Los personajes aquí utilizados no me pertenecen, son obra de Rumiko Takahashi. Lo único aquí que es mío es la historia.
Advertencia: El siguiente fic contiene contenido sexual y no es apto para menores de edad, ni para personas sensibles a esos temas. Si continuan leyendo será bajo su responsabilidad.
Fic participación del Torneo Erótico del Verano 2015 del foro de InuYasha: Hazme el Amor. Me tocaron las siguientes dificultades, repartidas en este capítulo y el segundo:
· Estampa, manos, pantalones, emoción, cojín, America, mantel, plato hondo, aire central, liga.
· Invierno.
· Vivero, acuario, restaurante de ramen, casa hogar, templo budista.
· Purpura, rosa, celeste, amarillo.
Capítulo I: De vacaciones y herencias perdidas.
El sonido de unos tacones retumbaba en un piso de madera. El dueño de la lujosa casa estaría más que molesto al ver los horribles rayones que ahora "decoraban" su siempre perfecta estancia, pero a la mujer que caminaba a paso acelerado parecía importarle muy poco lo que pudiera provocar. Empujó la puerta de roble con la menor violencia que pudo, y contempló al hombre que, pacíficamente, estaba sentado en su escritorio leyendo su recién traído periódico. Ella avanzó con elegancia y seguridad (quizá también con algo de altanería), y colocó varias carpetas sobre la hoja que estaba leyendo su hermano mayor y jefe, logrando así que sus ojos se fijaran en ella.
—¿A qué debo su presencia, mi querida vicepresidenta? He escuchado sus zapatos pasearse por mi casa y supongo que piensa pagar por los daños que haya causado en mi valioso piso —. El sarcasmo que había usado era reafirmado por el gesto burlón en su rostro, además de esa pizca de malicia que siempre cargaba con él. A ella le causaba rabia verlo así, sabía que era peligroso incluso cuando se mostraba tranquilo. Probablemente, lo que más odiaba era el parecido, un parecido físico y mental y que para su desgracia, era imposible de esconder. Desde que era pequeña sus padres decidieron mandarla a la misma escuela que a su hermano a pesar de que ella expreso su preferencia por una escuela con un plan de estudios más a su gusto. Para su suerte sólo tuvo que soportarlo en la educación básica, debido a que su promedio no era tan "perfecto" no pudo mantener el paso de las escuelas de alto rendimiento. Aún así siempre le habían dicho el gran parecido que había entre ellos, tanto, que tan sólo al ver su maldito apellido y darle un vistazo rápido, intuían su parentesco. El cabello negro, la piel blanca y los ojos rojos simplemente no le eran una combinación tan exótica.
—Y un carajo Naraku, te puedes meter tu piso por donde te parezca mejor. Vengo a presentar mi renuncia. Al fin te dejo a ti y a esta maldita empresa familiar de la que nunca quise formar parte —Naraku colocó su codo en el escritorio, recargando ligeramente la barbilla en su mano y arqueó una ceja fingiendo no entender a su hermana.
Ella bufó molesta, colocó ambas palmas en el escritorio y lo miró retadora. — Sabes perfectamente de qué te estoy hablando, oficialmente he cumplido el lapso que mi padre ordeno que trabajara en la empresa familiar. Sino fuera por culpa de ese maldito testamento mi parte de la herencia nunca habría quedado congelada. Ahora soy libre de hacer lo que me dé la gana, así que ¡Renuncio! ¿Lo necesitas más claro?
—Ah, claro, ahora tienes derecho a tu parte de la herencia y por eso nos abandonarás en una época tan llena de trabajo. Oh, Kagura, hermanita, nunca te creí alguien tan codiciosa — Negó con la cabeza, fingiendo indignación mientras acomodaba el reloj en su mano izquierda—, pero si deseas irte no soy quién para detenerte, así que puedes largarte, después te paso la factura de los daños que causaste a mi piso. — Con un movimiento retiró las carpetas y continuó su lectura.
Eso la tomó por sorpresa, pero prefirió no demostrarlo. La facilidad para dejarla ir y darle una libertad que merecía pero que él le negaba, le daba mala espina. Sin embargo, decidió dejarlo por la paz, pues tarde o temprano la trampa que seguramente su hermano le tendía iba a dejarse ver. Le dio un último vistazo, se levantó lentamente y una sensación incómoda la hizo observar su palma derecha, una ridícula estampa se había adherido a ella, y además tenía un grabado japonés de una posición sexual parecida a la cucharita.
