Hola, mi nombre es Paula y este es el primer fanfic que he escrito en toda mi vida, así que espero que la historia les guste tanto como a mí. La historia está ambientada en el mundo de Shingeki no Kyojin, y algunos personajes son del anime y otros creados por mí. Espero haber captado bien la esencia de los personajes. Siéntanse libre de comentar lo que les parece, sobretodo porque soy una principiante en esto y me ayudarían mucho a mejorar.

¡Gracias por leer!

Tú, mi misterio

Año 852

Mi nombre es Clara Panelli, soldado de la milicia, parte de la tan famosa Legión de Reconocimiento. Provengo de una familia militar por parte de mi padre, él pertenece a las tropas estacionarias al igual que mis primos; yo soy la única que siguió el camino de mi abuelo. Me uní a las tropas oficialmente a inicios del año pasado. Aunque siempre me ha llamado poderosamente la atención explorar más allá del muro, ingresé a las fuerzas con el propósito de unirme a las tropas estacionarias. No quería arriesgar mi vida en una exploración, pero tampoco quería quedarme sin pelear si los titanes invadían nuevamente las murallas. Fue Blake quien me hizo cambiar de opinión, y a pesar de todo, no me arrepiento de haber seguido su consejo, solo me gustaría que pudiese estar aquí en este momento, sé que le gustaría.

Capítulo 1: Indeseado reencuentro

Acabamos de regresar de una misión bajo las órdenes de nuestro capitán, Lemoine, un hombre alto, de tez negra, espaldas anchas, pero delgado. Es uno de los mejores soldados de las tropas, superado solo por el ex comandante Smith y el oficial Rivaille. La diferencia que tiene con este último, es que es más cercano, simpático y divertido, aunque no por eso menos exigente o duro. A menudo tenemos que lidiar con su fuerte carácter y cambios de humor, pero nos ha entrenado bien. Nuestro escuadrón era el único que poseía seis integrantes, pero esa situación cambió a finales del año pasado, ahora somos como el típico escuadrón de la Legión.

La presencia de Lemoine y nuestro escuadrón fue solicitada por la comandante Zoe, con premura, y no somos los únicos que nos encontramos aquí. Desde las últimas revelaciones sobre los titanes, han mantenido un férreo control sobre nosotros, y todo parece indicar que, o bien tienen un plan en que necesitan a toda la Legión, o quieren vigilarnos. Ambas opciones me producen recelo. Pero órdenes son órdenes.

Lo primero que observo al ingresar al cuartel, es al cabo Rivaille cruzando el campo en compañía de la comandante Zoe, quien se detiene al notar nuestra presencia y saluda alegremente a nuestro capitán. Rivaille ni siquiera se molesta en saludarlo, ni hacer nada más que quedarse estático y serio. Como siempre es completamente desagradable, no sé cómo Blake pudo admirarlo tanto. Ella también nos saluda a nosotros, y le devolvemos el saludo moviendo nuestros puños cerrados hacia nuestros corazones, al momento en que Lemoine nos manda a los establos a dejar nuestros caballos y prepararnos para la cena. Todos sabemos lo que significa eso: una ardua jornada de cuidar a los caballos y ordenar el equipo, y nos movemos lenta y renegadamente hacia la izquierda, dejando atrás a las autoridades. Miro de reojo a los oficiales, Zoe y Lemoine están enfrascados en una animada conversación, mientras Rivaille permanece cruzado de brazos mirando un punto distante, tiene la camisa pegada a su cuerpo, y su cabello luce un poco despeinado, por lo que deduzco que estuvo entrenando, es conocido por eso, entre tantas otras cosas. Aunque pensándolo bien, tal vez estaba haciendo el aseo acuciosamente, como dicen los rumores. Me río ante la imagen mental del cabo limpiando los vidrios con ahínco y un pañuelo sobre su cabeza, y el corsel del capitán se desvía un poco, entonces Yurgen me da un codazo en las costillas.

-¿De qué te ríes Clara? Ten cuidado, recuerda que el enano puede tumbarte en un segundo por tal desobediencia – me dice fingiendo solemnidad, se ríe y me insta a apurarme.

-Tú ten cuidado –le respondo.

