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"Orgulloso Corazón"
Capítulo 1
Los Saiyajins eran una raza de guerreros pertenecientes al Planeta Vegetasei. Los muy cobardes y monos sin conciencia, se atrevieron a atacar nuestro planeta tierra sin piedad alguna. Su objetivo principal siempre fue eliminar una raza entera de la faz de cualquier planeta para después venderlos a un alto precio. Maldita sea la hora en la cual nuestro planeta tierra apareció en su plano, indicándoles que era poseedor de gran variedad de minerales, fauna y tierra fértil. No les fue muy sencillo, ni mucho menos fácil tratar de conquistar nuestras tierras y someternos ante su voluntad. Recuerdo perfectamente ese día, nuestros hombres lucharon con valor y sin miedo, y del cómo me atreví a darles unas palabras de aliento para que pudieran detener el ataque de nuestro enemigo. Sin embargo, fue en vano, los Saiyajin lograron acabar con la mitad de guerreros que protegían nuestras tierras y palacio, arrancando de raíz cualquier esperanza de ganar esa batalla.
También recuerdo perfectamente cómo el Rey Vegeta atravesó las puertas de nuestro palacio para conversar con mi padre, proclamando que no era necesario perder más vidas en vano, que eso se podía evitar con el simple hecho de llegar a un acuerdo mutuo, el cual beneficiaría a los dos planetas. Ese día, mi padre me obligó a retirarme del lugar y me prometió que llegaría a un arreglo con el líder del ejercito Saiyajin para mantenernos a salvo. Y claro que lo hizo, hasta el día de hoy hemos estado bajo la protección de esos salvajes monos sin conciencia. Sin embargo, nuestros recursos y tierra fértil se han debilitando con el paso del tiempo, nuestra gente está muriendo de hambre y no contamos con los recursos necesarios para solventar ni solucionar nuestros problemas de abastecimiento.
—Lamento mucho, hija mía, que no tengamos un buen platillo para cenar en nuestra mesa—habló la voz de mi padre para sacarme bruscamente de mis amargos recuerdos.
Elevé mi vista ante el sonido de su voz. Le miré por un segundo y no pude evitar sentirme mal por él. Su rostro se había avejentado mucho más rápido desde la llegada de esos salvajes. A penas y podía reconocer al hombre que me dio la vida. Ya no era nada de lo que un día fue, fuerte, luchador y comprometido con su gente.
—No tiene porque lamentarse, padre—repliqué mientras dibujaba una leve sonrisa en mis labios. —Esto es más que suficiente para mí—llevé un trozo de fruta seca a mi boca para tratar de calmar su angustia.
El silencio incómodo se hizo presenté por un segundo.
—Padre, nuestros recursos están llegando al límite—hablé para poder captar su atención. —¿Porqué no ha hecho nada por solucionarlo? ¿Por qué no ha hecho negociaciones con otros planetas para recuperarnos?—le pregunté directamente mirándole a los ojos.
Mi padre llenó sus pulmones de aire ante cada pregunta que le hice para después soltarlo lentamente.
—Una de las condiciones del Rey Vegeta para obtener su protección era no hacer tratados con otros planetas—respondió fríamente.
—¿Y que hemos ganado con su protección, Padre? —repliqué ante sus últimas palabras. —Por favor, dígame que ha pensado en alguna pronta solución.
Pude visualizar cómo apretaba sus puños en señal de frustración.
—Dentro de dos días, el Rey Vegeta y una gran parte de Saiyajin llegarán a la tierra—dijo mientras me miró directamente a los ojos. —Vendrán a nuestro planeta con el único propósito de restablecer nuestras tierras, minerales y traerán consigo una considerable cantidad de alimentos para detener la hambruna que se extiende sobre nuestra gente hasta que las tierras vuelvan a cosechar nuevos frutos y florezcan.
Escuché con mucha atención las últimas palabras que salían de sus finos labios. Bajé por un momento la vista.
—Sí eso es verdad, Padre—le dije elevando mi vista hacia su dirección. —No tenemos nada de valor para darles a cambio por sus atenciones—terminé de decir mientras esperaba su respuesta.
—¡Oh! Claro que sí, hija mía, tengo algo mucho más valioso que el oro, plata y que todos los minerales juntos de toda la galaxia—se llevó un trago de vino a los labios. —Tú mano en matrimonio.
