que había extrañado tanto. Ese enemigo en su mente que siempre la molestaba.

Y como siempre, se echó a llorar.

Cedric había entrado al departamento con una sonrisa, mientras que en sus manos cargaba un gran pedido de hamburguesas, su sonrisa desapareció inmediatamente en cuanto escucho el llanto de la castaña. Rápidamente se acercó a ella dejando caer las cosas sobre la mesa.

- ¿¡Qué pasó!? - Le preguntó mientras la revisaba frenéticamente, pensando que ella estaba herida o el bebé.

- El bebé se m-movió.- Dijo entre hipidos.-

- ¿Qué? - Preguntó el chico, pensando que no había escuchado muy bien.

La castaña simplemente tomo su mano y la colocó sobre su enorme vientre. El chico sintió como el bebé volvió a moverse y sonrió. Miro a la chica y soltó un suspiro entendiendo el porqué de su llanto.

- Extrañas a Malfoy... - Fue lo único que dijo, mientras limpiaba las lágrimas de la castaña con sus pulgares.

- Eso es normal y se entiende. Tú aún lo amas - La castaña lo miró a los ojos y suspiro temblorosamente.

- Sí, aún lo amo. Pero yo no quiero saber nada más de él, el me hizo mucho daño.- Bajo la mirada mientras tomaba las manos del chico, había pensado mucho lo que estaba a punto de decir y este era el momento indicado.

- Ayúdame a olvidarlo.- Le dijo en un susurro, ya cansada de todo, de pasar los días esperando por alguien que nunca iría a buscarla.

- Ya no quiero que duela más.- Tomo fuertemente sus manos y las llevó a su corazón, indicándole donde le dolía. La castaña lo miró a los ojos intensamente y observó como el chico pasaba saliva.-

- Nunca lo podrás olvidar Mione.- Le dijo el chico, con una sonrisa triste. - Tu siempre lo amaras, ustedes dos tienen una enorme conexión que nunca podrán romper. Él es alguien muy importante en tú vida.- Le colocó una mano sobre la mejilla, mientras que con la otra acariciaba su abultado vientre. - Pero sí es eso lo que tú me pides, yo lo voy a intentar.- El chico acercó su rostro a la castaña y la beso suavemente.

Ambos se dejaron llevar.

La castaña iba a poner todo de su parte por olvidar al rubio, tal vez nunca lo dejaría de amar, pero sí lo olvidaría. Era lo mejor para su salud mental.

Después de unos minutos, el beso empezó a volverse más intenso y la castaña paso sus manos por detrás de su nuca, para acariciar sus cabellos, sintió como él suspiraba sobre sus labios, lentamente el chico se levantó de su lugar, llevándose a la chica con él, la tomo fuertemente de las caderas y la acercó a su cuerpo, buscando urgentemente su calor. Ambos chicos empezaron a caminar mientras se besaban, sin saber realmente a donde iban. En un momento dado, el chico pasó sus manos bajo sus muslos, para así poder cargarla y que ella no se golpeara con los muebles ante su pasión desatada. La chica enredo sus piernas en su cadera sin pensarlo dos veces.

- ¿Estás segura? - Preguntó entre jadeos después de romper el beso, mientras la miraba a los ojos.

Los ojos de la castaña estaban negros. Sólo había hambre en ellos.

- Muy segura - Le contestó pasando saliva aun respirando agitada.

El chico le dio una de sus hermosas sonrisas y el beso nuevamente demostrando más pasión que antes. Camino con ella en brazos hacía la habitación.

Esa noche, se trató sólo de la primera vez.

La primera vez que estuvieron juntos. Dejándose perder en la piel del otro, uno amando y el otro tratando de amar y olvidar al mismo tiempo.

La primera vez que durmieron compartiendo la cama. Ya que desde que habían llegado al apartamento, cada uno dormía en su propia habitación.

La primera vez del chico que se había mantenido casto, para la mujer que amaba.

La primera vez que la castaña lo olvidó por un momento, esa primera vez que la imagen del rubio no apareció en su mente.

Y después de ese día, las cosas habían cambiado.

Ahora ya no eran sólo dos amigos que vivían juntos, uno enamorado del otro en secreto, ahora eran un par de chicos tratando de darse una oportunidad.

La castaña había sentido un poco de alivio, el chico al parecer estaba curando sus heridas con el pasar del tiempo y ella gustosa aceptaba sin oponer resistencia. Pero ella sabía que se estaba engañando, el siempre gobernaría su corazón.

