Sokovia

2008

Magda Maximoff disfrutaba mucho la hora de cocinar la cena, los clásicos himnos de iglesia corrían a volumen moderado en la vieja radio de la cocina, suficiente para poder escuchar el murmullo de la TV que observaban los gemelos en la otra habitación y estar vigilando que estos no hicieran alguna travesura.

Amaba dedicarse con todo el corazón a preparar las comidas de su familia, especialmente la cena, porque cuando llegaba la última comida del día con toda su familia alrededor de la mesa podían ser simplemente ellos y nada mas, sin problemas que resolver, ni guerras que luchar, ni peligros inminentes. Cada uno de los problemas que los asechaban diariamente desaparecían por unos minutos.

Cada día la hora de la cena olvidaba los miedos que había sentido cuando su esposo e hijos abandonaban su hogar y agradecía en gran manera que hayan regresado una vez más a salvo.

Estos temores habían aumentado desde que su esposo había entrado al movimiento y el nudo en su garganta aumentaba mientras pensaba en cada una de las familias que conocía que se habían quedado sin un miembro o varios desde que había iniciado la guerra.

7:15.

Al remover la cazuela vio el reloj de pared y notó que su esposo llevaba 15 minutos de atraso, tomando fuertemente la cruz que colgaba en su pecho cerró los ojos y soltó un suspiro.

"Now I'm happy in the chapel
Where people are of one accord
Yes, we gather in the chapel
Just to sing and praise the Lord"*

Cantó distraidamente la pequeña Anna la canción que sonaba en la radio mientras se encontraba sentada en la mesa de la cocina concentrada en su dibujo.

Magda sintió paz después de tanto tiempo al ver a su pequeña, suspiró con tristeza al pensar que ese pequeño rayo de luz nunca había visto más que oscuridad y horrores de guerra. Pero aún así esa negrura que la rodeaba jamás había tocado su inocencia, a pesar de todo seguía siendo su pequeña.

La mujer apago la estufa, se acercó a la pequeña viendo el dibujo de la familia que había realizado y acarició su cabello.

"Hora de recoger malyshka*, llama a tus hermanos. Es el turno de Wanda de poner la mesa"

La niña respondió un simple "si mamá" volteándola a ver con esos preciosos ojos azules que había heredado de su padre y tomando sus cosas abandonó la cocina. En la otra habitación pudo escuchar las protestas de su hija mayor y rió un poco para si misma.

7:25.

"¡Papá!"

Sintió que el alma regresaba a su cuerpo después de escuchar el sonido de la puerta de entrada seguido de la voz de su hijo emocionado por la llegada de su padre.

"Esta bien niños hora de cenar, a lavarse las manos y Wanda no olvides que es tu turno de poner la mesa"

Sus hijos procedían a sus actividades, siendo Pietro el primero en salir de la habitación murmurando lo hambriento que estaba y burlándose de su gemela que solo respondía con quejidos.

"Oh daragaya* ¿Te he dicho lo hermosa que te ves hoy y lo mucho que te extrañe hoy?"

Hablo su esposo con humor mientras colgaba su abrigo ante ella con expresión seria y firme con los brazos cruzados.

"Nada de daragaya. ¿No se te ocurrió llamar? ¿Acaso no sabes lo preocupada que estaba? Aveces pienso que quieres matarme de un susto"

"Lo siento, lo siento, hubo un cambió de último momento y tuve que quedarme unos de minutos más"

Decía entre besos a su esposa, haciéndola reír, era imposible para ellos mantenerse peleados por mucho tiempo.

"Asco papá"

Habló su único hijo haciendo que los dos rieran con más fuerza, a pesar de los años ellos se seguían amando como si fuera el primer día juntos.

"No dirás eso cuando crezcas niño"

Dijo mientras pasaba a su lado revolviendo su cabellos, este solo hacía cara de asco y su hermana menor reía.

"Pero tu no Anna, ni tu o Wanda tendrán permiso hasta que cumplan 30 ¿Esta bien malyshka?"