Abrí los ojos como platos ante su última oración.
—¿De qué está hablando, Padre? No entiendo.
—Veras, hija—se reacomodó en su silla—, el Rey Vegeta tiene dos hijos, el mayor es el Príncipe Vegeta y el menor, es el Príncipe Tarble—entrelazó sus manos sobre su regazo sin despegar sus ojos de mi rostro—, el Príncipe Vegeta ya está en edad suficiente para contraer matrimonio y tú, hija mía, eres la indicada para casarte con él.
La sangre caliente de todo mi cuerpo subió hasta llegar a mi cabeza. Mi padre me vendió como si fuera un trozo de carne a esos salvajes. No pude creerlo en ese momento, pero el vomito verbal se hizo presente impidiéndome por completo creerlo.
—¿Por qué decides por mí, padre?—le pregunté sin remordimiento alguno. —Me niego rotundamente a aceptar ese acuerdo tan absurdo. No tienes ese derecho sobre mí.
Mi padre sostuvo su mirada firme hacia mi dirección. De un momento a otro las facciones de su rostro le dieron entrada a una expresión de resentimiento y enojo al mismo tiempo.
—Déjame recordarte, Bulma, hija mía, que tengo todo el derecho sobre tu destino—apretó el puño más fuerte de lo normal. —Además, eres la futura Reyna de este planeta y es tu deber hacer lo que esté en tus manos para mantener a salvo a tu gente—despegó su espalda de la silla. —¿Acaso esas no fueron tus palabras el día que esos monos sin conciencia, como tus los llamas, llegaron por primera vez a nuestras tierras?
Era verdad. Esas fueron exactamente las palabras que salieron de mis labios. No podía negarlo. Apreté los puños en señal de enojo y me levanté de mi lugar de un sólo movimiento.
—¡Claro que sí! Lo recuerdo perfectamente, Padre—respondí sin dudarlo—, pero jamás imagine que tendría que venderme cómo un trozo de carne a esos salvajes—terminé de decir mientras azotaba la palma de mi mano sobre la fina mesa de madera.
—Lo siento, hija mía, pero la decisión ya está tomada—dijo levantándose de su lugar de un sólo movimiento, sin intenciones de seguir nuestra pequeña discusión sobre mí destino. —No tengo que recordarte que tienes que cumplir con tu deber—pauso por un momento—Déjame decirte, hija mía, que cuando dos personas terminan juntas, a veces el amor no es el principal motivo el cual los unió—agregó antes de salir de la habitación completamente.
Una vez que mi padre se marchó de la habitación, me senté nuevamente sobre la silla, y posé las dos manos sobre mi rostro. No podía creer que ese era mi destino, el tener que estar casada con un hombre mono que solamente piensa en asaltar y saquear planetas como señal de orgullo y poder sobre las otras razas. Tal vez y tenía toda la razón, en este momento no podía darme el lujo de pensar en el amor. Esa palabra que jamás le había dicho a ningún hombre y estaba segura que jamás las diría, mucho menos al príncipe de los Saiyajin.
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Planeta Vegetasei
Vegeta
—Príncipe Vegeta, lamento interrumpir su entrenamiento, pero su padre, el rey, solicita su presencia inmediatamente en el salón principal.
Yo, el príncipe de los Saiyajin detuve mí entrenamiento ante el llamado de Kakarato, el principal comandante y líder del ejercito Saiyajin, para verle directamente a los ojos mientras trataba de moderar mí respiración.
—Kakarato, espero que sea muy importante, cómo para atreverte a interrumpir mi entrenamiento—dije viéndole con fastidio.
—Le aseguro, su alteza, que esas fueron las palabras de su padre—replicó inmediatamente sin dudarlo, sosteniendo una firme postura ante mi presencia.
Solté un largo y profundo suspiro de resignación y emprendí camino hacia la salida del cuarto de entrenamiento, no sin antes posar una toalla alrededor de mi cuello y darle un sorbo de agua rápidamente a la botella de plástico antes de detener mi camino a la altura del comandante.
—Porque sí no es tan importante, Kakaroto—comencé a decir una vez que me detuve a su lado—, te aseguro que yo mismo te arrancaré la cabeza con mis propias manos—terminé de decir viéndole directamente a los ojos con desafío.
