Notas Autora:

Hola de nuevo. Como sabéis me he quedado sin mi ordenador y no puedo actualizar de momento mis otras historias, tan solo la de "Descubriendo la vida", que ya esta publicada en mi blog. Como no me puedo estar quieta esperando que me saquen los datos. He robado el de mi marido para escribir esta historia que ha empezado a rondarme la cabeza (portada en mi perfil). Inspirada en una foto de Agua para Elefantes ( y como he dicho en mi blog, novela que recomiendo). Ambientada en los años 30 cuando nuestro queridisimo Edward tendría 29 años.

Espero que sean buenas, y me dejen tantos Rw como en el resto de mis historias. Como saben eso anima un montón.

las leo pronto

Que lo disfruten!

...E&B...

Resumen Completo

Edward Masen es un joven de 29 años, que ha perdido todo. No le queda nada n su Chicago Natal, por lo emprende un viaje que no sabe donde le llevará. Desesperado, hambriento y perdido; se encontrara con una niña que le guiara a su nuevo destino

Bella es una joven enferma que espera la muerte, sin saber que su adorada prima adoptiva ha encontrado la cura a su enfermedad.

Advertencias : Los personajes pertenecen a S.M. Intentaré mantener la personalidad creada. La historia es completamente mía. Rating M por futuros lemon o escenas desagradables.

Mi Destino

A Edward no le quedaban esta vida nada en esta vida. Había perdido a su padre al cumplir los 17 años. Su madre Elisabeth había sufrido una fuerte depresión al morir este, Edward no conseguía sacar a su madre del amargo letargo en el que se sumió su madre después de ello. Edward había deseado sumarse por aquella época a las listas del ejercito, pero viendo el estado de su madre, desistió y estudio medicina lo más cerca que pudo de su madre.

Los años pasaban y Chicago se iba transformando poco a poco. Las mujeres más atrevidas vestían pantalones y poco a poco ganaban puestos en la sociedad y se hacían un hueco en las carreras hasta hora exclusivas de hombre. La Mafía se apoderaba de las calles y el alcohol fue desterrado de las calles.

A lo largo de los 9 años que Edward había estado en la universidad, estuvo ajeno a la economía familiar. Primero los 6 largos años de carrera, más 3 de especialización no le habían dejado tiempo para nada más. No era que no le preocupara sino que su madre se negaba a que el tomara parte de ello. Su padre había estipulado antes de morir que su socio en el bufete de abogados se hiciera cargo de ello. Había dejado un fideicomiso para su hijo para los gastos universitarios y se le pasaba una renta a Elisabeth Masen para la manutención de su hijo y la casa.

Pero en eso años revueltos, el bufete de abogados fue de cayendo. Y la señora Masen, tomó la decisión de ir vendiendo sus propiedades, para que su hijo no notara la falta de dinero en su casa y dejara de estudiar. Él era lo único que le quedaba de su amado esposo. Así Edward fue ajeno a todo el declive que estaba sufriendo su patrimonio.

En 1930, a la edad de 29 años, era joven médico que había sido graduado con honores. Pero no estaba feliz de ello. Su madre no había podido asistir a tal evento tres años atrás por encontrase enferma, y después de doctorarse tuvo que asistir a su madre. Su salud no había sido buena en esos 12 años y Edward había notado que la casa cada vez estaba más fría y lóbrega. Ya no trabajaban cinco doncellas sino que tan solo contaban con la inestimable ayuda de su ama de llaves. Su madre le había asegurado que no necesitaban más, pues él la pasaba fuera de la casa y ella sola no requería mucha ayuda. Aunque la verdad era otra. No quedaba nada por vender, la ruina se había apoderado de la familia Masen. En Agosto de ese mismo año, Elisabeth Masen fallecía dejando a su hijo solo y sin dinero. El banco se había apoderado de la casa y tan solo pudo rescatar el reloj de oro de su padre y el anillo de pedida de su madre. No le quedaba nada más.

Había recibido numerosas ofertas para instalarse en el hospital de Chicago, pero a Edward no quería quedarse en una ciudad donde había visto morir a sus padre. Donde todo lo que él conocía había cambiado drásticamente. Los pocos amigos que había tenido, estaban metidos en negocios turbios con la mafia, o habían muerto en extrañas circunstancias. No tenía más familiares, no le quedaba nada por lo que seguir en esa ciudad. Tomo sus pocas pertenencias y el poco dinero que le quedaba de sus estudios y marchó de ella sin rumbo fijo.

Habían pasado dos semanas desde su partida. Dos semanas en las que había tomado un tren sin un destino seguro. Se le había acabado el dinero y le expulsaron del vagón de pasajeros, dejándolo en un recóndito lugar de Washington. Sentado en las vías, sobre su precaria maleta, analizaba todo lo que había vivido hasta ese día; y pensaba en cómo podría salir adelante. No se veía población alguna. No recordaba cuando había sido la última ciudad por la que había pasado el tren, y desconocía a cuanto estaba la siguiente. Su codo y rodilla le dolían después de haber sido arrojado. Gracias a Dios no había salido lastimado de esa aventura, pero su cuerpo le dolería por varias semanas.

Su vista paseaba por su entorno. Nada. No había nada, salvo verde. Frondosos árboles, troncos cubiertos de musgo de un verde tan intenso como sus ojos. El suelo también era verde a pesar de la poca luz que filtraban los árboles. Tan solo destacaba en el paisaje, las huellas de hierro del ferrocarril.

