Como bien saben, Kasamatsu es mi personaje favorito. Por ello no podía quedarme sin hacer nada en su cumpleaños.
Este pequeño evento consistía en hacer un pedido: la pareja, la idea o la imagen de inspiración que quisieran; y en base a eso escribiría el fic. El único requisito es que estuviera Kasamatsu en la ecuación. Son 5 one-shots en total, cada uno con una pareja y tema distinto, por supuesto, que publicaré durante la semana.
Gracias a todas las que hicieron su pedido y espero poder cumplir sus expectativas ;)
Ahora, a celebrar el cumpleaños del senpai con las medias más sexys de la vida~
Advertencias: Yaoi. Lemon. Trío. Spoiler capítulo 1 del Manga Kuroko no Basket- Extra Game.
Parejas: Kise x Kasamatsu / Kasamatsu x Sakurai / Kise x Kasamatsu x Aomine / Moriyama x Kasamatsu / Teppei x Kasamatsu.
Disclaimer: Kuroko no basket no me pertenece, sólo quiero celebrar el cumpleaños de Kasamatsu-senpai~ mi personaje favorito de la serie; y mi fic es sin fines de lucro.
Para: Ashley Ocaña.
Pareja: KiKasa.
Advertencias: Lemon.
La distancia no destruye, ella afianza el amor
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Kasamatsu baja por las escaleras a paso lento, con las manos en los bolsillos, rumbo al patio central de la universidad. Es viernes y las clases terminan temprano ese día.
En su bolsillo, el celular vibra, al tiempo que suena para avisar que ha recibido un mensaje de texto. Su dedo se desliza por la pantalla y aparece el ícono de un sobre que se mueve, presiona y el mensaje se abre frente a sus ojos.
. . .
De: Kise.
+56964696598
Kasamatsu-senpai (~*3*)~ Te extraño un montón, no aguanto las ganas de verte…
. . .
Una leve sonrisa se dibuja en los finos labios de Kasamatsu, que enternecido por su cursi novio, presiona el botón de bloqueo y la pantalla se vuelve negra, para así guardarlo en su bolsillo nuevamente. Cuando tome el bus le contestará más tranquilo.
Moriyama y Kobori lo esperan en medio del campus.
—Entonces, ¿ya nos vamos? —Pregunta Kasamatsu cuando se les une.
—Sí, vamos —contesta Kobori con una sonrisa y mirando a Moriyama, muy cómplices, lo que hace al más bajo fruncir el ceño, ¿de qué se ha perdido? Aunque quizás sea el ambiente amoroso de eso dos, que una vez entraron a la universidad, al fin se animaron a salir.
Los pensamientos de Kasamatsu comienzan a volar mientras camina hacia la salida del campus. Más específicamente, al día de su graduación, cuando Kise lo abrazó para despedirse y le arrancó el segundo botón de su camisa blanca. Se ganó un golpe, claro, Kasamatsu no había captado aquello sino hasta que vio la sonrisa en ese radiante rostro.
Ése botón significaba algo muy importante, era el más cercano al corazón.
Luego vino la comprensión, el sonrojo, y supo que le correspondía, luego un beso bastante torpe, pero el primero, el más especial.
Sus ojos azules se alzan hacia Kobori, que escucha atento a Moriyama, al parecer hablan sobre unos apuntes que le pidieron unas chicas después de clases. Parecen muy felices y una punzada de añoranza atraviesa el pecho de Kasamatsu, que suspira algo frustrado.
Él y Kise viven bastante lejos. Kasamatsu tuvo que mudarse a Tokio para estudiar, en cambio Kise se ha asentado en Yokohama debido a su contrato con una revista de modelaje. Ya han pasado tres años desde su inicio de relación, y a pesar del tiempo y la distancia, se han mantenido estables, con altos y bajos como toda pareja, pero amándose. Eso no impide que a veces Kasamatsu lo extrañe, excepto en la época de los exámenes finales, dios, ¡son una masacre! pero el resto del tiempo sí.
