Hola personitas les traigo este fanfic que es una adaptación de una historia de twilight "pecados paternos" de saydiss así que gosen la historia es muy buena
Ni Glee ni sus personajes me pertenecen
Chapter 1
Quinn Fabray siempre se ha sentido mal por lo que su padre le hizo a su antiguo Protegida, Rachel Berry : la engaño para luego expulsarla de la empresa. Y para empeorar las cosas, Quinn está segura de que Rachel siempre ha creído que ella formó parte de la conspiración para librarse de ella.
Ahora, tras una OPA hostil, Rachel acaba de hacerse con el control de Fabray's company. Quinn sabe perfectamente que ella querrá vengarse de su familia así que se prepara para ser despedida de la compañía. Pero para su sorpresa, Rachel no la despide. No, su venganza contra los Fabray va a desarrollarse de una manera completamente diferente, de una manera que Quinn nunca habría podido imaginarse ni en sus sueños más salvajes y perversos…
-¿D-Disculpa?- tartamudeó Quinn. Sus ojos verde se abrieron como platos mientras miraba a la mujer que tenía enfrente, sentada ante el lujoso escritorio de roble. Seguramente no había oído bien. Bajo ningún concepto…
-Ya me has oído- murmuró. Su intensa mirada marron se clavó en la suya con expresión inquietante. -No lo diré dos veces-.
Quinn la miro boquiabierta, demasiado aturdida para hablar. No podía creer lo que estaba oyendo, no podía creer que esa mujer, Rachel Babra Berry, estuviese sugiriendo… bueno, mejor dicho, exigiendo semejante cosa. En cualquier otra situación su respuesta habría sido "Si". Bajo estas circunstancias su orgullo sólo le permitía decir…
-No-, Sacudió la cabeza, tragando bruscamente al mirarla. -No me utilizarás de esa manera, Rachel. No puedo creer que te atrevas siquiera a sugerirlo-, susurró.
Arqueó las cejas, pero, por lo demás, permaneció tranquila e impasible. Su mirada arrogante recorrió todo su cuerpo de arriba abajo, desnudándola. Esto era demasiado, teniendo en cuenta que había pensado que tendrían un encuentro improvisado, pensó. La manera en que ella intentaba dominar la situación no tenía nada de improvisado.
Apretó los dientes con fuerza pensando que la muy bastarda probablemente estaría disfrutando un montón con su incomodidad. ¿Pero, acaso podía culparla? Si las circunstancias fueran a la inversa, pensó, no sabía como la trataría.
Rachel Berry, suspiró. La mujer que había protagonizado más sueños húmedos durante su adolescencia de los que podría recordar, finalmente se había fijado en ella como mujer. Tenía 22 años y había esperado mucho, mucho tiempo para que este momento se hiciese realidad. Pero ahora que había llegado, pensó malhumoradamente, tenía que rechazarla. Se percató de la ironía.
A los treinta dos estaba quizás aún más guapa que la primera vez que le había puesto la vista encima con trece años. Se había enamorado instantáneamente de ella, una mujer de veintitrés años, pero no había necesitado una gran experiencia social para darse cuenta de que esta atracción era y sería siempre unilateral. y además a Quinn sabía la condición de la mujer y eso hacía que le facinara más.
Los hombres o mujeres con el aspecto de Rachel Berry no se conformaban con mujeres como Quinn Fabray. Ni siquiera si esa mujer era la hija del hombre más rico de Lima, Ohio.
Quinn creia que se conservaba bastante bien. Tenía una cara exótica y bonita, los ojos verdes con un toque avellana redondos y algo grande con unas pestañas que le ayudaban , los labios llenos, una sonrisa alegre, largos rizos dorados, una nariz respingada y un ligero acento sureño. Pero nunca había estado con grandes caderas o enormes senos sólo eran normales,y también era cierto que nunca había sido alta.
Si había una cosa que Quinn había aprendido relacionándose desde niña con la crème de la crème de la sociedad, era que los hombres y mujeres atractivos y poderosos deseaban esposas trofeo, hermosas, altas y esqueléticas. Deseaban mujeres que comieran ensalada y bebieran agua mineral y que se creyesen que eso era una comida, no una mujer que comía tocino y patatas al horno (rebosantes de mantequilla y nata, por supuesto), bebía refrescos con azúcar, y gozaba de todo esto sin el más mínimo remordimiento. Deseaban mujeres con curvas lo bastante buenas como para poder gozar y tocar mas, no una mujer cuyas curvas no eran tan notoria ni grandes como ellas.
Suspiró. Estaba claro que nunca sería exquisitamente femenina.
-Haz lo que tengas que hacer-, dijo Quinn en voz baja mientras se levantaba de la silla. Sus palmas sudorosas se deslizaron nerviosamente por la parte delantera de sus vaqueros de marca mientras sus ojos rehuían su mirada. No sería la puta de ningún hombre o mujer, ni siquiera de la única que siempre había deseado realmente.
