Prologo

¿Por qué sentía dolor? Le resultaba difícil comprender porque tenia esa sensación, la garganta le ardía, como si una llama estuviera consumiéndolo todo en su interior, los músculos del cuerpo tensos y adoloridos por correr le pedían a gritos que se detuviera, pero no podía hacerlo, aún no.

Los demonios le pisaban los talones y sabía que su vida dependía de que tan rápido pudiera moverse; el cuerpo del hombre que estaba usando como recipiente no le servía de mucho, se había vuelto inútil, torpe, sus poderes menguaban con rapidez y lo único que tenia para defenderse era su espada de ángel.

Siguió corriendo, tan rápido como las piernas se lo permitían pero sus enemigos naturales lograron acorralarlo. Su mente se nubló, no pudo pensar en nada que no fuera la derrota, le había fallado al cielo y a la tierra, parecía que esta vez el mal lograría triunfar, todo estaba perdido; entonces una voz dentro de su cabeza le susurro palabras que había olvidado.

-eres un guerrero…-le dijo la voz-eres un luchador…-

Repitió una y otra vez esas palabras en su mente, un canon que había negado mientras luchaba por mantenerse con vida. Las dijo en voz alta ya sin temor a nada, recuperando la fuerza que lo había abandonado

-Soy un guerrero… soy un luchador… ¡yo soy el portador de la espada de Michael…!-

Capítulo 1.

-Dean…- Escuchó la voz de su hermano menor. Se removió entre las ásperas sabanas; últimamente los hoteles que escogían para pasar la noche habían dejado de ser agradables.

-Dean…-Sam insistió, pero él no quería abrir los ojos. La vida se había vuelto tan complicada para los hermanos Winchester que el mayor de ellos prefería perderse en un sueño profundo antes que despertar a la realidad.

-Dean…-

-Ese es mi nombre… no lo gastes-dijo por fin, no tenia caso seguir fingiendo, después de todo tendría que enfrentar la situación tarde o temprano.

-Tenemos que hablar-le dijo su hermano menor. Lo notó preocupado, sus ojos hundidos y su rostro demacrado eran prueba que no había dormido en toda la noche. Él tampoco había pasado una noche placentera, en realidad habían pasado años desde la última vez que había dormido sin preocupaciones. Despertar cada mañana con esa sensación de que todo estaba mal ya era común en él.

-¿sobre que?-preguntó fingiendo desinterés.

-Sabes muy bien de que-le contestó Sam, no había forma de engañarlo, él era el único que lo conocía realmente, además de su padre. Suspiró con pesadumbre y se levantó de la cama con pesar, tantos años con ese estilo de vida estaban cobrándole la factura. No era algo físico, su cuerpo estaba bien, cada vez mejor: ejercitado, musculoso, era rápido, ágil, sus habilidades iban más allá de las de un simple cazador, era su mente la que estaba dándole problemas.

-Habla-le ordenó, ya era tiempo de aclarar las cosas, un día más sin conversar de lo que había pasado terminaría por matarlos ambos.

-Sé que en este momento estas pensando lo peor de mí…- apuntó Sam; había permanecido sentado a la orilla de la cama pero la ansiedad estaba volviéndolo loco así que prefirió ponerse de pie. Comenzó a dar vueltas por la habitación, Dean lo seguía con la mirada de un lado a otro, su hermano había cambiado, eso no le gustaba en absoluto-…y no te culpo, incluso yo mismo me aborrezco, pero tienes que entenderme, yo creí estar haciendo lo que debía hacer…-

-Si, sigue diciéndote eso-interrumpió, su tono sarcástico lastimó a Sam

-Dean…-

-Escucha Sam, no me pidas que entienda los motivos que tuviste para confiar en un demonio porque no lo voy a hacer, pero tampoco voy a culparte. No tenemos tiempo para estos dramas familiares-pasó a su lado sin siquiera mirarlo, era la forma que tenia de dar por terminada la conversación, pero Sam lo detuvo antes de que entrará al cuarto de baño.

-Prefiero que te molestes conmigo, que me golpees, que me grites a la cara lo decepcionado que estas de mí, en lugar de ignorarlo…-Sam no estaba dispuesto a zanjar el asunto, aún había muchas cosas que discutir.

