PENSAR EN TI

PRÓLOGO. TE NECESITO.

Seth miró a los ojos al sujeto que estaba frente a él, en aquella oscura y solitaria parte del palacio, el único lugar donde ambos podían estar juntos, sin que nadie tuviera deseos de interrumpir el momento más íntimo de ambos.

Por eso mismo encontró ese lugar, para que nadie tuviera que intervenir en su romance, para que ni el mismísimo faraón se interpusiera entre él y Jouno, aquel hermoso esclavo rubio que era suyo, a quien amaba como nunca antes amó a nadie, aunque aún no lo admitiera en voz alta.

Sujetó la cintura del esclavo y lo pegó a su cuerpo.

"Sabía que estabas aquí." Dijo el esclavo. "Uno de los guerreros me dijo que solicitaste mi presencia."

Seth no dijo nada, simplemente tomó entre sus manos el rostro de Jouno y besó sus labios con deseo, como nunca antes lo había hecho.

Sentía que el tiempo se les caía encima y que tenía que aprovecharlo, memorizar cada una de las curvas y partes de aquel hermoso cuerpo, disfrutar de sus labios, de todo su aroma, su perfección y su voz divina.

"Te amo, Seth." Escuchó y suspiró, feliz de recibir aquel comentario, pero incapaz de compartirlo él.

Jouno no le presionó, sabía cómo era su amante, aquel hermoso sacerdote.

Ambos estaban rompiendo las reglas y podían ser sacrificados por lo que estaban haciendo, así que sabía que Seth estaba muy interesado en él, porque no cualquiera está dispuesto a arriesgarse por alguien a quien no ama.

"Te necesito tanto."

"Tanto."

Y sus labios se unieron en un desesperado beso.

La oscuridad fue el manto perfecto que necesitaron esa ocasión.

CAPÍTULO 1. UNA NOCHE EN UN BAR

Cualquier persona de 18 años, tan atractiva y con una fortuna tan grande como la suya, no estaría sentado en aquella barra de aquel aburrido bar. Los ojos azules escudriñaron el lugar, inspeccionándolo con fijeza, encontrando que no era un mal lugar; por eso mismo no se marchaba de allí. No encontró mejor lugar que ése y decidió que un poco de licor, después de un día tan agitado como el que tuvo, no le vendría nada mal.

A veces, dejar que el alcohol ahogara sus neuronas durante un momento era una buena opción, especialmente cuando pensar resultaba ser una actividad mucho menos entretenida que de costumbre.

El sobretodo negro que llevaba contrastaba con su piel blanca y sus ojos azules brillando en su rostro, semiocultos por los mechones de cabello castaño, parecían ser líquidos en ese momento, con una belleza hipnotizante. La camisa negra, con los tres primeros botones abiertos, dejaba al descubierto parte de su firme pecho y lo arrugado de su indumentaria no hacía justicia a su siempre pulcra imagen.

Sentirse agotado, física y espiritualmente no era bueno para su apariencia. No que a él realmente le importase ésta. Durante toda su vida tuvo cosas mucho más serias en que poner atención y empeño. Eso no variaría ahora.

Si estaba emborrachándose en un bar no cambiaba que al día siguiente, cuando abriera los ojos, en su opulenta habitación dentro de la mansión, tendría que volver a portar el mismo uniforme de hermano ejemplar y ciudadano con intelecto súper desarrollado que, con el tiempo exacto, acude a clases y luego tiene que atender un negocio.

¡Vale que el chico no se quejaba! Él disfrutó esa actividad desde que empezó a realizarla, y aunque le robaba mucho de su vida, a él su vida le importaba lo mismo que la gente que quería ser importante a sus ojos.

Un mundo frívolo, hipócrita y ciento por ciento materialista, que busca extender sus dominios y succionar lo poco de espiritualidad que aún yace en el mundo. Los pocos sentimientos importantes y solidarios parecen haber sido cubiertos por una manta de capitalismo y ansia de poder.

Suspiró agotado y tomó un sorbo del whisky escocés que tomaba. El hielo sonó una melodía cuando movió su vaso entre su mano pálida. El líquido color ámbar atrajo un destello de luz y lo reflectó en su vaso.

A Seto aquello realmente no le importó, es más, ni siquiera pareció notarlo.