Entonces sus ojos captan un descapotable rojo estacionado afuera de la universidad, entrecierra los ojos para distinguirlo mejor, pero no se equivoca, imposible, sólo hay una persona con esa cabellera rubia tan brillante y que se pueda ver de esa manera tan sexy y natural mientras se apoya contra semejante modelo de auto.
Es Kise, que le sonríe mientras se quita los lentes de sol y se acerca para abrazarlo.
Kasamatsu siente su venita hincarse, ¿es que no se ha dado cuenta del revuelo que ha provocado? Masi medio campus está observándolo y babeando mientras él simplemente camina como el modelo que es.
El azabache alza la pierna y apoya el pie en el estómago de Kise para detenerlo ahí.
—¡Senpai! —reclama el rubio con un puchero mientras los otros dos acompañantes de Kasamatsu sonríen ante la escena. A pesar de los años no han cambiado nada.
—¿Acaso no nos saludarás? Kasamatsu no es el único senpai que tuviste… —dice Moriyama con una sonrisa, fingiendo celos.
—¡Moriyama-senpai! —Saluda el rubio acercándose a él y sonriendo ampliamente—. Me alegro mucho de verlo y le agradezco su ayuda para encontrarme con Kasamatsu-senpai.
La risa de Kobori se hace levemente audible y otra venita se hincha en la sien de Kasamatsu, que mira a Moriyama, el cual se encoge de hombros mientras una gota cae por su frente ante la amenaza implícita en esos ojos azules.
—Bueno, ya deberías dejar los honoríficos, ¿no? Estamos en confianza después de todo —dice Kobori meneando la cabeza hacia Kasamatsu.
—Oh, lo sé. Pero es que senpai siempre se sonroja cuando lo llamo por su nombre, así que prefiero hacerlo cuando estamos a solas.
—¡Nadie quiere saber eso, idiota! —Le reclama Kasamatsu dándole un golpe en el hombro a su novio. A veces es tan ingenuo… no, se equivoca, Kise jamás da puntada sin hilo.
Kobori y Moriyama se miran y risas se les escapan entre dientes, ¿quién se imaginaría que esos dos estarían juntos? Y por tanto tiempo.
—Entonces nosotros los dejamos —dice Moriyama para comenzar a alejarse, seguido de su pareja—. Nos vemos el lunes, y Kasamatsu, no me lo agradezcas.
Moriyama le cierra un ojo y el ex capitán de Kaijo siente el hormigueo en su mano con las ganas de golpearlo por tentar su suerte.
Se gira hacia Kise, que lo mira con una sonrisa suave, pero sus ojos dorados refulgen con algo más, que hace a Kasamatsu tragar duro. Ante el repentino nerviosismo, el mayor comienza a caminar hacia el descapotable sin perder tiempo, se sube en silencio y pronto Kise lo imita, arrancando con un suave ronroneo.
Ya bastante alejados de la universidad, Kasamatsu decide romper el silencio—: No me dijiste que vendrías, creí que nos veríamos en dos semanas más.
—Quise sorprenderte —explica Kise con naturalidad y Kasamatsu lo mira repentinamente, como siempre, le asombra esa soltura para decir lo que siente, después de tanto tiempo, a él aún le cuesta ser tan expresivo y directo—. Esta semana pude terminar antes, ya te lo dije, no podía aguantar las ganas de verte.
Tal como hace tres años, Kasamatsu siente el remezón en su estómago, que sube por su pecho de manera efervescente. Se siente incómodo y al mismo tiempo muy bien. Es extraño, contradictorio y así es como Kise lo hace sentir: fresco.
Kasamatsu sonríe levemente, alzando la mano y dándole un apretón a la muñeca de Kise, que descansa la mano sobre la palanca de cambios. El rubio se gira y cuando sus miradas chocas es electrizante.
—Y bien, ¿adónde vamos? —Pregunta Kasamatsu volviendo la vista al frente, sintiendo el viento despeinarlo con el frío aire mientras nota que Kise se aleja de la cuidad con cada kilómetro.