— Por poco pierdes esta, Naraku — Kagura habló en un tono burlón poco discimulado. — ¿Tanta falta te hace falta una mujer en tu vida que tienes que recurrir a coleccionar esto?— Mientras reía le mostró la que fue una compañera temporal de una de sus manos, agitándola ligeramente para llamar su atención.
A Naraku el sonido le era familiar, sólo por eso le devolvió la mirada, pero al ver con detenimiento lo que había agitado frente a él, volvió a ver el papel en su escritorio.
—No te equivoques, Kagura. Mi colección de estampas de grabados japoneses abarca mucho más que sólo posiciones sexuales. Sólo que ves cosas que no son, tal vez sea el tic tac de tu reloj el que te hace mal pensar —. Él le regaló un tono burlón y una risilla que Kagura no pensaba tolerar.
Se dispuso a por fin largarse de ese lugar, ya harta de oír a su hermano. Agitó su mano para quitarse la estampa y también se retiró los zapatos. Lista para irse, tomó un respiro profundo y se dirigió a la puerta.
Ya afuera de la casa Kagura se reprochó el no haberle contestado a la ofensa, pero simplemente a él no le incumbia su vida sexual. A pesar de los muchos intentos de Naraku por ahuyentar a sus pretendientes, ella se las ingenió para tener encuentros casuales y bastante divertidos que nada le envidiaban a nadie. Aunque había probabilidades de que estuviera enterado y la verdadera burla fuera para su habilidad para mantener una relación estable.
— ¡Bah! He tenido cosas más interesantes que hacer. — Subió a su auto, de un bello tono de púrpura que le recordaba la lavanda y la lograba relajar un poco en su día a día. Acarició la piel de los asientos. Nunca le había agradado del todo ser rica, pero darse comodidades de ese tipo le gustaba. Además, le daba la libertad de dedicarse al arte, que era su verdadera pasión, sin tener que preocuparse de si ganaba dinero de ello o no. Ya ansiaba entrar a alguna compañía de danza y mostrar qué tan buena podía ser, pero antes, decidió tomarse sus primeras vacaciones reales lejos de su hermano y para ella, sería posible realizarlo en otro continente. Subió al auto y puso en marcha el motor. Una de sus amigas le había dicho que América era muy bonita, específicamente Brasil. Bajo este consejo, Kagura se había apresurado a comprar su boleto de avión. Sólo esperaba que ahí el invierno no fuera tan frío como en Japón ya que eso de andar abrigada no le cuadraba del todo, lo que siempre le costaba uno que otro resfriado, nada deseable para unas vacaciones llenas de diversión y locura.
Teniendo tiempo antes de que saliera su vuelo, Kagura optó por vagar un poco para despejar su mente. Era un cambió muy grande el dejar a su hermano y todavía no cabía en ella la idea de que finalmente tenía toda la libertad del mundo.
No buscaba nada en especial, sólo quería recorrer la ciudad. Así que al ver lo que considero un lindo lugar para estacionarse no lo pensó dos veces. Pero cuando notó en donde estaba, un pinchazo en el pecho la hizo tragar saliva. Había terminado frente a un templo budista. Kagura no practicaba ningún tipo de religión, pero precisamente en ese templo habían salido por coincidencia los monjes que oraron por sus padres. Era un lugar muy grande y atractivo. Se notaba la dedicación que le tenían para que permaneciera en buen estado. Decidida y guiada por la curiosidad, entró. Sin embargo, fue uno de los jardines los que habían acaparado su atención. Era como si el aire en el lugar simplemente la relajara y la invitara a pasar. Se dejó llevar por el viento y cedió ante el. No se encontraba segura su irrumpía las reglas al estar ahí, pero de tener problemas, se las arreglaría con la excusa de que se perdió o que deseaba dar alguna donación.
Unas voces la sacaron de su trance y algo sorprendida dedicó ocultarse sólo para no molestar a quiénes estuvieran conversando.
— Sólo será un funeral sencillo. En cuanto terminen su trabajo siéntanse con la libertad de contactarme y pedir el pago que deseen. — El hombre lucía bastante tranquilo para estar solicitando un servicio funerario. A pesar de tener toda la fachada de alguien inexpresivo, Kagura creía que era bastante raro toparse con personas así.
