Como cita a ciegas
Se despertó temprano; el alba había despuntado hacía poco menos de una hora. Se levantó de la cama con pereza, sus cabellos ligeramente despeinados y una fina capa de sudor cubriendo su piel cobriza. Tres bostezos y un leve frote a sus ojos adormilados bastaron para que se decidiera finalmente a salir de la habitación, hacia el cuarto de lavabo. Su hermano no estaba, y probablemente no estuviera en ningún rincón del templo desde hacía más de una hora. Se había acostumbrado a su ausencia casi tan bien como a su presencia, aunque a veces lo extrañaba demasiado y por eso le había suplicado en un puchero infantil que se quedara en su recinto al menos por unos días...hasta que se acostumbrara a la soledad de su casa y la que debía enfrentar como caballero de Atena. Tomó el agua que reposaba cristalina sobre un recipiente de cerámica y sumergió su rostro restregándolo luego contra sus dedos. No le fue difícil acostumbrarse a aquello de madrugar, desde que tenía memoria lo hacía y ahora que se había convertido en un aprendiz de caballero y futuro guardián de la casa de leo se había vuelto más una rutina que un padecimiento. Siempre supo que tener a su lado a Aioros había sido más que una ventaja para sus aspiraciones, incluso había tenido la oportunidad de conocer el santuario mucho antes que los otros aprendices a excepción del discípulo de Shion, que al igual que él vivía en el recinto sagrado desde que había nacido. Aioria había tenido la suerte de ser aceptado por necesidad propia y de su hermano, al ser los dos huérfanos....pero así y todo... a pesar de ser pariente cercano de uno de los mejores santos de oro no había conseguido que le dejaran conocer su casa por más berrinche que hiciera. Había probado todos y cada uno de sus trucos de convencimiento...había suplicado a su hermano hasta el hartazgo pero jamás había conseguido poner un solo pie en aquella casa hasta el mes pasado, cuando cumplió 6 años. Las reglas del santuario prohibían estrictamente que los futuros caballeros ingresaran al Santuario antes de su cumpleaños número seis...Aioria nunca supo decir el porqué de la norma pero así le habían hecho saber ni bien supo que iba a ocupar la casa de leo.
Regresó a su cuarto, extrañamente ordenado esa mañana...aunque no le pareció demasiado al recordar el parecido con el de Aioros. Su hermano era sumamente aplicado y diligente, entregaba alma y corazón en cada cosa que hacía y por sobre todo era una persona de corazón tierno y cariñoso...la única que había tenido en su vida que le demostrara ese tipo de afecto. Más que un hermano...un padre...más que un padre, el ejemplo que había guiado su vida hasta ahora y que lo haría aún cuando la muerte los separara.
Echó un último vistazo a la habitación antes de irse. Todo parecía estar impregnado del espíritu del santo de sagitario y aún en la simplicidad de su cama, cubierta por finas sábanas de algodón blanco...aún en la tosquedad de la pequeña mesita junto a ésta...aún en la frialdad de las paredes de mármol, percibía el aura guerrera de éste, aquella que había estado inundando sus sentidos desde que compartiera noches en la habitación del templo de sagitario...aquella que quería para sí como poseedor de su misma sangre.
Apuró el paso cuando advirtió su retraso en la claridad del día. Si quería probar que era un buen discípulo, evitar faltas era primordial e incluso algo tan simple como desayunar tenía que ser ejecutado a la perfección. A veces se sentía presionado y angustiado por la desconfianza, observar las clases de otros jóvenes que había ocupado los templos anteriores lo ponían nervioso y a veces hasta envidiaba la habilidad que poseían. El pequeño Mu había sido blanco fácil desde el comienzo pues no sólo demostraba destreza física sino que además era dueño de un poder tan exótico y poderoso como el psíquico e incluso había escuchado que dentro de uno años iniciaría sus estudios en la alquimia...aghhhh...tan sólo pensar en aquel pequeño tibetano le crispaba los nervios. Por otro lado se encontraban Aldebarán y Máscara Mortal, a quien ya conocía desde hacía tres años pues este tenía nueve. El primero era un chico bastante robusto y de simpática mirada, a simple vista no parecía representar peligro alguno para su reputación aunque no se hubiera tomado el trabajo de averiguar demasiado sobre él. En cuanto a Máscara Mortal, no podía pensar otra cosa que se trataba de un joven impertinente y mal educado. Sus únicos roces con él no le habían causado otra cosa que fastidio pues el muchacho de cabello azul siempre buscaba la forma de hacerlo enojar con sus bromas pesadas. Probablemente el próximo en llegar sería el aprendiz de la casa de virgo...la sexta casa...la que le seguía a la suya. Siempre se había preguntado cómo sería y de dónde su procedencia, pero aún desconocía cuándo podría dar con aquellas respuestas que aún no llegaban.
