Advertencias: Faltas gramaticales u ortográficas. (Si las encuentran por favor hacermelo saber) OC, OoC. Tendrá lemmón explícito y habrán parejas heterosexuales y homosexuales.

Género: ¡Este fic chorrea drama! Tragedia, angs. Es lo que más predomina, digamos que no soy buena para el humor...

Disclaimer: SnK pertenece a Hajime Isajama, por lo tanto sus personajes también, uno que otro personaje de esta historia será desvarío de mi mente, mas la mayoría le pertenecen a él.


No te quedes aquí


0. Prólogo.

Los copos de nieve golpeaban suavemente la ventana de su cuarto. Su nariz roja y fría moqueaba de vez en cuando. Sus manos estaban entumecidas dentro de sus guantes; ella cubría su cuerpo con una cobija.

Observó las agujas del reloj; marcaban las siete y cuarto. Sus ojos tristes de nuevo volvieron colocarse sobre la ventana, pronto estaría la cena y sus padres la llamarían para que bajara a compartir con ellos y su hermano mayor, en ese íntimo momento en familia; tan propio. El único en el día.

Soltó un bufido. Su vida rayaba, patéticamente, en lo perfecto. En el aspecto personal, ella era catalogada como una especie de persona perfecta y pulcra; siempre fría y analítica, buena persona, sumamente inteligente y dada para cualquier cosa; según las personas ella: tenía buenas cualidades, valores y características. Era muy madura para su edad y lograba realizar cosas que dejaba a la gente con la boca abierta. En el aspecto familiar, tenía unos muy buenos padres de familia; amorosos y entregados a sus hijos. Su hermano era un semi dios andando por el pueblo. Lo demás también era bueno; sus amigos, la escuela. La gente, admirada y envidiaba, decía que se asombraban de lo segura que se miraba al tomar decisiones, y que probablemente su futuro sería abrumador y emprendedor, porque Mikasa Ackerman seguramente ya tendría fijas las metas para su futuro.

¡Ah! Pero que equivocados estaban, Mikasa era una niña temerosa; porque aún con quince años de vida, ella le temía a sus pesadillas. Tenía una ansiedad tremenda por querer huir de toda esa perfección que cualquiera desearía tener. Todas las noches, antes de cerrar sus ojos para caer profundamente en los brazos de Morfeo, ella sentía un vacío y una soledad tremenda. Como si algo faltara en su vida, como si alguien se le hubiera olvidado, alguien de suma importancia.

Esa sensación que le invadía a diario; que la acosaba a cada minuto, a cada segundo; que estaba totalmente sola, de que no había nadie que pudiera llenar ese vacío. Aún no había encontrado lo que necesitaba en la vida. Estaba totalmente perdida.

Estornudó una vez más en el día y unas traicioneras lágrimas empezaron a surcar su rostro. ¿Por qué se sentía así? ¿Tan muerta en vida? ¿Qué era lo que faltaba? ¿Cuál era ese nombre que se formaba en su boca en sueños, que desaparecía cada vez que despertaba dejando ese enorme vacío en su pecho, como un hueco enorme, imposible de saciar? ¿Por quién lloraba cuando despertaba, como un infante sin su juguete? ¿Por quién llevaba toda esa culpa, dolor y remordimiento encima? Aun así, no es como si pudiera consultarlo con alguien. Seguramente la creerían loca, defraudaría a su familia y la tacharían de estúpida.

Se dejó caer en el colchón blando de su cama, y de nuevo un fugaz recuerdo se le vino a la mente. Un color verde agua marina; centelleante, hermoso. Todo su cuerpo se tensó, mientras pequeños escalofríos recorrían toda su espina dorsal. Mordió su labio inferior, mientras se dejaba llevar por esos pequeños momentos de placer que su mente le regalaba, en donde todo sentimiento negativo desaparecía de su mente, mientras toda ella se dejaba embriagar por una presencia extraña e irreconocible, que hacía que su corazón latiera a mil por hora. Su espalda se arqueó, mientras sus manos viajaban hacia el techo, en busca de algo que sólo con los ojos cerrados lograba ver. Ese mar centelleante de color, a veces verde, a veces azul y otras veces celeste; lleno de matices refrescantes, que la hacían sentir segura. Sus brazos hicieron el amago de un abrazo, mientras que con su imaginación, un rostro iba tomando forma. Ella sonrío.

Pero como todo lo que inicia tiene un fin, y como todo lo bueno tiene su malo. La paz, confort y felicidad se fue esfumando, en conjunto con aquellos colores. Empezó, entonces ahora, a invadir su visión un color rojo sangre, tan fuerte y abrumador, que hasta sus fosas nasales se iban llenando de ese asqueroso olor penetrante y fuerte, como a carne podrida, como a metal oxidado; un horrible olor a muerte. Una desesperación por querer atrapar aquel rostro que se alejaba entre aquel mar rojo se apoderó de ella, mientras sus manos viajaban por algún lugar desconocido sin poder alcanzarlo. De nuevo lágrimas empezaron a salir de sus ojos, mientras un descontrolado llanto empezó a hacer que su cuerpo convulsionara fuertemente.

"Acabaré con todos los titanes."

"Mikasa traidora."

"Hasta luego…"

— ¡Basta!

Cuando logró abrir los ojos, se sentó, desorientada, sin saber exactamente en donde se hallaba. Su respiración errática y su vista nublada no ayudaban mucho tampoco. Empezó a respirar hondo y a contar hasta tres, hasta que poco a poco se fue calmando, mientras su mente se iba asentando. Lo había olvidado, estaba en su habitación.

Su mirada de nuevo viajó al reloj, las ocho y veinticinco. Siempre era lo mismo, el tiempo se le iba como agua, mientras divagaba en cosas sin sentido; en una especie de recuerdos inventados por su subconsciente.

—Cariño, ¿te encuentras bien? — preguntó su madre al otro lado de la habitación. Seguramente el grito había resonado por toda su casa.

-Sí mamá, estaba tratando de matar una araña.

—¿Segura?

—Sí. ¿Ya está la cena? —. Su madre no era estúpida, claro que sabía que las arañas no eran un trabajo difícil para Mikasa, aun así trató de salir fácil del dilema que suponía sería tener que responder todo el cuestionario de una madre preocupada.

—Sí, ya todos estamos en la mesa. Baja pronto—. Escuchó los pasos de la mujer alejarse de su habitación. Tocó sus ojos llenos de agua salina y luego los restregó.

Entró al baño de su habitación y enjuagó su cara, para luego ponerse un poco de maquillaje para evitar que sus padres notaran sus ojos rojizos y levemente hinchados. Se limpió los mocos y se decidió a bajar, no sin antes dirigir una mirada triste a la ventana por donde veía antes los copos de nieve caer. Siempre, desde que tenía consciencia era lo mismo; el vacío, la soledad, la añoranza de alguien desconocido, la tristeza y el dolor; pero todavía no sabía por qué en épocas de invierno todo se volvía peor, más cuando la nieve caía y ella empezaba a sentir las mejillas heladas y la nariz mocosa.

¿Podría una bufanda arreglarlo todo? Tal vez debería comprarse una… Una bufanda roja.


NOTAS

Bueno, hace mucho que dejé de escribir, así que creo que mi redacción, elocuencia y vocabulario andan cochinamente obsoletos. Aun así es un intento desesperado por volver a hacer lo que me gusta... Y bueno, espero les guste.

Con cariño, Pabeth~