Pasó el tiempo y ella cada vez estaba más ilusionada y más feliz. Había días que salía desde muy temprano y regresaba hasta muy tarde, cargada con bolsas y bolsas llenas de cosas para su bebé. Poco a poco y con la ayuda de Cedric, su nana y Mark. Que al enterarse de todo lo relacionado con la separación del rubio y la castaña, se había ido a tomar unas largas vacaciones en parís, para ayudar a su mejor amiga en lo que pudiera.

La castaña ya tenía todo listo, para recibir a su bebé.

Pero como siempre, la felicidad nunca dura completamente.

Se encontraba la pareja en el pequeño salón del apartamento. La castaña recordando los pequeños patucos que le había regalado Luna, y se le habían olvidado en la habitación de las mazmorras, ella se había puesto a tejer, y no lo hacía nada mal, ya que los años anteriores de colegio, con el asunto de la P.E.D.D.O. Ella le había tejido cosas para los elfos.

Aunque claro, que no era lo mismo. Está vez, lo hacía con todo su amor, ya que eran para su hijo.

La castaña sonrió suavemente al sentir como el chico sobaba sus pies, últimamente los tenía un poco hinchados y era un gran alivio para ella. Un destello de un recuerdo pasó por su mente, otras manos mas pálidas, igualmente tratando de aliviar el dolor de sus pies, ella rápidamente lo desecho, no quería arruinar el momento y en realidad no le dio importancia, hacia bastante tiempo que no pensaba en "él". Incluso notaba que su hijo no lo extrañaba, como sí el pequeño supiera lo que había pasado.

Cedric se había asombrado demasiado, cuando la castaña le contó, sobre la magia desarrollada del bebé. Incluso parecía que había formado cierta conexión con él, ya que el pequeño siempre que podía, manifestaba su magia ante el chico desde el vientre.

Una llama verde ilumino el salón, alguien había llegado ante ellos, por red flu. La castaña contuvo el aliento, hacía tiempo que habían conectado la chimenea a la red y solo la usaban por motivos de emergencia. Sólo de eso sabía Roger, Cedric y McGonagall. Pero nunca estaba de más, ponerse alerta. De la chimenea salió Roger, limpiándose un poco la ceniza de la ropa, el gesto de su rostro no era bueno.

- Tenemos que hablar - La chica pasó saliva pesadamente y su mirada cayó en él chico, como si estuvieran en sincronización sus ojos se conectaron al mismo tiempo. Bajo sus pies del regazo del chico y se sentó recta en el sofá, dejando las cosas que tenía en las manos aún lado. -

- Habla - Dijo con voz seria, si Roger tenía ese gesto en el rostro, significaba que era algo importante y muy grave.

El hombre se pasó la mano por los cabellos, en un gesto de frustración, sin querer dilatarlo más, llegó al punto.

- Tienen que regresar al colegio -

La castaña escucho lo que dijo y sólo parpadeo un par de veces, tratando de procesar lo que había escuchado.

- ¿Cómo? - Preguntó el chico incrédulo. - ¿Para qué debemos hacerlo? Nosotros ya no tenemos nada que hacer ahí. -

- Ese es el problema. McGonagall hablo conmigo, antes de avisarles a ustedes. Tienen que regresar, para que hagan sus exámenes finales y se puedan graduar del colegio. - Dijo secamente.

- ¿Pero por qué nunca nos dijo nada?

- Eso es algo que acaba de decidirse. Ella tampoco lo sabía, esa orden viene de los de arriba.

La castaña había permanecido callada todo el tiempo que ellos habían estado hablando. Para ella regresar, significaba volver a verlo. Y eso traería muchos problemas.

Ella aún en él fondo lo amaba, pero muy en él fondo, aunque ahora se sentía lo suficientemente fuerte, como para enfrentarlo e incluso estaba segura que sí lo llegaba a tener adelante de sus narices, ya no sentiría nada por él.

La castaña con un poco de dificultades se puso de pie.

- ¿Para cuándo tenemos que regresar? - Preguntó muy calmada, era porque en realidad lo estaba. Ella ya no tenía miedo, ella era capaz de todo, su hijo le daba fuerzas, además de que ya no se encontraba sola. El chico también se puso de pie a su lado, colocando su mano en su cintura en señal de apoyo.

- Para el día de mañana. -

En ese momento, entró una conocida lechuza con dos sobres, en él lacre de cera, venía el escudo del colegio.

La castaña volteó a ver al chico y se dio cuenta que Cedric la miraba intensamente, esperando escuchar su decisión. El la apoyaría en todo.

- Regresamos a Hogwarts.

Espero que les guste, ya tengo adelantados varios capítulos y depende de si a la gente le llame la atención este primer capítulo, publicare el siguiente, pienso hacer una historia larga, muy larga. Un Dramione lleno de puro drama y romance. )

Mine.