Era un día después del hiatus y en el búnker reinaba ese aire de pesadumbre vintage que tanto le caracterizaba.

Dean Winchester, meditabundo delante del mueble donde reposaba su cafetera negra y grisácea junto al par de tazas rojiblancas, no se movía. Ni siquiera pestañeaba.

Lo cierto es que echaba de menos a Kevin Tran. Necesitaba sentirle cerca... una última vez.

Solo una última...

Con este pensamiento en mente giró el rostro en todas las direcciones que su sensual cuello le podía dejar. Estaba solo. Sam no iba a venir. Él y la cocina eran los únicos testigos de lo que ocurriría a continuación.

Dean cogió la cafetera entre sus poderosas manos y la dejó encima de uno de los taburetes, junto a él. Se puso de pie e inmediatamente sus pantalones se fueron arrastrando hasta las rodillas. Su aliento jadeante era la señal de cuánto deseaba recuperar a Kevin en sus pensamientos... y en sus bajos.

¿O quizá no era Kevin lo que deseaba con tanta pasión animal?

Quizá la cafetera sería lo que durante tanto tiempo estuvo buscando: una amante, una compañera silenciosa, un desahogo y algo que recibiría amor incondicionalmente.

Dejó de darle vueltas y bajó también su ropa interior, enseñando un poderoso "amiguito" en todo su esplendor que, sin más dilación, se introdujo por el primer hueco que la cafetera pudo mostrar a esos ojos verdes con las pupilas excesivamente dilatadas por el placer.

Y, mientras su flamante miembro parecía poseer al instrumento de cocina, olvidó que tenía un hermano. E incluso un mejor amigo. Lo que vendría después no sería culpa de la marca de Caín.

La verdadera causante de todo era la Cafetera.

Fin.