Capítulo 1

"¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué se supone que hagamos? ¿Cómo se supone que pueda soportar esto?"

Se encontraban a muchos años luz de distancia, ahora, podían comenzar de nuevo. La princesa Kakyuu restablecería Kinmoku y una nueva vida de prosperidad les esperaba.

La vida volvió a florecer: las grandes urbes, las personas, los imponentes palacios y edificios… Todo volvía a ser como antes del ataque de Galaxia, y en ese día, en el que por fin Kinmoku se había restablecido, la princesa Kakyuu subiría al trono, y no solo eso, sino que les daría títulos y reconocimientos dignos de un héroe de esa civilización llamada griega que en algún momento habitó el planeta Tierra… la Tierra, donde Ella se encontraba.

Muchachos, necesito que entren a la sala como sailor senshi. Una vez que les dé el nombramiento, necesito que vuelvan a su forma natural para que les otorgue sus títulos. Escojan sus mejores galas.

Sí Alteza.

Les advierto que una vez otorgados títulos y nombramientos, deberán permanecer como Sailor Senshis hasta que les ordene lo contrario.

Sí Alteza.

Bien, los espero en un rato.

Dicho esto, Kakyuu abandonó la habitación de los hermanos Kou.

Desde que regresaron a su planeta, ellos se habían vuelto la mano derecha de la princesa, así que habitaban el ala norte del palacio, y la mayor parte del tiempo, se encontraban en "su forma natural", como había llamado la princesa a la apariencia masculina que los hermanos adoptaran durante su estancia en la Tierra.

Seiya, hermano, ¿te sucede algo?

No Yaten, es solo que… ya estoy tan acostumbrado a tener esta apariencia, a pensar, verme y sentir como hombre, que me será difícil permanecer como Sailor Senshi otra vez.

Seiya no te aflijas – Terció Taiki – La princesa dijo que sería hasta que ella nos ordene lo contrario, eso quiere decir que aun podremos tener nuestra forma natural cuando sea necesario.

Seiya asintió, y al unísono, invocaron sus poderes de transformación. Así, volvían a ser las poderosas Sailor Star Ligths, esas mujeres valientes que a lo largo de la historia habían protegido a los herederos del trono de Kinmoku, aquellas que heredaban sus poderes de generación en generación y que, a ellas, les había tocado heredar desde que tenían uso de razón, antes de viajar a la Tierra y descubrir que su forma natural, por lo menos ahí, era la de hombres.

Sailor Star Fighter se miró en el espejo, se sentía diferente. No era la misma, desde que la conoció… desde que conoció a esa chica que le robaría el corazón. No podía soportar verse así, como una chica, odiaba sus senos y su figura estilizada, su delgada voz, su fragilidad como mujer…

-Sailor Star Figther – La voz de Sailor Star Maker la sacó de sus pensamientos – ¿Sí?

- Debemos irnos, ya es hora.

La sala del trono estaba repleta de representantes de los planetas del universo, así como de las constelaciones más cercanas, también había ministros y personas importantes del planeta. Era un salón bastante amplio, con grandes ventanales y techos abovedados, y en el centro, estaba el gran trono en el cual la ahora Reina Kakyu estaba sentada y lista para darle sus condecoraciones.

Star Figther paseó la mirada por todo el recinto. No vio a ningún representante de la Tierra. Avanzaron con paso firme hacia donde se encontraba la reina y se hincaron ante ella.

Ilustres ministros, señores de los planetas del universo, ante ustedes se encuentran las tres valientes senshis que no se dieron por vencidas y recorrieron los rincones de la galaxia hasta encontrarme. En este hermoso día, Yo, Kakyuu, Reina de Kinmoku, soberana de los satélites Alpha y Betha, Señora de las Estrellas, las nombro a ustedes, Sailor Star Figther, Sailor Star Healer y Sailor Star Maker, Guardianas de la Reina.

Dicho esto, ellas se levantaron y ante el asombro de todos, tomaron la forma de hombres.

Seiya Kou, Taiki Kou y Yaten Kou, los nombro Caballeros del Planeta del Fuego, Ministros de Defensa y Principes de las Estrellas.

La sala se llenó de aplausos y vítores; la Reina vio con orgullo como sus caballeros y guardianas eran aceptados, todos mostraban felicidad, excepto Seiya, cuyo pensamiento se encontraba a años luz de distancia.