Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece a mi, sino a Stephenie Meyer. Este One-Shot, nació mientras iba en un auto a 120 km/hr para llegar a tiempo a la escuela. Iba escuchando una canción llamada "Pobre Cristina" de Joaquín Sabina, y ahí me entró la inspiración. Gracias papá, por tener gustos musicales un tanto extraños.

-Señorita Hale, lamento importunar, pero la señorita Tanya Stevens le busca, ¿Qué le digo?

-Por favor dígale que tomare una ducha y que en seguida estaré con ella. Mientras, ofrécele algo de desayunar, un café, lo que sea.

-En seguida señorita Hale- Dicho esto, Mary salió de mi habitación y corrió a atender a Tanya. Me levanté con un dolor de cabeza impresionante "¡Genial! Tengo resaca" pensé. La noche anterior, había salido de fiesta con Tanya, Kate e Irina Stevens, Alice Brandon, Jane y Heidi Roberts e incluso Bella Swan, y si había algo que sobraba en esas fiestas eran vodka y anfetaminas. Me metí a la ducha para calmar un poco la jaqueca, y me quedé pensando en la noche anterior, tenía recuerdos vagos de Heidi y yo bailando, Alice besando a mi hermano gemelo Jasper, Tanya y Jane gritando como locas en una limusina, un guardaespaldas armado sacándonos a todas del antro y una cuenta con varios ceros detrás que desde luego se cargó a la cuenta de Alice.

Salí de la ducha y me miré al espejo que abarcaba la mitad del muro de mi armario que más bien era una habitación adjunta a la mía, y él, con su marco de roble y con florecillas de hierro, me escupió la verdad a la cara. La del reflejo era yo, Rosalie Lillian Hale, y aparentemente todo en mi vida era perfecto. Tenía un cabello rubio dorado que me caía en cascada hasta la cintura, ojos azules casi violetas, labios rojos y carnosos, facciones perfectas y una figura escultural. Pero no había bata de seda de Victoria's Secret capaz de cubrir su soledad, ni maquillaje hipoalergénico que pudiera dibujarle una sonrisa natural, tampoco había zapatos de diseñador que le ayudaran a cargar con la pesada sombra de su padre, el famoso empresario Christian Hale, ni un auto deportivo que le ayudase a alcanzar la vida simple que ella deseaba llevar. Como decía la canción, era tan pobre que no tenía más que dinero… Esa era la realidad, o mejor dicho, MI realidad. Mientras me cepillaba el cabello, me asomé por la ventana para contemplar los jardines. Entre 10 y 12 empleados, se dedicaban a hacer cosas diferentes, pero de esos 12, yo sólo observaba a uno. Emmett McCarty… Alto, musculoso, de ojos verdes... Y más aún, una sencillez que me resultaba encantadora, misma de la que carecían todos y cada uno de los chicos que componían mi larga lista de ex-novios, entre los cuales figuran; Royce King, que se dedicaba al cine y teatro; Edward Masen, pianista reconocido; Jacob Black, tenista famoso; Eleazar Stevens, hermano de Tanya y modelo; Seth Clearwater, bajista de una famosa banda de rock… Y otros tantos cuyos nombres recordaba tan bien como la noche anterior.

Bajé de las escaleras, y ahí estaba Tanya, sentada en el desayunador comiendo un cocktel de frutas exóticas y jugo de naranja. Llevaba sus lentes obscuros, lo que significaba que también tenía resaca.

-¡Rose! Qué bien que llegas. Alice nos invita a pasar una tarde de chicas en la piscina de su casa. ¿Vendrás?

-Claro, ¿a qué hora es?

-En una hora. Ve por algo de ropa y nos vamos a casa de Alice en auto.

Subí a mi habitación y saqué el primer bikini que me encontré, toalla, sandalias, bata, bloqueador solar, y un cambio de ropa por si a Heidi se le volvía a ocurrir tirarme a la piscina a penas me viera.