Yurgen es cuatro años mayor que yo, y con quien mejor me llevo del escuadrón, es mi amigo. Tiene el cabello castaño y corto, es alto, tiene los ojos café y la piel blanca, de espaldas anchas. Es amigable, inteligente y paciente, sabe exactamente cuándo y cómo actuar. Y me entiende de maravillas. También a él le molesta un poco Rivaille, por eso nos burlamos cuando podemos, aunque tal vez lo hacemos para volverlo más humano.

Ana nos regaña con la mirada, ella es la médico del grupo, y la más estricta después del capitán. Tiene una estatura promedio, una cara redondeada, piel blanca y cabello negro y corto, generalmente tomado en un moño. Es la segunda al mando. Estévez es de la misma generación del capitán, por lo que han trabajo juntos desde entonces. Se baja del caballo y le ordena a Mikael que haga lo mismo, toma las riendas de ambos animales y nos las pasa.

-Ustedes dejarán los caballos en los establos, los cuidarán, los arreglarán, los limpiarán, les darán de comer, y luego irán a ordenar el papeleo que dejaré en mi escritorio. Solo cuando terminen de hacer eso podrán ir a cenar. Y recuerden ordenar los equipajes y cambiarse, sus ropas están sucias-. Nos mira seriamente y se va, con Maikel pisándole los talones, quien solo se ríe de nosotros. Es nuestro castigo por faltarle el respeto a un superior. Ana siempre nos castiga, tiene una obsesión por las reglas.

Yurgen y yo nos miramos, tendremos una larga tarde. Nos bajamos de los caballos e ingresamos a los establos. El día no podía ir peor.

Entramos al establo y dejamos a los caballos en sus puestos, les sacamos las correas y el equipaje y los aseamos, luego les damos de comer, arreglamos la paja, limpiamos sus heces, y nos llevamos las cosas a las habitaciones. Primero arreglamos los equipos, y luego los dejamos en la bodega, acomodamos el equipaje de cada miembro del equipo en su habitación y vamos a las nuestras para cambiarnos y continuar con el papeleo de Estévez.

Para cuando terminamos de arreglar el equipaje, ya era de noche, los caballos dormían y nos llegaba el olor de la comida. Nuestros estómagos rugían ferozmente mientras nos dirigíamos a la oficina de Ana, caminando por un largo pasillo de piedra bajo un techo del mismo material, sostenido por pilares que deban al patio. Cuando entramos a la habitación, vimos una pila enorme de documentos, no sabíamos de dónde demonios había sacado tanto para reportear Ana, pero con ella siempre era lo mismo. Nos dejamos caer rendidos al suelo y ordenamos los papeles mientras hacíamos más bromas sobre todo el regimiento, especialmente nuestros compañeros. Cuando por fin pudimos dirigirnos al comedor, ya no quedaba nada, ni nadie. La amplia sala llena de largas mesas estaba completamente vacía y oscura. Nos miramos con Yurgen y me apoyé en su hombro, me sentía desfallecer. Pero al girar vimos unas luces provenientes de los comedores de los oficiales, y Ana salió a llamarnos. Mi expresión de felicidad debió ser enorme, porque ella se mató de la risa y nos guió al interior. Esta es una de las cosas que más adoro de mi escuadrón: la familiaridad.

Existen dos comedores en el regimiento, uno para los novatos y otro para los de mayor rango, aunque en la práctica esto no aplica mucho. En realidad, es un solo comedor divido en dos, y generalmente se ocupa esta división los primeros días tras regresar de una expedición –cuando hay que organizar todo-, o cuando los oficiales celebran alguna actividad. A estas alturas, me da lo mismo dónde me siente con tal de comer.

-Tranquilos, Ramón y yo no nos olvidamos de ustedes, pueden sentarse con nosotros. Solo por hoy- nos recalca Ana, alardeando de su puesto de superioridad que le permite estar en el salón de los mejores soldados y comer hasta más tarde.

Yurgen y yo sonreímos complacidos, aliviados, y marchamos detrás de Ana, que nos dirigió con paso firme. Su mesa estaba casi al final de la sala, y para nuestra sorpresa la comandante Zoe y el capitán Rivaille estaban sentados allí. Tragué saliva y compartí una mirada avergonzada con Yurgen, mientras atravesábamos el comedor iluminado por las velas, en la cual todavía quedaban unas pocas personas conversando. Esto debía ser obra de Ana. De todas formas, teníamos tanta hambre que solo nos sentamos y –tras saludar a los oficiales- nos dedicamos a comer. Zoe parecía divertida con nuestra presencia.

