Daddy Issues

Daddy issues: el término en inglés se refiere a una persona que tiende a rellenar los vacíos del padre en las relaciones amorosas. También son personas que suelen buscar exclusivamente a hombres mayores para sostener una relación sentimental.

Para Violette Moore: porque ambas compartimos cierto encanto por el menor de los Wayne y el último de los Flying Graysons.


Dick a menudo se preguntaba cómo sería su vida si Damian no fuera su hermano. Biológicamente no lo eran, pero había un documento que estipulaba lo contrario, ante la ley, ambos compartían el apellido Wayne y por ende, ante la ley eran hermanos.

Al principio no se trataba de un problema, Damian era su hermano, su Robin y en los meses en que Bruce había fingido su muerte también había sido su hijo. ¿En qué momento su parentesco supuso una tortura? Quizá cuando el simple roce de sus manos mandaba miles de corrientes eléctricas por todo su cuerpo, durante las patrullas nocturnas, cuando el cuerpo del demonio había dejado atrás la niñez y ahora se erguía como el de un joven de casi veinte años apuesto y brillante.

La culpa no sería tan fuerte si el chico de ojos verdes no le hubiera correspondido, pero lo había hecho, y ambos no pudieron hacer nada para que se iniciara aquella relación clandestina.

Damian lo hacía olvidar aquella sensación cuando estaban juntos, aquel sentimiento de odio hacia sí mismo por lo que hacía, por continuar besando sus labios cuando esa acción le reservaba un pase directo a su infierno personal. Sus pensamientos, los que gritaban que eso estaba mal y que ambos saldrían dañados, se esfumaban en cuanto la piel llena de cicatrices quedaba expuesta ante sus manos curtidas. En ese momento Damian tampoco lograba pensar con claridad, sus sentidos eran embriagados con la mirada del gitano y su cuerpo cedía ante las caricias con suma facilidad.

El día en que ambos se entregaron por primera vez, con la luna en el punto más alto como único testigo, fue el día en que ambos firmaron su propia condena.

Pero Dick no podía continuar viviendo de ese modo, sin poder mirar a Bruce a los ojos y sentirse como escoria cada vez que tenía que hacerlo. Mentirle a Barbara, quien aún parecía aguardar por él.

El acróbata decidió entonces, después de tres años en una relación, que había llegado el momento. Ambos no podían seguir engañándose, no de ese modo y mucho menos a las personas a su alrededor.

Citó a Damian, en el departamento que había presenciado múltiples de sus encuentros. Dio vueltas en círculos, planteándose si era lo correcto, si no estaba cometiendo un error del cual se arrepentiría, pero la culpa era más grande.

Inhalo profundamente antes de que la puerta se abriera, mostrando a un Damian sonriente, algo que se había vuelto más constante en él desde que Dick se había introducido en su vida como amante y compañero.

—¿Ocurre algo? —Preguntó el menor, alzando una ceja—. Te ves nervioso, Grayson.

—Siéntate —es lo único que logró salir de los labios de Dick, mientras sus manos temblaban y su garganta comenzaba a secarse.

Damian obedeció, acomodándose entre los cojines negros del mullido sofá.

—¿Y bien?

Richard suspiró, comenzando a dar pasos lentos para sentarse en el asiento contiguo.

—Damian…

Esa no era una buena señal y el cuerpo del menor se alertó en cuanto oyó su nombre. Hacía mucho tiempo que Dick había dejado de llamarle por su nombre, usualmente prefiriendo llamarlo por el diminutivo y solo en la cama, cuando ambos habían pedido la razón, es cuando se permitían decirlo, o más bien, gritarlo.

—Oh, no —el demonio se levantó antes de que pudiera decir algo más—. ¿De nuevo? Quieres convencerme de que no eres bueno para mí y que esto está mal, ¿no es así?

—Esto no es lo mejor para ti. Eres joven y…

—¡Por favor, Richard! Hablas como si en realidad fueras viejo decrepito y ambos sabemos que no lo eres. Deja de jugar al santo por una vez en tu vida.

—Damian, ¿qué pasara en unos años? Cuando tú estés en tu plenitud y yo esté listo para retirarme de la vida de héroe. Es algo inevitable, envejeceré, y tú seguirás siendo…

Hermoso. Esa era la palabra que Dick encontraba para describir al hijo del murciélago. Damian era hermoso, su rostro, sus facciones, aquellos orbes color esmeralda que solían verle con amor y que en ese momento lo destrozaban.

