Advertencias: Personaje Transexual. Mpreg. Slash. Johncroft (Mycroft/John) .
Gracias: A Cris, por aguantarme y por ayudarme a buscar toda esa información sobre embarazos.
Notas: He decir que toda la información asociada al fic la he buscado en internet, si hay algo incorrecto no es mi culpa. He intentando ser lo más exacta posible.
Sin más, espero que os guste.
Capítulo 01
Sherlock se inclinó hacia atrás en el sillón y apoyó los codos en ambos brazos. Entrelazó sus dedos y apoyó en ellos su barbilla. Miró fijamente a su hermano que estaba sentado frente a él.
—Si ya has tomado tu decisión, ¿por qué has venido a contármelo? —preguntó.
La puerta de abajo se abrió, indicando que John acababa de llegar. Mycroft ni se inmutó, solo se lamió el labio inferior.
—Es intercambio de información. Simplemente eso.
—No es simplemente eso —dijo Sherlock sonriendo —. Es algo más. ¿Por qué me has avisado?
El silencio se hizo entre los dos hermanos mientras John subía las escaleras. Cuando el médico entró al salón a Sherlock se le iluminaron los ojos. Acababa de caer en su respuesta.
—Quieres que forme parte de ello —le dijo.
Mycroft miró de reojo al médico, que le saludó con la cabeza antes de meterse en la cocina y dejar la compra.
—¿Me equivoco? —preguntó Sherlock alzando una ceja.
—No. No te equivocas —dijo haciendo girar el paraguas en el suelo.
Sherlock asintió.
—Supongo que tienes todo lo necesario —dijo.
—Sí. Pero me gustaría que me acompañaras, al menos la primera vez.
—Estás nervioso, ¿no? —preguntó Sherlock sonriéndote.
Mycroft le miró fijamente, odiándole. Había sido muy reservado con su vida y Sherlock lo estaba comentado en voz alta con el médico delante.
—Iré contigo. Es lo que quieres, así que estaré allí —dijo Sherlock poniéndose de pie.
—Bien. Gracias —murmuró Mycroft levantándose de golpe —. Mandaré un coche a recogerte —dijo antes de salir apresuradamente de la casa.
Sherlock se levantó y fue hasta la cocina a investigar las bolsas a ver que había comprado John.
—No, no te traje los guisantes… —le advirtió el médico —. ¿Qué le pasa a tu hermano? Está más raro de lo normal.
—Está asustado —respondió Sherlock mientras se sentaba en el taburete de la cocina y encendía el microscopio.
—¿Asustado? ¿Tu hermano asustado? —preguntó sorprendido, luego contuvo una carcajada —. ¿Por qué? ¿Perdió un paraguas?
—Mañana irá a una clínica para ser padre y no sabe que le dirán —explicó Sherlock con naturalidad.
John se quedó completamente bloqueado, agitó la cabeza.
—¿Tu hermano? ¿Padre? —preguntó.
—Ahá —comentó Sherlock aumentando el zoom para observar mejor la muestra —. Me ha pedido que le acompañe, así que iré.
—¿Haciéndole un favor a tu hermano?
—Sí —respondió Sherlock secamente.
—Ah… —murmuró John —. Bien y... ¿A qué clínica iréis? —preguntó.
—A "London Fertility Clentre" —dijo Sherlock.
—¡Ah! —dijo John animado —. ¡Entonces os veré!
Sherlock alzó la vista por encima del microscopio y le miró.
—¿Por qué nos verás? —preguntó sorprendido.
—Sherlock te lo dije hace meses… —dijo John mirándole luego suspiró —. Hice un examen para cambiar mi especialidad a fertilidad. Aprobé y llevo un mes haciendo las prácticas allí.
—Eso explica porque estuviste un mes sin ir conmigo a los casos… Estabas estudiando —dijo Sherlock.
John aplaudió fingiendo entusiasmo mientras salía de la cocina. Sherlock regresó a su microscopio, sin considerar esa confesión importante. Al día siguiente, Sherlock tomó una ducha antes de que Mycroft pasara a recogerle. Cuando Sherlock subió al coche, comprobó que su hermano estaba visiblemente pálido.