-¿Sigues con tus exploraciones? –Me preguntó. -Tengo mucha información sobre los titanes, por si quieres saber más de ellos. (Juro que vi algo siniestro en esa mirada).

-Sí, sigo con las exploraciones. Y estoy bien con lo que sé de los titanes –respondí, aunque no es cierto.

Ella pareció interpretar mi mirada, porque entonces dijo:

-Si quieres saber más ellos, puedes preguntarme cuando quieras. Claro, siempre que pueda responderte. –pronunció mientras se largó a reír. Yo estaba estupefacta y seguí comiendo.

En todo ese tiempo Rivaille permaneció en silencio, casi aburrido, y prestaba poca o nula atención a la conversación de la mesa. No me importaba mucho lo que hiciera, pero por dentro hervía con su presencia, siempre actuaba de esa manera, indiferente a todo.

Yurgen sujetó mi mano, que estaba temblando un poco, y me trajo de vuelta al mundo real, alejándome del dolor y la frustración, aunque el primero jamás me abandonará. Su intervención, como de costumbre, fue oportuna, nadie más pareció notar lo que me ocurría, a excepción tal vez de Rivaille, aunque no tengo la certeza. Me hizo ponerme de pie y nos disculpó con los demás, diciendo que estábamos muy cansados y nos iríamos a dormir, pasó su brazo derecho sobre mi hombro y me guió afuera, estrechándome contra él cuando abandonamos el comedor.

-Clara, debes tranquilizarte, él no tiene la culpa, y tú tampoco.

-Lo sé, pero es tan, tan…indiferente. ¡No sé como pudo admirarlo Blake! Ni siquiera pudo dirigirse hacia él con respeto, solo lo despreció. ¡Y él siguió admirándolo! Y ahora estamos con él…cenamos en la misma mesa. Es lo que Blake habría deseado, lo que quería, a pesar de su desprecio. Él quería compartir con Rivaille, y en cambio nosotros lo hicimos. Yo lo hice. No es justo.

La noche estaba helada, y unas nubes recorrían el cielo, tapando la luna. El patio se iluminaba a ratos para alumbrar los establos a lo lejos y los pilares del edificio. Mi cuerpo se puso rígido, y apreté mis puños con todas mis fuerzas para evitar llorar, pero no lo conseguí. Entonces Yurgen me abrazó, limpió mis furtivas lágrimas y me llevó a mi habitación.

-Es lo que habría disfrutado ese intrépido, cenar con el bastardo más fuerte de la humanidad –dijo Yurgen mientras caminábamos por el pasillo. -Pero también le habría gustado que lo hiciésemos nosotros, ¿recuerdas las maravillas que nos contaba sobre él? Ahora ve a dormir, tenemos que levantarnos temprano. El castigo continúa. –Dio media vuelta y se retiró.

Abrí la puerta perezosamente, ingresé en la amplia estancia, llegué a mi camarote, me tumbé sobre la cama y me acurruqué con las mantas. Cerré los ojos con fuerza, para ahuyentar el dolor y poder conciliar el sueño, lo que luego de extensos minutos conseguí. Los castigos jamás duran un día con Ana.

El resto de la semana continuó de la misma manera: ejercicios matutinos, desayuno, cuidado de los caballos y el equipo, estudios, almuerzo, trabajo y estudios en enfermería, ejercicios, cuidado de los caballos, papeleo, cena. Aunque casi no había papeles que ordenar, y la mantención del equipo era la mínima. Esa semana también pude compartir con Armin, mejor amigo de Eren Jaeger, el humano mitad titán, quien casi siempre está con Mikasa y la comandante.

Armin es muy inteligente y amigable. Será un excelente estratega. Compartimos bastante junto a nuestros compañeros, ya que ambas generaciones sirven en varios escuadrones juntos. Pude reunirme también con mis mejores amigos, Silvia y Emmet, pertenecientes a la tropa estacionaria. Ambos están bajo el cargo de los capitanes Thompson y Grey, respectivamente. Como acabamos de regresar de una expedición, los capitanes de ambas legiones se reúnen y comparten información, y aprovechan para distraerse un poco, lo que permite que varios jóvenes como yo puedan reunirse con sus amistades.