—Hay algo más. ¿Qué es? —indagó—. La edad es el factor menos importante y en cuanto al parentesco, tú y yo no somos hermanos realmente. ¿Encontraste a alguien más? Por favor, si es así… Solo dilo….

—No encontré a nadie más. Esto está mal —la voz de Dick era seria, como si en realidad hablara con un criminal y no con Damian—. Imaginemos por un minuto que Bruce acepta nuestra relación, ¿y el resto del mundo? Ser un Wayne es mucho más que encargarse de la empresa, significa ser una figura pública. ¿Qué pasara cuando un fotógrafo nos encuentre juntos? ¿Qué dirás al respecto?

—La verdad, Dick. Si tenemos que enfrentar algo será juntos, al demonio con lo que los demás piensen.

—No, Damian, esto tiene que acabarse.

—Así que eso es todo. Solo me llamaste para decir "lo siento, no puedo arriesgarme por algo que quiero, terminamos".

—Es lo mejor para ambos.

—Es lo mejor para ti, Richard. De haberlo intentado, de haberles dicho… —dudó unos segundos, reprimiendo las lágrimas que amenazaban con comenzar a salir—. Maldita sea, habría funcionado…

Damian abandonó el lugar, con una sonrisa sarcástica en el rostro y el corazón roto. Dick se quedó ahí, viendo la puerta, como si en realidad el chico que la había cruzado fuera a regresar en cualquier momento.

Era extraño, la culpa no había desaparecido.

-.-.-.-

La familia entera del murciélago se percató enseguida de que algo no andaba bien entre dos de sus integrantes. Damian no podía estar en la misma habitación que Richard, si ambos coincidían, el menor se iba sin dar una explicación, y si alguna vez se excusaba era con el mismo pretexto:

—Tengo pendientes por resolver.

Bruce ignoraba si sus hijos tenían problemas y si así era, estaba seguro de que tarde o temprano sus avecillas lo solucionarían por ellos mismos.

No fue así.

Damian se enteró de la muerte de Richard Grayson porque Barbara había ido a su departamento, hecha un mar de lágrimas y tratando de explicar entre hipidos cómo había muerto el protector de Blüdhaven.

—Ustedes eran muy unidos, así que pensé que te gustaría ir al funeral y al entierro —explicó la mujer, sacando un pañuelo del bolsillo de su abrigo para secar algunas gotas que escurrían por sus mejillas—. Todo será en la mansión, Bruce así lo decidió.

—Ahí estaré —le aseguró.

Luego de que la pelirroja se había ido, las lágrimas y la rabia surgieron en el chico. Rompió todo a su alcance y golpeó la pared hasta que sus nudillos sangraron. El maldito se había ido, lo había dejado solo para siempre, con su espíritu quebrantado y las palabras que quiso expresar guardadas en lo más profundo de su alma.

Asistió al funeral en la fecha indicada, donde la mayoría de la familia lloraba sin consuelo. Las excepciones eran pocas, consistían en su padre, Selina y Jason, ellos mantenían un semblante triste pero no lloraban. Damian tampoco lloró, aun cuando la lluvia estaba de su lado y podía hacerlo sin que nadie pudiera percatarse de ello, las lágrimas parecían haberse secado hace mucho tiempo, contra su almohada en mitad de la noche.

La ceremonia fue emotiva así como también privada, Bruce y Barbara se habían encargado de ello, impidiéndole el paso a la mayoría de los periodistas de Gotham que aguardaban con paciencia en el exterior para obtener la exclusiva. La gente que había asistido eran en su mayoría miembros de la liga de la justicia, así como también los amigos cercanos de Dick durante su tiempo cómo titán, tal era el caso de Wally West. Pocas eran las personas sin poderes que ahí se encontraban, como el comisionado Gordon, Leslie Thompkins, algunos conocidos de la universidad del difunto y compañeros de la comisaría de Blüdhaven.

Durante la ceremonia el patriarca de la familia había dado algunas palabras de aliento hacia todos, pidiendo que la perdida no afectara en demasía sus vidas. Barbara intentó hablar, pero terminó sollozando antes de poder completar su primera oración, fue abrazada y excusada por su padre, quien le ofreció su hombro para continuar llorando la pérdida de su primer amor. Wally, por el contrario, les llenó con algunos relatos cómicos del acróbata, animando de ese modo el lúgubre ambiente.

