Un espacio vacío

1

Karamatsu murió un día después de que le confesara mi amor.

Ya han pasado tres años desde aquello. Pero, en el futon, todos seguimos guardando su espacio. En la mesa, mamá le sirve a seis personas mientras ella y papá comen en un cuarto aparte. En los baños públicos y con Chibita, hay un espacio libre entre Choromatsu y yo.

Él ya se ha ido. Y sigue con nosotros, sin embargo.

No hemos hecho ningún altar. Tampoco nos hemos deshecho de ninguna de sus pertenencias, aunque nadie de nosotros las toca. En el aniversario de su muerte nadie dice nada al respecto, ni siquiera hemos ido a su tumba una sola vez. De vez en cuando mamá y papá llevan flores, pero nunca nos han invitado a ir con ellos tal vez porque temen de cómo reaccionaremos. Yo mismo no sé cómo respondería. Tampoco tengo idea de la respuesta del resto. Desde que él murió, no hemos podido actuar igual entre nosotros a como era antes de que ocurriera. Seguimos hablando y perdiendo el tiempo, pero ni siquiera holgazanear se siente igual.

Ya nada es igual.

…Era un día soleado y ardiente de verano cuando él subió al tejado y se sentó junto a mí. Incluso antes de "aquello", eso no era común. Pasábamos tiempo juntos y nos entendíamos un poco mejor que con el resto, sí, pero tampoco buscábamos momentos para estar ambos a solas. Sin embargo, lo permití sin cuestionarlo. Pasaron varios minutos antes de que Choromatsu por fin dijera algo:

— Hoy hace realmente mucho calor.

¿En serio buscaba hablar del clima? "¿Eso crees?", fue mi respuesta y le siguieron varios minutos más en silencio.

— ¿Qué? — Pregunté.

— Nada, es solo que…— Su frase se cortó.

— ¿Qué?— Repetí sin ganas.

— Bueno, hace unos días hablé con mamá y me di cuenta que ya es hora.

— ¿Hora de qué?— bien, eso empezaba a molestarme.

— De… Uhm, quizás empacar las cosas de Karamatsu-niisan y… Ya sabes…— Miraba abajo, como si intentara evitar mi vista, pero yo no le veía más de dos segundos seguidos—. Deberíamos dejar de… De guardar su espacio a la hora de dormir y comer y… Y Chibita, él mencionó que si podía, le gustaría quedarse con la guitarra de Karamatsu-niisan así que… Así que…— Tomó aire profundamente mientras mantenía los ojos cerrados. Soltó la última frase, con una voz aguda que no escuchaba desde que éramos niños—. Osomatsu-niisan, ya es hora de dejarlo ir.

Apenas terminó de hablar, se sintió como si el ambiente lo inundara una espesa niebla invisible e incómoda.

Él volteó, dubitativo, hacia mí. Por su mirada estoy seguro de que esperaba una mala respuesta de mi parte. Tal vez gritos, no lo sé. Pero lo único que hice fue decir, mirando al frente:

— Ya veo. ¿Ya has hablado con el resto?

— ¿Eh? S-sí. Ellos están de acuerdo.

— Entonces bien. — Me puse de pie para ir a la escalera y antes de bajar, volteé atrás—. Ah, también deberíamos hacer un altar ¿No lo crees? Es casi grosero que no lo hayamos hecho ya antes.

"S…Sí…"— Alcancé a oír, luego perdí a Choromatsu de vista.

Karamatsu murió hace tres años, un día después del día blanco.

También, fue un día después de escuchar mi confesión.

No he podido hablar con Ichimatsu al respecto, pero sé que él fue el más afectado de todos. El día del funeral, ni siquiera se presentó. Estuvo fuera hasta que la última persona expresó su pésame, y ya en la noche cuando reapareció, no nos dirigió la palabra ni la mirada antes de irse a dormir. Ni siquiera había pensado en eso, hasta que vi a Ichimatsu guardar distancia entre él y Todomatsu en el futón, suficiente para que otra persona de nuestra complexión cupiera. Entonces me di cuenta lo destrozado que estaba. Su dolor quizás no lo pueda llegar a comprender si quiera. Es extraño que alguien tan depresivo como Ichimatsu pueda verse incluso más miserable, pero desde que Karamatsu murió, él de alguna forma lo ha logrado.

A veces creo que sus sentimientos por nuestro hermano son parecidos a los míos, pero a veces también creo que él nunca pudo hacer las pases. Nunca pudo disculparse.

Quizás Karamatsu murió pensando que Ichimatsu lo odiaba y eso es lo que tanto atormenta a este chico. Nunca lo sabré.

Ese día, en el que un calor molesto y enfermizo invadía nuestra casa, encontré a mi tercer hermano sosteniendo una chaqueta de cuero negro entre sus manos, en nuestra habitación vacía.

— Hey. — Saludé mientras entraba. Ichimatsu limpió sus ojos con su manga pero fingí no darme cuenta—. ¿Empacando?

— ¿Eh?