Se pasó varias veces las manos por su cara y cabello intentando aclarar sus ideas y tomando una decisión. No había llegado hasta tan lejos, para dejarse morir a manos de algún animal o ser arrollado por el siguiente tren. Tomó su maleta de cuero desvencijada en una mano y su raída chaqueta de paño en el otro brazo. Era mediados de agosto y aunque no hacía calor en esa región, el tiempo era cálido. Tomó camino hasta la próxima ciudad, sin saber cuánto tardaría en encontrarla.

Había pasado cuatro horas caminando a través de las vías, su estómago gruñía por la falta de alimento y sus labios cortados y su garganta reseca clamaban por algo de líquido. Pero no se dejo vencer, su madre lo había dado todo para que el terminar sus estudios y una vez hecho había corrido en brazos de su padre. No era hora de dejarse vencer y tirar por la borda todos los esfuerzos de sus progenitores.

Poco más tarde, consiguió ver al final de una larga recta una pequeña estación de tren. Sin duda una población estaba cercana. Allí buscaría un trabajo. En su maleta llevaba su preciado titulo y una recomendación del decano y otra del hospital donde había estado esos años, no sería muy difícil acceder a algo. O al menos eso esperaba. Una hora más tarde al fin llego a la estación, su animó decayó al no ver a nadie. Ni taquillero, ni revisor, ni mozo, ni hujier… nada de nada. Frustrado y agotado se dejo caer en un banco de madera junto al la verde, por no haber otro color, portón de entrada de la estación. Cerró sus ojos y se dejo vencer por el sueño, al menos si dormía algo el hambre y la sed serían menos acuciantes.

Un ligero movimiento a su izquierda lo despertó. Desorientado y con más hambre de la que tenía antes, se despertó dándose cuenta de que estaba anocheciendo y la temperatura había bajado bastante.

-¡Has tardado mucho!- la voz de una niña le sacó de su aturdimiento

-¿perdón?

-¡Que has tardado mucho!

-No la entiendo. ¿Qué quiere decir?- Edward reparó que la joven no contaría con más de 13 años. Era pequeña y delgada, su rostro era alegre y jovial. Sus ojos chispeantes y picaros de un ámbar brillante. Su pelo negro hacia resaltar su pálida piel. Vestía ropas buenas y pulcras.

-digo señor, que ha tardado mucho. Le dije a mi padre que llegaría antes del verano. Pero parece que me equivoque.

-¿Creo que me está confundiendo con otro, señorita…?

-Cullen, pero llámeme Alice. Y no! no me estoy equivocando. Usted viene desde muy lejos y servirá de ayuda a mi papá.

-Mira Alice, no sé realmente a que te refieres ni en que podré ayudar a tu padre. Por no saber no sé ni donde estoy.

-Fácil, está en Forks. Washington. Mi padre es el Dr. Carlisle Cullen y me refiero a que yo soñé con su llegada.

-¿Qué?- Edward no podría creer lo que sus oídos escuchaban. Esa pequeña niña tan parecida a un duende, le estaba diciendo que su padre necesitaba ayuda y que era un doctor. Por no decir lo del extraño sueño.

-¿Puedes explicarte más?

-¡Claro! Hace unas semanas soñé que un chico de ojos como el musgo llegaba perdido a nuestro pueblo, ese eres tú, y que gracias a tu llegada mi prima y mejor amiga se curaría. ¡Pero claro!, para eso tendrías que saber tanto como mi papá. ¡y eso es difícil! Mi papá es el más listo del mundo… pero bueno… me pierdo. Como te decía soñé con tu llegada, dos días después el ayudante de mi papá se marchó dejándole a él solito en la consulta. ¿Tú sabes curar como mi papá?

-Si! Al menos pienso que sabré… ¿pero como sabes tantas cosas?

-¡no lo sé! A veces tengo sueños que se cumplen, no siempre son buenos como me gustaría que siempre fueran. Pero yo no puedo hacer gran cosa respecto a ello. Mis anteriores padres, le daba miedo mis extraños sueños… pero mi papá es tan bueno que me cree y siempre me hace caso.

-¿tus anteriores padres? Alice, entonces el Dr. No es tu padre verdadero?

-¿no te lo acabo de decir? Pufff! Al final no eres tan listo como pensaba…. ¡Claro tontito!. El Dr. Cullen no es mi padre. También soñé con él y vine en su busca, antes de que mis padres me abandonaran por creerme loca.

-Bueno Alice! Algo loca sí que estas… ¿No te han dicho que no debes hablar con desconocidos?

-¿Cómo te llamas?

-¿no lo soñaste?

-Ainsss! ¡Mira que eres!- Edward rió ante la actitud de la niña

-Edward Masen Jr., a tu servicio jovencita.

-Ves Edward, ya no somos desconocidos. Ya no estoy tan loca.- Edward no pudo reprimir más la risa.- anda sígueme que tienes que estar muerto de hambre.

-Si, la verdad es que sí. ¿No te regañara tu padre por llevar a un extraño?

-¡Edward! Eres o te haces

-¿Cómo?

- Que si eres sordo o te haces pasar por sordo ¿no te he dicho que mi padre te está esperando?

-Anda! Condúceme hasta tu padre y ya resolveré con él todas las dudas que has implantado en mi cerebro.

-Ains! Mira que eres rarito… pero aún así se que te voy a querer un motón.

-¿No sé por qué? pero esa predicción, sí que me la creo a pies juntillas.

-¡tonto!