Cuando no hubo nadie más que quisiera dedicarle algunas palabras, el ataúd comenzó a descender. Uno a uno fueron tomando la pala y colocando un poco de tierra para cubrirlo. Finalmente, Kori dejó caer una rosa como última despedida.

A petición del propio Bruce, Damian se encargó de tomar el traje del héroe caído y colocarlo aquella misma noche en una de las vitrinas de la cueva. Cuando terminó con su tarea quedó mirando el traje de Nightwing por largo rato, las líneas, el antifaz, el esplendor que solía desprender la persona que lo portaba. Pensando también en que jamás podría despedirse de él como era debido, en que el último recuerdo que ambos tenían el uno del otro era una pelea.

—Revelaron su identidad —explicó Tim, colocándose junto a él para admirar el manto de Grayson. Estaba empapado y sus ojos estaban rojos, a diferencia de Damian, el portador del manto de Red Robin no tenía problemas en llorar la muerte de su amado hermano mayor.

—Lo sé, Drake.

—Debes tener cuidado, todos debemos tener cuidado. Hay sospechas de que la familia es parte del mundo heroico, los periódicos están vueltos locos con los rumores y papá es seguido día y noche. Por lo pronto, será mejor que todos tengamos un perfil bajo.

—Así será.

Esas fueron las últimas palabras que Damian entabló con alguno de sus hermanos o incluso con su propio padre. Su luto comenzó aquel día.

-.-.-.-

Los siguientes meses Robin se volvió violento, dejando a los villanos y ladrones a punto de morir. Perdiendo de a poco la capacidad de perdonar o de tener una pizca de piedad. Batman no intervino, sabía que era la manera en que su hijo trataba de aceptar que Richard no volvería. No era el único sufriendo esa adaptación, cada uno luchaba con sus demonios de la mejor manera que les era posible.

Pero al correr del tiempo la tristeza y el enojo que el pequeño demonio contenía ya no podían expresarse en violencia. En medio de las patrullas su ritmo comenzó a decaer, cayendo de inmediato en una pelea contra ladrones novatos. Afortunadamente para el petirrojo, Red Hood estaba ahí, con cartuchos listos.

Disparó en la cabeza al líder y siguió con los cinco secuaces, haciendo uso de una gran maestría con las armas. Una vez que el último hombre cayó en el suelo sin vida, Jason dirigió su mirada hacia su hermano, quien mantenía una de sus manos apretada contra uno de sus brazos, quizá reprimiendo un sangrado.

—¿Estás loco, D? Esa bala por poco te vuela la cabeza.

—No te interesa, Todd —su voz era casi un susurró, sin fuerza, sin ánimos, sin vida.

—Claro que me interesa, si tu cuerpo termina en mis brazos manchado de sangre porque el nene no pudo esquivar una bala a tiempo. ¡Bruce me mataría si te llevo así a la mansión!

A decir verdad Damian no esperaba estar respirando después de sentir algunas balas chocando contra su traje, sabía que el kevlar no lo protegería y aun así se expuso, sin miedo alguno a no volver jamás a casa. Sin embargo, nunca unió la presencia del mercenario en la ecuación.

—No sería la primera vez que un Robin muere, ¿verdad?

Todd le miró con seriedad, aunque el casco no le permitía transmitir el sentimiento a su interlocutor. Era extraño que Damian tuviera ese comportamiento tan… suicida. Eso se reservaba para él, el resurrecto que no tenía el respeto de nadie en aquella ciudad, ni el propio.

—Enano, usualmente no hago esta pregunta a nadie que no sea yo, pero… ¿estás bien?

La respuesta nunca llegó, Damian perdió la conciencia al intentar caminar. Los reflejos de Jason aún eran buenos, así que no tuvo ninguna dificultad en tomar el cuerpo antes de que éste chocara contra el frío, húmedo y duro pavimento.

Cargó el cuerpo hasta su departamento, donde lo desvistió, quitando con cuidado la armadura de kevlar al muchacho para suturar las heridas y limpiarlas antes de que alguna infección se hiciera presente. Cuando hubo terminado realizó el mismo procedimiento para sus propias heridas, que a comparación de las Damian, solo eran ligeros rasguños.