Alzó la vista y sintió como el líquido se deslizaba, frío por su garganta y descendía por ésta, hasta llegar a su estómago vacío. En todo el día no consumió alimento alguno, más que la reglamentaria taza de café para mantenerse consciente debido a los trabajos que aún le quedaban por realizar.

'Oscuridad.' El único término que concordaría con el entusiasmo del castaño, no parecía muy animado, y estando en aquel lugar, oyendo la música de fondo de algún músico de pacotilla, parecía no querer enfrentarse al destino que la vida le tuviese preparado.

Pero a él le gustaba la oscuridad.

Llenaba su mundo de hermosas tonalidades oscuras, todos los colores tenían variaciones que les llevaban casi al borde del negro; o al menos la gran mayoría, y eso era lo que Seto disfrutaba.

Él podía no ser parecido a nadie, y su oscuridad podía ser inmensa, pero tenía un motivo para hacer uso de ésta, y no era ningún beneficio personal. Él, aunque no lo supiese o quisiese aceptar, era una persona de principios, no muy esclarecidos, pero alguien que luchaba por el bienestar de alguien más.

'Oscuridad.' Eso era todo lo que Seto Kaiba tenía, y era algo que le gustaba tener, que disfrutaba enormemente, algo a lo que, ni aunque tuviese la oportunidad, renunciaría. Estaba marcado… lo estuvo desde el momento en que nació, bajo la estrella de Antares, un día de octubre.

No le gustó jamás el contraste que su oscuridad hacía con la luz. Era deslumbrante y no era algo que quisiera experimentar: la transición de una tonalidad a otra significaba una metamorfosis por completo, mientras que una variable de su misma oscuridad era mucho menos peligrosa para su salud mental (la cual había que poner en duda, últimamente).

Estaba en una fase mucho más oscura dentro de su vida, y no había estrategia alguna que lo liberase de las fauces de la destrucción.

'¡Dios mío!' Intentó, tragando un gemido de cansancio y de fatiga.

Muchas veces no buscaba más que un poco de alivio y comprensión pasajera, pero se daba cuenta que el alcohol no era la salida más inteligente, pero sí era el escape más fácil al cual podía acudir en un momento tan repentino como aquél.

Después de todo, no tenía amigos a quien acudir a media noche para contarle sobre lo mal que estaba sintiéndose.

Y tampoco era tan débil como para refugiarse en alguien más.

Tragó todo el contenido de su segundo vaso, de un solo movimiento y le ardió en la garganta como el líquido frío pero rasposo descendía por ésta. No creía que hubiese vuelto a ordenar whisky.

Pasó una mano por su frente, llevándose los rastros de sudor y terminó, de un modo u otro, con la cabeza apoyada en la barra de madera.

'Grotesco.' Pensó inmediatamente. Aún así, no se levantó de allí, sino que permaneció allí, escondiéndose ante la vista de los demás.

Daba pena verlo en ese estado.

Muchísima pena para cualquier ser que le mirase y se diera cuenta a quien estaba mirando con fijeza. Seto Kaiba no encajaba en un lugar tan rústico como aquél.

OOOO

"Pero, ¿qué demonios?" Fue la pregunta que abandonó los labios rosáceos de aquella persona y se encaminó con rapidez, abandonando en el transcurso a sus acompañantes, quienes le lanzaron miradas de incredulidad.

La figura esbelta y larga de aquel joven de apariencia hermosa se detuvo frente a la barra, y con escepticismo pintado en los orbes castaños, que en aquella noche parecían poseer un tono ambarino, miró al joven semidormido en aquella incómoda posición.

Lo que le sacó de sí no fue el hecho de encontrarlo allí, sino el hecho de encontrarlo durmiendo en aquella barra, con el rostro sudoroso, debido a la ingesta de alcohol y las mejillas sonrojadas, por el mismo motivo.

No era que le importara mucho, en realidad, si él no tuviera un corazón tan grande o si no tuviera amigos como los que tenía (Yuugi, Yami, Tea, y, obviamente, su hermana), él no se ocuparía del atractivo joven y le dejaría allí.

Cualquier otra persona, interesada en alguna recompensa monetaria, podría hacer el favor de conducirlo a su casa y entregarlo, sano y salvo, en manos de Mokuba.