—Eso también es una sorpresa, senpai —contesta guiñándole un ojo y el azabache sacude la cabeza. Al parecer Kise jamás dejará de usar ése honorífico con él. Aunque no le molesta en absoluto, de hecho, tal como contó el rubio, cuando lo llama así, no puede evitar sentirse expuesto, en confianza, como si lo desnudara sólo con omitir el "senpai".
El sol resplandece en el centro y sus rayos calientan la piel con delicia, y el viento que agita sus cabellos va templando la temperatura, volviéndolo ameno. Es el día perfecto para salir y pasarlo juntos.
Después de un rato, Kasamatsu percibe el aroma salino del mar y sus ojos viajan a la izquierda para ver más allá de Kise. El océano resplandece a un lado de la carretera y el mayor comprende de qué va.
Hace unos meses le había comentado a Kise que hace mucho que no iba a la playa, ya que en las vacaciones se dedicaba a trabajar y así ahorrar para el semestre. Entre la universidad y los trabajos de medio tiempo no ha podido moverse de la cuidad. A pesar de que solo había sido un comentario, no creyó que Kise lo recordaría. Muchos pueden decir que el rubio es despistado, e incluso idiota, y aunque a veces lo es, no siempre.
Kise es un chico bastante suspicaz, observador por naturaleza, eso se refleja en su técnica de juego: la copia.
Kasamatsu no se da cuenta cuando sus ojos azules ya no miran el mar, azul como el cielo, brillando como si fuera de noche debido al sol. Porque hay algo mucho más hermoso. Kise conduciendo con su cabellera al viento, sus ojos de largas pestañas se mantienen fijos en la carretera. Su perfil es perfecto, con la nariz respingada y ese aire elegante que posee, sensual y desenvuelto.
Es hermoso en muchos sentidos.
Eso lo abruma también, porque desde que se diera cuenta de sus sentimientos, de lo que Kise provoca en él, de alguna manera se ha vuelto débil en todo lo que a él respecta.
—¡Au! —Se queja Kise al recibir un golpe en el hombro por parte de Kasamatsu—. ¡¿Y eso por qué?!
—Por nada en especial —dice Kasamatsu con una sonrisa ladina, inclinándose para colocar la radio, que en ese momento tocan "Covered in gold" de Tokio Hotel.
El trayecto es tranquilo y el silencio no es incómodo, pronto Kasamatsu se queda dormido debido al cansancio de ese día.
Kise lo observa con una sonrisa, se inclina y lo sacude con suavidad, para cuando el azabache abre los ojos se da cuenta que están estacionados y frente a ellos un local bastante pequeño ofrece productos desde sus vitrinas.
Se despereza y se baja del auto para seguir al rubio dentro, que se dirige directamente a la zona de pastas para comenzar a escoger algo es específico y Kasamatsu se da cuenta de que ese chico tiene todo preparado. Pero hace tanto que no lo ve, que ni siquiera preguntará y sólo se dejará llevar.
—¿Qué clase de salsa te gusta?
—¿Clase de salsa? —Repite Kasamatsu alzando una de sus cejas—. ¿Hay clases de salsa?
—Pues claro, las rojas y las blancas, ya sabes, cremas o tomate —explica el rubio mientras sigue escogiendo la pasta.
—No lo sé, me gustan todas, salsa es salsa, pasta es pasta, ¿cuál es la diferencia? Esas mierdas son todas iguales…
Una risa se escapa de los labios de Kise y se gana un golpe en la cabeza por parte del azabache.
—¡¿Te estás burlando de mí?!
—¡Claro que no! —Reclama Kise al contener la risa y sobarse el lugar agredido—. Es sólo que… esa es una de las muchas cosas que me gusta de ti. —Kasamatsu se sonroja sin comprender aquello del todo, y Kise lo capta; sus ojos se entrecierran y su sonrisa cambia a una más traviesa mientras se acerca al rostro del mayor para aclarar—: me gusta tu simpleza.