El monje parecía no estar de acuerdo, pero ante la falta de respuestas pareció terminar cediendo; Kagura rodó los ojos aburrida, esperaba toparse con algo más entretenido en cuanto vio el par de ojos ámbar que resaltaban en la oscuridad. Su dueño resultó ser un hombre alto, de cabello corto y en tonalidad plata. No cabía duda que el sujeto era atractivo y tal vez darle otro vistazo no estaría mal. Eso le ayudaría a llevarse un buen recuerdo de su país natal. Volteó una vez más a donde se supone debían estar el monje y el objeto de su deleite para la última mirada sin tener el resultado deseado.
De repente, por un segundo, una sensación de advertencia recorrió su columna vertebral, sobresaltándola y haciéndola girar de forma agresiva el rostro para toparse con las facciones que había buscando anteriormente.
— ¿Por qué estabas espiando? — El hombre que ahora estaba frente a Kagura respondió molesto, probablemente por las miradas indiscretas de ella. La postura recta, un traje impecable y una mirada que hacía alarde de superioridad, despertaban en Kagura una ligera sensación de estar siendo rebajada con mucha facilidad.
—Yo no te espiaba —respondió fingiendo estar ofendida—. Creí que estaba en problemas por estar en este lugar y me aseguraba de que nadie me miraba. Así que no te sientas importante, veía al monje y no a ti —aclaró—. Con permiso—. Kagura imitó la postura del hombre frente a ella, mientras en forma burlona caminaba haciendo ademanes de modelo. Cuando al fin estuvieron lado a lado, ella siguió fingiendo estar ofendida—. Eres atractivo, pero no es motivo suficiente como para espiarte—. Y remató con una sonrisa con tintes de burla. Ignorándolo continuó su camino hasta su auto, sin embargo, la satisfacción de haber triunfado se esfumó al ver que había sido encajonada por una carcacha y un lujoso auto blanco.
Mientras tanto, el albino había quedado ligeramente molesto por la actitud de la mujer de ojos rojos con la que había tenido la desgracia de encontrarse. Es decir, a él realmente lo tenía sin cuidado que una mujer de apariencia poco peligrosa lo estuviera observando. Lo que lo había molestado era el hecho de escuchar una plática que consideraba no era de su más mínima incumbencia. Esto terminó convirtiéndose en la razón por la que había decidido encararla y, al parecer, la mujer en cuestión no sabía tener respeto por la privacidad de los demás. Tampoco sabía disculparse ni mucho menos llevarse bien con los modales, atreviéndose a burlarse de él con sus ademanes. Le restó importancia, después de todo, toparse con alguien así era una escasa posibilidad. Caminó a paso seguro y fuerte hacia la salida. Atravesó el jardín esperando encontrarse pronto en la tranquilidad de su Aston Martin One 77, pero su ensoñación fue rota al notar que la mujer de cabellera negra estaba frente a su auto, con una expresión de furia en el rostro y apretando fuertemente entre las manos un abanico de metal que al parecer hacía de llavero, abanico que amenazaba de alguna forma la integridad de su medio de transporte. Ella sintió la mirada y al encontrarse rojo con ámbar, fue como si una bomba estallara. Kagura caminó agresivamente en dirección del extraño, dispuesta a empezar una disputa y a regalar varias explicaciones de por qué es grosero encajonar a otra persona, sin embargo al llegar a su destino se quedó en posé de guerra: ambos pies bien plantados en el piso, el cuerpo ligeramente inclinado hacia enfrente y el típico dedo acusatorio. Se quedó con la palabra en la boca, sin poder empezar a hablar, el peliplata caminó en dirección a su auto, ignorándola por completo, abrió la puerta con tranquilidad y sin cerrar esta puso el carro en marcha. Kagura apretó los puños, mentalmente contó hasta diez y ya algo relajada se dirigió hacia el impasible hombre que parecía haberle dejado la puerta abierta para poderse disculpar con ella (o eso es lo que creía).
—¿Y bien? — La mujer se cruzó de brazos, esperando que le pidieran perdón.
