Fairy Tail no me pertenece.
Yume
Se acercan, se miran.
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Ella pone sus delicadas manos en tus hombros anchos, masculinos.
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Y él pone sus manos en tu estrecha cintura acercándote a su calidez.
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Con tortuosa lentitud acercan sus bocas anhelantes, deseosas de fundirse en una.
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Y él te mira como si fueras lo más importante en su mundo. Oh, dulce agonía al sentirte en sus brazos. Un poco más, más cerca. Lo abrazas con más fuerza y quieres ser una con él. Quieres fundirte en su pecho amplio, con su fresco aroma colándose por tu nariz y su agradable calidez, no quieres que termine nunca.
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Ella te devuelve la mirada, dulcemente agónica. Quieres besarla hasta dejarlos sin aire, quieres ser uno con ella. Mantenerlos juntos por toda una efímera eternidad. Quieres memorizar el olor de su cabello y las profundidades de sus ojos oscuros, tan brillantes como perlas, y sabes que es cursi pero no quieres que termine nunca.
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Y sucede.
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Temerosos, acercan sus bocas, terminando con la tensión de sus cuerpos, listos para adentrarse en ese sueño fantasioso, tan lento y etéreo como un parpadeo.
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Suspiros salen de sus labios femeninos y tú aprietas los párpados, para evitar imitarla, porque no sería muy masculino hacer aquello.
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Su boca hace maravillas sobre la tuya. Te tiemblan las manos y las piernas se vuelven gelatina.
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Sientes cómo el cuerpo de ella se estremece bajo tus labios expertos, de tantos besos, muchos robados, otros concedidos; pero sabes ninguno de aquellos besos se comparan con los de ella, tiernos y acompasados, llevando ella la marcha, demandante, porque todo en ella es demandante y eso te gusta.
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Sienten como el aire abandona sus pulmones, gritando por el oxígeno robado.
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Y ahí lo sienten, esa muerte efímera y etérea que solo se experimenta con un beso que es prohibido, oscuramente anhelado por ambas partes. Se funden en un mismo latir, en un mismo amor, en un mismo ser. Porque a pesar de las miradas que gritan furia e indiferencia, en el fondo gritan, gritan con insolencia el latir de su alma.
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Se dicen. Se dicen todo y a la vez nada. En sus ojos ves el reflejo de tus sentimientos, alma y corazón, cual espejo. Pero todo en silencio, siendo la luz de la penetrante luna azulada quien desgarre la oscura atmósfera, tan íntima, tan privada.
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Quieren fundirse nuevamente, por instinto lo hacen. Pero siempre en silencio y alejado de miradas indiscretas.
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Se miran diciendo que todo es carnal, un descontrol hormonal, pues ella es bonita e inexperta y él un intrépido en la materia. Pero se saben en el fondo que es una vil mentira para menguar el dolor de un amor imposible, inconcluso y ambiguo.
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Porque al final, a los ojos de la gente y amigos solo son dos muchachos incompatibles.
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Porque al final, de día, solo son Erza y Gray.
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Porque al final, de noche, se olvidan los protocolos, y solo son una pareja amándose en las sombras.
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¿The End?
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