Kasamatsu solo enarca una ceja y se gira para fingir que está ayudando a escoger un tipo de pasta, ocultando su sonrojo, a lo que Kise vuelve a su tarea, tomando una caja de color negro con letras doradas, seguramente alguna pasta cara, se gira y camina por el pasillo hacia su siguiente objetivo.
Kasamatsu lo mira un poco más cauteloso mientras escoge el vino. Para ser sincero, tiene buena resistencia al alcohol, pero con Kise nunca se sabe y la última vez que se emborrachó estando con él… no, no quiere recordarlo.
Kise se está esforzando y Kasamatsu se puede hacer una idea de sus planes, pero no le da muchas vueltas al asunto, ¿para qué arruinar la sorpresa?
Cuando se acercan a pagar, la dependienta es muy amable con el rubio, incluso le regala dos refrescos, según ella, para amenizar el viaje con este calor.
Kasamatsu rueda los ojos mientras salen de la tienda y vuelven al auto.
—Vamos, senpai, no seas celoso. Sabes que yo solo tengo ojos para ti.
—No seas tan pretencioso y dame esa lata, muero de sed —dice Kasamatsu abriendo la lata para comenzar a beber. Es sincero, no está celoso, y es por el simple hecho de que eso no va con él y, por supuesto, la costumbre.
Kise se acomoda los lentes de sol esta vez y retoma su camino por la carretera.
Kasamatsu se dedica a observar el paisaje costero, con bastante vegetación y casas a varios kilómetros unas de las otras. Al parecer es una zona exclusiva de veraneo, porque la mayoría de las casas son inmensas y muy bonitas.
El sol comienza a descender cuando el auto se desvía de la calle principal para entrar por un sendero en medio de bosque, es bastante espeso y Kasamatsu se siente algo desorientado. Entonces el auto se detiene justo donde comienza la arena, frente al mar.
—Hemos llegado —avisa Kise girándose con una sonrisa que muestra todos sus dientes—. ¿Qué te parece? Una noche acampando frente en la playa.
Kasamatsu enarca una ceja, y Kise se ve tan emocionado que se lo imagina meneando la cola y todo. Se inclina y deposita un casto beso sobre sus labios, para luego quitarse las zapatillas y abrir la puerta para bajarse.
Siente la arena bajo sus pies, es gruesa y amarilla oscura, muy bonita, un montón de conchitas molidas a lo largo de los años. Avanza sintiendo la briza marina mientras se estira disfrutando del calor del sol y el viento, de la compañía.
Kise avanza con naturalidad para detenerse a su lado y decir—: ¿Quieres que comamos ahora? ¿O damos un paseo?
—Prefiero comer, además, debes estar cansado, idiota —contesta Kasamatsu girándose hacia el auto.
Montan una carpa, bastante amplia, acomodando las mantas y un par de cojines dentro. Cuando Kasamatsu sale de la carpa camina hacia la parte de atrás para encontrarse con Kise, que improvisa una pequeña cocinilla. El agua hierve con los fideos mientras prepara la salsa en un pequeño sartén. Kise lo ve y le ofrece una copa de vino, el cual Kasamatsu acepta.
Esto es trillado, casi de película, muy romántico, detallista. ¿Entonces por qué su corazón late de esta manera?
Sabe la respuesta.
—Wow, esto está muy bueno —dice Kasamatsu comiendo con ganas.
—¿Ves, senpai? No sólo soy un prodigio en la cancha.
—Se te suben los humos a la cabeza muy rápido, Kise.
Risas y una conversación amena, poniéndose al día de lo acontecido esas semanas que no se han visto. Kise le cuenta que se vio con sus amigos hace poco, que todos están bien y algunos siguen jugando basquetbol, como Aomine y Kagami, que ya van de manera profesional.
No se dan cuenta cuando el sol comienza a ponerse y Kise propone dar un paseo por esa solitaria playa, ¿y cómo no? La zona es bastante alejada de la civilización, ni siquiera les llega la señal al celular, a menos que regresen a la carretera.
Ambos llegan hasta la orilla del mar, donde Kise se maravilla con el montón de conchas que hay ahí.