Si no fuera porque él conocía las intenciones de muchas mujeres, e incluso de hombres, que, de tener una oportunidad de estar a solas con un Seto Kaiba que no opondría resistencia, no lo llevarían directamente a casa, sino que 'aprovecharían' la situación.

"¿Pasa algo, Joey?" Preguntó una de sus amigas, una chica de ojos negros y cabello castaño.

La chica, al igual que él, vivían en el mismo vecindario, y poseía un padre con problemas similares, sólo que, agregándole al alcoholismo, también se drogaba.

"Nada que deba preocuparte, Maki." Le respondió él con suavidad, ocultando el cuerpo de Seto Kaiba.

Quizá su amiga no mencionara nunca al CEO, pero Joey sabía que, dentro de toda la población femenina de Domino City, solamente a aquellas con desviaciones sexuales no les interesaba Kaiba.

"Voy a ordenar algo, Joey, te esperamos en la mesa de siempre."

Tras recibir su orden, la chica lanzó una mirada más a Joey y vio como éste parecía no querer decir nada, así que, sin más, sólo dio media vuelta y fue a ocupar un asiento en una mesa lejana.

'Tener que llevar a este ricachón a casa.' Lo medió un momento, pensando en la posible reacción del más pequeño de los Kaiba al ver a su hermano llegar a casa alcoholizado y sin sentido. Quizá Mokuba sufriera un síncope cardíaco. 'No que mucho amor, Kaiba,' Un suspiro resignado de sus labios. 've lo que le haces a Mokuba.'

Ahora, para Joey el problema era otro.

¿Dónde llevaría a Kaiba? Definitivamente no podría llevarlo a su casa, porque él mismo salió de allí por ver llegar a su padre alcoholizado, y no conocía ningún lugar, aparte de los clubes nocturnos que él solía frecuentar para no dormir en casa, donde pasar la noche.

Pagar la cuenta de lo que consumió Kaiba fue sencillo.

Sólo hurgó en sus bolsillos hasta dar con la billetera y pagó la cantidad ingerida por el castaño, sorprendiéndose por lo mucho que éste bebió (era eso o lo estafaron).

Realmente era lo de menos.

Sujetó de los hombros al castaño y le dio un empujoncito suave, para levantarlo. Esto pareció traerlo de vuelta al mundo físico, pero no hizo más que enfocar sus ojos en Joey y se inclinó al frente, apoyándose en el hombro del rubio, quien lo apartó un poco bruscamente de su cuerpo.

"Vamos, Kaiba, ¡abre los ojos!" Suplicó en vano, no consiguiendo que sus susurros penetraran en la mente de Kaiba.

El alcohol cumplió su cometido adormeciendo por completo los sentidos alerta del joven empresario. Ahora sí, cualquier tipo de noticia no haría ningún efecto en él. Ninguno.

Consiguió mantenerlo despierto lo suficiente como para caminar a la salida.

No vio ninguna limosina esperando por el joven, pero sí encontró un hermoso convertible negro y supuso que sería suyo.

"¿Planeabas suicidarte en un accidente automovilístico?" Preguntó con enfado el rubio y tardó un poco más en dar con las llaves del dichoso automóvil. "A veces me pregunto ¿cómo alguien tan inteligente puede ser tan descuidado?" Recitó con un gruñido y abrió la portezuela, empujando descortésmente a Kaiba dentro del asiento del pasajero.

'Cuando menos,' Pensó Joey, la idea del automóvil le hizo planear algo. 'ya tenemos un lugar donde pasar la noche, Kaiba.'

Subió él mismo y encendió el motor. Ahora sólo faltaba encontrar un lugar calmado donde pudieran descansar un poco, y al día siguiente pudiera explicarle lo sucedido a Kaiba, antes que éste intentara acusarlo de intento de abuso o de secuestro.

Con una sonrisa, el rubio enfiló el automóvil a las afueras de la ciudad, en busca de un paisaje tranquilo y mucho más rural.

Continúa…

Notas de autora:
Nuevo fic SetoXJoey, sé que demoré mucho más de lo que pensaba e incluso antes escribí dos SetoXYami... Lo lamento, espero no volver a dejar abandonado el pairing SetoXJoey. De hecho, les confieso que éste no era el fic SetoXJoey que quería publicar... pero primero iré con éste, porque el otro ya no me gustó y no tenía futuro.