"¿Annabeth? Mañana es ese examen, ¿no? Ahm...hablaba para desearte suerte...Vale, te quiero. Adiós." Cuando Percy cuelga el teléfono se da cuenta de que eso fue muy raro. O tal vez hay algo que no acaba de hacer click en su cabeza, como siempre. Sabe que no debería llamarle a su mejor amiga a las tres de la mañana de un martes para desearle suerte en un examen que ni siquiera sabe de qué materia es -tal vez sí debería pero es raro porque últimamente solo se fija en que Annabeth no para de enrollarse las mangas del cardigan porque mueve mucho los brazos cuando habla o en cómo sus ojos se iluminan cuando empieza a hablar de edificios con arcos raros y columnas extravagantes o en cómo le hace para lucir tan mona todos los días a pesar de que sabe que siempre se duerme tarde cuando se pone a ver esas revistas de planos tan aburridas- y es entonces cuando ese algo hace click en su cabeza. Le ha dicho que la quiere. Claro, no es la gran cosa porque se lo dice a su madre todos los días y a Rachel cuando pasan muchos días sin verse; pero no a Annabeth, porque de alguna forma, se siente diferente. Se pasa la mano por el cabello y se tumba en la cama. "Tal vez lo dejará pasar, tal vez no se dé cuenta." Pero en el fondo espera que no lo haga, porque es Annabeth, nunca deja nada pasar.