Aquella noche durmió en el sofá, con una cerveza en la mano derecha y la televisión encendida en un programa de concursos. No despertó hasta que el sol le dio de lleno en el rostro y un dolor en el cuello se hizo presente. Se llevó una mano a la nuca e hizo algunos movimientos circulares, esperando aliviar algo de la tensión en la zona.

—Roncas —dijo una voz a sus espaldas—. Peor que Titus.

—¿Me acabas de comparar con el difunto Titus? —Inquirió Jason con una sonrisa, volviéndose para mirar a Damian—. Sabes que yo te cure anoche, ¿verdad niño?

El demonio tenía algunas gazas en ciertas zonas, recién cambiadas al parecer. Vestía solo los boxers que Jason había dejado intactos la noche anterior, dejando a la vista un abdomen bien trabajado y cicatrices viejas repartidas en todo el cuerpo, incluyendo sus piernas.

—Lo sé, Todd —asintió el muchacho–. Gracias.

—Bien. ¿Cómo está la herida de tu brazo?

Damian dirigió una mirada a su brazo izquierdo, alzó un poco el vendaje y observó con detenimiento la herida suturada.

—Tus puntadas no son mejores que las de Alfred pero… viviré.

—Ahora dime, ¿por qué intentabas matarte?

Jason tomó una cerveza del cartón situado encima de la mesilla en medio de la sala, la abrió con ayuda de una cuchara metálica y se la tendió a Damian, dando unos ligeros golpecitos con la otra mano en el lugar junto a él.

—No intentaba matarme.

—Eso no es lo que vi anoche. Sé buen chico y habla con tu hermano.

Damian rodó los ojos, sabiendo que se arrepentiría más tarde que temprano. Se aproximó al lugar junto a Jason, tomó la cerveza y le dio un gran trago antes de comenzar a hablar.

Contó todo, sin pausas, sin censura. Todd no hablaba, solo para preguntar algunas cosas ocasionalmente, mostrando una seriedad que Damian jamás creyó posible. Después de dos horas la historia terminó, al igual que dos cervezas más que el menor de los Wayne había tomado esta vez sin permiso.

—¿Has intentado salir con otros? —preguntó Jason, volviendo su atención a la televisión, la cual había quedado prendida toda la noche y ahora mostraba un reality show basura.

—Sí. Nada serio.

—Solo un polvo y ya.

Damian río.

—Sí, solo un polvo y ya.

—Interesante. Dime la lista.

El demonio lo miró, tenía el ceño fruncido y una sonrisa adornándole el rostro.

—¿Por qué haría eso?

—Porque quizá sigas un patrón, lo cual significaría que estas jodido.

—No sigo un patrón. Dudo que Colin…

—¡¿Wilkes?!

—Y también Connor Kent, tu amigo Roy y Cassandra. Como puedes ver, no hay manera de que siga un patrón.

Jason bebió de su cerveza, intentando concentrarse en la imagen de la televisión y no en la que se estaba formando en su cabeza.

—Deberías irte —dijo Todd, volviéndose hacia él y encontrándose con los ojos verdes que había heredado de su madre. Esos que, tal vez, poseían el mismo poder de embrujar a todo aquel que los mirara—. Bruce te matara si no llegas para el almuerzo.

—No le importara.

—Eso no lo sabes.

Por primera vez, ambos se percataron del espacio tan pequeño que había entre ellos. Podían sentir sus respectivos alientos, los cuales se concentraban en un tenue olor a alcohol y una suave esencia a sangre proveniente de las heridas en sus cuerpos. Solo bastaba con que alguno se inclinara y entonces sucedería lo inevitable.

—Lo sé, porque hace tiempo que no vivo en la mansión.

Damian fue aquel que acortó el espacio entre ambos y besó a Jason. El resurrecto no se negó al contacto, profundizando el beso e introduciendo su lengua sin decoro alguno. Tomó al menor de la cintura y lo sentó a horcajadas en su regazo, procediendo a quitar la única prenda que había dejado en su cuerpo la noche anterior. La camiseta de Jason pronto quedó en el suelo también con ayuda de Damian, quien luego se acomodó en el sofá, abriendo las piernas para que el mayor se situara entre ellas y permitiéndole al mismo tiempo terminar de desvestirse. Todd se quitó el viejo pantalón deportivo que utilizaba para dormir, dejándolo caer encima de las botellas vacías.

—No usas ropa interior —observó Damian.

—Así es más sencillo.