—¡Mira esta, senpai! —Exclama al recoger una de color naranjo, al parecer de un cangrejo ermitaño.
Kasamatsu sonríe, es como un niño, en serio. Entonces su mirada se fija en el atardecer, como los rayos naranjos tiñen el mar y Kise metiéndose en el agua sin la camisa. ¡¿En el agua?!
—¡Kise! —Lo llama el mayor un tanto sorprendido, no creyó que a esa hora el chico quisiera nadar.
—¡Estoy bien! ¡Ven a nadar conmigo! El agua está genial… —lo invita el rubio echándose hacia atrás, para luego girarse y zambullirse.
—No lo creo, no traje más ropa.
Kise sale del agua caminando con paso lento y la mirada ardiente. Kasamatsu frunce el ceño sorprendido nuevamente, al tiempo que Kise se inclina y puede sentir las gotitas frías cayendo hasta su pecho por la cercanía del rubio. —Entonces nada desnudo.
—¡¿Desnudo?! ¡Estás loco, Kise idiota!
Pero éste sonríe de nueva cuenta, tomando los bordes de la playera y comenzando a tirar hacia arriba con fuerza, tomando desprevenido al mayor. Logra quitársela y recibe un golpe inmediatamente, pero no se detiene y toma a Kasamatsu por la cintura para echárselo al hombro, llevándolo hacia el mar.
—¡Estas helado, estúpido! ¡Bájame ahora! —Le reclama su ex capitán, pero Kise sólo sonríe y se mete al agua, tratando de correr, haciendo fuerza con las piernas, salpicando y mojando a Kasamatsu al instante.
Entre los golpes y sacudidas, ambos caen al agua. La cabellera negra de Kasamatsu es la primera en salir a flote, tosiendo y enojado, muy enojado. Pero cuando sus ojos ven esa sonrisa en el rubio, flaquea, y termina sonriendo mientras le lanza agua con la mano. Nada hacia él y lo toma de los hombros para hundirlo y dejarlo salir antes de que se ahogue, claro.
Kise quiere su revancha, así que cuando es liberado, con un impulso sale del agua tomando a Kasamatsu de la cintura y alzándolo, haciendo que se incline hacia delante.
El azabache queda con su boca a pocos centímetros de la de Kise, ya está oscureciendo y la soledad de ese lugar lo ayuda a desenvolverse. Kasamatsu enreda los dedos en los cabellos rubios del chico para besarlo con una pasión abrumadora. Lo necesita, lo extraña y añora tanto que solo quiere dejarse llevar y reclamarlo como suyo en ese preciso instante, quiere sentirlo tan cerca cómo sea posible.
Los labios demandantes de Kasamatsu toman desprevenido a Kise, que no cierra los ojos ante ese beso. Siente como el chico jala y succiona su labio inferior, abriendo la boca para masajear sus labios, colando su lengua entre ellos. Se roba su aliento y lo deja jadeante, deseoso. Se separa de él para respirar y la mirada azul de Kasamatsu dice mucho.
Kise no se contiene y sin bajarlo de sus brazos, lo lleva hacia el descapotable, donde la carpa está instalada a un costado. Deja a Kasamatsu sobre el capó y Kise sabe que no le importa lo frío del metal cuando el azabache deja que le quite el short a jalones, está muy pegado a su piel debido al agua.
La sal baña sus bocas, sazonando su propio sabor mientras las manos del modelo acarician los muslos blancos de su amante, que envuelve las piernas en sus caderas reanudando el beso.
La distancia jamás ha sido un problema, al contrario, cada vez se aman y desean con más intensidad.
Kasamatsu tiembla ante el toque de los dedos del Kise en su tetilla, éste se deleita con esa reacción y lleva su boca hacia el otro para lamerlo, dejando que su saliva escurra y facilite el desliz. Su piel está salada, Kise lo siente contra su paladar cuando succiona el rosado botón, para luego reemplazar sus labios por sus dientes.
—Ah, Kise… —Kasamatsu enreda los dedos en sus cabellos rubios, subiendo más las pierna para apoyarse mejor en el capó, al tiempo que el rubio se inclina incluso más sobre su cuerpo.
