Disclaimer: Los personajes de Lost (Perdidos) no me pertenecen. Este fic sólo tiene el propósito de entretener, no pretende fines de lucro ni hay violación intencionada del copyright.
La luz es la ausencia de oscuridad, así como la oscuridad es la ausencia de luz. No existen la una sin la otra: no pueden hacerlo. Ellos son dos lados, dos opuestos: son luz y oscuridad.
Pero no siempre había sido así.
Jacob aún recordaba verle sentado en medio de las arenosas orillas del mar, dejándose refrescar por la suave brisa marina. Mientras el ir y venir del oleaje le mojaba los dedos de los pies, su hermano cerraba los ojos, inclinaba la cabeza hacia atrás y tomaba aire, imaginando el mundo que había al otro lado del mar. Soñaba que algún día estaría allí, donde siempre debió estar.
Escondido entre las ramas de los árboles, se preguntaba qué veía su hermano de especial en lo que había al otro lado del mar, si es que había algo. Su madre les había dicho muchas veces que no había nada al otro lado del mar, pero algo cambió en su hermano. Nunca supo cuál había sido la causa de esa vuelta de tuerca, pero empezó a afirmar que la mujer que los había criado no era su verdadera madre, que ellos no pertenecían a la Isla…
Y se fue. Cuando le vio marcharse para vivir entre aquellos extraños que habían invadido su hogar natural, Jacob supo que las cosas nunca volverían a ser iguales. La decisión que había tomado su hermano había cambiado para siempre el rumbo de sus vidas, y no había vuelta atrás. Muchas veces, Jacob se preguntaba si no debería haberse marchado con él.
Se resistía a pensar que realmente su hermano pudiera renunciar a la vida feliz que habían tenido junto a su madre para unirse a un grupo de extraños. Él siempre había estado allí para tenderle una mano de apoyo. Él le recordaba, aún cuando su madre no lo hacía. Siempre había buscado tiempo entre sus tareas diarias para visitar a su hermano y jugar otra partida de Senet, aunque sus reglas no hubieran terminado de convencerle.
Pero ahora ya no eran hermanos, amigos o siquiera enemigos… No eran nada. Habían sido reducidos a espectros que se dejaban ver entre las ramas retorcidas de la vegetación isleña de su hogar, haciendo que la gente que se cruzara en su camino creyera que eran el producto de su deshidratado organismo o, a veces, que siquiera llegaran a contarlo.
Cuando ambos se encontraban, había reproches, había ira y había conflicto. Pero, a veces, habían recuerdos… Memorias de juegos en la playa, de noches mirando las estrellas o de tardes cazando pequeños jabalíes con lanzas a través de la selva. Entonces un sentimiento de pérdida invadía lo que quedaba de ellos durante un instante. Una sensación que, en el ahora Humo Negro, siempre quedaba eclipsada y aniquilada frente a su irrefrenable deseo de salir de la Isla y de hacer todo lo que fuera necesario para llevar a cabo su propósito.
Incluso si esas decisiones le convertían en lo que los nuevos habitantes de la Isla le llamaban… En un monstruo.
