Aclaraciones y advertencias
Más que posible OoC y un puñado de OC.
Cualquier parecido con la historia de cierta chica de cierta saga de libros increíblemente famosa es mera coincidencia.
Este relato ocurre en un universo alterno del mundo ninja, donde las aldeas nunca se formaron y los ninjas continuaron separados por clanes. Al no haber un poder militar centralizado los grandes países jamás pudieron formarse, así que el mundo sigue divido en feudos o provincias, gobernados por señores feudales o daimyōs.
.
..
...
Noventa y seis días de marcha
...
..
.
Cuarto informe de Shiro Inu. Mensaje encriptado y protegido por un sello de nivel 3. Entregado directamente al consejo por un chunin infiltrado en la ciudad de Kobe, prefectura de Gisa, a un día de marcha ninja del campamento actual.
Rumores confirmados. Emperador del país del Hierro Asesinado. Los Ōtsutsuki ahora controlan las tierras samuráis. Continuaremos con las ordenes. Estableceremos negociaciones tan pronto sea posible. Fin del mensaje.
.
..
...
Una ligera lluvia de abril golpeteaba sobre la lona de la tienda y las hojas de los árboles. Tambores lejanos que anunciaban la desdicha.
—¿Has escuchado Hinata? —la voz severa, dura como el hielo del invierno.
—Sí, padre —dice Hinata levantando la cabeza—. Lo siento —se disculpa sin tener una razón real para hacerlo. Un reflejo que tiene desde la niñez. Desde el día en que su madre murió.
Se frotó las manos con ansiedad, el frio le quemaba los dedos, pero esa no era la razón por la que temblaban.
—¿Entiendes lo que te acabamos de decir? —Hiashi Hyūga sentado en el centro de una larga mesa. Los integrantes del consejo a su izquierda y derecha. Los cinco jefes de las distintas ramas de la familia Hyūga, ninguno es especialmente mayor, no es de extrañar en esta época donde morir de viejo se considera una deshonra. Como así lo atestigua la tercera silla a la izquierda de su padre. Seis sillas, seis ramas. Una vacía, como el corazón de Hinata.
Su hermana Hanabi, de pie detrás de su padre. Los ojos vivaces y traviesos, la boca torcida en un gesto capaz de desafiar cualquier adversidad.
Hinata se sentía como en un juicio. Arrodillada sobre el tatami, frente a ojos acusadores que ya habían decidido su sentencia. No tenía ningún derecho a apelar. No había atenuantes que valieran y el jurado estaba en contra suya.
Su destino ya estaba decidido.
—Lo entiendo… —dijo Hinata agachando la mirada. Un fuerte viento golpeó la tienda y las flamas de las lámparas de aceite parpadearon en sus jaulas de cristal. Las sombras bailaron con el fuego hasta que la lona dejo de temblar.
—Entonces puedes marcharte.
Asintió en silencio, la mirada en el piso. Se levantó lentamente, realizó una reverencia y salió hacia la fría llovizna.
...
..
.
Hinata, recostada en su cama, abrazaba su almohada como si fuera su mejor amigo. El chirrido de los grillos era el único sonido que se escuchaba en la noche. El campamento guardaba silencio, tan deprimido como ella.
Pensaba que sentiría algo cuando recibiera la noticia. Sabía que ocurrirá tarde o temprano. Sin embargo, cuando finalmente paso no sintió nada. Debería sentirse aliviada, siempre le aterró la idea de ostentar el cargo. O debería estar enojada, su familia estaba degradándola como habían hecho con su primo. Debería estar indignada, estaban intercambiándola como a una mercancía. Pero no sentía nada, como si todo hubiera perdido el sentido.
—¿Por qué estas a oscuras? —la enérgica voz de su hermana reventando sus tímpanos. El aire frio inundó la tienda con el olor a tierra húmeda. Hanabi encendió una lámpara y la luz anaranjada bañó la tienda de las princesas Hyūgas. Una tienda austera y carente de personalidad, más por necesidad que por gustó. Sólo había dos catres, unas cuantas almohadas y un baúl al fondo donde estaban las pocas pertenencias de Hinata y Hanabi. Colgó la lámpara en un perchero y se sentó en su cama, frente a la de Hinata, que arrugó lo ojos frente a la repentina luz— Otra vez llorando ¿Eh?
Hinata se tocó las mejillas, sin darse cuenta de que había estado llorando. Limpió con sorpresa sus propias lágrimas, escondiendo su rostro en la almohada.
Su hermana la miró en silencio.
—¿Me odias? —le soltó de pronto.
—¿Por qué habría de hacerlo? —dijo levantando la vista de su almohada, pero sin mirar a Hanabi.
—Tienes razón —dijo con una sonrisa irónica en su cara, se recostó en su cama y cruzó sus manos sobre su nuca—. Después de todo, tú nunca quisiste ser la líder del clan. Debes incluso estar feliz, tu vida será mucho más fácil de ahora en adelante. No tendrás que preocuparte más que por verte bonita.
Hinata no dijo nada, las palabras de Hanabi deberían molestarle, pero sólo hacían eco en el vacío.
Su hermana miró el vacío de sus ojos e intentó adivinar que había detrás de ellos.