A pesar de que el agua comienza a secarse sobre sus cuerpos, Kasamatsu siente la piel de Kise caliente, ardiendo contra la suya y un jadeo se desliza por su garganta ante el placer. La manera en que Kise lo toca y atiende es perfecta, sabe dónde tocar, qué hacer, y lo derrite sólo con unos roces.
La boca de Kise comienza a bajar por el abdomen de Kasamatsu, siguiendo la línea que se dibuja entre sus abdominales, es suave, sus músculos se marcan sin ser grotescos. Es tan hermoso…
Kise ama cada parte de ese cuerpo, es masculino, firme, de un aroma delicioso y tacto suave. Es un hombre perfecto a sus ojos.
Con el hambre renovada, el rubio sigue bajando, deteniéndose en su ombligo, donde lame provocando una risilla en Kasamatsu, siente cómo sus músculos se tensan bajo su boca y es demasiado incitante. Hace que el azabache se relaje por las leves cosquillas, apoyando los codos sobre el metal del auto.
—Kasamatsu, te he extrañado tanto que apenas puedo controlarme —confiesa Kise frunciendo el ceño levemente, bajando la ropa interior del mayor y tomando la erección que comienza a despertar.
Kasamatsu aprieta la mandíbula cuando el rubio comienza a masturbarlo con la mano en un puño, arriba y abajo, lento para que comience a lubricarse y así no le duela el roce. Saca la lengua y la desliza desde la base hasta la punta, para luego volver a masajear con la mano.
—Umn —se queja el azabache apretando los dedos de los pies ante el placer que se forma en su bajo vientre, como una pelota caliente que se va expandiendo, soltando descargas eléctricas de vez en cuando.
Se arquea cuando Kise desliza el pulgar justo en la punta, es una zona demasiado sensible y el jadeo le es arrancado desde lo más profundo de la garganta, ante la atenta mirada del rubio.
Se ve precioso, mojado y con el pelo goteando, oliendo a mar; acostado sobre el capó, contrastando con el rojo del auto, reaccionando a sus caricias. Kise está fascinado. Abre la boca y se lame los labios para guiarlos a la dura erección de su amante. Succiona fuerte, metiéndose el duro pene hasta que sus labios chocan con la base.
El repentino y abrazante calor húmedo hace a Kasamatsu desplomarse sobre el frío metal mientras sus dedos se aferran a las mojadas hebras rubias, que se pierden entre sus piernas.
—Kise… Kise, espera… ¿si alguien nos ve? —jadea Kasamatsu, dejando que su mente trabaje para distraerlo del delicioso placer que lo invade.
El rubio se alza tragando y Kasamatsu se muerde los labios, excitado, viendo como gatea sobre él para dejar sus bocas cerca. —Creo que eso no me gustaría, te ves tan hermoso… quiero hacértelo Kasamatsu, hasta que grites mi nombre.
—I-idiota.
Kise sonríe levemente, para luego tomar a Kasamatsu de la cintura y llevarlo hacia la carpa al costado del vehículo. El rubio es un deportista, y lo demuestra con esa fuerza que emplea al entrar en la carpa sosteniendo al azabache con un solo brazo.
Kasamatsu aún tiene las piernas enredadas en sus caderas y Kise lo recuesta sobre las mantas, al tiempo que se gira para subir el cierre y así cerrar la carpa, es entonces cuando el azabache se incorpora y le besa la nuca, recorriendo su hombro y mordiendo su omóplato para dejar una marca.
El rubio tiene las piernas cubiertas de arena y raspa a su amante de vez en cuando, pero eso a Kasamatsu no le interesa, sólo quiere sentirlo. Lo atrae hacia sí para dejarlo caer suavemente de espalda y así poder quitarle los shorts con mayor facilidad, junto a la ropa interior.
Kasamatsu está excitado, se sube a horcajadas sobre él mientras Kise alza los brazos, ya ha chupado dos de sus dedos y los lleva a la entrada del azabache.