-Sabes, estoy cansado, estoy…-miró a su hermano y prefirió no terminar lo que iba a decir-…vístete, debemos irnos-cerró la puerta del baño antes de que Sam intentará detenerlo de nuevo. Abrió la llave del agua caliente pero no entró, se quedó mirando su reflejo empañado por el vapor, la imagen que le devolvía el espejo se había distorsionado, como todo en su vida ¿Cuándo se había ido todo a la mierda?

Las primeras notas de "Enter Sandman" llenaron el interior del Impala, la música ayudaba a disfrazar el incomodo silencio entre los hermanos que parecían haberse convertido de pronto en dos extraños haciéndose compañía. El teléfono de Dean sonó justo cuando la voz de James Hetfield se escuchaba a través de los altavoces.

-¿Cass?-

-¿Donde están?-preguntó el ángel sin miramientos. Hacía varios días que no tenían noticias de él.

-Vamos rumbo a Oregón, estamos en el kilometro 400 de la interestatal, ¿en donde has estad…?-Castiel había colgado el teléfono antes de que Dean pudiera terminar la pregunta.

-Maldito ángel bipolar-se quejó entre dientes

-¿Qué pasa?-cuestionó Sam, era la primera vez que se dirigían la palabra desde que habían salido del hotel.

-no lo se… te juró que ese ángel me saca de quicio-

-escuche eso…-

-¡woooh!- Dean dio un volantaso brusco, Castiel había aparecido en el asiento trasero del coche sin previo aviso sobresaltándolo, aún no se habituaba a las apariciones sorpresivas que acostumbraba hacer el ángel-¡te he dicho que no hagas eso!-protestó molesto.

-¿Hacer que?-preguntó Cass sin comprender a lo que se refería el cazador. Dean rodo los ojos exasperado.

-Olvídalo. ¿Qué sucede?-

-Algo extraño ha pasado estos días- comenzó el ángel con voz sombría

-¿Qué quieres decir?-Preguntó Sam mirándolo sobre el hombro.

-Cuadrillas de serafines han bajado a la tierra-Castiel se removió incomodo en el asiento y apretó las manos en un fuerte puño.

-¿Eso que tiene de raro? Ha comenzado el apocalipsis ¿recuerdas? ¿Acaso no es eso lo que debía suceder?-preguntó Dean mirándolo por el retrovisor.

-No lo entiendes, ese no es su trabajo, son vigilantes del cielo, no guerreros. Lo que pase en la tierra no les preocupa, algo realmente importante ha sucedido para que los guardianes hayan decidido bajar-

-¿quieres decir que el apocalipsis no es algo importante?-preguntó Sam girándose completamente hacia él.

-Yo no dije eso-replicó Castiel con el ceño fruncido.

-No, pero dijiste… que…-

-Estoy seguro que hay algo mas…-interrumpió ignorando a Sam-…pero no he podido averiguar algo relevante, han estado demasiado callados y eso no me gusta-

-Sigo sin comprender cual es el problema-dijo Dean sin quitar los ojos de la carretera.

-Los serafines se ocupan de proteger el cielo, ellos están bajo el cuidado del trono de Dios, no son combatientes, aunque han sido dotados de una fuerza extraordinaria jamás sabrían como pelear. Los arcángeles y los ángeles como yo nos encargamos de los asuntos de la tierra, el apocalipsis es cosa nuestra, los serafines han bajado por otro motivo…han recibido la orden de alguien sumamente importante-

-¿De alguien sumamente importante? ¿Quién?-preguntó Dean, aunque ya sabía la respuesta.

-De… Dios-

~º~

Pudo escuchar el suave murmullo del viento agitando las hojas de los árboles, la brisa golpeó su rostro y los cálidos rayos del sol relajaron sus músculos tensos por alguna razón. Abrió los ojos obligada por el sonido estruendoso de un camión de carga que se escuchó a lo lejos perturbando la paz en la que se encontraba. Volvió bruscamente a aquella realidad que le resultó tan ajena, no sabia donde se encontraba, ni como había llegado hasta ahí, su mente estaba en blanco. Una fuerte punzada en su costado la asaltó cuando intentó ponerse de pie, por primera vez desde que abrió los ojos se dio cuenta de que algo no estaba bien.

