¡Hola a todos!
He regresado con una nueva historia, espero hayan tenido buen inicio de año.
Los seguidores de 'Mi Pequeño Escándalo' tendrán que perdonarme el haberla eliminado.
No podía seguir escribiendola, se me acabaron las ideas para esa trama. Espero que esta sea de su agrado, y no solo que les guste, sino ser capaces de caracterizarse con algunos de los personajes, reír y llorar conmigo.
Ha sido un viaje regocijante escribir esta trama, que gracias a ustedes, publico hoy. Antes de empezar a leer esta trama, lean la sinopsis por favor. Si no les agrada, no sigan.
Sinopsis: Las hermanas Higurashi han perdido a su padre, Kabuto Higurashi, uno de los empresarios más destacados en el área musical. Kikyou Higurashi, su hija mayor, desde su adolescencia se ha encargado de ser la asistente personal de su difunto padre, ahora aspira ser la presidenta, pero un giro del destino impide sus deseos. Kabuto le ha dejado el mando de todos sus bienes a Kagome, su hija menor, pero solo puede obtenerla si acata algunas órdenes. Kagome Higurashi es una compradora compulsiva, amante de las mejores marcas de ropa y con una gran variedad de zapatos y bolsos, una joven hermosa pero ácida; Kikyou no esta de acuerdo y empieza a ponerle obstáculos en su vida y uno de ellos llega a ser Inuyaha Taisho, un joven rockstar problemático con un físico endemoniadamente atractivo. Juntos tendrán que compartir más que una vida, tendrán que aprender a ser uno y vencer las dificultades de amar. Porque aunque el amor les duela, la felicidad no tarda en llegar.
¡Déjenme Reviews! 'Son Gratis'...
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Para Mi Corazón Basta Tu Pecho...
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Capítulo 1
Sonrió nostálgica mientras se acomodaba en el asiento del avión y se ajustaba el cinturón de seguridad, acababa de perder a su padre y no sentía dolor. Recordaba la voz temblorosa y dolida de su hermana llamarle en la tarde de ayer, ni siquiera se sorprendió que el 'viejo cascarrabias' como le decía desde hace mucho tiempo, se haya muerto.
Desde pequeña buscaba su atención y cariño, pero Kikyou era la afortunada en obtener su amor. Había perdido a su madre cuando tenía cinco años, solo recordaba su olor a arándanos por la mañana y delicado carmesí de sus mejillas, cuando ella le llevaba un dibujo, no recordaba sus abrazos, ni sus besos. Supiró un poco nerviosa y volteó para ver por la ventana, las nubes blancas se arremolinaban juguetonas a su alrededor, amaba el cielo y sus misterios, siempre se preguntó a que sabrían las nubes, quizá dulces o amargas.
Se retorció incómodamente y quitó la vista para mirar el techo del avión, ni siquiera había empacado mucho, presentía que su regreso sería rápido y conciso, no tenía ánimos siquiera de ir a su funeral. Ella había decidido quedarse en Tokyo, prefería mantener sus amistades y su vida normal, odiaba estar en las faldas de su padre recibiendo maltratos mientras Kikyou se llevaba el crédito, había empezado a estudiar el piano y quizá empezaría una carrera como solista; Kabuto le había creado una cuenta bancaria para vivir toda su vida sin trabajar, pero ella la había derrochado en tan solo un año, compraba y jamás se detenía. Su amor por la moda fue creciendo hasta un punto que necesitó ayuda profesional para dejar su compulsión, Kabuto se alteró por las grandes deudas que Kagome había reunido y le amenazó con dejarla sin nada donde sostenerse; hace tres meses había cumplido veinticuatro años y mientras miraba a su alrededor supo que no era ése el tipo de vida que quería, necesitaba más, necesitaba a alguien que la amara y respetara; que la admirara.
Soñaba con una familia, un marido excepcional e hijos corriendo por toda la casa, pero sabía que ése era un mundo de fantasías. Ahora que su padre estaba muerto, sabía que Kikyou llevaría el mando de la empresa y todos los bienes de su padre, necesitaba encontrar un trabajo pronto porque estaba segura de que su 'adorada' hermana, la dejaría completamente en la calle.
Escuchó la voz del piloto dando aviso de que pronto estarían en tierra, respiró profundo tratando de calmarse. De pronto el avión empezó a descender y en minutos sintió el choque de las llantas con el pavimento. Había llegado a New York.
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Hacía horas que había bajado del avión y ahora esperaba su equipaje. Una vez que lo tuvo en sus manos caminó con algo de rapidez hacia la salida del aeropuerto, Kikyou de mala gana había mandado a alguien a buscarla, aunque estaba segura que hubiese preferido que ella se perdiera en la gran ciudad para no verla en el funeral.