Él arqueó la ceja y fue la única expresión que le dirigió. No dijo nada, tan sólo la observaba de reojo. Permanecieron así por largo rato, ambos esperando, hasta que la paciencia de la fémina se agotó y colocó con algo de fuerza la mano en el volante, tocando sin querer el claxon y rompiendo el ambiente de tranquilidad que el lugar emanaba. Kagura logró que uno de los monjes saliera del templo y se apresurara hacia la disputa, si es que así podía llamársele.
— Lo que me faltaba. ¿Por qué no sólo me pides perdón por encajonarme y ya? —. A pesar de estar ligeramente molesta, Kagura no perdía del todo su gesto burlón. Ni ella podía creerse la escena que estaba armando con alguien que ni siquiera conocía.
—Discúlpeme a mí, señorita. Llevaba tanta prisa que no noté que la había encerrado—. La voz detrás de ellos la hizo girar con un ligero rastro de sorpresa en el rostro. Al parecer el dueño de la carcacha era un monje —. El auto blanco ya estaba aquí cuando yo llegué, siento mucho las molestias que le causé, en un momento le dejo el camino libre.
—N-no se preocupe, está bien. Sólo creí que este tipo lo había hecho a propósito—. Se sonrojó ligeramente, un poco por la vergüenza y otro poco por el enojo. El albino pudo simplemente explicar que él no había sido el responsable, o mejor aún, evitarle al monje salir de sus importantes asuntos siendo él quién moviera el carro.
—¿Y bien?— El hombre usó la misma frase que ella utilizó antes, esperando que con eso lograra entenderlo.
Reconoció que ella fue la del error.
—Lo siento —respondió.
—No fue nada —
—Ni siquiera sé tu nombre y ya te envolví en una escena algo vergonzosa. Mi nombre es Kagura, mucho gusto—. Lo miró atentamente
El de ojos ámbar salió de la comodidad de su auto, sin cambiar la mirada de superioridad que poseía, observando siempre por encima del hombro.
— Soy Sesshomaru Taisho—. Remarcó su apellido con orgullo y presunción, esperando que ella completara su presentación.
Kagura hizo un gesto de molestia al notar que Sesshomaru quería que dijera su apellido. Ella reconoció el de él al instante, una razón más para no mencionar su nombre completo. Por suerte, fue salvada por la amable interrupción del monje, quién le anunció que el camino estaba libre y que ya podía irse con toda tranquilidad.
—Oh bueno, fue un placer, Sesshomaru. Debo irme—. Salió de la vista del albino lo más rápido que pudo. Caminó para después encender el carro y alejarse del bello templo que sólo debía haberle dado recuerdos melancólicos sobre sus padres, muy lejos del cómico momento que había protagonizado. Quizá los monjes tendrían al fin una anécdota divertida para la hora de la cena.
Una ducha caliente, un bocadillo antes de dormir, y su cama calientita era lo único que se le antojaba, condujo con tranquilidad hasta su casa, era pequeña pero no consideraba necesitar demasiado espacio para ella sola. entró sin prender la luz, estaba agotada de su mini aventura nocturna, haberle coqueteado al heredero del emporio Taisho hubiera sido mucho mejor que ponerse a hacer algo así como pelear con él. El recuerdo movió la curiosidad que la obligó a encender su computadora para buscar en voovle* en donde había escuchado el apellido Taisho. Sólo recordaba haberlo escuchado en la televisión, pero ante su poco gusto por los noticieros cambió el canal antes de ver la nota.
Se topó con información sobre los Taisho y su emporio en la botánica tradicional. Siempre revolucionando y entregando plantas de uso ornamental, medicinal, frutal y bonsais de primera calidad. Cliqueó aquí y allá hasta toparse con una fotografía del albino que le había robado la atención en el templo. Lucía un traje blanco y una corbata azul con detalles amarillos; de hecho la ropa le parecía irrelevante. Ahora podía declar que el hombre era endemoniadamente guapo y no sólo muy guapo como lo había pensado antes. Estuvo un buen rato vagando en Internet, viendo página tras página y quedando cada vez más prendada. Sólo decidió que era suficiente cuando se topó con un photoshop de un supuesto desnudo claramente falso, pero que la hizo cerrar el explorador con más velocidad que una ráfaga.
