Disclamer: Los personajes son de Meyer, la trama es mía ;)

Advertencias: Femslash (relación chica/chica).

Lo he escrito en nada (así que debe tener chorrocientos errores) y me inspiré en una línea de una canción: 'que estás feliz y no finges'.


Delirios

(Es una tarde común de invierno, donde todo sucede como tiene que acontecer).

Para akelos_cry


—¿Bella? —la voz es apacible y el tono es extremadamente dulce, pero sin llegar a ser empalagoso. La sonrisa es tan obvia que se percibe antes de ser vista—. Bella, reacciona.

Bella, perdida en la ilusión de una voz aterciopelada y un cabello cobrizo, voltea alarmada y repentinamente despierta. Angela ríe, bajito y claro, y Bella se siente mal por no haberla estado escuchando y perderse en los dorados ojos imaginarios de Edward Cullen. No responde, sonrojada como esta de vergüenza. Pero a ella no parece importarle.

—¿Necesitas hablar? —dice, y casi duele de lo amable que está siendo. Deja el trabajo de biología a un lado y pone el lapicero en suelo, concentrando toda su atención en la otra chica. Pero Bella niega con la cabeza, convencida de olvidar todas esas ensoñaciones—. No es bueno olvidarse de todo y enfocarse en sólo punto, Bella, haz siempre lo posible por mirar a los lados.

Y Bella la mira, confusa por la repentina sinceridad.

—Yo... —y quiere decirle tantas cosas. Quiere agradecerle por seguirla llamando cada sábado por la noche y martes en la tarde, por seguir sentándose silenciosamente a su lado durante la hora del almuerzo y ponerse consigo en cada proyecto, para evitar así posibles momentos embarazosos con Mike Newton. Quiere decirle 'gracias, Angela'; quiere añadir 'te quiero, Angela'. Pero no lo hace, porque empieza a acostumbrarse a guardar dentro suyo cada sentimiento para evitar aferrarse.

Pero no dice nada, al final, pero todo se sobreentiende porque los silencios con Angela Weber son más transcendentales que las palabras. Porque afuera caen copos de nieve y el fuego de la chimenea es intenso y ardiente, porque siente ambas cosas necesitan ser escuchadas.

Entonces ella se mueve, un poco más cerca, y Bella puede sentir la tibieza que emana de su cuerpo; y, a pesar de no tener una sonrisa que hace que sus piernas flaqueen, tiene esa mano de tacto suave que toma sus dedos con delicadeza. Y aprieta ligeramente, demostrando que estará allí con o sin razones, para servir de apoyo.

Y Bella, que de pronto siente como una cálida sensación sube desde su estómago, pasando por su pecho y llegando a las yemas de sus dedos, no puede estar más agradecida. Así que se acerca, un poco temerosa y más torpe que de costumbre, la besa.

Abre un poco los labios y cuela su lengua. Y se estremece al pensar que le gusta, que Angela le devuelve el gesto y realmente le está gustando. Pone una mano detrás de la cabeza de Angela y la atrae hacia sí, tratando de sentirla mejor.

No sabe exactamente qué busca, o qué hace. No se detiene a pensarlo, porque le parece que algo tan bonito no puede se malo, es demasiado natural para serlo. Pero si piensa, o nota, que su amiga no parece querer abandonarla en ningún momento. Angela sonríe, nuevamente, aún con el sabor de Bella en su boca.

—Gracias.

Y al final lo dice, le sale solo apenas notando que habla. Lo dice contra la comisura de los labios de Angela, con los dedos enterrados en su cabello y la nariz impregnada de su perfume. Lo dice en serio, sin sonrisas falsas ni ocultamientos. Lo dice porque no es un delirio fantasioso de su mente, sino la apacible realidad.

Lo dice porque la hizo feliz, al menos por unos segundos.