—¿Te duele? —preguntó Sherlock mirándole de reojo.
Mycroft le miró y alzó una ceja.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó.
—Elemental —dijo el detective agitando la cabeza mientras miraba al frente.
El silencio les acompañó en todo el viaje a la clínica. Sherlock miraba de vez en cuando a su hermano pero no le decía nada. Tampoco sabía que decirle, sabía que estaba nervioso pero no sabía cómo podía actuar.
En diez minutos llegaron a la clínica, bajaron del coche y entraron. Estuvieron diez minutos más en la sala de espera antes de entrar definitivamente en la consulta. El doctor, un hombre de unos cincuenta con unas enormes gafas, les recibió con una sonrisa y les pidió que se sentaran.
—Bien, ¿quién de los dos es el señor Holmes? —preguntó.
—Ambos somos los señores Holmes —dijo Sherlock.
Mycroft agitó la cabeza.
—Disculpe a mi hermano —dijo Mycroft —. Soy yo quien se quiere someter al tratamiento.
El médico asintió y cogió el teléfono, tras marcar una extensión habló con la secretaria.
—Por favor, tráeme el historial del señor Holmes y pídele al Doctor Watson que venga. Necesita formarse respecto a este caso —dijo antes de colgar —. Espero que no le importe, tenemos un médico en prácticas. La nota más alta de todos los que se presentaron, le será de gran ayuda.
Mycroft dejó de atender a las palabras del médico mientras miraba fijamente a Sherlock. Este se encogió de hombros, dejando que su hermano mayor se pusiera un poco más pálido.
John apareció por las puertas unos minutos después. Llevaba una carpeta marrón en las manos y cuando les vio solo asintió ligeramente con la cabeza.
—Aquí tiene Doctor Jones —le dijo extendiendo la carpeta.
El médico la cogió y leyó el primer papel mientras asentía ligeramente, luego cerró la carpeta.
—Antes de nada, me gustaría presentarles. Señor Holmes —dijo mirando a Mycroft —. Este será otro de sus médicos asistentes. Doctor Watson, el señor Mycroft Holmes viene a someterse a un tratamiento de fertilidad. Estará con él desde hoy hasta el momento del parto.
John asintió ligeramente confundido.
—¿Conocen ya a la madre que será fecundada? —preguntó.
Mycroft apartó la vista y miró sus zapatos, Sherlock sin embargo soltó una risita.
—El señor Holmes busca un donante de esperma —explicó el médico —. Usaremos uno de sus óvulos y el mismo albergará el embrión.
John frunció el entrecejo.
—Disculpe Doctor pero creo que no estoy entendiendo lo que quiere decir —dijo ligeramente avergonzado.
Sherlock, al que le costaba cada vez aguantarse la risa fue quien respondió.
—Mi hermano Mycroft es un hombre transexual —explicó haciéndole abrir los ojos —. No resignó completamente a su sexo así que tiene la posibilidad de engendrar sus propios hijos —explicó.
John abrió los ojos sorprendido, abrió la boca varias veces intentando decir algo al respecto aunque al final acabó tosiendo.
—Disculpe, nunca antes había atendido a un paciente con esta característica. Lo siento —dijo apresuradamente bajando la vista hasta la mesa del médico.
—Bien. ¿Cuál sería su primera recomendación al paciente doctor Watson? —preguntó el Doctor Jones mirándole.
John pensó durante unos segundos cerrando fuertemente los ojos. Se presionó la nariz antes de responder.
—Bueno, antes de iniciar cualquier tratamiento de fertilidad, la testosterona tiene que estar completamente eliminada de su cuerpo —dijo al fin.
—Eso no será problema —dijo Sherlock.
—¿Disculpe? —preguntó el Doctor Jones mirando a Mycroft.
—Hace tres meses hablé de este tema con mi endocrino y me retiró la testosterona. Mis estrógenos se han restablecido ya que esta mañana he menstruado —dijo el pelirrojo intentando mantener la vista en los ojos del Doctor Jones.
—¡Oh Bien! —dijo el hombre entusiasmado —. Eso es una buena noticia. Acortará el procedimiento sin duda.