Se recostó en la cama y apenas sentir la suavidad de su almohada la hizo dormir, sin embargo, aproximadamente media hora después de haber caído en brazos de un Morfeo albino y de ojos dorados, de haber comenzado a saborear su bien esculpido cuerpo, una molesta vocecilla de conciencia le recordó que justamente esa noche debía tomar un vuelo a Brasil y debía dejar de pensar en que la parte inferior del traje del Taisho no era obra de un buen sastre ya que parecía quedarle demasiado ajustado en la parte de la entrepierna. Eso o que ella era demasiado fijada (era imposible que ese tipo realmente no usara algo perfectamente hecho a la medida), como fuera ella rogaba porque todos sus pantalones lucieran así, a pesar de que probablemente lucía mucho mejor sin ellos. ¿Qué tipo de ropa interior usa alguien así? Probablemente una tanga no, ni un boxer demasiado amplio, ¿Y de qué tamaño sería su "equipo"? Por lo que alcanzó a curiosear, no se debía esperar algo pequeño. ¿Qué sabor tendría? Algo que siempre la había caracterizado mientras estaba con sus amantes, eran los constantes halagos que recibía por la habilidad de su boca, y claro, no se referían a su gran oratoria. Fue algo que siempre la mantuvo orgullosa y la ayudaba a divertirse.
De un momento a otro, y sin saber cómo exactamente, estaba frente a Sesshomaru, apunto de bajar su pantalón y al fin quitarse la duda de cómo lucía realmente sin pantalón.
Entre tantas divagaciones olvidó de nuevo el recordatorio que había recibido, volviendo a dormir profundamente hasta que el deseo de un vaso de agua la hizo levantarse con los ojos medio cerrados y de mala gana por no haber podido completar su sueño. Pasó por el laberinto de sillones que representaba su sala, obstáculo obligatorio para llegar a la cocina, no le era complicado, conocía bien su casa por eso se sobresaltó al tropezar y verse de pronto en el piso. Encendió la luz de un aplauso para observar al objeto responsable de su caída, notando así las maletas amontonadas en la alfombra; entró en pánico, volteando a ver el reloj que le indicaba que su vuelo había salido diez minutos antes, cuando ella dormía y mojaba su ropa interior.
—¡Mierda!— masculló al tiempo que se levantaba de la aparente comodidad de su alfombra. Entre giros y saltos logró llegar hasta el mueble en donde tenía el teléfono y de paso también su boleto. Tecleó con la intensión de marcar a la aerolínea y discutir sobre las posibilidades de canjear su vuelo por otro. Después de una larga espera recibió la atención que requería, pero se decepcionó al escuchar que había elegido un paquete de viaje que no tenía reembolso y que no tenía otra opción que comprar otro, aunque había la posibilidad de ir directamente a la aerolínea el día siguiente y tratar de arreglar su situación. Colgó molesta. Decidió revisar la reservación en el hotel brasileño al que llegaría sólo para saber si había cupo para el día siguiente, de lo contrario lo mejor sería quedarse a vacacionar en Japón, o bien, buscar otro destino, pero, al parecer, el mundo complotaba para que ella no tuviera sus vacaciones de ensueño.
Un hombre normal estaría durmiendo a las 4:00 am, pero Sesshomaru Taisho no era un hombre normal. Su insomnio ni siquiera era producto de la reciente muerte de su padre que, aunque no lo admitiera, le dolía muy en el fondo. Lo que lo preocupaba era la reciente caída en las ganancias del negocio familiar y por más que aumentaba sus estrictos métodos, contrataba a los mejores científicos, botánicos y hasta importaba agua traída de quién sabe dónde, desde hacía medio año que todo iba en picada, un golpe fuerte para la fortuna que poseía. Para suerte de los muchos empleados, él siempre fue precavido y tenía suficientes fondos como para mantener la empresa (y su estatus) por largo tiempo, pero no dejaba de ser un golpe grande a su ego el no poder cuidar de unas tontas plantas.
Él siempre tenía algo qué hacer, pero tenía un ligero bloqueo mental que lo mantenía en una piscina de aburrimiento. Ya había hecho ejercicio, revisado el maldito papeleo, leído varios libros e infinidad de cosas que se supone deberían liberar a su mente de todo estrés, pero nada daba resultados. Encendió su laptop esperando encontrar algo entretenido en la red pero una pequeña notificación le hizo centrar su atención en el correo electrónico. Aparentemente tenía un correo no leído y enviado varias horas antes por su asistente con la palabra "Urgente" por asunto. Dio un vistazo al celular, lo tuvo apagado todo ese tiempo y por eso no se había enterado antes. Recordó entonces que el no querer oír las condolencias de nadie lo llevó a desprenderse de cualquier medio de comunicación. Cliqueó sobre la imagen de una pequeña carta, listo para leer la patética noticia que ponía a su asistente tan nervioso. Y es que Jaken era tan fácil de impresionar, tan torpe y chillón.