—Con todo respecto, príncipe—replicó inmediatamente sin dudarlo—, puede intentarlo, aunque le aseguro que no le será nada fácil—terminó su oración sosteniendo su mirada.
Dibujé una leve sonrisa ante su último comentario, la cual inmediatamente se transformó en una carcajada.
—Aún no has perdido tus deseos de pelear y desafiar—le dije mientras posaba una mano en su hombro.
—He aprendido del mejor, de ti—exclamó Kakaroto mientras sonreía ampliamente.
También sonreí ampliamente y decidí emprender camino junto al comandante hacia la sala de reuniones, dónde mi padre esperaba por mi exigente presencia. Una vez que llegué a mi destino, atravesé el enorme portón para toparme con el Rey sentado en su trono.
—Espero que lo que tengas que decirme—comencé a decir mientras caminaba rumbo a su dirección—, sea muy importante como para interrumpir mi entrenamiento—me detuve sólo a unos cuantos pasos del trono.
El Rey Vegeta, era la misma imagen que su hijo, solamente que unos años más de experiencia lo respaldaban e infundía respecto ante cualquier guerrero Saiyajin que estuviera de pie en la batalla.
—No seas grosero, Vegeta. No le hables de esa manera tan arrogante a tu padre, el Rey—habló la voz de la mujer que se encontraba a la izquierda del mi padre.
No pude evitar cerrar mis puños al escuchar la voz de esa mujer que tanto odiaba y que por desgracia era la esposa de mi padre.
—Yo le hablo como se me pegue la gana, tú no tienes derecho a impedírmelo, Gyda—repliqué viéndola directamente con rabia.
—No le hables así a tu madre, Vegeta—exclamó el Rey mientras elevaba el tono de su voz para captar mi atención.
—Ella no es mi madre. Mi madre murió cuando yo tenía cuatro años—comencé a explicar mientras sostenía mi mirada llena de rabia sobre mi padre—, ella sólo es la madre de tu bastardo y debilucho hijo—terminé de decir volviendo mi mirada, nuevamente, sobre la esposa del Rey mientras esbozaba una burlona sonrisa.
—Déjame recordarte, querido Vegeta, que ese debilucho es tu hermano—replicó rápidamente Gyda mientras apretaba los labios para después darle entrada a una amplia sonrisa.
—Desafortunadamente—exclamé sin dudarlo.
Gyda borró por completo su sonrisa del rostro ante mis últimas palabras. Pude notar inmediatamente que estuvo a punto de contraatacar, sin embargo, el Rey lo impidió bruscamente cuando decidió hablar para captar nuestra atención completamente.
—Basta de discutir—dijo elevando la palma de su mano en señal de que la discusión había terminado. —Vegeta, hijo, te mandé a llamar para informarte que partiremos al planeta tierra mañana a primera hora.
Hice desaparecer cualquier rastro de mi enojo y rabia de las facciones de mi rostro justo cuando escuché con atención las últimas palabras que salieron de los labios del rey.
—Sin mi memoria no me falla, padre. Ese planeta está prácticamente en la ruina—dije mostrando una cara de confusión.
El Rey despegó su espalda por un momento y clavó directamente sus ojos sobre los míos.
—Verás, hijo mío, es momento que contraigas matrimonio—confesó de golpe mi padre.
—¿De qué demonios estás hablando? —pregunté rápidamente.
—A lo que me refiero, hijo, es que ya estás en edad suficiente de que tomes esa responsabilidad—recargó nuevamente su espalda hacia atrás. —Así que me tomé la libertad de arreglar tu matrimonio con la única heredera al trono del planeta tierra—terminó de decir mientras observaba la expresión en el rostro de su hijo mayor.
Apreté la mandíbula al escuchar sus últimas palabras, las cuales marcarían mí destino, salir de sus labios.
— ¿Y sí me rehusó a tomar esa responsabilidad? —pregunté entre dientes.
—Entonces me veré en la penosa necesidad de remover todos los privilegios que posees como príncipe en ese momento—respondió sin remordimiento alguno. —Inclusive, modificaría mi testamento, dejando a Tarble como el principal sucesor al trono, el día que yo muera.
