Notas: Hola, bueno, amm, hace mucho no escribo un fanfic seriamente, no después de dragones y alianzas el cual no está aquí xD, pero bueno… Decidí hacer este y decidí terminarlo, me enamore de la historia desde el primer momento en que me la imagine así que espero sea de su agrado. A leer~
Advertencias: Por ahora ninguna
Género: Romance, Drama
Autor/a: Deika Matsuri (deichii)
Editor: Kryenfer
Universo Alterno
Los personajes de Inazuma eleven pertenecen a Level 5
Un ángel se unió al cielo
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Introducción
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Desde muy pequeño soñó siempre con volar, estar en el cielo, con las nubes esponjosas. Poder ver el atardecer desde lo más alto, más arriba, incluso más que el árbol más grande de la granja de su padre, más y más; lo intentó varias veces, con distintos trajes, distintos aparatos, lanzándose desde la ventana que había en su habitación, acciones que le costaron algunas quebraduras en sus huesos y varios regaños de su padre y su sobreprotectora hermana mayor.
Al pasar los años su deseo siguió creciendo, contrario a muchas personas, Hiroto Kiyama, siguió su sueño hasta el final, sin abandonar, sin arrepentirse de nada, mirando las estrellas siempre como su más grande inspiración, deseando estar un poco más cerca de ellas, enamorándose del firmamento aun inalcanzable. Entre papeles, lápices y diseños pasó su infancia, su adolescencia y ahora su adultez.
Su padre le apoyó, dándole el dinero para estudiar lo suficiente y volverse uno de los mejores inventores de todos los tiempos, porque si, lo había logrado, había hecho que un aparato de más de 10.000 piezas y años de dedicación, volara y lo llevara un poco más cerca de las estrellas, de las nubes, de su amada pasión, del sueño de su vida.
Con una sonrisa despedía todo en su antiguo hogar, rozando los muebles que lo vieron crecer con toda la delicadeza que sus largos y blanquecinos dedos podían ofrecerle a la antigua madera, respirando ese aroma hogareño que siempre desprendía su casa, su hogar, recorriendo con sus ojos esmeraldas una a una las fotos colgadas en la pared y dejadas estratégicamente en los estantes del cuarto, reviviendo fragmentos de su pasado –su niñez perfecta- en la memoria, suspiraba despidiéndose de su cuarto y su estudio de trabajo.
Llevaba sus pocas y preciadas pertenencias en una desgastada maleta de cuero marrón sostenida por su mano derecha, sentía uno a uno el rechinido de los escalones que lo dirigían al primer piso de su casa, tomando el barandal de madera y despidiéndose poco a poco de él.
Después de los muebles oscuros de la casa, de los grandes ventanales, la cocina y el patio en el que jugó desde pequeño, su padre, que ya no era tan joven como cuando le adoptó, y su hermana, a la que la edad la hacía cada vez más bella, estaban parados en el amplio portón de la mansión Kira, junto al que ahora sería su avión compañero, preparados para la despedida.
El viento batió sus alas haciendo que el gran campo de flores y trigo que rodeaban la mansión se moviera, desprendiendo el dulce aroma que lo acompañó desde que llegó a esa casa una tarde de mayo a sus cuatro años, después que su padre lo fuera a recoger al orfanato en la mañana de ese mismo día; su cabello rojo se movía con fuerza, acompañado de la larga y negra cabellera de su hermana y el corto pero liso cabello de su padre.
Solo bastó una sonrisa de orgullo y una abrazo fuerte, para que todo por lo que había luchado en la vida tuviera sentido, es un gran inventor, es el reconocido capitán Hiroto Kiyama, es el hijo adoptivo de un Kira, que es tan grande como su padre lo fue en su tiempo, es el hombre al que la sombra del verdadero Hiroto Kira jamás pudo aplacar. Es el hermano perfecto de su hermana; es el hombre, que cambiaría al mundo, porque enseñaría a todos su más grande pasión, volar con lo que él llamó aviones.
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