¡Jefesito bonito!
Se olvidó que hoy era la lectura del testamento de su padre. Intenté contactarlo. Lo fui a buscar a su casa, hice de todo pero no lo encontré. Por suerte, su padre previno eso y se me permitió la entrada en lugar suyo. Jefe, ¡es terrible! El maldito de Inuyasha heredó la empresa. Su padre no vio sus espectaculares habilidades. ¡Y se pone peor! No le ha dejado nada, ni un solo centavo y lo despide de la empresa también. Sólo le heredó 10 brotes, todos de una planta distinta: Un membrillo, un albaricoque, un diente de perro, una anémona, una magnolia, una orquídea, un lirio, un kiku, una camelia y una sakura. Y parecen las más feas que tenía.
Por favor, responda rápido este correo o póngase en contacto. Yo no sé qué hacer, ese imbécil inmaduro e irresponsable no se merece todo lo que le han dado, quizá todo fue un error o todo esté manipulado por Inuyasha. Investigaré a fondo este asunto.
Atentamente: Jaken.
Rabia y una mezcla de sentimientos nada agradables le hicieron un nudo en el estómago. Su normalmente impasible rostro hizo un gesto de furia que con bastante esfuerzo logró controlar. La emoción que lo inundó lo obligó a mandar a volar a su portátil, que por fortuna cayó sobre el sillón del estudio. Su padre había condenado a la empresa y a él lo había botado como si fuera el bastardo y no su primogénito. Ahora menos iba a poder dormir.
A una semana de haber perdido su vuelo Kagura estaba bastante contenta con la decisión de permanecer en Japón para vacacionar. Se encontró con lugares que no entendía cómo no había conocido antes. Incluso, dejó su auto varado en casa, ya que al parecer los turistas eran más fijados en esas cosas que los residentes y era buena idea viajar como uno. En su pequeño tour del día se había topado con un restaurante de comida tradicional, un restaurante de ramen que lucía muy agradable. La cara de los comensales le indicó que la comida era buena abriéndole más el apetito. El único inconveniente fue que el servicio era un poco lento. Sólo un hombre viejo, bajito y de grandes ojos estaba atendiendo, pero por suerte después de una larga espera obtuvo un plato hondo lleno de ramen, el cual lucía magnífico. Tan sólo olerlo la hizo salivar de antojo. Descubrió que el sabor era aún mejor y la temperatura a la que estaba le hacía olvidar a cualquiera que el invierno ya había comenzado. Comenzó a comer, suspirando por la tranquilidad que la embargaba, dando de vez en cuando un sorbo a su taza de té. La mesa que había elegido quedaba al fondo del restaurante pero al frente de la entrada, permitiéndole ver a todos los que entraban. Le divertía ver las historias que parecían formarse en cada persona. Estaba a punto de tomar un bocado más cuando vio entrar al coprotagonista de su aventura en el templo, pero ésta vez lucía ligeramente molesto a cuando le conoció; el hombre/albino examinó con rapidez el lugar. Él y Kagura conectaron miradas durante unos segundos pero luego la ignoró y continuó su búsqueda hasta centrarse en el dueño del local, hacia quien se dirigió de forma retadora.
El hombre levantó lentamente la mirada, ofreciendo un rostro amable y divertido.
— Buenas tardes, bienvenido a…— No terminó su alegre bienvenida, al notar que el recién llegado no era un cliente más. Su rostro palideció y un pequeño tic en el ojo lo asaltó—. ¡Se-ñor Sesshomaru! Q-qué sorpresa tenerlo aquí. ¿Quiere usted ramen? Claro, tranquilo el mejor sólo para usted, por favor si-siéntese
—Debiste ser tú quien le aconsejó a mi padre dejarme sin nada, Myoga. Tú debes de arreglarlo —señaló Sesshomaru.