- A veces llego a odiarte, padre. - rechinó los dientes molesta mientras luchaba contra su pesado equipaje.
Miró a los lados buscando alguna limusina o taxi, pero nada. No había señales de alguien la buscara, entonces una voz ronca y varonil se posó en sus espaldas.
- ¿Kagome Higurashi? - sin voltear, asintió con la cabeza. - Inuyasha Taisho, te llevaré donde Kikyou. -
Giró el cuerpo bruscamente y fijamente lo miró, un fuerte cosquilleo le picó la piel, no sabía si hacía mucho calor ya o era él quien la calentaba. Ése hombre era un perfecto Dios griego, sus ojos eran miel dorada, la camiseta blanca le delineaba cada parte de su torso, los músculos de los brazos se le contraían en cada movimiento, entonces quiso besar ésos duros pectorales y extasiarse de él hasta el amanecer. Pero un horrible chasqueo de dedos la atrajo a la realidad.
- ¿Estas bien, o eres retrasada? -
¡Era un maldito grosero!
- ¿Qué le pasa? ¡No soy retrasada! - empuñó las manos a los lados.
- Entonces muévete, no tengo tiempo para las tontas mimadas como tú. -
- ¡No me hable así! - lo siguió con la mirada mientras se movía. - ¡Usted es un idiota! -
- ¡Y tú una estúpida tonta! -
La gente se paraba a mirar negando con la cabeza, mientras que otros solo por curiosidad y algunas que otras personas alegando que eran una pareja enojada.
- ¡Maldito pelele ingrato de mierda! - respiró tratando de calmarse.
- ¡Entra al auto antes de que te arranque la lengua! - abrió la puerta de golpe.
- ¡No, sin mi equipaje! -
Inuyasha la miró irritado mientras que bufando le ayudó a subir su equipaje.
- ¡Cuidado! Es Louis Vuitton. - Kagome se aseguró de que no fuese tan brusco.
- ¡Bien! - esa mujer lo irritaba más de la cuenta.
Kagome lo ignoró y entró al auto, era un Ferrary rojo bastante espacioso, tenía símbolos extraños colgando del espejo retrovisor y una excelente vista trasera, siguió su minucioso recorrido cuando al toparse con sus discos, supo que al 'chico problema' le gustaba el rock. Inuyasha entró en el auto, se ajustó el cinturón, metió la llave en la cerradura e inmediatamente el reproductor comenzó a sonar; Kagome tarareó un poco con los labios cerrados la primera estrofa de 'Counting Blue Cars', pero no dejaría que Inuyasha supiera sus gustos musicales, en realidad no quería nada que él supiera de ella.
Porque se suponía que solo se verían esta vez, que no había nada que los uniese desde tan solo unos minutos.
- Eres una molestia, ¿lo sabías? -
Kagome soltó un chillido ahogado mientras se mordía la lengua. Intentaría ser un poco más amable.
- No lo sabía, pero gracias por tu sinceridad. -
- Me jode la gente como tú. - la miró de reojo, quizá se estaba pasando un poco pero quería ver hasta donde llegaba esa molesta mujer.
- Y yo no soporto a los cretinos como tú. - bufó semi molesta mientras miraba por la ventana. - ¿Nos falta mucho para llegar? -
- Oh cariño, esperemos que no. Ensucias mi auto. -
De pronto una alarma contra incendios empezó a sonar en la cabeza de Kagome, éste joven en realidad le molestaba.
- Escúchame muy bien. - lo miró fijamente. - Sé que comenzamos con el pie izquierdo y me disculpo, solo me dejé llevar un poco por mis pensamientos. - Inuyasha la miró de reojo, ella suspiró con cansancio. - Pero eso no te da derecho a tratarme como una escoria, soy una mujer y como todo ser humano merezco respeto. - dejó de mirarlo para ver directamente al frente. - Te aseguro que mis emociones hacia ti no son diferentes a la repulsión que sientes contra mí. -
¿Repulsión? Y eso fue lo último que dijo Kagome en todo el camino de regreso, Inuyasha detuvo el auto bruscamente a mitad de la calle llevándose varios insultos encima, lentamente giró el rostro y miró a Kagome, ella estaba nerviosa y empezaba a alterarse, de nuevo esa pequeña y erótica boca de ella se abriría y comenzaría a gritarle de lo idiota y bestia que era. Pero Inuyasha estaba sordo y ciego ante cualquier mirada, esa mujer había dicho ¿repulsión? ¡Qué le cortaran las bolas! Si no sentía deseos por ese caliente y ardiente cuerpo que tenía. La corta falda cereza se le subió un poco más arriba de los muslos y sintió un ardor quemarle las manos, alentándolo a recorrerle cada parte de su cuerpo.
