Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la trama es mía.


Capítulo 1: Internado Cullen

Alice y yo estábamos acostadas en mi cama.

Había pasado un día de perros.

Primero: mi novio me puso el cuerno con mi amiga Jessica. No estaba de humor ese día a lo cual decidí vengarme. Ni si quiera me gustaba Mike pero lo hice porque eso no me lo esperaba de Jessica. Sabía que era una zorra pero nunca pensé que lo sería con mi novio y que me haría esas jaladas.

Segundo: las cosas no habían salido bien. Mi venganza tuvo defectos, chiquitos. Decidí quemar el cabello de Jessica, del cual ella está orgullosa; pero en un intento por apagar el incendio ella empezó a correr por todos lados e incendió las cortinas que a su vez empezaron a extender el fuego.

Tercero: logramos apagar el fuego en la cabeza de Jessica pero el bar de mi amigo no corrió con la misma suerte. Fulano que está enojado conmigo por incendiar su bar. Pero no es mi culpa que Jessica sea tan idiota y que empezara a correr por todos lados. El alcohol y el fuego no hacen buena combinación. Ahora Jacob no me habla y eso va a ser por mucho tiempo.

Cuarto y para acabarla de rematar: mi papá me va a enviar a un internado que está en Forks. Al parecer pagó los daños y todo quedó olvidado, pero no así quedó mi tormentoso pasado.

El único consuelo que me queda es que Alice y yo iremos al mismo internado.

—Creo que a Jessica le van a tener que comprar una peluca —dijo Serena con voz de fingida lastima a lo cual reí.

—Se lo merece pero creo que Jacob no me va a volver a hablar en lo que resta de su vida.

—Te va a perdonar, lo sé.

No sabía de donde sacaba esa confianza Alice pero era un alivio. Nunca apostaría contra Alice porque ella tiene un don. Parece que usa magia y ve el futuro.

—Alice…

—Bella…

—Me alegra que vayas a ese internado conmigo

—Haremos que nos expulsen pero más adelante… Por el momento debemos parecer arrepentidas y que aceptamos el castigo.

—Por si acaso creo que debemos llevar bien escondidos nuestros teléfonos, iPods, dinero y creo que también una que otra botella de tequila. No se sabe cuándo se nos apetezca una piña colada.

—Bella, creo que debemos llevar todo disfrazado. Las botellas son rompibles. Bastará con que vaciemos los frascos de jarabe y pongamos el tequila ahí. Mi papá tiene pequeñas botellas de alcohol que dan en los aviones. Puedo desaparecer unas cuantas.

—También debemos de llevar todo escondido y en orden. ¿Qué te parece si después del internado nos escapamos a alguna playa en México?

—¡Perverso! Creo que estaría bien Cancún porque he leído en twitter que Acapulco se ha vuelto una parodia de Gossip Girl.

—Es cierto, no sé por qué la televisión está muy mal en México. Hay libros, hay historias y ellos prefieren utilizar las ideas de otros a arriesgarse a hacer cosas buenas. Obvio que yo ni muerta me atrevo a ver eso de Gossip Girl Acapulco.

Nos reímos y eso estuvo bien hasta que mi papá entró por la puerta y sabía de sobra que en ese momento. Tanto Alice como yo recibiríamos un regaño monumental de Charlie.

El rostro de Charlie se tornó rojo pero ni siquiera lo escuché. Sabía que no iba a terminar hasta que su rostro se pusiera de un azul a causa de los gritos.

Miré de reojo a Alice que no podía contener la risa. Ni yo que disimulé con una falsa tos.

—¡¿Te parece gracioso?! ¡Bella! Pudo haber pasado una desgracia pero eso al parecer ni siquiera te importa. Alice… tú eras una buena niña y mi hija fue una mala influencia para ti.

—No voy a tolerar que me quiten méritos. Me costó mucho corromperte —murmuró Alice para que sólo yo escuchara.

—Para ser tan pequeña, eres una fuerza de la naturaleza.

—Para ser tan torpe, creo que eres mi complemento. Somos un equipo. Seremos mejores amigas.

—El dragón no se da cuenta de nada. Sigue gritando, no sé qué dice.

—Algo acerca de que nos va a mandar a un reformatorio militar.

—¿Le estás poniendo atención?

—Sólo fue por un par de segundos.

Conforme hablábamos, Charlie seguía con su discurso. Para nosotras era fácil hacer muecas graciosas cada que Charlie se volteaba a regañar a la otra. Al final Charlie se dio la vuelta a lo que no esperamos y empezábamos a bailar o hacer muecas burlonas.

Mientras Charlie seguía gritando empezamos a hacer una competencia de quien le ponía los cuernos al final nos terminó descubriendo.

Alice y yo nos miramos. Esperando el momento…

Piensa en cualquier cosa… Piensa en algo serio, pensé.

