Courage the cowardly dog/Coraje el perro cobarde/Agallas el perro cobarde.

Serie animada transmitida por el canal de televisión Cartoon Network.

Su creador original es John R. Dilworth.

Yo solo soy fan de la serie, me gusta escribir y compartir mis historias para entretener a más personas, no fui parte de la producción ni creación de la serie, únicamente la consumí.

Se miró en el espejo y frunció el seño.

Llevaba años detestando su reflejo.

Un rostro más delgado que antes, lentes grandes y redondos que no dejaban ver los ojos, una sonrisa tétrica sin dientes, una cabeza sin pelo en ella.

Como detestaba ese anciano que veía en el espejo.

Sabía que era viejo y podía aceptar la mayoría de las cosas que eso conllevaba; aceptaba, por ejemplo, que la dentadura que antes poseía ya no estaba, de todas formas nunca fue alguien de mucho sonreír y no veía a muchas personas como para charlar, además, mientras pudiera seguir consumiendo la comida de su esposa poco o nada le importaba aquello. Las leves arrugas en la frente y alrededor de los ojos tampoco le preocupaban, ni era modelo ni famoso ni tenía a alguien que se las estuviera haciendo notar constantemente, le preocupaban un poco sí, al fin y al cabo había vanidad en él, pero aquello no lo atormentaba todo el tiempo. Los lentes solían llegar con el tiempo porque los ojos se cansaban, los primeros años los odió a muerte, se negaba a usarlos jurando que su visión era perfecta hasta que la realidad le hizo ver lentamente que los necesitaba, resignado tuvo que usarlos, pero luego con más tiempo se acostumbró y hasta los tomó como algo característico y propio de su imagen.

Lo que de verdad le quitaba el sueño era la ausencia de cabello.

Era horrible, su calva estaba ahí en su reflejo para abofetearlo constantemente, recordándole que perdió algo que no lograría recuperar, que su cabellera lo abandonó definitivamente.

Ese sombrero que cubría su cabeza ocultaba su vergüenza, escondía aquello que lo hacía sentir mal, disfrazaba su pérdida ante todos los ojos posibles.

Odiaba eso, detestaba aquello, se acomplejaba por ello.

Le daban ganas de llorar de vez en cuando pero no lo hacía, ya era viejo y era un hombre que vivió mucho como para dejar escapar lágrimas por una estupidez estética.

Una estupidez estética que le dolía, le dolía sin descanso, era algo en lo que pensaba cada que tenía tiempo libre, en cada ocasión en la que le picaba la cabeza, cuando de cansancio se pasaba la mano por la frente y recorría un poco más sintiendo todo liso.

Le entristecía, le enfurecía.

Tocaron la puerta del baño.

-¿Cuánto más vas a tardar? Llevas mucho tiempo en el baño- Expresó su esposa del otro lado con algo de enojo debido a la impaciencia.

-Lo que quiera tardar mujer, déjame en paz- Contestó moviendo el puño en alto aunque ella no pudiera verlo.

-Como quieras- Dijo algo tosca –Por cierto, preparé para el desayuno unos panqueques con moras, te aconsejo que salgas antes de que se enfríen- Con eso dicho de forma dulce se alejó del lugar.

El hombre se miró otra vez en el espejo.

-Estúpidos complejos- Se regañó a sí mismo, insultó a su manera el reflejo, tomó su gorra y salió para evitar ser atrapado por un remolino de sentimientos que le hacían daño.

Quería evitar aquella rutina de siempre, llevaba años en esa guerra de evitar sentirse triste por aquello.

Lo peor era la sensación de que jamás ganaría.

THE END