Gyda volteó a ver directamente al rey al escuchar las últimas palabras que provinieron de sus labios. Sonrió ampliamente y apretó su mano en señal de estar totalmente de acuerdo con su decisión para después voltear sus ojos esmeraldas, nuevamente, a mí dirección para mostrarme sus dientes en señal de triunfo total sobre mí persona.
Sentí como me hervía la sangre ante la posibilidad de que mi hermano Tarble, el hijo de esa bruja, tomará el mando del Planeta Vegetasei. De una cosa si estaba totalmente seguro, Tarble era manipulado vilmente por su madre. Eso, sólo significaba una cosa, que Gyda sería la que gobernaría, y eso, tampoco lo iba a permitir. Jamás, así tenga que aceptar un matrimonio arreglado por no perder el trono, el cual desde que tenía memoria, deseaba con todo mí ser.
—Está bien, padre—dije una vez que me incliné delicadamente ante el trono del Rey para soltar una leve sonrisa de triunfo sobre Gyda al verla directamente a los ojos.
—Sabía que recapacitarías, hijo—exclamó el rey sin despegar los ojos de los míos. —Entonces está decidido—se levantó de su lugar de un sólo movimiento—, comunícale a Kakaroto que reúna a los mejores guerreros y una buena cantidad de provisiones para el viaje—bajó los escalones para quedar a la misma distancia que yo.
—Como lo ordene, su majestad—repliqué viéndole directamente a los ojos para después retirarme de la sala de reuniones dejando al rey y a su esposa totalmente solos
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—¿Puedes creer que mi padre me vendió como un trozo de carne a esos salvajes monos sin conciencia? —le pregunté a Milk, mi dama de compañía, y mi única y fiel amiga desde la infancia.
—No es que no te apoye, Bulma—respondió Milk mientras se acercaba a mi dirección y comenzaba a cepillar mi largo cabello—, pero creo que tú padre tiene razón, eres la única heredera al trono y es tu deber proteger a tu gente—terminó de decir sin dejar de verme a través del enorme espejo que se encontraba delante de nosotras.
Le miré directamente y bajé la mirada al escuchar sus últimas palabras. Tenía toda la razón, no podía negar que fuera la única heredera al trono y con ello, era mi deber proteger nuestra tierra, mi planeta tierra. Sin embargo, aún no podía aceptar el hecho de tener que compartir la cama y mi castidad con un bárbaro y salvaje Saiyajin.
—Además, tengo la certeza que no todos los Saiyajins son unos monos sin conciencia—dijo Milk terminando de trenzar mi cabello.
—¿Cómo puedes estar tan segura de ello, Milk? —me volteé inmediatamente a su dirección. — ¿Acaso ya olvidaste que por culpa de esos salvajes, estamos en las ruinas y que por su culpa, mucha gente inocente murió protegiendo estas tierras?
Pude visualizar como las facciones de su rostro se endurecieron para darle entrada a una expresión de enojo, pero resignación al mismo tiempo.
—Claro que no, Bulma—respondió y soltó un leve suspiro mientras se sentaba a la orilla de mi cama. —Sólo puedo asegurarte que el Saiyajin que me protegió y evitó que me violarán, es diferente a ellos—terminó de decir y dibujó una leve sonrisa en sus labios.
Era cierto. Ese mismo día que los Saiyajin abandonaron el planeta tierra, gracias a las negociaciones que mi padre pactó con el rey Vegeta, Milk me contó como un Saiyajin la protegió de ser ultrajada por dos monos sin conciencia.
—Fuiste afortunada—dije espontáneamente. —Tal vez y sea el único Saiyajin diferente a ellos—me volteé nuevamente y me topé con mi reflejo, y no pude evitar sentir lástima por mí misma.
Milk se levantó de su lugar y se posó nuevamente a mis espaldas, sin dejar de verme directamente a través del espejo.
—Espero no ser la única—dijo mientras posaba las palmas de sus manos sobre mis hombros desnudos.
—Quisiera creerlo, Milk—repliqué mientras cubría una de sus manos bajo la mía.
—Bueno, es momento de ir a la cama—dijo una vez que dejó libre mis hombros—, mañana será un día diferente y tienes que lucir deslumbrante—me ayudó a levantarme de mi lugar para que me metiera bajo las sabanas.