Cuidando que las heridas del menor no se vieran afectadas, entró en él. Lento y profundo, sin saber con exactitud si eso era lo más adecuado de hacer después de haber escuchado durante dos horas la historia de cómo el demonio había terminado con un corazón roto a causa de un pelinegro sonriente de ojos azules.

Jason hizo entonces lo que nunca hacía con sus amantes. Esa mañana no tuvo sexo con el pequeño D, aquello no podía ser un simple polvo, así que le hizo el amor. Tomó los fragmentos de su corazón e hizo lo mejor que pudo, pegando los trozos con caricias, sanándolo con besos. Se movió contra su cuerpo con delicadeza, como si en cualquier momento fuera a romperse en miles de fragmentos afilados. Gimieron y gritaron improperios, aferrándose a sus pieles como si su vida dependiera de ello. Le estrechó entre sus brazos como si fuera algo sagrado, aunque sabía que ese podría ser el primer y último contacto que tendrían en el plano sexual. El chico debajo de él dijo su nombre, como si se tratara del nombre de alguien puro y no alguien manchado en barro desde su tierna infancia. Sollozaron de placer, mientras el orgasmo llegaba, mientras el sudor caía de sus frentes y recorría cada miembro de sus cuerpos.

El acróbata se había marchado, no sin antes haber lanzado a su amante en los brazos del mercenario regresado de la muerte.

-.-.-.-

Era una de las noches más oscuras que había tenido Gotham en mucho tiempo. Las sirenas de las patrullas eran escasas al igual que las de las ambulancias, algo que para los justicieros significaba un día de descanso. Quizá solo crímenes pequeños en algunos lugares, nada de lo que Gordon no pudiera encargarse por sí mismo.

Y Jason había preparado su departamento para disfrutar de aquella noche con su novio. Había recogido el habitual desorden de ambos, sacó la basura por la mañana y aunque le parecía un poco cursi, colocó algunas velas en el lugar para darle un toque romántico. En cuanto a la cena, bueno, no era el mejor cocinando y había optado por ordenar dos cajas de pizza.

Cuando el reloj marcó las ocho, el tintineo de unas llaves le avisó que él estaba por entrar. Acomodó el mechón blanco en su usual peinado rebelde y se colocó la chaqueta de cuero, dándose una mirada rápida en el espejo para asegurarse de que no estaba hecho un desastre.

—¡Estoy en casa! —avisó Damian desde la estancia.

Jason tomó la rosa que le había comprado a la anciana que vendía flores frente al edificio y la escondió detrás de su espalda. Salió de la habitación con una sonrisa y ésta se ensanchó cuando vio el rostro sorprendido de Damian.

—Feliz aniversario —dijo Todd, entregándole la rosa.

Damian aceptó la rosa y a su vez le tendió una caja de chocolates suizos, los favoritos de Jason.

—Feliz aniversario —respondió el demonio, acercándose al mayor para besarle.

El resurrecto le recibió con los brazos abiertos, besándolo con ternura y calma, como si tuviera todo una vida para hacerlo.

—¿Qué hay para cenar? —Preguntó Damian en cuanto se separaron—. Mi día estuvo lleno de juntas porque mi padre no ha ido a trabajar en toda la semana, no tuve tiempo para comer algo.

—Lamento ser un terrible chef, pero traje pizza.

—Podría comer patatas fritas y no sería un problema —contestó, mientras dejaba su portafolio en el sofá y se aflojaba la corbata.

—Alguien tuvo un día malo. ¿Pepperoni o aceitunas?

—Aceitunas, por favor.

Jason se alejó hacia la cocina, donde tomó dos platos de vidrio y colocó una rebanada de aceitunas en uno y una de pepperoni en el otro. Maniobrando, acarreó ambos platos y la botella de vino junto con dos copas.

Damian había desaparecido, yendo directo a su habitación para quitarse el traje y ponerse algo más cómodo, aunque, usualmente el príncipe no dejaba de lado la elegancia. Regresó con un pantalón negro y la camisa roja de Jason, su cabello estaba algo húmedo y su semblante más despejado.

—Está servido —anunció Jason, en cuanto hubo abierto la botella y servido ambas copas—. ¿Te mojaste la cara?

—No me quieres dormido en nuestra cita de aniversario, ¿verdad?

Todd negó con la cabeza e hizo un ademán para que Damian tomara asiento primero, ayudándolo con la silla. Seguidamente el mayor tomó su lugar, mirando el rostro de su acompañante a detalle y soltando un largo suspiro en el proceso.