Silvia es más alta que yo, tiene el cabello castaño oscuro y la piel algo bronceada. Sus ojos son café oscuro, es esbelta y delgada, siempre lleva un moño y usa unos lentes de marco negro. Me recuerda bastante a la comandante, pero por suerte no comparten su forma de ser. Emmet es alto y macizo, tiene el cabello rubio oscuro, y los ojos cafés claro. Posee una gran fuerza y destreza, por lo que es un excelente soldado, en verdad, ambos lo son.

Como la situación volvía a ser la regular, los escuadrones volvieron a comer reunidos, aunque las mesas permitían que dos escuadrones cenaran juntos, razón por la que compartimos con el grupo de Rivaille, aunque él no siempre comía con nosotros. Eso me permitió conocer mejor a Eren y Mikasa, quienes son agradables. Pero Eren y Armin son mucho más amistosos y conversadores que Mikasa, quien parece no despegarse de Eren. Creo que está enamorada de él, y Yurgen piensa lo mismo.

Todos los días, desde entonces, me reúno con Armin y los demás, aunque Eren y Mikasa pasan bastante tiempo realizando otras tareas. Armin generalmente está en los alrededores del patio o de las oficinas, estudiando o realizando encargos junto a sus otros compañeros. En cada momento libre que tenemos, y como ambos trabajamos en los patios, nos reunimos, charlamos y bromeamos con el resto. Pero usualmente con Armin tenemos otro tipo de conversaciones, relacionadas más con la estrategia, los titanes, y los planes en general. Ambos concordamos con el hecho de que algo extraño está ocurriendo en el regimiento, con los superiores.

Esta mañana el sol lo iluminaba todo, el cielo estaba despejado, y el ambiente animado. Nuestro castigo terminó ayer, por lo que hoy pude relajarme y compartir más con mis amigos. Me encontraba en el patio de entrenamiento cuando observé a Rivaille practicando junto a Eren y Mikasa, más cerca de ella, parecían compartir mucho y bueno…ambos son los mejores soldados de toda la milicia, deben estar a gusto con el otro, ya que son igual de taciturnos. Mis pensamientos no me ayudaron a percatarme de que Rivaille se estaba cambiando de camisa, y pude ver sus tonificados abdominales, lo que me hizo sonrojar de inmediato. Lo peor de todo es que parece que él se dio cuenta de que lo estaba mirando. Yurgen y Thomas no dejaron pasar la oportunidad y se han burlado toda la mañana de mí por ello, y sus risas lo único que hacían eran llamar más la atención de todos. Por esa razón, apenas tuve un tiempo libre, fui hacia los pastizales a disfrutar de los rayos del sol bajo un frondoso árbol.

Sin darme cuenta, me quedé dormida.

-¡Oye! Despierta dormilona, ya es hora del almuerzo. –Yurgen me extiende la mano.

-Está bien, ya voy- respondo mientras se la tomo y me impulsa. Espero que esta vez sean pastas.

Nos acercamos a nuestra mesa, y allí está Rivaille, sentado junto a Ramón, y un espacio vacío a su otro lado. Ramón señala el puesto al lado del cabo, pero Yurgen toma la delantera y lo ocupa. Le transmito mis infinitas gracias con una mirada y una sonrisa y me siento frente a él, que es el otro espacio que queda. A mi lado se encuentra Armin, con su dorado cabello iluminado con fuerza por el sol, Eren luce animado, con sus resplandecientes ojos azules –esta vez-, y Mikasa se lleva un pequeño bocado a la boca. Ana tiene sujetado su cabello en un moño, y mira constantemente a Rivaille, hace comentarios con la intención de que la note, pero ni aunque los peces de la mesa hablaran cambiaría su expresión. Suspiro ante mi pensamiento, y cuando levanto la mirada él me está observando, al igual que todos los demás en la mesa. Me sonrojo.

-¿Soñando despierta nuevamente? ¿O sufres porque no estás a mi lado?- me pregunta Maikel juguetonamente. Su lacio cabello castaño claro le cae sobre uno de sus claros ojos.

Lo miro seriamente. Detesto cuando hace esos comentarios.

-No. Es que no puedo contener la respiración cuando me miras abusivamente.-le respondo. No es justo para los caballos.

Explotan las risas de mis compañeros -que entienden el chiste interno- y del resto de la mesa, con excepción de Rivaille.

