Sentir

Sentí que mi vida había terminado.

Sentí que se me oprimía el pecho y que el aire no llegaba hasta mis pulmones.

Sentí que toda mi vida se desmoronaba en mis dedos y sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado.

Sentí que el pasado se agachaba sobre mí y no me dejaba ver más allá.

Sentí que me abrazaba tanto el sentimiento de culpa, ira y tristeza, que desperté sobresaltado.

Sentí los restos del mismo sueño, noche tras noche, desde hace 13 años.

Sentí, con una seguridad espantosa, que había más de mi propia respiración en la noche, que en la oscuridad de mi habitación, latía más de un pulso que el mío propio.

- Remus – susurro la oscuridad latiente.

- ¿Quien esta ahí? – pregunte abrazando las sabanas de mi cama con angustia, sabiendo en mi corazón la respuesta a mi absurda pregunta.

- Soy Sirius.

Lo único que se escucho luego de esa verdad susurrada, fue el silencio.

El silencio y las dos respiraciones, una encima de la otra.

- ¿Que haces aquí Sirius? – logre susurrar con la garganta seca.

- Tengo que decirte la verdad. Solo quiero que sepas la verdad.

- ¿Que verdad? – me atrevo a volver hablarle, aunque yo no quisiera saber la respuesta de esta pregunta. Yo ya sabía la respuesta, y no quería volver a escucharla.

-No fui yo, Remus. Tienes que creerme, yo no fui el que mato a Peter. No fui nunca el guardián del secreto de James y Lily. No fui yo Remus. Solo quería que lo supieras.

Las lagrimas que corrían por el rostro de Sirius eran mayores en proporción a las mías propias.

Todo lo que había escuchado en los días pasados era que Sirius había traicionado la confianza de sus mejores amigos, la mía misma también. Todo lo que yo quería escuchar era lo contrario, y ahora que lo hacia, no quería escucharlo mas.

La duda se ceñía sobre mi mente, no me dejaba pensar con claridad.

¿Seria o no Sirius el culpable de lo que paso?

Antes de que lo supiera, o pudiera preguntarle otra cosa a mi amigo, este dio la vuelta y salió por donde había entrado.

Salí sobresaltado de mi habitación.

Necesitaba saber donde iba.

Sirius salía de mi casa, convertido en perro.

De pronto, recordé todas las aventuras que yo mismo había pasado con el canino y supe la verdad dentro de mi corazón.

-Sirius! – grité con todas mis fuerzas.

El perro frenó y dio vuelta su cabeza.

-Te creo Sirius – le dije despacio, pero lo suficientemente alto como para que me escuchara – te creo.

El perro se acerco hasta mí, me dio una lamida de cariño y fue en busca de su destino.

En busca del destino que realmente se merecía.