Se trata de un One-Shot que en principio no he pensado continuar. Puede que el final haya quedado un poco abierto pero el tema principal era explorar cómo se defenderían Emma y Regina estando atrapadas en el pasado.


Tras la insinuación de Garfio en la Abuelita, Emma tuvo que decirles que estaba pensando en marcharse a Nueva York, y acto seguido se fue para airearse un poco y tener la mente despejada de tanta presión.

Pero Regina no estaba dispuesta a dejarla ir sin que le diera una explicación. No iba a permitir que se largara sin más con Henry y le apartara de él.

La encontró sentada en uno de los bancos del parque. Emma no puso buena cara cuando vio que Regina se acercaba.

- ¿En serio tienes que pensártelo? -le espetó Regina.

- Es mi vida, y yo decido sobre ella -se defendía Emma.

- Ya, pero resulta que tu vida también incluye la mía.

Emma se quedó callada, pensativa, porque comprendía que Regina tenía razón. Al fin y al cabo Henry también era su hijo. La alcaldesa continuó hablándole.

- No entiendo por qué quieres marcharte. Aquí está tu familia.

- Pero yo no lo veo así. Todas esas historias del libro de Henry, los cuentos de hadas… siento que no pertenezco a vuestro mundo. No quiero que Henry crezca rodeado de peligros, brujas malvadas y maldiciones… -se quedó callada de repente, mirando hacia el horizonte- ¿Qué diablos es eso?

Regina se giró para ver lo que Emma acababa de atisbar. Era un haz vertical de llameante luz anaranjada, proveniente de la granja en la que derrotaron a Zelena.

Instintivamente, ambas se encaminaron hacia el lugar para ver qué estaba pasando.


- Es el portal de mi hermana -anunció Regina-, de alguna manera ha conseguido activarlo…

- ¿Sabes cómo detenerlo? -inquirió Emma.

Regina puso los ojos en blanco.

- Si supiera cómo detenerlo, no habría visto en mi hermana una gran amenaza.

- Tal vez con nuestra magia…

- Querrás decir, con mi magia.

Emma recordó que Zelena le había arrebatado toda la magia y no sabía cómo podría recuperarla.

En ese momento, el portal las arrastró hasta el interior de la granja.

Aterrizaron en pleno bosque. Emma fue la primera en incorporarse.

- No… otra vez no… -se lamentó- ¿Ves? Este tipo de cosas no ocurrirían en Nueva York -Regina no le hizo caso y se limitó a limpiarse un poco la ropa- ¿Tienes idea de la época en la que estamos?

Regina se quedó mirando el tronco de un árbol, y arrancó algo para enseñárselo a Emma.

- ¿A ti que te parece? -dijo mostrándole el cartel de advertencia en el que aparecía el rostro de Blancanieves.

- No podemos ir con estos atavíos -dijo Regina.

- ¿Qué quieres decir?

- Que en este lugar las cazadoras de cuero y los pantalones vaqueros no están muy de moda -dijo con sorna. Y acto seguido, hizo un movimiento ligero con la mano e hizo aparecer una humareda roja. En cuanto desapareció, ambas vestían ya con ropajes propios del Bosque Encantado, y además había incluido un hechizo para cambiar sus rostros.

La única forma de regresar al presente, era a través de una poderosa varita que estaba en posesión de Rumpelstiltskin, y para ello debían ir a su castillo.

Regina lo conocían bien y sabía cómo entrar sin ser vistas, pero antes de emprender camino, le advirtió a Emma que cualquier mínima acción que pudiera cambiar los acontecimientos podría ser desastroso.

- En serio -decía Emma mientras caminaban- ¿cómo podíais ir con estos vestidos tan apretados? Hasta me cuesta respirar.

- Espera -dijo Regina deteniéndose de inmediato, mirando al frente en estado de alerta.

- ¿Qué ocurre?

- Esas pisadas metálicas -decía en tono bajo, sin dejar de mirar al horizonte. Emma no veía nada-… es mi Guardia Real -enseguida se apresuró a esconderse tras los arbustos de los laterales. Emma la siguió.

Cada vez se escuchaba más próximo el trote de los caballos, hasta que aparecieron arrastrando un carruaje oscuro.

Se detuvieron en una especie de claro en el que había una pequeña aldea. Emma y Regina se acercaron un poco más para tener una mejor visión de lo que estaba sucediendo.

- ¡Ahí está Marco! -susurró Emma al reconocerlo entre la multitud- Y el pequeño Pinocho… -añadió sonriendo y recordando a August. También reconoció a la Abuelita y a Ruby. Por alguna razón, Regina se mantuvo callada y contemplaba la escena con seriedad.

La puerta del carruaje se abrió y apareció una majestuosa e intimidante Regina, ataviada con un conjunto rojizo y negro.

- Vaya -opinó Emma- Menudo cambio de look.

Regina siguió ignorando sus comentarios.

- Bueno, ya es suficiente -dijo incorporándose- Podemos irnos.