—Estás… estás muy suave —dice Kise frunciendo el ceño, son dos dedos los que entran con mucha facilidad y ante el violento sonrojo en los pómulos de Kasamatsu, lo comprende—. Te masturbaste, ¿no? Dime, senpai, ¿pensabas en mí? ¿En cómo te tocaría? Cómo te penetraría…
—¡Ah! —Kasamatsu siente la punta de ese pene en su entrada, toma aire y se deja caer. Es un hombre, lo soportará y está desesperado por hacerlo.
Se deja caer hasta sentirlo dentro por completo, escucha a Kise gruñir su nombre y otro remezón de excitación lo recorre por todo el cuerpo. Lo siente muy dentro, caliente, palpitando en sus entrañas, duro, y esa sensación de estar conectados de una manera tan íntima lo hace gemir.
Lo han hecho tantas veces que conoce su cuerpo, su forma, la manera en que se siente, de memoria. Y siempre es increíble.
Kise lo mira desde abajo, ese chico de carácter, que se esfuerza por lo que quiere, pero que se deja llevar por él, sucumbiendo al placer, y esos ojos azules se clavan en los suyos, grandes, hermosos, brillando con el deseo.
No importa lo que le ordene o lo que le pida, Kise siempre le hará caso, siempre lo respetará, porque lo ama y admira.
Sus manos suben por el torso húmedo y caliente del azabache, las deja quietas, porque es él el que comienza a moverse, de arriba abajo, sus palmas se deslizan al ritmo que su cuerpo se mueve.
—Aahh… —un suspiro que va subiendo de nivel a medida que Kasamatsu aumenta el ritmo. Deja escapar su voz más que dispuesto a vivir todo y cada uno de los instantes que componen este momento.
Kise se alza apoyando las manos a sus costados, sintiendo la dureza de sus costillas. Besa su clavícula con suavidad, cariñoso, disfrutando del roce de su pene dentro de ese cuerpo caliente.
Está salado, y su lengua se desliza por su piel, dejando a sus labios succionar, notando el círculo rojo sobresaliendo bajo su piel. Kasamatsu no le da importancia, solo siente la deliciosa succión contra su cuerpo.
—Kasamatsu… Kasamatsu…
El chico se deleita con su nombre saliendo de esos labios, expuesto, tan íntimo.
Kasamatsu aumenta el ritmo de sus saltos, se vuelven más continuos y rápidos, provocando un sonido húmedo. Sus pieles chocan y el ambiente se electrifica con su calor. Se aferra a los hombros de Kise y entierra sus uñas cortas. El rubio lo deja hacer, llevar su ritmo, siente que Kasamatsu lo está disfrutando a conciencia, a su modo, por ello no lo interrumpe.
El rubio desliza las manos por su espalda y aferra sus glúteos, deslizando los dedos entre ellos y tocando en el punto donde sus cuerpos se unen.
—Ésta parte de ti me está devorando, senpai —dice tocando el borde de ese anillo de carne que lo envuelve.
Kasamatsu se estremece al sentir las yemas de esos dedos por el contorno, sumado a sus besos, a su aroma más perceptible y a la excitación, ya no puede más.
El rubio lo sabe, lo siente con cada apretón de esas entrañas. Lleva la mano que lo acariciaba atrás y la desliza entre sus cuerpos para tomar su dura erección, que gotea mucho líquido.
—Maldita sea, Kise —gruñe el azabache cuando el otro comienza a masturbarlo nuevamente.
Kise se inclina para mordisquear su labio inferior, que ya está hinchado por los besos. Sigue acariciándolo y el ritmo que adquiere el mayor aumenta incluso más, buscando el consuelo, la liberación.
—Termina para mí, Yukio.
Definitivamente, ese rubio idiota no tiene piedad con él.
Kasamatsu rasguña con fuerza a lo largo de su espalda, arqueándose mientras se derrama entre sus cuerpos. El líquido blanco y cliente mancha el torso de Kise, que siente que está por acabar también. Incita a Kasamatsu a seguir moviéndose a pesar de lo sensible, arrancándole hasta el último aliento de placer mientras él se libera con unas estocadas más.