—¿O acaso aun lloras por nuestro primo? —Hinata apretó la almohada ante la mera mención—. Murió como un héroe ¿Lo sabes?
Hinata lo sabía.
Hyūga Neji. El ultimo prodigio ninja. Durante la última batalla, él y unos ninjas más se habían quedado atrás para cubrir la retirada del clan Hyūga. A pesar de que pertenecían a la primera rama, Neji y su padre fueron relegados a la última rama, por cuestiones meramente políticas. Su tío, y padre de Neji, era líder de la sexta rama, pero había muerto hace tiempo cumpliendo una misión para el clan. Sin más opción Neji paso a convertirse en el nuevo líder de la sexta rama; pero murió de la misma forma que su padre. Dando la vida por un clan que siempre lo despreció y lo trató como si fuera un ninja de segunda, igual que a ella.
Demasiado débil para ser la heredera del clan, demasiado inocente, toda una inútil. Dominaba las técnicas Hyuga tan bien como su hermana, sus movimientos eran gráciles y fluidos, sus sentidos eran agudos y podía responder con rapidez ante lo imprevisto. Su cuerpo era un ninja ejemplar de pies a cabeza, pero su alma era la de un animalillo asustado. Nunca había podido matar a nadie, aunque su vida y la seguridad de su clan dependieran de ello. No podía manejar el estrés, ni la presión. Su mente se nublaba cuando alguien la confrontaba. Las visiones de sangre, carne abierta y muerte le causaban pesadillas. Visiones que eran muy comunes en estos tiempos.
Demasiado frágil. Nunca pudo con el peso de las expectativas que su familia y su clan ponían en ella. Cuando su padre le dio la espalda y se centró en Hanabi, que parecía mostrar más talento que ella, se sintió como si hubiera caído en un pozo profundo y oscuro, con el agua llegándole hasta el cuello. Y se había cansado de nadar, se había cansado ya hace demasiado tiempo.
Su primo fue el único que le tendió una mano. Le ofreció comprensión, llegó a llorar en su hombro y volvió reír con su compañía. Llegó a sentir que sólo él podía entenderla. Neji se había convertido en su única y verdadera familia.
Pero se había ido y Hinata volvía a estar atrapada en aquel pozo, con el agua fría quemado su cuello como una soga, y con el impulso cada vez más creciente de dejar de nadar y que el peso de su desgracia la hundiera hasta el fondo.
—Sé que estabas enamorada del primo Neji, pero el tiempo para lamerse las heridas se te ha acabado.
Hinata apretó los puños. En su clan no era nada raro que incluso primos-hermanos se casaran entre sí. Era una forma de mantener pura a la familia, decían. Hinata estaba segura que quería a su primo muchísimo, era el único sostén de su vida después de todo, pero no estaba segura si lo quería de esa manera, y en este punto no quería averiguarlo.
Pero si él no hubiera muerto y ella ya no tuviera la obligación de ser la heredera del clan. Si él siguiera vivo y hubieran compartido más tiempo juntos, tal vez… sólo tal vez…
—Tienes que cumplir con tu deber.
Lo sabía.
—Sé que lo de "Preocuparte por verte bonita" sonó a insulto. Pero lo dije en serio. Pareces un espíritu en pena, hermana, y verte bonita para el príncipe Ōtsutsuki es importante.
Lo sabía. Hinata lo sabía. Y aquello era lo que la hacía sentirse más ahogada. Neji hubiera querido que ella cumpliera su deber con su clan, justo como él lo había hecho.
—Una alianza con los Ōtsutsuki es la única esperanza que le queda a nuestro clan. Así que si no le gustas al príncipe Toneri estamos perdidos.
Lo sabía; al igual que ahora sabía que las expectativas y obligaciones no se iban a ir a ningún lado sólo porque había dejado de ser oficialmente la heredera Hyūga. No se habían ido a ningún lado, sólo habían cambiado.
—Sabes lo que él hubiera querido que hicieras.
—¡Lo sé! —gritó una voz que le resultó ajena a Hinata.
Hanabi abrió los ojos con sorpresa. En el propio rostro de Hinata había sorpresa. No era la clase de persona que tuviera arrebatos. Siempre callada, siempre educada, siempre dócil. Las lágrimas comenzaron a desbordarse por sus ojos, intentó contenerlas en vano, y triste y odiándose a si misma por su debilidad, le dio la espalda a Hanabi, se escondió entre sus sabanas y lloró a mares sobre su almohada.
Lo sabía. Pero lo que más le dolía no era que tuviera que casarse con un total extraño o que Neji ya no estuviera allí. Lo que le dolía, era que Neji se había convertido en aquello que la había estado atormentando toda su vida. Era un ladrillo más en aquel pozo de sufrimiento. Un ladrillo que tenía escrito con sangre "Es tu obligación. Tu deber como Hyūga". Era lo único que su amado primo le había dejado. Una expectativa más. Otra obligación más.
Pero es lo que quería su primo. La única persona a la que había sentido querer de verdad y que la había querido de igual manera. Y si eso quería, ella lo haría; aunque le rasgara el alma, aunque le quitara la vida, igual que a él.