Cuando bajé, Tanya ya estaba lista. Subimos a su Mercedes negro y a más de 120 km/h nos dirigimos a Starbucks por un café. Íbamos escuchando a todo volumen canciones sin sentido que hablaban de frivolidades, y llegamos a casa de los Brandon. Alice nos esperaba junto con Bella, Kate e Irina. Justo después de que me cambié, llegaron Heidi y Jane, que desde luego, me tiraron a la piscina a penas me vieron.

Charlábamos, gritábamos, nos echábamos agua unas a las otras y desde luego reíamos como si no importase nada más, hasta que uno de los recuerdos de nuestra noche de parranda asaltó mi memoria.

-¡Hey, Alice! Creo que Jasper tiene tu labial rosa… pero por toda la cara

Todas reímos de la broma, incluso la propia Alice. Ella y Jasper habían mantenido una relación desde hacía tres años, y solo un pequeño y reducido círculo de amigos y familiares cercanos estábamos enterados del secreto. Algunas veces Alice salía con alguno que otro chico para disimular un poco y Jasper era en extremo cuidadoso con su vida privada, por lo que nunca nadie había conocido su historial romántico, excepto yo. De pronto, Alice puso cara de seriedad.

-Chicas, ¿Saben por qué ayer Jasper y yo las invitamos a todas a ir a celebrar?

-Porque somos jóvenes, con excelentes trabajos, excelentes autos, algunas con novios perfectos y autos fabulosos- Dijo Heidi que se doblaba de la risa

-¡Qué modesta, Heidi! Se te olvido decir que somos endemoniadamente sexys- Replicó Irina

-Bueno, además de todo lo anterior… Jasper es un novio perfecto, no podría pedirle nada más, y menos ahora que… ¡Nos convertiremos en marido y mujer!- Dijo mientras nos mostraba un anillo que adornaba su dedo anular izquierdo

-¡Felicidades! Se lo merecen… ¡Cuñada!

Todas abrazamos efusivamente a Alice, ella era la primera de todas que anunciaba su boda. Estaba segura de que ella y Jasper cumplirían a la perfección el "Hasta que la muerte los separe"

-¿Y tú para cuándo Rose?

-Jajajajaja, daría mi casa editorial completa por echarme un noviecillo aburrido y formal.

-Ya me imagino los titulares de la prensa "Rosalie Hale, directora de la casa editora más famosa de los Estados Unidos lo deja todo por irse de hippie a recorrer el mundo". ¡Sería el escándalo del siglo!

Reímos a carcajadas. Claro, ellas creían que era una broma, pero no era más que la pura verdad. Mi casa editorial, mi BMW, los viajes, yates, mansiones y demás por un novio con el cual pudiera simplemente ser yo, Rose. Quisiera poder estar con el único hombre que ha logrado ver a la autentica yo. Sin tener la estúpida obligación de guardar apariencias. O mejor aún, sin tener que estar cuidándome todo el tiempo de los aún más estúpidos paparazis que me vigilaban a mí y a mi familia, esperando con ansias el momento en que me vieran derramar una lágrima, caerme de ebria, con un anillo de compromiso como el que ahora lucía Alice junto con otros tantos que lo disimulaban un poco, tal vez una foto desafortunada en la que me viesen con celulitis, o mejor aún, el que sin lugar a dudas resultaría el escándalo del mes… que me vieran con caderas anchas gracias a un embarazo. ¿A caso era mucho pedir vivir una vida plena y feliz, con un hombre que me amase, una familia común y el dinero suficiente como para vivir cómodamente? ¿Una vida como la que llevaban cientos de mujeres en el mundo? Al parecer, para quienes cargábamos con la pesada sombra de los Hale, con un papá Superman y mamá Mujer Maravilla, sí que lo era. La única excepción a la regla, era Jasper: hijo de conducta intachable, amigo incondicional, estudiante modelo y según Alice, el novio perfecto. Tal vez, era que simplemente yo era una rebelde que se empeñaba en tener precisamente aquello que se le negaba. Tal vez, era que junto con el dinero y la belleza, había heredado el don de ser sólo una cara bonita. O tal vez, simplemente a nadie le importaba lo que pensara.

¿Tan frívolo era el mundo? No lo sé, sólo sé que no se puede tener todo en la vida, y desde luego, yo no era la excepción.

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