Ni Alice ni yo pudimos resistir. Las dos empezamos a carcajearnos y no pudimos controlarnos. Charlie se puso morado y salió dando un portazo.

Mi estómago me dolía por las carcajadas y Alice se sobaba a causa de la risa.

Pronto Alice se tuvo que ir. No sin antes darle una disculpa a Charlie. Envidiaba eso de Alice, ella siempre se ganaba a las personas con su carita de perrito abandonado. Ni Charlie se resistía.

Alice tenía un encanto.

Empecé a empacar y a acomodar las cosas. Busqué como loca un viejo celular para hacerlo pasar como mío si es que me quitaban mi teléfono. Metí mi celular, mi iPod, mis audífonos, mis cargadores en mis botas que usaba como pantuflas.

Mi ropa ya estaba acomodada. Iba a llevar algo abrigador pero no pasado de moda.

En mis cosas escondí muy bien todo lo que fuera prohibido incluidos mis ahorros. Y, para no levantar sospechas, puse mi viejo celular, mi descompuesto iPod y cosas que fueran vistas como prohibidas para no levantar sospechas.

Pueden registrar mi bolso y así no mi equipaje. Normalmente uno cree que su bolso es un lugar seguro pero no. Uno nunca sabe, pensé aliviada.

Charlie seguía enojado pero se le iba a pasar.

~oOo

La mañana llegó y Alice llegó a mi casa para que Charlie nos llevara al aeropuerto.

Los padres de Alice casi no le ponían atención así como mi mamá. Bien podía desaparecer con Alice y ninguno se daría cuenta, sólo Charlie lo haría.

Para Alice, Charlie era la figura paterna y materna que no tenía en casa.

Cuando llegó la hora de abordar el avión, Charlie se despidió de nosotras.

—Mis pequeñas, las voy a extrañar.

—También nosotras —contuve las lágrimas.

—Gracias por hablar con mis padres, Charlie. No podría vivir sin Bella.

—Hagan un esfuerzo por no ser tan rebeldes. En esa academia van a aprender lo que yo no les he podido enseñar. En primera, porque no soy mujer.

—¿Lo dices porque nos enseñaste a escupir como hombre? —preguntó Alice.

Charlie se puso rojo.

—Pueden olvidar ya eso —gruñó.

Ambas reímos.

—Nunca lo olvidaremos —respondí—, todo lo que sabemos es gracias a ti.

—Nunca nos avergonzaremos de eso —dijo Alice—. Además todo lo que nos ha enseñado nos ha servido de algo.

—Niñas, no den problemas en el internado.

—No lo haremos —dijimos al mismo tiempo.

El momento duró un largo rato.

Iba a extrañar a Charlie al igual que Alice.

Escuchamos el llamado para abordar y nos fuimos.

Sin mirar atrás.

En ese momento me caí en cuenta que Charlie era importante para mí.

Cuando llegamos a nuestros asientos, Alice y yo empezamos a llorar.

—No quiero irme —sollozó Alice,

—Ni yo… Voy… a… extrañar a… Char… lie —los sollozos no me dejaban hablar.

Seguimos así un buen rato.

Los pasajeros al igual que las azafatas nos daban miradas curiosas.

—¡A sus asuntos! —grité.

—¡Respeten nuestro momento de sufrimiento! —dijo Alice mostrando su medio dedo.

No pude evitar reír y los pasajeros al igual que las azafatas retiraron sus miradas curiosas.

—Alice, tenemos que hacer que nos expulsen. Ya extraño a Charlie.

—Yo también. Nunca pensé que lo fuera decir pero de verdad extraño a Charlie. Pero debemos mantener el plan. Por lo menos un tiempo. Charlie se va a desilusionar si regresamos antes.

—Pero si no nos expulsan, vamos a escapar.

Le mostré a Alice mi dedo meñique y ella a su vez enredó su dedo meñique con el mío.

—Hecho —murmuramos al mismo tiempo.

El transcurso pasó sin novedades ya que nos quedamos dormidas un rato.

Llegamos a Port Ángeles a la una de la tarde.

Cuando descendimos del avión dos tipos con un cartel nos esperaban. El primer tipo era un chico de cabello cobrizo y ojos verdes con mi nombre en el cartel. El segundo era un alto de cabellos color miel que tenía en su cartel el nombre de Alice.

—Papacito, se andan cayendo los ángeles —me murmuró al oído Alice.

—El cobrizo es mío y no comparto —le murmuré a Alice.

—Ni lo discuto que el fortachón largucho es mío. Con eso si aguanto unos meses en el internado. A ése ya le eché el diente.

No salíamos de nuestro asombro cuando los chicos nos identificaron.

—Buenas tardes, me llamo Edward Cullen y mi compañero es Jasper Hale.

—Hola, venimos por ustedes dos —dijo Jasper con acento sureño.

—Al cielo, a donde quieras. He visto que te vas a enamorar de mí y que serás el padre de mis hijos —dijo Alice a lo que me quedé con la boca abierta.