— Ah, Choromatsu dijo que ya había hablado con todos sobre eso…— Dije incómodo. Tal vez Ichimatsu aún no lo había aceptado. Pero luego, él asintió con la misma desgana que la mía.

— Solo estaba…— Creo que acabó de hablar en su mente, pero se le olvidó decirlo en voz alta. Me senté a su lado, guardando un poco la distancia.

— Nunca entendí su sentido de moda. Aun así, debo admitir que esta chaqueta lucía bien en él. — Comenté sonriendo, pero Ichimatsu no me respondía—. Eh…— Vi una caja de cartón delante de él, con ya varias cosas de nuestro hermano, y cogí unas gafas negras—. Cuando se las ponía a juego con esta cosa parecía algún tipo de matón ochentero ¿No? Y su cinturón, era lo más doloroso de todo jaja.

Abrí las gafas, y se las puse a Ichimatsu, quien por primera vez volteó a mí.

— Se te ven bien… También la chaqueta. Aquella vez que ustedes fingieron ser el otro, se te veía muy bien su ropa ¿Sabes?

Él bajo su rostro. Entonces, puse la chaqueta de Karamatsu sobre sus hombros.

—Nunca lo abracé. — dijo él en una voz apenas audible—. Desde que éramos niños, nunca lo volví a abrazar ni una vez. Nunca le agradecí por ser considerado conmigo, aunque lo tratara de esa forma…— Vi pequeñas gotas cristalinas que recorrieron sus mejillas de pronto, saliendo debajo de las gafas de sol—. Él seguro pensaba que yo lo odiaba.

— No, no es así-

— Sí, yo…— Ichimatsu tomó su cabeza con ambas manos y empezó a tirar de su cabello—. Yo lo ahuyenté. Le hacía imposible quedarse aquí, Osomatsu-niisan… Yo lo maté. — Sollozó entre lágrimas. Me acerqué a abrazarlo, pero él seguía recriminándose por más que yo lo negara—. Si se hubiese quedado en casa, entonces nunca hubiese tenido ese accidente. Él estaría aquí con nosotros, Osomatsu-niisan… Lo maté yo, yo tuve la culpa. Maté a nuestro hermano… Yo lo maté…

Puse su cara en mi pecho y acaricié su cabello. Ichimatsu dejó de hablar pues el llanto se lo impedía. Lloró en mi pecho, como nunca lo había hecho ni siquiera de niño. Pude sentir su agonía. Él dejó salir hasta la última lágrima que había contenido hasta entonces. Y no paró hasta muy avanzada la tarde.

Karamatsu murió hace tres años. En un día demasiado nublado como para salir a dar un paseo. Mientras cada uno de nosotros estaba por nuestra cuenta.

Fue un día luego de que me confesara.

A pesar de que Jyushimatsu y Todomatsu son los menores, pudieron soportarlo mejor de lo que Choromatsu y yo hubiésemos pensado. El día luego del funeral, Todomatsu se acercó a mí y me abrazó. "Lo siento" dijo, pero nunca supe a qué se refería. Jyushimatsu fue quien tomó las cosas de Karamatsu que habían quedado descuidadamente olvidadas en el cuarto, y las colocó gentilmente en un rincón de la habitación. No las habíamos movido hasta ese día.

— ¿También empacamos esto?— Preguntó Todomatsu, refiriéndose a la sudadera azul que se encontraba colgada en el armario. Sabía de qué hablaba. Eso es lo más representativos de Karamatsu para nosotros, pero quizás es lo que nos tenía más atados a él. No sabía si era buena o mala idea dejarlo ahí, así que solo encogí los hombros y continué metiendo su espejo de mano en una caja.

Choromatsu hablaba con nuestros padres a solas. Jyushimatsu e Ichimatsu habían ido con Chibita para entregarle aquello que había pedido amablemente. ¿Quizás él sepa tocar guitarra? Quizás, solo quiere un objeto material que lo haga sentir cercano al chico que tal vez era una de las personas que han sido amables con él. Igual como nosotros deseábamos desesperadamente, mantener su recuerdo atado por siempre a nuestro lado.

— Ah, uhm… ¿Puedo quedarme con esto?— Todomatsu cogió el espejo de mano de la caja que yo sostenía. Lo miré incrédulo, y él empezó a explicarse—. Bueno… Karamatsu-niisan y yo, ambos éramos muy cuidadosos de nuestro aspecto, y… era lo poco que teníamos en común así que… Pensé que…— Sonrió nervioso, pero al instante su sonrisa se desvaneció—. Quizás no es buena idea.

— No, si quieres quédatelo. — Le dije antes de que volviera a ponerlo en la caja. Él me obedeció, como si de alguna manera necesitara mi permiso—. Totty.

— ¿Si?

— Aquel día… ¿Por qué te disculpaste conmigo?— Asumí que sabría a qué día me refería sin necesidad de especificarlo y tuve razón, por lo que noté en su rostro de inmediato. Algunos rastros de la expresión que tenía cuando me abrazó esa vez hace mucho tiempo.

Puse la caja en el piso, pero mi hermano parecía dudar de su respuesta.