-Búrlate lo que quieras, pero sabes que me quieres –dice Maikel.

Yo contengo la cuchara en mi boca con una expresión de "eso quisieras", y continúo almorzando. Desde que formo parte del escuadrón de Lemoine, Maikel no ha dejado de coquetearme, aunque sabe que no me gusta y no quiero nada con él. Si Yurgen no tuviera novia, tal vez creería que ocurre algo entre nosotros y me dejaría tranquila, pero no quiero meter a Yurgen en problemas.

-El almuerzo está demasiado bueno como para que lo arruines con tus comentarios Maikel –digo al aire.

-¿Qué fue lo que encontraste con Thomas cuando fueron al pueblo?- me pregunta Yurgen para cambiar de tema.

-Ah –respondo. -Un viejo diario de un comerciante que describía la ruptura de la muralla Rose. La estuvimos ojeando un poco y luego se la entregamos a la comandante Zoe, puede haber datos de utilidad.

Busco a Thomas con la mirada y lo encuentro llevándose una manzana a la boca. De alguna forma, entiende que les conté a los chicos sobre el diario, y que ya están al tanto de que nuevos datos pueden surgir. Nadie quiere ser sospechoso de ser un titán, por eso nos referimos delicadamente al tema.

-¿Cómo consiguieron ese diario?-me pregunta Rivaille. Es la primera vez que se dirige a mí, e inevitablemente recuerdo aquella vez que le habló a Blake.

-En el mercado –respondo secamente. No quiero darle más explicaciones.

Siento el peso de la mirada de Yurgen sobre mí, él es mi cable a tierra desde el incidente. Tengo que ser más detallada. No fue culpa de Rivaille, tampoco actúo de manera diferente con Blake, se dirigió a él como se dirige a todo el mundo. Incluso Blake lo defendía, y estaba contento con su breve encuentro. Suspiro una vez más antes de responder.

-Ya es una costumbre para mí recorrer el mercado en busca de libros, de diversas materias, últimamente relacionadas con titanes…y medicina (cuido no nombrar las murallas). Son más baratos, y míos, y a veces traen datos interesantes que no se encuentran en los textos oficiales. Los libros son joyas, mi familia me enseñó eso, y los que menos te imaginas, pueden contener información trascendental, así que suelo buscarlos en la ciudad. Como con Thomas debíamos entregar un encargo en el centro, aprovechamos de ver qué había en los puestos, y nos encontramos con ese diario, que nadie quería. Fue una fortuna, contiene varias cosas…interesantes.

Siento las miradas de Ana y Ramón sobre mí, expectantes, estudiando cada movimiento mío en busca de un error. Durante todo mi relato, no dejé de mirar la mesa, y ahora tengo los puños apretados, porque ya no resisto. Dejo mi plato a medio terminar y me levanto de la mesa. Cojo la manzana y me retiro, diciéndole a Ana que estaré en la enfermaría cuando sea mi turno. Le dedico una mirada a Yurgen para que no me siga, y veo que Rivaille me está observando. Tal vez ya se dio cuenta de mi apatía hacia él, o solo tiene curiosidad sobre mi reacción. Es imposible saberlo, y me molesta. Le doy un mordisco a la manzana y voy a tenderme bajo el árbol de esta mañana.

-¿Te encuentras bien? –me preguntan.

Retiro mi brazo de mis ojos y veo a Armin, junto a Eren y Mikasa. Todos parecen preocupados.

-Sí, estoy bien –respondo. - Es solo que…la conversación me trajo ciertos recuerdos. Pero ya pasó. (Les sonrío).

Los tres me sonríen de vuelta y se sientan a mi lado. Se ven relajados y satisfechos, deben estar aprovechando de descansar. He escuchado que estas últimas semanas han estado bajo mucha presión, realizando varias misiones que se desconocen. Además, deben enfrentarse día a día a los capitanes, lo que puede ser agotador. Pero con el tiempo ya no les cansará tanto, de seguro ya están acostumbrados. Tiempo. Esa palabra se queda dando vueltas en mi cabeza.

-¡¿Qué hora es?! –pregunto alarmada.

-Las dos –me responde Armin. Estoy completamente atrasada para mi turno. Me levanto de un salto y corro hacia la enfermería. Los tres parecen confundidos.