Acomodó sus gafas desvencijadas sobre el puente de la nariz y miró a su alrededor apenas consiente de lo que veía, aquella imagen dantesca resultó tan irreal que por un momento creyó que era una pesadilla, pero el dolor de su cuerpo y la sangre que brotaba de su costado empapando la tela de su blusa le indicaron que no era un sueño: cuerpos, de hombres y mujeres regados a su alrededor, todos con heridas de muerte. El olor que emanaba del lugar resultó insoportable, tanto o más que la terrible imagen que contemplaban sus ojos. Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho al darse cuenta que ella era una sobreviviente de aquella masacre pero ¿Qué había sucedido en realidad?

Se estremeció al escuchar las sirenas de las ambulancias y de los coches patrulla que llegaron al lugar, varios hombres se acercaron a ella haciéndole preguntas que no podía contestar, un joven paramédico la examinó cuidadosamente y luego le ayudo a ponerse de pie. La llevó hasta la ambulancia donde una chica de rasgos asiáticos y un hombre de mayor edad se hicieron cargo de su herida, el vehículo comenzó a moverse alejándose del lugar, se sintió aliviada al dejar por fin aquella aterradora escena atrás.

La habitación era cómoda, fresca y silenciosa, teniendo en cuenta que era un hospital no estaba tan mal. Sobre la mesilla junto a su cama seguía intacto el plato de comida que le habían llevado muy temprano, no había querido probar bocado. Sus anteojos descansaban sobre su regazo, tenía la vista perdida en un punto específico frente a ella, todo estaba difuso, justo como lo que pasaba en su cabeza en esos momentos, un suave golpe en la puerta la trajo de vuelta a la realidad.

-¿Puedo pasar?-Dijo una voz masculina que le hizo girar la cabeza, se colocó de nueva cuenta sus gafas para observar con cuidado al visitante. Vio a un hombre alto vestido con un elegante traje negro, tenia el cabello un poco largo y era muy joven, le sonrió con amabilidad mientras cerraba con cuidado la puerta tras él. Se presentó como el agente Richards del FBI, a ella le pareció demasiado joven y atractivo para ser un policía.

-Necesito hacerle unas preguntas, espero que no le moleste-le dijo irguiendo toda su estatura frente a ella, saco una libreta de su bolsillo y la miró fijamente. -¿puede decirme lo que sucedió?-

Estaba cansada de que le hicieran la misma pregunta, en tan solo medio día todos los niveles policiacos del país se habían presentado en su habitación para interrogarla, pero ella no podía dar respuestas, porque no las tenía.

-Solo recuerdo despertarme en aquel lugar, confundida, rodeada de cadáveres…-dijo monótona, se había aprendido ya de memoria esas palabras.

-¿Recuerda algo mas que pueda ayudarnos a comprender lo que paso?-insistió el policía transcribiendo sus palabras en la libreta.

-No. No recuerdo nada- dijo retorciendo sus manos. Al agente del FBI la contempló con el semblante fruncido, era tal la intensidad de su mirada que ella prefirió voltear a otro lado.

-De acuerdo. ¿Cuál es su nombre señorita?- siguió

-No lo sé-contestó exasperada, la situación en la que se encontraba parecía estarse complicando cada vez mas.

-¿Disculpe?-preguntó el agente Richards dejando de lado sus apuntes.

-Ya se lo dije… no recuerdo nada, ni mi nombre, ni mi familia, ni lo que sucedió allá… nada, todo esta en blanco, como si hubiera sido borrado de mi cabeza-se apretó el puente de la nariz para evitar que las lagrimas salieran de sus ojos, no se podía permitir llorar en un momento así, debía mantener la cordura lo mas posible.

Antes de que el agente continuará con su interrogatorio, la puerta de la habitación se abrió de nuevo dando paso a otro hombre, al igual que el agente Richards llevaba un traje del mismo color, pero él era mas bajo de estatura y usaba el cabello corto, tenia unas facciones duras y su semblante fruncido lo hacia verse malhumorado, aún así sus ojos verde esmeralda refulgían intensamente.

En ese momento una punzada en su cabeza le trajo a la memoria una imagen muy vívida, entonces supo quien era ese hombre:

-Dean…-dijo casi sin pensar-…Dean Winchester-