Sep 7, 2014 - Ago 16, 2017
Han pasado 2 años y un cachito más aproximadamente desde que subí esta historia. En estos tres años mi gusto por la pareja Elsa y Jack no ha cambiado en nada y mis ganas de escribir tampoco.
Hace unos meses intenté continuar con otra de mis historias, pero nuevamente por falta de tiempo lo terminé dejando a un lado. El viernes pasado volví a entrar queriendo leer nuevamente mis antiguas historias y me encontré con esta. De pronto me pico la inspiración y sin que me diera cuenta, estaba continuando la historia en mi celular. Pero cuando terminé de escribir me di cuenta que había hecho varias variaciones no solo a la personalidad si no a la historia, entonces comencé por editarla.
Probablemente algunas personas que leyeron alguna vez esta historia se decepcionen al notar los cambios que haré con forme lean, así que me disculpo con ellos por adelantado, pero pido que al menos den una oportunidad a esta historia. Me he divertido un monton escribiendola y espero que ustedes se diviertan un poco leyendola. Oh, tambien me encantaría que opinan de la edición que planeo hacer.
¿Lo dejo o continuo?
Reglas como siempre:
No robar, copiar, editar, etc.
Espero lo disfruten
Impaciente Elsa caminaba de un lado a otro, perdida en sus tormentosos pensamientos. El sonido de las manecillas del viejo reloj retumbaba por las paredes de la habitación. De pronto, el chirriar de una falsa lechuza indicó, con sus doce chirrillos, que ya era media noche.
Sintió un extraño revoltijo en su estómago. Aquellas insistentes voces se adueñaban nuevamente de su cabeza. ¿Qué es lo que tenía que hacer en esos momentos? Giró su mirada hacia el retrato pintado de sus padres. Los cabecillas de la casa Arendelle. Otro orgullo más en el linaje de la familia Arendelle. Si tan solo estuvieran aún con ella. Su padre siempre tenía una solución ante los problemas que amenazaran a su familia y su madre… Sonrió. Ella siempre sabía cómo responder ante los problemas. Pero ella no estaba ni cerca de parecerse a alguno de ellos dos.
Los murmullos tras la puerta comenzaron a ser cada vez más claros y dolorosos. Elsa podía oír perfectamente la voz de una mujer fingiendo lástima y preocupación sobre el futuro que les esperaba a las hijas de Arendelle. Nada más que sucias mentiras.
— ¿Señorita Arendelle?
Esta vez la voz era de un hombre. Uno mayor, quien acompañaba su llamado con algunos golpes en la puerta. Ella no respondió, solo se aferró duramente a él último recuerdo que le habían dejado sus padres antes de partir a aquel viaje.
— Señorita Arendelle por favor abra la puerta.
El hombre continuó con los golpes en la puerta, cada golpe más fuerte que el anterior. Elsa guardo silencio. Sabía perfectamente la razón por la que se encontraba ahí. Sabía lo que realmente estaba buscando. Joder, los había escuchado hablar perfectamente desde la habitación en donde se encontraba. Al ver que no respondía, el hombre se detuvo.
— Comprendo que tal vez aún se encuentre afectada por la noticia, pero me temo que aún hay asuntos pendientes por atender —aclaró — Su presencia es requerida en el salón principal, a menos que desee que la menor Arendelle se encargue de todo.
Elsa se tensó ante la mención de su hermana.
— La menor Arendelle se encuentra en el salón principal. No ha querido decir ni una palabra desde que se le informó la noticia. Procure bajar pronto, en todo caso nos veremos forzados a tratar el tema con la menor Arendelle.
Con esas últimas palabras los pasos del hombre, al igual que el de las otras personas que lo acompañaban, comenzaron alejarse hasta que nuevamente todo quedó en el sonido del viejo reloj.
Sabía que tenía que obedecer, pero no quería tener que soportar a toda esa gente que fingía descaradamente preocupación por ella y su hermana; cuando lo único que buscaban era apoderarse de todo lo que su familia había conseguido a través de los años. No solo años, generaciones.
La imagen de sus padres volvió aparecer en su mente. No ha pasado ni una hora desde que le informaron sobre el accidente y ya se encontraban encima de las riquezas que su familia les había dejado, intentando adueñarse de todos como sucios buitres. Ni siquiera tuvieron la decencia de permitirle llorar la muerte de sus padres, lo único que querían era deshacerse de ella y su hermana ahora mismo.
Anna. Su dulce y pequeña Anna.
¿Cómo podría cuidar de ella ahora? Ella nunca ha salido al exterior, no sabe que le podía esperar una vez esté fuera de la casa en la que había crecido y permanecido toda su vida. Lo único que conoce es lo que los libros y las anécdotas de su madre le han permitido imaginarse a través de sus historias. ¿Cómo diablos podría protegerla entonces?
Sonrió con amargura. Quería llorar, gritar y desplomarse como una niña pequeña ante lo sucedido. Sus padres, por merlín eran sus amados padres ¿Cómo es posible que no tuvieran si quiera una pisca de compasión? Porqué querían desaparecer su linaje. Querían adueñarse de todo.
Pero ella sabía que no podía derrumbarse. No cuando la situación era tan grave. Tenía que mantener su mente serena y calmada para encontrar alguna solución. Tal vez otro día podría llorar en paz el fallecimiento de sus padres. Hoy… simplemente no sería el día.
Volvió a pensar en el problema buscando todas las posibles soluciones que podía, pero no encontraba nada. Dio un golpe en la puerta, frustrada de no poder conseguir ninguna solución. ¿Cómo podía mandarlos al diablo a todas, y lograr que no la botaran ni a ella ni a su hermana? La situación comenzaba a desesperarla. Tenía que haber alguna solución.
— ¿Está segura de que es mujer?
— Es lo más seguro, si no porqué habría tenido la necesidad de ocultarlo —insistió la voz, intentando sonar convincente.
Una mujer no se puede encargar de una gran familia.
Los recuerdos de sus padres comenzaron a invadir su mente por completo. Miles de recuerdos apoderándose de su mente. Recuerdos tormentosos.
Un mareo pronto, casi logra que se callera al suelo.
"Espero algún día nos puedas perdonar"
La fuerte impresión la mantuvo paralizada por un momento, con la respiración agitada y junto a un grito que jamás salió de sus labios. Elsa sentía como su corazón latía pesadamente mientras unas lágrimas traicioneras caían por sus mejillas.
De pronto lo entendió todo.
No pudo evitar sonreír con nostalgia y dolor. Incluso muertos, sus padres aún seguían cuidándola.