Una vez que sentí la sueva seda de las sabanas en contacto con mi piel, eché mi espalda hacia atrás y recosté mi nuca sobre la almohada.
—Muchas gracias por tus palabras, Milk—le dije y le miré directamente a los ojos.
—No tienes que agradecer nada, Bulma—me dijo mientras esbozaba una delicada sonrisa. —Para eso son las amigas.
Solamente le pude devolver una amplia sonrisa en señal de agradecimiento, antes que se marchará de mi habitación permitiéndome caer en un sueño profundo.
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Los rayos del sol atravesaron descaradamente las rendijas que se formaban a través de las cortinas de mi habitación e impidieron vilmente que continuará con mi sueño. Abrí los ojos lentamente y me topé con el vestido que iba a usar ese día. Volteé mi cuerpo en dirección al techo de mi recamara y quede estática por un par de segundos, ya que el sonido de la puerta interrumpió drásticamente mi momento de relajación, era Milk.
—Lamento mucho interrumpir, Bulma—dijo una vez que cerró la puerta tras su espalda. —Pero tu padre ordenó que te prepararas para la llegada del Rey Vegeta y su hijo al palacio—continuó hablando mientras se acercaba hacia mi cama. —El cual será dentro de dos horas—terminó de decir una vez que se detuvo a unos solos cuantos pasos de mi dirección.
Despegué mis ojos del techo y le miré directamente para asentir con mi cabeza en señal de afirmación. De un sólo movimiento me enderecé de mi lugar para quedar en su misma dirección.
—Todo sea por el bien de nuestra raza—le dije y le mostré una débil sonrisa en señal de resignación.
Milk solamente pudo sonríeme ampliamente ante el positivismo que le mostré hacer un par de segundos atrás.
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—Rey Vegeta, Reyna Gyda, sean bienvenidos nuevamente a mi humilde palacio—dijo mi padre una vez que los monarcas Saiyajin atravesaron el enorme portal del comedor.
—Es enorme placer es todo mí, Rey Brief— respondió el saludo el Rey Vegeta mientras le daba un fuerte abrazo en señal de paz, una vez que se detuvo en su dirección.
Pude visualizar que la esposa del Rey Vegeta era una mujer muy hermosa, con su cabello largo y negro como la noche la hacían parecer como toda una Reina digna del trono, pero lo que más resaltaba en ella, eran sus hermosos ojos color esmeralda que desprendían total seguridad sobre su persona.
—Así que tú eres la princesa Bulma—habló la voz de la Reina para captar mi atención. —Pero mira que hermosa y adorable criatura—continuó hablando mientras me rodeaba de un lado a otro. —No cabe duda que procrearás hijos muy hermoso—terminó de decir una vez que se detuvo delante de mí y calvó sus ojos esmeralda sobre los míos.
No pude emitir palabra alguna para contraatacar, ya que su presencia era un poco intimidante, sin embargo, reuní el valor suficiente para defenderme adecuadamente.
—Espero que Dios no lo permita—repliqué sin dudarlo mientras le sostenía la mirada.
Fui testigo de cómo la Reina Gyda suavizaba las expresiones de su rostro para darle entrada a una amplia sonrisa, la cual me dejó ver su perfecta dentadura.
—Bulma—habló mi padre para captar mi atención en señal de regaño.
—No, no—dijó la Reina Saiyajin rápidamente elevando la mano en señal de que no había pasado nada. —Me gusta tu carácter, Princesa Bulma ¿Estás segura de que eres terrícola? —me preguntó sin dejar de mostrarme sus dientes.
Le sostuve la mirada por un segundo, pero no se pudo prolongar por mucho tiempo, ya que la voz de mi padre lo impidió por completo.
—¿Y dónde está el príncipe? No lo veo por ningún lado—preguntó mi padre mientras hacia la finta de buscar al joven heredero por la enorme sala del comedor.
—No te preocupes, Brief—respondió inmediatamente el Rey mientras posaba una de sus manos sobre el hombro de mi padre—, mi hijo personalmente se encargó de liderar y guiar a nuestros guerreros para que empezarán inmediatamente con la restauración de tus tierras—ayudó a mi padre a emprender camino rumbo al comedor—Te aseguro que no demorará mucho—terminó de decir una vez que nos encontrábamos a unos cuantos pasos del comedor.