—¡Yo no hice nada! —confesó asustado—. Fue una completa decisión de su padre. Nadie intervino y su voluntad es irrevocable. Por favor, tenme piedad. Soy un viejo ex empleado de tu padre, mejor vaya con Inuyasha a desquitarse, pero a mí no me haga nada, se lo ruego—. El anciano temblaba hasta las rodillas, tanto que cerró los ojos esperando lo peor.
—¡Oh vamos, Sesshomaru! No le harás daño a ese viejo—. Kagura decidió intervenir. No era asunto suyo, pero un cocinero tan hábil no debía desaparecer así cómo así y también le daba la oportunidad de hablar con un hombre atractivo—. Míralo, él no parece poder solucionar nada fuera de la cocina.
Sesshomaru se sintió como si lo persiguiera la desgracia. Acertó al plantearse el posible desconocimiento de esa mujer acerca de la privacidad. Aunque no iba a admitir que, de hecho, Myoga no podía hacer nada y que había sido ridículo haber ido a ese lugar. Iba a dar la media vuelta, pero otra vez la voz de la chica lo detuvo.
—Mejor te invitó un plato de ramen. Siéntate conmigo—. Él no respondió nada, pero esperaba que su cara de desagrado la hiciera desistir y quitarse de su camino, pero lejos de eso, ella se atrevió a jalarlo de la ropa para que la acompañara. Aun así puso resistencia, agotando
—¡Jefe bonito! ¡Jefe bonito! ¿Dónde está? No me deje por favor—. Su asistente seguía intentando encontrarlo y a pesar de que todo apuntaba a que llegó a esa calle por coincidencia, lo mejor sería no salir en un rato. No estaba de humor para soportar a Jaken. Caminó hasta la mesa del fondo y tomó asiento frente a la mujer odiosa y falta de modales que creyó no volver a toparse. Casi al instante un menú apareció frente a él, de manos de un nervioso dueño y mesero, quién se retiró con la promesa de volver por una orden en cuanto pasaran unos minutos
Kagura sonrió. Sabía que él no estaba sentado con ella enteramente por gusto. Era una mujer inteligente y notó que la voz chillona y molesta que pasó por afuera del restaurante era lo que lo había mantenido dentro. Sin embargo, el que hubiera decidido acompañarla en la misma mesa le demostraba que el hombre tenía, al menos, algo de caballero.
—Te recomiendo el primer platillo, es delicioso —aseguró.
Sesshomaru la observó sin mucho interés. No iba a admitir con una extraña que la comida tradicional le gustaba.
—Dudo que algo que tú encuentres agradable, yo pueda encontrarlo igual. Así que temo que tendré que ignorar tu consejo.
El comentario de Sesshomaru logró que Kagura pusiera mala cara, pero no fue lo suficiente para abatir el interés que sentía. Estaba acostumbrada a tratar con hombres ególatras y se necesitaba mucho más para ponerla a la defensiva.
—Como desees, era sólo una sugerencia. De igual manera, tú lo comerás no yo —dijo metiéndose otro fideo a la boca. Regresó la mirada a la entrada, esperando algo más entretenido llegara a salvarla, pero nada pasó.
El viejo regresó y recogió la orden. Al entregarla se topó con una escena bastante aburrida. Si las cosas seguían así pronto comenzarían a caer copos de nieve dentro de su local, pero prefirió eso y conservar su vida, a algún enfrentamiento con el hijo de su ex jefe y amigo.
En medio de la mesa había un pequeño arreglo con flores. Un arreglo al que Sesshomaru no podía quitarle la mirada de encima, las flores principales eran unas rosas que no sólo lucían un espectacular color amarillo, eran de un tamaño adecuado. La fragancia que desprendían era maravillosa y parecía que el clima no les era demasiado problema. ¿Por qué las rosas que él había criado no lucían así? A pesar de tenerlas dentro de un invernadero de alta tecnología de alguna forma, no sólo las rosas, sino todo a su cargo había terminado marchito. Pero no iba a dejar que su padre, su hermano o alguien más le dijera que debía hacer. Ya pondría su propio negocio. Sólo necesitaba de algún socio, no porque no fuera autosuficiente sino porque en su experiencia en los negocios había aprendido que siempre se necesita de más de un cimiento para sostener proyectos grandes. En eso andaba, pensando en posibles socios, en interesados en su proyecto y planes de negocio, cuando, como ya se estaba volviendo costumbre, la voz de Kagura lo devolvió al restaurante.
