¡Hola!~ Acá les dejo mi primera historia, es muy triste...así que no esperen un final feliz. Intenté entrar mucho en los zapatos de Miku para entender que cosas pensaba y porqué se sentía así, no fue tan facil~. Me esforcé, espero que les guste! Dejen sus criticas y reviews ^^
Cap 1: Las palabras lastiman..
-¿No entiendes? ¿¡Acaso no te das cuenta de lo que eres?! ¡Eres inútil, inútil! Miku...no puedes sacar aunque sea una calificación decente ¡Inservible! ¡Estoy decepcionada de ti! – dijo mi madre, casi a gritos.
Inútil, inútil…soy inútil….inservible…una buena para nada.
Ya mi madre me había repetido esas palabras un montón de veces, y siempre me afectaban de la misma forma. Aunque me lo dijera casi a diario, yo no podía acostumbrarme…porqué era frágil. Frágil y débil como un cristal, que en cualquier momento podría llegar a romperse en pedazos.
Se veía realmente enojada, me miraba con desprecio. Tomó la hoja del examen y la rompió en varios pedazos, lanzándolos al suelo. Solo me miraba fijamente, esperando que yo pudiera darle una explicación. No podía decir nada al respecto, de todas formas ella tenía razón. Pero sus palabras eran como…una puñalada.
El pensar que mi propia madre no podía sentirse orgullosa de mi me hacía sentirme horrible….yo nunca podía hacer algo bien. Todo lo que sentía en ese momento, lo guardaba dentro de mí.
-¿¡No dirás nada?! ¡Al menos ten el valor de darme una excusa para esto! – tomó mis muñecas con fuerza, arrojándome a un lado, perdí el balance de mi cuerpo y caí de rodillas.
Ella solo me miró, con asco, como si no le importara como me sintiera…y era exactamente así. Tomó algunos mechones de mi cabello halándolos por varios segundos, me dolía pero yo solo intentaba soportar ese dolor. Luego ella me soltó, yéndose lejos sin mirar mi rostro. Yo no decía nada, estaba callada, sin hacer o decir algo.
No me había percatado que al cabo de pocos segundos las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, cubrí mi cara llorosa con mis manos.
¿Por qué siempre tenía que ser así? Me sentía débil, no podía soportar algo como eso…algo que yo misma merecía. Cuando recuperé las fuerzas, me levanté limpiando mis lágrimas con las mangas del suéter que llevaba.
Me encerré en mi habitación, golpeando todo a mi paso. Acto por el cual me arrepentí luego, sentía miedo a que mi madre me escuchara haciendo otras de mis rabietas de niña malcriada…pero por suerte no lo hizo.
Me senté a la orilla de la cama, cubriendo mi rostro y mirando al suelo. Estaba totalmente hundida en mis pensamientos. Sentía el fuerte deseo de hacer algo… algo que me había prometido no volver a hacer. Algo que simplemente rompería esa promesa. Algo inapropiado, algo que no era lo mejor. Aún así, ese 'algo' era el que podía anestesiar mi dolor en ese preciso instante. Revisé en mi closet, casi desesperada, buscando ese 'algo' que sería mi salvación.
Finalmente, lo encontré. Escondido en un lugar que solo yo conocía. Ese algo, era una cuchilla… mi única amiga. Tomé la cuchilla con cuidado, sin pensar en las consecuencias que luego esta podría traerme. De todas formas ¿Qué importaba? Nadie se preocupaba por mí, y seguro ni les importaría el daño que podía causarme.
De todas formas, yo no era importante para nadie. Aunque aún así, hace días me había prometido a mi misma el no hacerme daño de nuevo. Tenía esperanzas de que las cosas mejorarían…que ingenua.
Me subí las mangas, quitando las vendas sucias y descuidadas que cubrían mi brazo. Rocé con mis dedos las líneas finas trazadas en mis muñecas, realmente era una imagen horrible. No parecía un accidente, no parecían haber sido causadas por mi gato…nada de eso.
Deslicé la hojilla en una de mis muñecas, había tantas cicatrices que parecía haber poco espacio para una nueva. Tardó un poco en aparecer ese color rojizo, ese enfermo color que me hace sentir patéticamente débil.
Mis lágrimas se mezclaron con ese color, por alguna razón sonreí un poco. Me sentía tan inútil, tan inservible… que mi vida dependiera de una hojilla me hacía sentir estúpidamente débil. Pero la hojilla era como una anestesia, una droga, algo que me hacía sentir mejor.
…El dolor se había ido, o eso creía yo. El dolor de la cortada no era nada comparado con las palabras y todo lo que me había hecho sentir mi propia madre.
-Todo esto es por ti..madre.. Esto es lo que causas en mi – susurré para mí misma, guardando la cuchilla de nuevo en su lugar.
Dejé mi brazo sangrando, solo mirando como ese color tan llamativo salía de mis heridas. Ese extraño color que me hacía sentir mejor. Pasé la yema de uno de mis dedos en una de las heridas en la cual la sangre fluía más rápido. Tsk, ardía, pero se sentía bien. Al cabo de varios segundos, decidí cuidarme un poco.
Debía curarme las heridas o en cualquier momento se infectarían. Busqué un pequeño bolso que se encontraba debajo de mi cama. En ese bolso había todo lo necesario para mis heridas, claramente debía estar preparada.
Tomé algodón y alcohol, empezando a limpiar la sangre seca que había en las líneas que había trazado. Argh, dolía…pero podía soportarlo. Aún así ese dolor no era un dolor cualquiera, era uno que me calmaba. Una anestesia. Raro ¿no? Aunque ninguna persona lo entendería si no ha pasado por algo así.
Cubrí mis heridas con varias vendas nuevas y limpias, suficientes para calmar el sangrado. Me bajé las mangas de nuevo y me miré al espejo.
Golpee mi puño contra el espejo, tan fuerte que podría romperse pero no lo hizo. Mis nudillos ya estaban rojos del golpe. Respiré seguidamente varios minutos para calmarme y no hacer alguna otra idiotez, levanté la cara y sonreí. Sonreí como siempre, como si nada hubiera sucedido. Fingiendo a diario…yo era una experta en eso. Experta en crear mascaras de felicidad. Agh, como la odio.
Solo soy una mentira creada para mí…