"Si claro Django ¿Por qué no mejor hasta los 40?"

Dijo su esposa con sarcasmo mientras mandaba a los niños a la mesa recién puesta por su hija mayor y a su esposo a lavarse las manos.

Y una vez estuvieron todos reunidos como cada respiró en paz porque estaban todos juntos. Esa capsula secreta donde podían aislarse juntos del mundo, su pequeño lugar donde todos encajaban a la perfección.

Magda estaba feliz, sin saber que lo más delicado de esos preciosos momentos muy pronto se convertirían en solo recuerdos...

.

.

.

"Ayuden... me"

Un grito ahogado abandonó los labios de la niña casi sin fuerzas al recobrar la conciencia encontrándose en los escombros de lo que había sido su hogar.

"Por favor que pare, por favor que pare"

Se decía a si misma una y otra vez, haciéndose lo más pequeña que podía entre gemidos y toces, mientras se tapaba los oídos las lagrimas corrían sin cesar por su rostro. La estructura se estremecía como si se tratase de una casa de naipes ante el descomunal bombardeo que sucedía a su alrededor.

Había caído un piso de altura, o quizás dos, pero su caída había sido detenida al quedarse atrapada en el intermedio entre un piso y otro. Esto no evitó que sufriera heridas, pues sentía el ardor de varios cortes y fuertes punzadas de dolor en su brazo derecho.

Las nubes de polvo solo la hacían respirar menos entre ataque de toces, una capa superficial de escombros se encontraba sobre ella y a pesar de encontrarse en un espacio reducido fue incapaz de dejar de temblar para intentar moverse.

Los terribles estruendos dieron paso a un silencio ensordecedor, un pitido penetrante retumbaba en su cabeza. La pequeña de siete años se estremecía entre llantos demasiado asustada para intentar abrir los ojos, simplemente se abrazaba a si misma sin saber que es lo que estaba pasando.

No supo cuanto tiempo había pasado cuando finalmente logró calmarse, logró sentarse y sacudirse los escombros que se encontraban sobre ella, notó que había hecho algo que no le sucedía desde hace muchos años, la niña había mojado sus pantalones favoritos.

Respirando profundamente llamó a los miembros de su familia sin escuchar respuesta y armándose bajo cuidadosamente los montones de escombros logro llegar al piso inferior que se encontraba en completa penumbra.

"¿Mamá?"

Dijo la niña al toparse con esa figura tan familiar, tendida en el suelo con los ojos cerrados, su pierna izquierda en un ángulo extraño e hilos de sangre descendiendo de su nariz y boca.

"Mamita despierta por favor"

La niña agitó con desesperación a su madre buscando alguna reacción, mientras sentía que el poco oxígeno de la habitación se desvanecía empezando a hiperventilar entre hipidos y llantos histéricos.

"Por favor mami despierta, buscaremos ayuda y podrán curarte. Si despiertas prometo siempre ser buena mami"

La niña desconsolada se abrazó a su madre sin importar bañarse con la sangre que hacía un charco a su alrededor, dando desesperados gritos a espera de que alguien la escuchara, hasta que tiempo más tarde el ardor en su garganta no le permitió continuar, entonces se mantuvo allí al lado de su madre donde se sentía segura y entre susurros empezó el himno de iglesia que tanto le gustaba a su madre con la esperanza de que en algún momento abriera ella sus ojos.

"Now I'm happy in the chapel
Where people are of one accord
Yes, we gather in the chapel
Just to sing and praise the Lord"

Cantó hasta quedarse dormida, sin saber que su padre se encontraba unos metro mas allá aplastado entre grandes escombros, sin saber el terror que vivían sus hermanos en el piso de arriba. Tampoco que estas serían solo las primeras horas y que no sería encontrada hasta dos días después, ni mucho menos que una vez encontrada se rehusaría a abandonar a su madre.


Malyshka: Mi niña.

Daragaya: Querida.

El fragmento de canción: Crying in the chapel, canción gospel de Elvis Presley.