-Y yo haré también lo que tenga que hacer-, dijo con más seguridad de la que sentía, -Creo que ahora debo irme-.
Quinn caminó hacia la puerta de la oficina, y después se paró a medio camino. Volteó la cabeza, mirándolo por encima del hombro.
-Independientemente de lo que decidas hacer- dijo suavemente, -Quiero que sepas que estoy y he estado siempre en contra de lo que te hizo mi padre-. Le dio la impresión de que su mirada tensa se relajaba levemente pero no podría asegurarlo. -Y no hablo por hablar-.
De hecho, ella había sido la principal defensora de Rachel. Cuando su padre le dio la espalda a su joven protegida, echándola como si fuese un trasto viejo sólo para ganar un dinero fácil, se murió de vergüenza. Pasaron muchos años antes de que pudiera perdonarlo y relacionarse con él como se supone que deben hacerlo padre e hija y aún así, habían pasado algunos años más antes de que la tensión entre ellos se relajase.
-Adiós, Rachel- susurró, continuando su camino hacia la puerta. Suspiró. Desearía que las cosas hubieran resultado de otra manera. Y sobretodo desearía haber podido cumplir sus fantasías de acostarse con Rachel sin que esto fuera el resultado de un sacrificio por su familia. Pero a los ojos de Rachel Berry, estaba segura, uno de los Fabray tenía que pagar por los pecados paternos. Y puesto que su padre estaba muerto y ahora era ella la dueña de Fabray's company, francamente, sólo había una mujer que pudiese pagar por ellos.
Llegó hasta la gran puerta doble de la elegante oficina y se dispuso a abrirla. De repente, una brusca palmada sonó contra la viga de madera, justo encima de su cabeza e hizo que se detuviese. Tragó saliva con nerviosismo, al sentir el calor irradiando por el cuerpo enorme que se apretaba contra su espalda. Juraría que estaba excitada. Por ella como mujer o por el poder que ejercía sobre ella o por ambas razones, no sabría decirlo.
-Piensa bien lo que haces, Quinn-, murmuró. -Tu madre y tu hermana confían en que tomes la mejor decisión para todos-.
Se debatió entre la excitación y la cólera. Excitación porque era la primera vez que lo escuchaba llamarla familiarmente "Quinn" en lugar de "lucy". Cólera porque acababa de dar por hecho que su madre y su hermana eran tan codiciosos como su padre. Y venció la cólera.
-Mi madre-, dijo con voz agria, -Nunca me perdonaría que me dejase utilizar como una puta común-. Sus fosas nasales se abrieron, -Y mi hermana pensaría lo mismo-.
-Ya veo-, gruñó Rachel junto a su oreja. Podía sentir sus ojos intensos e inteligentes taladrando su cráneo. Analizando, evaluando, calculando. Eso era lo que mejor se le daba, ese era el motivo de que, a diferencia del montón de exempleados que su padre había engañado, Rachel Babra Berry se las hubiese arreglado para abrirse paso hasta la cima. Ahora ella estaba a su merced.
-¿Pero qué crees tú que es lo mejor?, querida Quinn-, posó una mano sobre su hombro, frotándolo, acariciándolo, -¿Cuál es la mejor decisión ejecutiva que puedes tomar, la mejor para ti? Tu familia tiene tanto que perder. Es decir,- concluyó,-Puedo enterrar el pasado, así tu familia, corrupta o no, podrá continuar con el ritmo de vida al que se ha acostumbrado-.
El cuerpo de Quinn se tensó, -Quieres que sea tu puta-, dijo en voz baja, -Independientemente de lo que pienses de mi familia, me educaron para algo mejor que eso-.
-Eras la niña de papá-, murmuró contra su oído. Se apretó más contra ella, su gruesa erección presionando contra su espalda. -No tengo ninguna duda de que Russel te educó para que fueses todo lo que él no pudo ser-.
Lo que hacía aún más dulce su venganza contra la familia Fabray, pensó ella sombríamente. A los ojos de Rachel, ella era dulce e inocente, una auténtica dama de la alta sociedad. Y, en todos los sentidos de la palabra, un auténtico chivo expiatorio.
Su columna vertebral se tensó. De repente, todo cobró sentido. Súbitamente, entendió por qué una mujer que lo tenía todo, una mujer que podría poseer a cualquier mujer que se le antojase, quería tenerla como amante…
Porque ella no era en absoluto como su padre y porque tenía la esperanza de que Russel Fabray, el hombre queloa había traicionado, se enterase desde la tumba de que Rachel Berry había conseguido convertir a su querida lucy en el mismo tipo de persona que Russel había sido en vida, una vulgar puta que haría cualquier cosa por dinero.
-¿Qué quieres de mí?- masculló, -¿Sexo?, ¿Cuántas veces?, ¿Y hasta cuándo?-. Quinn giró sobre los talones, clavando sus ojos ardientes en los suyos. Con más de metro setenta, era casi 15 centímetros más alto que su uno sesenta y cinco así que tuvo queempujarla un poco hacia atrás para poder mirarlo a los ojos, pero en ese momento estaba demasiado enfadada como para sentirse intimidada por eso. -¿Cuántas cosas te tendría que aguantar?- escupió.