—¿Son lindas no? Creo que cualquier mujer quisiera un arreglo tan hermoso — No es que fuera una fanática de las flores, ni mucho menos le parecieran algo demasiado interesante, solamente quería ver si llamaba la atención de Sesshomaru. Los ojos escarlata de Kagura se toparon con una pequeña etiqueta colgante. La sostuvo con delicadeza y sonrió mientras leía para después mirar a su "acompañante"
—Ya veo. Este arreglo es de tu compañía, aunque creí que sólo se dedicaban a criar y a vender plantas, no sabía que también hacían arreglos florales.
La reacción que Kagura esperaba era de orgullo, pero en lugar de eso obtuvo una casi imperceptible muestra de sorpresa, seguida de la comprobación de la autenticidad de la etiqueta por parte de Sesshomaru. Él ahora entendía la emoción de su medio hermano, de quién alguna vez escuchó algo de un nuevo proyecto, pero simplemente no le tomó importancia.
—Esa empresa no tiene nada qué ver conmigo. Es herencia de mi medio hermano. Yo voy a formar mi propia empresa—. Comenzó a comer, relajándose gracias al sabor de su platillo, y notando que había terminado soltando parte del coraje que traía atorado, sin tener la más mínima intención de hacerlo.
— Claro, se nota que alguien como tú podrá con facilidad hacer algo mejor que lo hace actualmente esta empresa. Alguna vez Naraku mencionó lo bueno que resultaste ser para los negocios, pero que era bien sabido que tu padre tenía una mente algo extraña para hacer las cosas y…— Kagura habló con sinceridad. Se había sentido apenada por hacer una observación errónea, pero en verdad Sesshomaru era alguien que le proyectaba la posibilidad de hacer cuanta cosa deseara. Sin embargo, ella también había terminado hablando de más y sabía que era imposible que su acompañante de mesa no reconociera el nombre de su hermano y que hiciera lo que todos: dar con el parecido que los unía familiarmente, para después juzgarla.
La voz de Kagura se dejó de escuchar y fue sustituida por el sonido de los palillos chocando contra su plato. Comía de forma apurada, tragando sin disfrutar el sabor que anteriormente la había vuelto loca. Fingía no mirar al hombre frente a ella, pero en cuanto volvió a fijar su mirada en él, observó como abría la boca para otra cosa que no parecía ser comer. Un escalofrío helado chocó contra una acalorada vergüenza dentro de ella, dejándola a la defensiva.
—Deja de comer como loca. Tu reacción hace pensar que creíste que no me di cuenta desde que me dijiste tu nombre quién eres. Siendo sincero, no me interesa quién es tu hermano. Sé de él por las revistas y periódicos pero nuestras empresas no tienen relación alguna, así que me da igual que hagan o deshagan tú y él—. Su voz dio una sentencia totalmente indiferente a la que Kagura no supo cómo reaccionar.
— Yo ya no tengo nada qué ver con Naraku, renuncié. Me parece una ironía y gran coincidencia. Yo busco en qué invertir mi herencia y tú a falta de herencia, buscas quién invierta en tu proyecto—. Kagura abrió ligeramente los ojos, al darse cuenta de lo que había dicho. Se había encontrado una excusa para estar cerca del hombre y también una forma para no dejar su dinero estancado, mataba dos pájaros de un tiro. Sólo faltaba convencer al Taisho de ser socios y por la mirada que este le dirigía, intuía que no sería nada fácil, por lo que después de algo de charla logró convencerlo de una cita de negocios en un café que era pequeño, pero privado. No pudo convencerlo de pagar su comida y él terminó pagando la de ambos.
Hola, quiero hacer un muy muy grande, y especial agradecimiento a mi Beta: Rhett Sosui, quien muy amablemente me ayudó a tener un fic desente y me ayudó con varios problemas que tuve durante la creación de este primer capítulo y el segundo. Muchas gracias linda, y ya que no pude mandarte a revisión varias cosas que edité, espero no tener demasiados errores en esas partes. Siéntete con la libertad de comentarme, tú me ayudaste mucho a mejorar (o al menos espero haber mejorado un poco).
Y ahora, queridos lectores, quiero agradecerles a los que llegaron a leer hasta aquí. Los invito y les pido que por favor dejen un review con su comentario, no sólo agreguen a favoritos.
Me despido y los leo en el próximo capítulo que será también el último.
