Mi primer fan fiction sobre esta pareja. Aqui os dejo el primer capitulo de "Variables".
Disclaimer: No me pertenece nada de lo que podais reconocer.
Siempre había pensado que el amor era una tontería, una cosa de gente descerebrada que tienen la absurda necesidad de no estar solos. Inverosímil, el amor para mí era totalmente inverosímil. Pero entonces llegó él. Con toda su amabilidad, su caballerosidad propia de la corte de Luis XVI, su sonrisa natural, su evidente atractivo, su valor y sobre todo su dominio de la escoba. Aunque yo no pensaba nada de eso de él, eso solo es lo que dicen sus "grupies" que lo acosan por los pasillos.
Todo empezó en mi tercer año en Hogwarts, el cuarto para él, solo nos llevábamos un año de diferencia. Ese año ocurrieron sucesos horribles en Hogwarts. Pero de eso ninguno sabía nada aún, camino de la escuela en el Expreso. Yo estaba en uno de los coches con mi inseparable grupo de amigos. Angelina Johnson, Alicia Spinnet, Fred y George Weasley. Los gemelos habían aprendido algunos trucos nuevos con la varita durante el verano, como por ejemplo hacer que a un pastelito de caldero le creciesen patas y brazos, y que comenzase a bailar un charlestón, o convertir una de las plumas de Alicia en un petardo, que al estallar desprendía chispas moradas y azules. El vagón se ilumino de violeta y de nuestras carcajadas, ya que el petardo había estallado justo en la nariz de Angelina. Entre risas me disculpe con mis compañeros de viaje y salí al pasillo a tomar un poco de aire fresco. La señora del carrito estaba al principio del pasillo, haciendo su habitual ruta por el expreso, así que me acerque sacando mi monedero de cuentas para comprar alguna varita de regaliz, ya que Fred utilizó las que había comprado para hacer su numerito del colacuerno Húngaro. Asomado por la puerta de su vagón, se encontraba Cedric Diggory. Un alumno de cuarto que pertenecía a la casa Huffelpuff y que era buscador en su equipo de quidditch. Quizás fuera casualidad, o destino, pero ambos estiraron sus respectivos brazos hacia la misma varita de regaliz. Y es que esta varita era la ultima que quedaba en todo el carro. Alcé la vista hacia él y mi mirada chocó con la suya. Yo ya había preparado mi mirada más fulminante y en cambio él me miraba con simpatía y me sonreía amablemente.
- Varitas de regaliz ¿quién puede resistirse?- dijo, como si fuera un tema que tomarse a broma.
- Pues creo que tú vas a tener que resistirte- le contesté.
Le arrebaté la varita pagando a la señora y regresé a mi coche dejando al fabuloso, maravilloso y perfecto Cedric Diggory, por el cual todas suspiraban, con un palmo de narices.