Rachel sonrió, un gesto arrogante diseñado para enfurecerla aún más. Y lo consiguió.
-¡Bien!-, chilló. -¡Continúa con tus exigencias!, No puedo dejar a mi familia en la calle cuando está en mis manos evitarlo y tú lo sabes condenadamente bien. Dime tan solo qué diablos quieres de mi- gritó con furia, -Y lo tendrás-.
Ella se rió entre dientes y sus intensos ojos marrones recorrieron hasta el último rincón de su cuerpo. Su mirada peligrosa se detuvo en sus pechos, memorizando el contorno de sus pezones. -Quiero mucho más de ti que sexo, Quinn-, dijo suavemente. Demasiado suavemente, -Lo quiero todo-.
Ella tragó con un nudo en la garganta, -¿Qué quieres decir exactamente?- dijo casi sin fuerzas. Sus pechos se endurecieron bajo su mirada, -No estoy de humor para arqueó las cejas, pero no dijo nada. Metió las manos en los bolsillos de su exclusivo traje italiano y la miró fijamente.
-Todo-, murmuró, -Significa exactamente eso-. Su mandíbula se endureció, -El sexo no es suficiente, mi dama. Ni por asomo es suficiente-. Ella se ruborizó, sintiéndose como una tonta, pues durante un momento había pensado que Rachel Berry quería acostarse con ella, qué idea más ridícula, concedió. Se mordió el labio, podría tener a cualquier mujer que deseara, ya tenía que estar muy necesitada para tirarse a alguien tan corriente como ella.
-Oh, no pienses que te has librado-, gruñó, creyendo que la mirada que le había dirigido era de alivio, -Te follaré cuando y como me dé la gana, pero el sexo sólo es una mínima parte de tu penitencia, querida-.
Vaciló y la preocupación ensombreció sus rasgos de nuevo. -¿Qué quieres decir exactamente?- murmuró, -Ahora sí que no te entiendo-.
-Quiero ser tu dueña-, dijo simplemente, sin andarse por las ramas. Sus ojos marrones se clavaron en los suyos, su expresión de nuevo perturbadora, -Casarme contigo, dejarte preñada, tener todo el control sobre tu cuerpo…-.
Sus ojos verde avellana se abrieron de par en par. Era lo último que había esperado oír. ¿Casarse con ella?, No necesitaba casarse para asumir el control de Fabray's company. Con la coyuntura actual, sólo tenía que decirle una palabra al banco y a la junta directiva y la empresa sería toda suya.
-…y Russel se enterará desde la tumba que no sólo he tenido éxito colándome en su preciosa compañía, sino también en su jodida línea sanguínea-.
Quinn la miró sin comprender, demasiado atontada como para reaccionar. El magnífico plan de Rachel estaba más allá de cualquier cosa que ella se hubiese podido imaginar. Estaba más allá, lo sobrepasaba y se adentraba en el puro surrealismo.
-¿Estás loca?- susurró, -No puedes desear realmente casarte conmigo, ¿Por qué ibas a condenarnos a ambos a una eternidad de…-.
-El momento de las preguntas y las respuestas ha terminado-, anunció con arrogancia, una ceja oscura levantada. -Tienes dos opciones, querida. Sé de mi propiedad y yo dejaré en paz a tu familia o rechaza la oportunidad que te estoy ofreciendo de salvarlas y perderás todo en el proceso. Eres tú quien tiene que tomar la decisión-. Su mirada chocó con sus pechos, luego retrocedió hasta su cara, -Tómala y hazlo rápido-.
Parpadeó, incapaz de formular un pensamiento coherente y aún menos de tomar una decisión que cambiaría su vida para siempre.
-¿Por qué hablas de propiedad?- dijo débilmente. -El matrimonio no es exactamente propiedad…-.
-El mío lo será-. El mío. No el nuestro. Había captado perfectamente el uso del posesivo.
Los ojos calculadores de Rachel bajaron de nuevo, devorando sus pechos, buceando en su sexo cubierto por el pantalón, -Me follarás cuando y como yo quiera. Complacerás cada uno de mis caprichos y satisfarás mis más perversas fantasías-. Su cuerpo reaccionó a sus palabras, excitándose en contra de su voluntad. -Me darás tantos hijos como yo te diga, harás lo que te mande, nunca mirarás ni tocarás sexualmente a otro hombre…-, sus ojos penetrantes se clavaron en los de Quinn, -Seré tu dueña-, murmuró -Por completo-.
Ella tragó con dificultad, los ojos abiertos de par en par.
-Hazme saber tu decisión, Srta. Fabray-, su mandíbula estaba tensa, la mirada dura, -El tiempo comienza a contar, y ya comienzo a impacientar.