— ¿Qué ocurre?… Todomatsu.

— Eso fue…— Desvió la vista—. Fue por… Lo de la revista.

— ¿Ah?

— Cuando te golpeé con ella hace tiempo.

Pude notar como sus mejillas se coloreaban de rojo. Parpadeé antes de caer en cuenta. Ah… se refería a la vez que Choromatsu consiguió trabajo y se fue de casa…

— ¿Aún recuerdas eso?— Él asintió cabizbajo.

— El día en que Karamatsu-niisan…— Dejó un espacio que comprendí bien—. Ese día, lo último que le dije fue que "era muy molesto". No pude disculparme.

—…Totty…

—También, ese "lo siento" era por la forma en que los he tratado todo este tiempo. Siempre me creí superior a ustedes o los ignoraba. Nunca pensé en lo realmente afortunado que soy de tenerlos. Sin ustedes, no sé qué sería de mí. — Con su cabeza agachada cual cachorro, que me recordaba tanto a cuando estábamos en la escuela y siempre le molestaban antes de que Karamatsu y yo lo defendiéramos, no supe qué hacer para demostrar que lo comprendía, más que poner mi mano en su espalda, acercarlo a mí para un pequeño pero significativo abrazo. Tras darle unas cuantas palmaditas, nos separamos.

—Bueno…— Él tomó la caja del piso, avergonzado, y dio media vuelta—. Voy a llevar esto abajo.

Mientras salía del cuarto, pude notar como pequeñas lágrimas se escapaban de sus ojos.

Creo que él ya ha logrado estar en paz con Karamatsu.

Un día nublado luego del día blanco y de haber escuchado mi confesión, mi hermano y el chico del cual he estado enamorado desde hace ocho años, murió.

Su cuerpo fue encontrado en el canal de agua a donde acudía de vez en cuando.

Tres años luego de eso, le hicimos un pequeño altar en la planta baja de nuestra casa. Hemos decidido que comeremos con nuestros padres, para dejar esa habitación vacía. Sus cosas están guardadas ahí. Mamá preparará comida para siete personas contándola a ella y papá, sin embargo, le servirá un plato a Karamatsu cuando haga su comida favorita. En el cuarto aniversario de su muerte, pensamos visitarlo todos por primera vez.

Luego de tanto tiempo, creemos que ya era hora de dejarlo descansar en paz.

Esa noche, antes de dormir, todos pasamos a su altar en privado. No sé qué es lo que mis hermanos hablaron con él, pero cada uno tenía rastros de haber llorado al salir. Cuando uno regresaba y antes de que el siguiente fuera, nos dábamos ánimos.

Creo que finalmente, esta familia empezará a sanar.

Yo fui el último en pasar, cuando Ichimatsu regresó a la habitación. Él fue quien tomó más tiempo.

Mientras descendía las escaleras con lentitud, pensé en muchas cosas que quizás le diría una vez habría llegado. Todomatsu sugirió que escribiéramos una carta para él, así que yo llevaba la mía en el bolsillo de mi abrigo. Son muy pocas palabras, tal vez hable el resto. ¿Lloraría? ¿Reiría? En ese momento no lo sabía.

Entre menos escaleras veía delante de mí, es extraño, pero me parecía poder visualizar a Karamatsu esperándome en ese cuarto. Sonriente, sentado, ansioso.

"Has escogido ser el último, niisan."

Sí, es que quería tomarme mi tiempo.

"Está bien, te espero, Osomatsu."

Quedaban pocos escalones. Uno. Dos. Por fin estaba frente a la puerta. Tomé la perilla para deslizarla… Y me detuve.

"¿Osomatsu?"

Pero no entré.

"¿Eh?"

Lo siento, no puedo.

En lugar de abrir, me di la vuelta y fui corriendo hasta el baño. Me encerré ahí, esperando que nadie me hubiese visto, y me dejé caer al piso mientras me recargaba en la pared detrás de mí. Las lágrimas corrieron por toda mi cara, dejando un sabor salado en mi boca, que abría para poder respirar bien. Sentía que me hundía, estaba mareado, con una presión horrible en el pecho.

No podía. No puedo.

El chico que amo está dentro, en aquel cuarto y espera que me despida de él. Tal vez no esté esperando absolutamente nada más que eso. Pero no puedo. Así como hay muchos "te quiero" y "lo siento" falsos, si en ese momento decía "adiós", sería falso también. Todos los días estaría pensando en él, como hasta ese momento. Aunque el espacio vacío ya no existiera entre nosotros a la hora de dormir o comer, aún habría un hueco en mi interior y siempre estaría ahí.

Quizás Ichimatsu, Choromatsu, Jyushimatsu y Todomatsu lo hayan superado. Quizás también nuestros padres, pero Karamatsu, yo no. Intenté fingir que sí, deseando que se volviera verdad.

No importa si yo mismo me hundo. No quiero dejarte ir.

No quiero dejar de amarte.

Aún si no hay nada en él, no puedo dejar atrás el espacio vacío que dejó tu muerte.