—Eso habla muy bien de él ¿No lo crees, hija? —preguntó mi padre mientras me veía directamente a los ojos.
Le sostuve la mirada llenada de rabia, pero pude contestar sin perder la calma y dejar salir mi furia sobre los presentes.
—Creo que sí—respondí entre dientes, resignada.
—Entonces no se diga más—dijo mi padre—, comamos.
Una vez que terminó con su invitación, tomamos asiento para comenzar a comer los deliciosos majares, que mi padre había estado guardando para este momento tan especial. Mientras mi padre y el Rey Vegeta hablaban sobre los beneficios que traería mi matrimonió con el Príncipe de los Saiyajin, la Reina Gyda, no había dejado de verle durante toda la cena.
—Y dime, Bulma—habló la Reina para captar la atención de los reyes—, ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —me preguntó una vez que se llevó un trago de vino a sus rosados labios.
El silenció se hizo presente por unos leves microsegundos provocando una leve tensión en el ambiente mientras esperaban por mi respuesta a la pregunta de la Reina. De un momento a otro encontré el valor de emitir palabra alguna.
—Principalmente, trató de escuchar las necesidades de mi pueblo para encontrar una adecuada solución a sus problemas—respondí tranquilamente.
—No tengo duda de ello, Princesa—replicó Gyda mientras depositaba su copa de vino sobre la mesa. — Me refiero a que es lo que te gusta, a ti—dijo y entrelazó sus manos sobre su regazo.
Eso no me lo esperaba, no esperaba el hecho de que me preguntara sobre mis gustos personales. Inhalé un poco de aire, lo sostuve por un segundo y lo solté lentamente.
—Me gusta la literatura, la poesía, la pintura y sobre todo la ciencia.
El Rey Vegeta soltó una leve risita ante mi última palabra, la cual tuvo que cubrir con la palma de su mano para que no fuera evidente, pero no lo logró del todo.
—¿Una mujer interesada en la ciencia? —preguntó el monarca Saiyajin esbozando una sonrisa burlona.
Apreté la mandíbula y mis puños en señal de enojo por su estúpida pregunta.
—Disculpe, mi atrevimiento Rey Vegeta, pero no le encuentro lo gracioso—le dije para posar mis ojos directamente sobre los suyos, desafiantes.
El Rey Vegeta quedó en silenció por unos leves momentos, tratando de encontrar palabra adecuada para responder, pero toda esa tensión se vino abajo cuando de la nada, apareció la silueta del Príncipe Vegeta sentándose en la silla, la cual se encontraba enfrente de mí, interrumpiendo descaradamente mis intentos de posible asesinato sobre su padre. Pero lo que más rabia me dio, fue el hecho de que, el muy bastardo y salvaje mono, nos ignorará por completo, como si no fuéramos nada.
—Vegeta, modales—le dijo el Rey a su hijo una vez que intercambiaron miradas.
El Príncipe Saiyajin le sostuvo la mirada por un momento, pero se detuvo inmediatamente.
—Disculpe mis malos modales, Rey Brief, Princesa Bulma—lo dijo de dientes para fuera.
—No tenemos nada que en que disculparlo, Príncipe Vegeta—replicó mi padre inmediatamente— ¿Verdad, hija mía?
Por un sólo instante quería brincar sobre la mesa, como toda una salvaje y arrancar su bonita cara con mis propias manos por poseer esa actitud tan arrogante, pero mis intentos de atacarlo fueron apaciguados por la voz de la Reina Gyda.
—Vegeta, querido, estábamos en medio de una interesante conversación sobre tu futura esposa—dijo Gyda sin despegar sus ojos sobre los míos. —Nos comentaba que su principal pasión es la ciencia—finalizó para llevarse un trozo de carne a los labios.
Igual que su maldito padre, Vegeta soltó una leve carcajada al escuchar las últimas palabras que provinieron de la Reina.
—¿Una mujer de ciencia? —preguntó elevando una de sus cejas, una vez que me miró directamente a los ojos.
Nuevamente pude sentir esas ganas enormes de lanzarme directamente hacia él y borrar esa sonrisa de sus labios con mis propias uñas.
—Creo que la ciencia en una tipo diferente de fuerza y sabiduría—repliqué lo más tranquilamente posible.