Sus jadeos a coro son como una sinfonía, los retazos de placer de aquel acto. Juntan sus frentes y se miran intentando calmarse.
El azabache se levanta quejándose al sentir que Kise lo abandona, se deja caer a un lado y cierra los ojos ante el cansancio.
Kise se recuesta a su lado apoyando la cabeza sobre el codo.
—Hueles a sal, como el mar —dice Kise, besando cada uno de sus nudillos.
—Eso es porque me metí al agua, Kise idiota —suelta el mayor, sabiendo que "arruina el momento" y sonriendo cuando Kise hace un puchero, mirándolo con reproche.
Kasamatsu ríe, alzando la mano para acariciar el rostro de Kise. A veces le parece irreal todo lo que viven, ya que desde la escuela se ven muy poco debido a que están luchando por sus sueños y eso despierta cierta inseguridad.
El rubio se inclina besando su pecho, subiendo por su cuello y volviendo a bajar a su abdomen.
—Ahora, Yukio, te lo haré yo, despacio. Voy a saborear y reclamar todo lo que me pertenece.
Esa mirada dorada que reluce entre la leve oscuridad de esa noche. El sol ya se ha puesto, pero la luna ilumina dejando pasar sus rayos plateados. Vuelven a tocarse, a sentirse, a unirse. Toda la noche, hasta caer rendidos, hasta hartarse y quedar saciados. Pero esta vez es lento, sin la euforia del reencuentro. Ambos se sienten a conciencia.
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Los rayos matutinos hacen que Kise se desperece al despertar. Mueve su mano hacia el costado pero está vacío, frunce el ceño y mira a su alrededor, pero no hay señales de Kasamatsu.
Sale de la carpa viendo al azabache en la orilla de la playa, mirando hacia el poniente. Camina hacia él y lo abraza desde atrás, besando su hombro y luego su mejilla. El olor a café inunda sus fosas nasales y Kise ve la taza en una de sus manos.
—Buenos días.
—Buenos días —saluda Kasamatsu ofreciéndole de su café.
—Gracias —Kise acepta la taza, parándose a su lado y bebiendo del líquido caliente.
El silencio se instala, relajado, natural. Están cansados, pero recompuestos en otros sentidos. Es ése ambiente tranquilo, disfrutando simplemente de su mutua compañía.
—Me iré a Tokio.
Kasamatsu lo mira enarcando una ceja, bastante sorprendido por esa noticia. Algo se retuerce en su interior pero guarda silencio a la espera de que Kise siga hablando.
—Acepté un contrato para el próximo año y tendré que mudarme, pero, ya sabes, no es fácil encontrar un lugar para alojar…
—Si quieres vivir conmigo solo debes decirlo, sólo te advierto que será bajo mis reglas.
—Acepto, senpai —dice Kise con una sonrisa y sus miradas se encuentran un momento, pero Kasamatsu la desvía avergonzado—. Si estás feliz por eso, puedes demostrarlo, estamos solos, ¿no?
—No te creas tanto modelo de cuarta —le rebate Kasamatsu al sentir la venita en su sien hincharse.
Kise sonríe más amplio y se acerca a él para depositar un beso sobre sus labios, se aleja unos centímetros para mirarlo fijamente.
—Te amo, Yukio.
El rostro de Kasamatsu se vuelve rojo de golpe, brusco, y su expresión cambia a una de extrema vergüenza. Kise ríe ante eso, pero Kasamatsu no es capaz de golpearlo y se lleva la mano al rostro para cubrirlo.
No responde, no es necesario. Porque le ha demostrado desde hace mucho sus sentimientos. Kise lo sabe, ambos están tan enamorados que ya no hay forma de rehuir a ello.
Querida Ashley, espero que te haya gustado el fic, realmente me emocioné escribiéndolo y es que la OTP es la OTP 3 así que si, va con mucho amorsh.
Gracias por leer y como saben, sus reviews siempre son amados~
¡Kasamatsu en lencería para todas!