- Espera, esto no es algo que pueda ver todos los días.

- Te recuerdo que tenemos que asaltar el castillo del Ser Oscuro. Y está a varios horas de camino -insistía Regina.

En la aldea, la Reina Malvada les hablaba amenazadoramente, advirtiéndoles de que si no le decían el paradero de Blancanieves, mataría a todos y cada uno de sus habitantes.

- ¿Qué es lo que queréis? -le inquirió Gepetto a la Reina Malvada.

- Justicia -respondió ella desafiante- Si me entero de que alguien de esta villa ha ayudado a la forajida Blancanieves, juro que lo pagará caro.

- Vaya, eras una buena pieza -le dice Emma a Regina mientras contempla la escena.

- Lo sé -contesta Regina con el mismo tono serio.

Dos de los guardias aparecieron con una aldeana forcejeando e intentando librarse de ellos, en vano.

- Esto haré con quien ayude a Blancanieves.

-¡Ayudadme! ¡Va a matarme! -gritaba la mujer.

- ¿Quién quiere ser el siguiente? -dijo justo antes de soltar una malévola carcajada.

Emma se incorporó un momento hacia delante y Regina la agarró del brazo.

- ¿Dónde te crees que vas?

- A salvar a esa mujer.

- ¿Cómo? ¿Enfrentándote a mí? Te he dicho que no podemos cambiar nada del pasado -decía Regina mientras de fondo se escuchaban sus propias carcajadas- Que podría tener consecuencias inimaginables.

- ¿Llegaste a matarla? -Regina se quedó callada- Dime, ¿la mataste?

- ¿Qué más da? Ni siquiera la conoces. Además, se coló en mi castillo varias veces e intentó robarme.

Regina caminó unos cuantos pasos y después se giró para ver si Emma la seguía. Ésta se había quedado contemplando la humilde aldea.

- Apresúrate. No quiero tener que quedarme aquí atrapada y tener que volver a lanzar la Maldición -dijo en tono sarcástico.

Emma se dispuso a seguirla, todavía pensando en la pobre mujer que solo intentaba mostrarle lealtad a su madre.

Seguían caminando por aquel interminable sendero. Regina mostraba cara de fastidio todo el rato porque estaba acostumbrada a realizar los largos viajes entre reinos en carruaje. De nuevo escucharon pisadas de caballos y un carruaje.

Se escondieron por si volvía a tratarse de la Guardia Real.

- Tener que esconderme de mí misma… -farfulló Regina mientras se ocultaba tras los matorrales.

Pero esta vez no se trataba de la Reina Malvada, pues los caballos eran blancos, al igual que el carruaje.

- Es el carruaje del Rey Midas -dijo Regina-. ¿Qué hará por estos lares?

Emma recordó enseguida esa parte del libro de Henry.

- Yo sí lo sé -miró hacia arriba, y enseguida atisbó una figura encapuchada, sujetada a lo alto de un árbol.

El carruaje se detuvo puesto que había un obstáculo en el camino. Sus puertas se abrieron y apareció un hombre caminando hacia el tronco caído.

- Es el Príncipe James -dijo Regina.

- Sí -contestó Emma sonriente, orgullosa de ver a su padre ataviado con ropajes de la realeza. Esperó a que el asalto de Blanca ocurriera, pero pisó sin querer una rama partida y vio cómo su madre, alertada por el ruido de la rama, abortó misión y cayó de árbol, huyendo del lugar sin haber robado las joyas y el anillo que le harían encontrarse con Charming poco después.

El Príncipe regresó al carruaje y retomaron la marcha.

Regina se incorporó para seguir su camino, y al volverse hacia Emma notó algo en la mirada de ésta.

- ¿Qué?

- Dijiste que un mínimo cambio podría cambiar todo un futuro, ¿verdad?

- Así es.

- Bueno, ¿qué pasa si se trata de un gran cambio?

- ¿Qué ha pasado? -inquirió con sorna.

- El árbol caído… era una trampa de Blanca para asaltar el carruaje. Al pisar la rama he hecho que huyera y… he impedido que mis padres se conozcan.

- ¡¿Qué?! -exclamó Regina alarmada- ¿A eso le llamas tú ser cuidadosa? ¿Para qué me molesto en advertirte de las consecuencias de cambiar el pasado, si luego siempre vas a hacer lo que te plazca?

En ese momento Emma comprendió por qué Regina infundía tanto pánico y respeto en los aldeanos. Se la imaginó echándole la reprimenda con su atuendo de Reina Malvada, y era realmente temible.

- Bueno, no pasa nada, solo tenemos que…

- Sí, solo tenemos que forzar el encuentro de los principitos. Como si no me hubiera pasado toda mi vida intentando separarlos.

- Eso complica un poco las cosas…

Regina le dedicó una mirada desafiante a Emma.

- Supongo que no debe andar muy lejos -dijo Emma para calmar un poco la situación y darse esperanzas.

- Si no pude encontrar a Blanca en su día, dudo mucho que lo vayamos a hacer ahora.