- Si vas a decir cosas incoherentes mejor cállate. - echó a andar el auto con dificultad mientras tragaba saliva.
Por un momento creyó que se le abalanzaría encima y le quitaría la ropa, le desgarraría el brasier y arrancaría su blumer con los dientes. Solo con mirarla su cuerpo se había despertado mandandole fuertes descargas a su miembro, Dios había creado a esta mujer en el mismo infierno.
- Bájate. - ordenó Inuyasha rechinando los dientes.
- No tienes que ser tan brusco conmigo. - se bajó pero antes de cerrar la puerta, giró el cuerpo de nuevo. - Y gracias por tu hospitalidad. -
Kagome furiosa cerró la puerta del hermoso auto, sacó su equipaje y con algo de dificultad lo cogió dejando parte en el piso, luego vendría a recogerlo. Miró al cielo y bufó cansada.
- Gracias por irte papá. - si él no hubiese muerto ella no viviría esto de ahora.
¡Odiaba a New York! Vio a Kikyou salir de la mansión y darle un apasionado beso a Inuyasha, 'maldito malnacido', pensó mientras veía la horrorosa escena.
- Creo que vomitaré. - dijo lo más alto posible, no le importaba que la escucharan.
Kikyou empujó un poco a Inuyasha lejos de ella, giró el cuerpo y con aires de grandeza la miró desde abajo.
- Bienvenida Kagome. - pero la nombrada bufó molesta.
- ¿Cuántos años tienes, Inuyasha? -
Él se irguió con extrañeza, el tono amable y cariñoso que usó para preguntarle no le gustó.
- Veintiséis. - carraspeó un poco la garganta.
Kagome abrió los ojos algo sorprendida pero Kikyou supo lo que iba a hacer.
- Vaya hermana. - se rió por lo bajo.
- Kagome, no digas nada. - Kikyou le alertó desafiándola con la mirada.
- ¿De qué hablan? - Inuyasha se rascó la cien.
Kagome cogió con orgullo el pesado equipaje, caminó a la entrada y se puso en medio de ellos mirando a Inuyasha.
- Éste es un nuevo record, ¿sabes? - luego miró a Kikyou. - Soy bienvenida a mi casa y tú al jardín de infantes. - soltó una carcajada entrando a la enorme mansión. - Divino. -
Inuyasha supo inmediatamente a lo que se refería Kagome y desconcertado observó como Kikyou se comía las uñas.
- ¿Qué edad tienes? -
- Inuyasha, me quieres y eso es lo que importa. - lo cogió por los hombros. - Las noches son maravillosas y...-
- ¡Habla de una vez! -
- Treinta y cinco. - entecerró la mirada con algo de miedo.
- ¡Aléjate de mí! -
Tocándose la frente se metió en su auto mientras lo arrancaba furiosamente.
- ¡Inuyasha! -
Empuñó las manos con rabia, mataría a Kagome lenta y dolorosamente. A un lado estaba su Louis Vuitton, pensó triturarlo y hacer bambalinas con él, pero antes de llegar al equipaje Kagome la cogió de las muñecas y la alejó con fuerza.
- No te atrevas a tocar una prenda de mi propiedad. -
Refunfuñando la dejó sola, Kagome sabía que se avecinaba una guerra y que no estaba preparada para ella.
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El funeral se dio rápido y algo incómodo para muchos, en dos días el testamento de Kabuto sería dictado así que los nervios no tardaron en aparecer por parte de Kikyou,la había escuchado hacer planes y una que otra cosa con la apariencia de la empresa, al parecer quería transformarla en algo más que musical. A Kagome le tenía sin cuidado lo que pasase con las propiedades de su padre, nunca fueron unidos y él no la quiso lo suficiente para confiarle algo, de algo estaba segura es que en dos días regresaría a su vida en Tokyo y conseguiría un empleo.
Inuyasha le había dirigido un poco la palabra en el funeral, se había dado cuenta que era un tipo amable después de todo, Kikyou se había puesto furiosa con ella por el tema de la edad pero Kagome debía cobrarse algunos años de maltratos.
Se sentía culpable por una parte al alejar la pareja, sabía que Inuyasha y Kikyou no se amaban solo era buen sexo, pero eso no le daba derecho a Kagome de arruinarles la relación. Quizá haría algo para unirlos en esos dos días que estaría ahí, estaba segura que si usaba algo de su ingenio podría obtener más de lo deseado, solo bastaba con probar. Inuyasha era testarudo pero amigable y Kikyou una horrorosa bruja, pero al final era su hermana y debía velar por su felicidad.
¿Qué más podría pasar? Después de todo, no volvería a ver a Inuyasha y aunque se quedara para siempre, él ya estaba comprometido con su hermana.
Tan solo tenía que respirar y poner buena cara al buen tiempo.
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