—¿Entonces porque tu preciada ciencia no fue capaz de salvar a tu planeta de nuestro ataque? —preguntó el heredero Saiyajin en tono de burla sin dejar de mirarme directamente.
—Por qué a veces la ciencia no alcanza a entender—me defendí espontáneamente—, ni mucho menos a comprender a los monos sin conciencia como ustedes, los Saiyajin.
Pude visualizar como las facciones en el rostro del príncipe de los Saiyajin se endurecieron para darle entrada a una mueca de enojo ante mis últimas palabras. La tensión que se desprendía por parte del Príncipe Saiyajin y, obviamente, por mi parte, era imposible de ocultar.
—Tranquilos, chicos—habló Gyda para tratar de calmar la tensión. —Estamos en una época en la cual todos somos libres de expresar nuestros puntos de vista y sentimientos ¿No es así, querida Bulma?
De alguna manera las últimas palabras que salieron de los labios de la Reyna de los Saiyajin, me armaron de valor para defenderme adecuadamente y expresar mi total desacuerdo con el matrimonio.
—Bien, con todo respecto a los presentes y sobre todo a mi padre—me levanté de mi lugar de un sólo movimiento—Y como lo mencionó la Reina Gyda, estoy totalmente de acuerdo con que somos libres de expresar nuestro sentimientos—continué hablando sin despegar mis ojos llenos de rabia sobre los del príncipe Vegeta—, no estoy de acuerdo con este absurdo matrimonio que ustedes dos arreglaron, el simple hecho de imaginar que este salvaje—dije apuntando con mi dedo al príncipe delante de mí—, ponga sus sucias manos sobre mí, me revuelve las tripas y me dan ganas de vomitar, prefiero mil veces morir antes de compartir la cama y mi castidad con este mono sin conciencia—pausé por un momento para ver directamente a la Reyna— Así que olvídese, Reina Gyda, de que procrea hermosos hijos con su raza—terminé de decir, no sin antes sostener mi desafiante mirada sobre el heredero Saiyajin, el cual permaneció sobre su silla, recargó su espalda, y después me miró fijamente, con una expresión neutra en su rostro.
La tensión e incomodidad en el ambiente ya era inevitable de ignorar. Sin embargo, el Rey Vegeta comenzó a aplaudir ante mi desagradable discurso, como sí eso no le hubiera ofendido en lo más mínimo.
—¡Vaya, Vegeta! No cabe duda que no me equivoqué en escoger a la princesa Bulma como tu futura esposa—dijo el Rey de Planeta Vegeta para captar mi atención. —Su carácter la hace ser mucho más atractiva y valiosa, digna de poseer una corona sobre su cabeza—terminó de decir mientras se llevaba un trago de vino directo a sus labios.
El Príncipe de lo Saiyajin aún sostenía su fría mirada directamente sobre mis ojos, se levantó de su lugar, hizo una pequeña reverencia ante mi persona, sin decir ni una sola palabra y emprendió camino a la salida dejándome completamente confundida ante su inesperada acción.
Continuará…
Notas de la autora (LiLiCo): ¡Hola! Principalmente quiero darte las gracias por darte un pequeño tiempecito para leer el primer capítulo de mi fic sobre mi pareja favorita de todo los animes y tiempos: Bulma & Vegeta. Debo confesar que soy adicta a esta pareja y me encanta leer diferentes fic sobre ellos, sin embargo, hasta el día de hoy me armé de valor para comenzar a redactar mi propia historia. Por otra parte será un reto para mí continuar redactando y andar más seguido por estos rumbos, ya que actualmente también tengo en proceso un fic en la categoría de "A song of ice and fire". Así que prometo estar al pendiente de los dos. Sobre todo porque las ideas ya estás establecidas, tanto los capítulos, como toda la historia. Sólo me faltaría organizarme para redactar.
¿Qué les pareció el inició de la historia? ¿Vegeta y Bulma podrán sobrellevar sus diferencias por el bien de ambos planetas? ¿Alguna vez nuestra querida Bulma podrá sentir algún tipo de afecto por nuestro príncipe Sayajin? o ¿Hará lo imposible para que eso no llegase a suceder?
Sí les gustó, no olviden dejar sus reviews: Eso, es lo que más me gusta de redactar, leer sus comentarios.