Voy tomando mi cabello mientras esquivo a las personas al correr. Estoy llena de pasto y debo estar impecable para ingresar a la enfermería, así que voy sacudiendo mi cuerpo lo mejor que puedo. Pero al hacerlo me descuido y choco contra alguien.

-¡Lo siento! –exclamo, esperando no haber votado a nadie. Pero para mi ingrata sorpresa se trata del cabo Rivaille. Debe estar hecho una furia. Me mira indiferentemente.

-Los pasillos no son un campo para correr. Camina –me dice fríamente.

-Sí, lo siento mucho -declaro. Vuelvo a dirigirme a la enfermería, esta vez caminando. Cuando llego, Ana está enojadísima.

-Tu turno comenzaba a las dos, son las dos y media. Estarás una hora más y el resto del día, no, la semana, le ayudarás en todo a la comandante Zoe.- Ana sabe exactamente dónde pegarme, nadie quiere estar tanto tiempo con Zoe, ¡mucho menos a su completa disposición!

Estuve estudiando un poco sobre la anatomía humana, y atendí a un par de personas. Luego, me dirigí con resignación al despacho de la comandante Zoe, pero para mi alegría, no se encontraba. En estos momentos está en la capital resolviendo unos asuntos burocráticos. Mi sonrisa no puede ser más grande. Todavía la conservo en la cena, a pesar de la presencia de Rivaille, a quien no puedo mirar a la cara. Pero no me importa.

-Supe que la comandante Zoe está de viaje por asunto importantes, así que no podrás seguir sus órdenes Clara. (Sonrío involuntariamente). Por suerte su segundo al mando está aquí para guiarte esta semana- me dice Ana amablemente.

La miro. No se me había ocurrido esa posibilidad antes. Su segundo al mando. Rivaille. Me atraganto con el agua y Eren me da unas palmadas en la espalda. Rivaille no parece sorprendido, así que debió hablarlo con él antes. Esto es una pesadilla, ella sabe lo que siento hacia él, lo que significa para mí. Le reclamo con la mirada, y ella se mantiene firme en su respuesta.

-No puedes…-balbuceo atónita. -Él… -Pero no sé qué más decir.

-Ya es tiempo de superarlo Clara, Levi es tu capitán y le debes obediencia. Aquí no existen los problemas personales, trágatelos.

Me muerdo el labio para retener las lágrimas. Lo que parece funcionar. Sé que Rivaille no tiene la culpa, y lo repito como un mantra en mi cabeza, pero es doloroso pensar en Blake. Que murió por mi culpa de hecho. Mi culpa. Relajo mi cuerpo y me quedo inerte sentada en la mesa.

-Eres la mejor curando a los soldados, tanto en la enfermería como en el campo de batalla. Serás una gran médico, pero necesitas disciplina, y no es porque te falte adquirir conocimientos o saturar mejor, sino porque no sabes cuándo detenerte –dice Ana.

La miro. Un mechón oscuro de su cabello se le escapó del moño, cubriéndole la oreja derecha. Parece agotada por el trabajo, pero también relajada. Está preocupada por mí, todos en el escuadrón lo están. Maikel ni siquiera ha hecho comentarios pesados al respecto. La razón por la que me dediqué a aprender medicina este último año, es para ayudar a todos los soldados heridos en los campos de batalla, especialmente en las exploraciones. No quiero que nadie más muera. Y me he obsesionado con esa idea, aunque continúo descansando cuando puedo, tal vez sigo exigiéndome demasiado.

-Sí, entiendo –respondo. Rivaille me está observando, nuevamente. Me siento incómoda, como si estuviera buscando y encontrando miles de defectos en mí.

-A las siete en los establos mañana- es todo lo que me dice.

-Sí –le respondo.

Se levanta de la mesa y se va, llamando a Eren. Parece que todavía tiene cosas que enseñarle. Su lacio cabello negro se agita con la leve brisa que recorre el comedor, se ve más pequeño que Eren –que lo supera en altura-, pero de alguna forma, también parece mucho más fuerte. A pesar de tener la apariencia de un chico, tiene la actitud de un hombre que sabe exactamente lo que quiere y cómo conseguirlo. Lo sigo con la mirada hasta que se detiene en la entrada, entonces gira levemente la cabeza, como si estuviera observando algo en nuestra dirección, sonríe levemente y se marcha. Esta es la primera vez que lo veo "sonreír". Sinceramente, no creía que tuviera esa capacidad.