Nada me pertenece. Todo es de la BBC.

Donna, se merecía más, dudes.


— Sería genial que yo pudiese ver todas las cosas que has visto —dijo Donna una vez. Ella estaba tan metida en sus ensoñaciones que no advirtió la mirada del Doctor.

— Ya lo haces. Todas las aventuras que tenemos estás viendo lo mismo que yo. Bueeeno, no todo, con mis sentidos superiores de Señor del Tiempo ningún humano se podría comparar. Ustedes solo ven un veinte por ciento de lo que veo yo, es como un anci-

— Doctor —lo cortó Donna—. Para. Deja de decir tonterías, me duele la cabeza. —éste la miró ofendido y le volteó la cara.

Donna rodó los ojos.

— Lo que estoy tratando de decir, es que me gustaría saber que has visto durante tus otros viajes, cuando estabas solo, qué planetas viste. Nosotros solo hemos ido a ver un montón de hombres-peces y los enanos en traje espacial. ¡Ah! Y a los Ood, pero no creo que me guste otra visita.

El Doctor la miró frunciendo el cejo, tratando de refrenarse a corregirla porque Donna siendo Donna, no le importaría y seguiría llamándoles como quisiera.

— Donna, eso es más que suficiente. Además, vendrán más aventuras a nuevos planetas si así tú quieres.

Ella lo miró esperanzada y alegre. La misma mirada de todas sus acompañantes.

No por eso, la de Donna era menos especial.

— Me quedaré contigo para siempre. Hasta que esté tan vieja que me tengas que ayudar a salir de la TARDIS. —se rió. Ella no reparó en la mirada de tristeza del Doctor.

Era difícil oír a Donna decir esto. Devastador, más bien. Ya él había tenido una experiencia con el 'para siempre' y eso no terminó bien para ninguna de las dos partes. Sabía que Donna quería quedarse un largo tiempo con él, no era ningún secreto, lo había sabido desde el mismo momento en el que ella le dio sus maletas y caja de sombreros para que se los llevase adentro. El Doctor quería que ella se quedase para siempre, incluso si eso implicaba comprarle un bastón.

Pero era tan doloroso verlos crecer y morir.

Oír sus corazones latir cada vez más lentos hasta que simplemente paraban…

Se dio una patada mentalmente. No, para, Doctor. No pienses así de Donna.

— Te puedes quedar todo el tiempo que quieras, Donna. Pero no esperes ver todas las cosas que he visto. No quieres cargar con todo eso dentro de ti, no me hizo más bueno o mejor.

Ella lo miró confusa. Él volteó a otro lado, amargo.

Donna se acercó a él y lo miró intensamente.

— Doctor, pensar en todo eso no te hace bien, no te tortures. Eres… (¡No me hagas decirlo otra vez!) magnifico. Un gran hombre (o Señor del Tiempo, alien, lo que sea), eres amable y tienes compasión —Donna, como el Doctor se negaba a mirarla, lo agarró de los costados de la cara y lo fijó en ella—, esas no son las características de un hombre malo, créeme.

Al terminar su mini-discurso, los dos sonrieron, Donna satisfecha y el Doctor tímido.

— Gracias, Donna.

— No hay de qué, marciano.

— ¡Qué no soy de Marte!

Donna resopló de risa y se fue a su habitación.

….

El Doctor miró una última vez la TARDIS antes de cargar con el cuerpo de Donna hasta la casa de su madre.

Donna no lo recordaría en la mañana.

Eso lo mataba.