Jasper se sonrojó mientras desviaba la mirada de Alice.

No salía de mi asombro. Alice nunca había sido tan directa con un hombre. Había tenido sus affaires pero nunca había sido tan lanzada ni había hablado con esa seguridad a nadie.

Edward fue el primero en recomponerse de su asombro.

—Vayamos por su equipaje. ¿Jasper?

Jasper pareció salir de su aturdimiento y se fue directo a donde el equipaje era descargado.

—Volvemos en un minuto —nos dijo Edward.

Asentí hipnotizada por esos ojos verdes.

Edward se fue y yo me quedé anonada.

—Creo que me enamoré —dijo Alice.

—Igual yo —dije suspirando.

—No sé pero empiezo a creer que esto no es un castigo y más bien es un premio. Esto es el cielo.

Asentí en acuerdo.

Los chicos llegaron con nuestras dos maletas.

¡Dios, son muy fuertes!

Los seguimos en silencio mientras que Alice y yo los mirábamos como niñas tontas.

Llegamos a un Volvo plateado y ellos empezaron a maniobrar para que entraran las cuatro maletas.

—Lo siento Jasper pero tendrás que cargar una maleta en el asiento del copiloto —dijo Edward.

—No hace falta —respondí—. Alice pude ir en mis piernas. Es ligera y no me molestaría pasar los próximos cuarenta minutos así.

—No, no hace falta. Ella puede ir en mis piernas —repuso Jasper.

Estuvo decidido y Alice no cabía de la emoción.

—Para que no digas que no hago nada por ti —le murmuré en el oído a Alice.

Alice dio saltitos de emoción mientras la maleta que estaba sumamente pesada, descansaba en el asiento trasero.

El camino a Forks duró como cuarenta minutos pero al parecer el internado Cullen estaba a las afueras del pueblo.

Todo es ese lugar era verde, nublado y frío. Al perecer llueve constantemente.

Para mi horror no había nada en ese lugar. No cines, no tiendas de música… nada. Al parecer el único lugar en donde podías encontrar algo decente era en Port Ángeles.

Llegamos a un lugar en donde todo al parecer era bosque y el Volvo empezó a aminorar la marcha.

Frente a nosotras se encontraba una enorme barda roja con alambres de púas. Como si fuera una prisión.

Un enorme portón de madera se abrió y dejó ver una mansión de en sueño de color blanco.

Rápidamente me llegó a la mente la casa de Foxworth Hall.

—¿Alice, no te recuerda la casa de Foxworth Hall?

—¿Qué? —respondió ella.

—Ya sabes, la de el libro que te conté. Flo…

—Flores en el ático —me interrumpió Edward.

—Ah, sí, ésa. La abuela me da miedo —respondió Alice.

—Igual a mí —respondí.

—Tranquilas, aquí no hay abuela. Están a salvo, muñecas de Dresde.

—Prefiero Dollanganger —dije yo.

El volvo se detuvo y frente al internado se encontraban tres mujeres esperando y un hombre.

La primera mujer se veía de unos treinta de cabello color caramelo y rostro en forma de corazón, la segunda era una belleza rubia de cuerpo espectacular, la tercera era una rubia rojiza que respingaba y hombre era un rubio de ojos azules y muy guapo, tenía un aire de tranquilidad y su sonrisa era gentil y contagiosa.

—Buenos tardes, soy el director Carlisle Cullen —se presentó el rubio guapo— y ella es la subdirectora Esme Cullen.

La mujer de cabellera caramelo se acercó a nosotras y nos saludó efusivamente.

—Un gusto conocerlas —dijo Esme.

Alice y yo sonreímos tímidamente.

—Me llamo Rosalie Hale y soy prefecta —dijo acercándose la rubia.

—Y yo soy Tanya Denali y soy la presidenta de clase. Cualquier duda o queja sean tan amables de informarme —dijo con suficiencia y petulancia.

—¿No que no había abuela? —me acerqué a murmurarle a Alice.

A lo que Alice, Edward, Jasper y yo dimos una risita.

—¿Disculpa? —a Tanya no le hizo gracia.

—No es nada, Tanya. Es sólo que Isabella encuentra en la casa un parecido con la de un libro que leyó.

La cara de Tanya dejaba en claro que le gustaba Edward y a mí me dieron ganas de jalarla de los pelos y quitarle esa sonrisita tonta.

—A Isabella le gusta que le digan Bella —puntualizó Alice.

Edward me miró y yo asentí una vez.

—Bueno, no hagamos esperar y vamos a llevar a las chicas a su dormitorio —declaró Carlisle.


Ya estuvo!

Estoy tan feliz y satisfecha con esta historia y voy a continuar con más caps al rato.

Calculo que para las 10 pm ya habré publicado más pero ya veré, aunque sea un cap al rato lo publico.

XOXO

Lena