—En verdad… ¿en verdad han pasado tres años?

—Tres desde que lo hicimos oficial, cuatro desde que me follaste en ese sofá.

—¡Tú te lanzaste sobre mí! —exclamó Jason antes de darle una mordida a su pizza.

—Oh, ¿de verdad? —contestó irónico—. Yo no lo recuerdo así.

—Te lavaron el cerebro, cariño.

—Sigue comiendo o haré una recreación sobre lo que en realidad pasó.

Jason le dedicó una mirada lasciva.

—¿Ahora?

—No, tengo demasiada hambre. Será después de acabarme la caja entera de pizza. Yo fingiré ser tú y tú me interpretarás a mí.

—Eso significa que estarás arriba, me encanta cuando estás arriba.

Damian rodó los ojos, aunque no pudo evitar soltar una ligera risa por el comentario.

Veinte minutos tardaron en terminar con la comida y cinco minutos más en estar en su habitación. Estaban sentados en la cama, se miraban a los ojos, mientras Jason contaba al chico una historia sobre su pasado. Damian reía de cuando en cuando ya que el mayor tenía una gran habilidad con la narración, haciendo del pequeño relato todo un entretenimiento.

—Entonces logré huir —terminó Jason—. Pero ese niño jamás volvió a meterse conmigo.

—Siempre has sido un peligro para la sociedad, Todd.

—¿Y para ti, D? ¿Soy un peligro para ti también?

Damian negó con la cabeza. Por el contrario, la presencia del resurrecto había sido para él un bálsamo. Una manera de respirar cuando se encontraba en lo más profundo del océano, perdido y sin alguna fuente de oxígeno. Era alguien con quien siempre contaría en el campo de batalla, quien pelearía codo a codo con él, haciendo de Robin y Red Hood el nuevo dúo dinámico.

—Eso es excelente, porque he pensado seriamente en esto y…

El teléfono de Damian comenzó a vibrar, al mismo tiempo que su comunicador de Robin, sucediendo lo mismo con los dispositivos de Jason.

—Espera, debe ser algo sin importancia —dijo Damian, aproximándose a tomar el comunicador de Robin.

Jason asintió, con los nervios a flor de piel y las manos temblando suavemente.

—¿Stephanie? —Inquirió Damian—. Stephanie, por favor, tranquilízate… No puedo entender lo que dices si…

El rostro del menor perdió color, tornándose tan pálido como un cadáver.

—Debe haber un error él no puede… Jason y yo vamos para allá.

—¿Qué sucede? —preguntó Todd, observando como Damian se incorporaba para buscar el abrigo más próximo.

—Es…. es….

—¿Quién Damian?

El menor se detuvo súbitamente, tenía el abrigo puesto y las llaves de su auto en la mano.

—Grayson, está vivo.

Las palabras de Damian fueron como un balde de agua fría para Jason. El menor siguió caminando, buscando alguna otra cosa para dejar el lugar cuanto antes, sin notar por un momento el semblante perdido de Todd. Jason, él se quedó mirando unos segundos más a la nada, jugueteando con el anillo de compromiso en el interior del bolsillo de su chaqueta.


Violette, querida, sé que hay muy poco Dick/Dami pero al final la historia se desvío un poco de su curso original, aun así espero que te haya gustado. En el siguiente capítulo habrá mucho más de ellos. Sí, esto quedó más largo de lo que esperaba, entonces serán dos capítulos y un epílogo.

Además, como algunos se habrán dado cuenta, (y a pesar de ser un completo AU) esta historia sigue un poco la línea temporal de los New52 (aunque no soy gran fan de ésta), pero con modificaciones en las edades de los personajes.

En cuanto al título, muchos deberán preguntarse por qué rayos escogí ese título, bueno, porque me basé e inspire en la canción de The Neighbourhood del mismo nombre. Recomiendo que escuchen la canción mientras leen el siguiente capítulo y releen este, just saying.

Por otra parte, Violette y personas que estén leyendo esto también, me ayudarán con el epílogo, ya que ustedes me ayudarán a decidir quién se quedará con Dami. No es fácil decidirse entre tanto hombre guapo, ¿saben? Comiencen sus apuestas y sugerencias (si es que alguien lee esto).

Ya saben que ustedes me leen en el siguiente capítulo y yo los leo en los comentarios.

¡Chao!