Entre las digresiones mentales que acostumbraba tener como catarsis matutina y el rápido caminar de sus piernas, sólo logró darse cuenta de que había ingresado en la casa de virgo cuando se vio en el medio de un pasillo oscuro y desolado. Así era como lo había visto siempre y así era como lo recordaba, pero por extraño que le pareciera no se detuvo por que quisiera contemplarlo en su soledad sino que más bien sintió como que algo lo detenía. Frunció el seño sacudiendo su cabeza enérgicamente como si quisiera apartar de su mente esas ideas tontas que a veces no dejaban de molestarlo. Continuó con el proseguir de sus pasos pero nuevamente una extraña energía se hizo presa de su cuerpo y simplemente ya no pudo mover un músculo. Miró a sus costados como si buscara entre los espacios que separaban una columna de otra la figura de aquel que le estuviera causando aquello, pero lo único que logró fue que lo invadiera un abrupto miedo. De qué se trataba esa brujería? Quién sería capaz de estar haciéndole esa jugarreta?...no había nada que pudiera dar indicios del culpable, a excepción de la tenue presencia de una extraña cosmoenergía. Así y todo no era nada difícil sacar conclusiones...de todos las personas en su lista de conocidos había una sola que podía ser el sospechoso principal y esa era por supuesto Máscara Mortal.
Se hizo del valor suficiente por un momento como para poder hacer uso de su voz. Tragó saliva y la aclaró , intentando de que sonara lo más autoritaria posible.
-Ya sé que sos vos Máscara Mortal, así que es mejor que me sueltes o te vas a ver en serios problemas cuando le cuente a mi hermano!
Ciertamente aquello de su hermano había estado de más. No era su intención mencionarlo pues no quería ser caratulado de un pequeño incapaz de resolver sus propios problemas(es decir un cobarde), pero esa última frase había salido sin que pudiera si quiera masticarla. Esperó un rato con un dejo de exasperación en la expresión de su cara a que el captor lo soltara pero la respuesta a su amenaza fue lo que menos se esperaba: una cruel risita burlona. Sintió su cara hervir de furia en el momento que la burla llegó a sus oídos, pero al menos le sirvió para saber que el ejecutor de la broma no era el que él había supuesto...y es que no tenía idea a quién pertenecía esa vocecita.
-Quién está ahí?!-exclamó dejando entrever a penas en un tono seminervioso que el no ser la persona que esperaba...y más aún...no saber de quién se trataba...lo estaba comenzando a asustar.
-Vos sos Aioria, no?
-Quién...quién sos?...
-Sos de la casa de leo?...eso es lo que me dijeron...
-....-
-Llegué hace una horas...es que hoy es mi cumpleaños...
-Cum...Cumpleaños...?
-Sip...ya tengo seis años...vos también, no?
-Seis años?... ssssi...
-Qué bueno!...en donde yo vivía era muy difícil encontrar a alguien de mi edad...claro que vos no te parecés en nada con las personas grandes con las que siempre estuve...
-Ah...
-Ehh!Shaka…en dónde te metiste ahora...?-otra voz se hizo presente en el pasillo, pero esta a pesar de que no la conocía tampoco, era diferente a la primera y sin duda alguna pertenecía a una persona mayor-tenemos que ir a desayunar-la voz se acercaba cada vez más a donde estaban-es mejor que te acostumbres a los horarios desde ahora...ahh ahí estás...pp...pero qué?
-Ups...
Súbitamente la energía que lo había atrapado lo abandonó, dejándolo caer de rodillas al suelo.
-Pero Shaka!qué estabas haciendo?...acabamos de llegar y ya estás comportándote como un niño!cómo se te ocurre hacerle eso al pobre chico...vamos anda a pedirle disculpas!-la voz más grave se hizo escuchar con imperio y en seguida un pequeño niño de cabellos rubios y tez nívea apareció de entre los pilares. Aioria se levantó inmediatamente en su afán por quitarse de encima cualquier rastro del temor que su cuerpo manifestara...no podía demostrar aquellas debilidades a ningún discípulo y menos si era de su propia edad. Un hombre mayor, de alrededor de cuarenta años, apareció a sus espaldas, propinándole leves empujoncitos a Shaka para que se acercara hasta Aioria. Sólo cuando quedaron frente a frente sus pequeños e infantiles rostros, pudo notar que llevaba los ojos cerrados y un pequeño punto carmesí en su frente. Nada de aquello significaba algo para él, pero por alguna razón se sintió atraído por aquel misticismo que envolvía al pequeño aprendiz de caballero.
-Vamos de una vez Shaka...-insistió el hombre a sus espaldas
-Lo siento...no quería molestarte...-Shaka inclinó su cabeza avergonzado y permaneció así hasta esperar el veredicto de su víctima.
Aioria no pudo más que sentirse incómodo ante la situación, qué se suponía que tenía que decir o hacer?...Máscara Mortal jamás le hubiera dicho nada como eso...pero allí estaban aquellos dos personajes sus bizarras túnicas y el exótico espíritu que portaban como todos los que venían de otros países y traían consigo el sabor de su tierra natal. Si hubiera habido un momento en su vida en que debía confiar su suerte a sus instintos, ese lo era y entonces dejándose llevar por ellos, apoyó tiernamente su mano sobre la cabeza agachada del otro y sacudió sus rubios cabellos.
-Está bien, no hay problema...vamos a desayunar?yo justo estaba camino al comedor...
Aún desconocía las razones que lo habían movido, pero lo que si sabía era que el hacer contacto con esas suaves y blondas hebras había sido por algo más que una simple forma de salir del problema.