—¿Su periodo es regular? —preguntó John haciendo anotaciones.
—Cada 28 días exactos —dijo Mycroft mirándole —. Aunque en verano se me solía retrasar uno o dos días —explicó.
—Eso puede deberse a la temperatura del ambiente —dijo John —. Deberá de comenzar un tratamiento hormonal tras que acabe su actual menstruación. Este tratamiento estimulará a los ovarios que produzcan una mayor cantidad de óvulos y que estos tengan una mayor cantidad de folículos.
—¿Para qué sirve el tratamiento? —preguntó Mycroft alzando las cejas.
—Hará a los óvulos mucho más receptivos ante el esperma —respondió John —. Lo que supondrá una fecundación más efectiva cuando llegue el momento. Tras la aspiración, fecundaremos los óvulos extraídos con el esperma de un donante anónimo y en menos de un mes podrá estar en estado de gestación.
Mycroft asintió lentamente y miró al Doctor Jones.
—¿Qué pasa si no…? —murmuró.
—Consta de más intentos señor Holmes —respondió el médico —. Y si no se queda en estado debido a un problema hormonal cambiaremos los medicamentos, pero no debe de preocuparse. Su edad es buena y su estado de salud también así que tranquilo que antes o después estará esperando un bebé.
—Gracias —dijo —. Disculpe mis nervios pero…
—Es comprensible, tranquilo —dijo el doctor Jones sonriendo —. Doctor Watson, vaya al laboratorio y traiga hormonas de clase A para quince días. Además de todo el material necesario para administrarlas.
John asintió y salió rápidamente de la habitación.
—¿Cómo será el tratamiento completo? —preguntó Mycroft aferrándose las manos algo nervioso.
—Verá, durante las inyecciones le iremos haciendo ecografías transvaginales para ver el estado de los folículos de sus óvulos. Cuando veamos que tienen un buen tamaño y haya un número adecuado se le inyectará una hormona que hará que ovule. Será entonces cuando le retiremos esos óvulos por aspiración. Unos dos o tres días más tarde vendrá para que le transfiramos el embrión. Siempre ponemos un mínimo de dos en caso de que uno de ellos no se agarre así que es posible que pueda tener gemelos.
—Gemelos —susurró Mycroft para sí mismo.
Sherlock, que había visto las manos de Mycroft temblar conforme el médico hablaba, alzó una de las suyas y las puso sobre las de su hermano mayor, acariciando distraídamente el dorso de su mano. Cuando John llegó no la apartó, siguió así, intentando calmarle.
El médico se dio cuenta aunque miró directamente a su jefe y le entregó lo que le había pedido.
—Bien señor Holmes. Las inyecciones deberán de ser diarias, deberá de ser 1 ml de esta hormona —dijo señalando a un frasco con la etiqueta verde —. Y 1,5 ml de este otro —dijo señalando a uno con la etiqueta roja —. Las inyecciones deberán de administrarse en la barriga, justo debajo del ombligo en el lado izquierdo, deberá de coger un pellizco de carne con ambos dedos y pinchar justamente en el centro. Recuerde rasurarse antes.
Mycroft asintió y cogió la bolsa que el médico le entregaba.
—Señor, debo de recordarle que deberá de estar un tiempo de baja laboral mientras se realiza el procedimiento ya que cualquier tipo de estrés podría alterar su ciclo menstrual.
—No se preocupe, eso está solucionado —dijo poniéndose de pie —. ¿Eso es todo? —preguntó.
El hombre asintió y extendió la mano.
—Eso es todo. Ahora cuando salga en el señor Watson le darán cita para su primera ecografía. Nos veremos entonces.
Mycroft asintió y tras darle un apretón de manos al médico salió primero de la consulta. Poco después le siguieron los pasos de su hermano menor, que se iba colocando la bufanda y el abrigo. Cuando salió John, Mycroft tragó saliva.
—Ni una palabra Doctor Watson —dijo en voz alta.
John no comentó nada en voz alta, se dirigió directamente a recepción y allí consultó la agenda.
—¿Cuántos días suelen durar sus ciclos señor Holmes? —preguntó John elevando un poco la vista.
—De tres a cuatro días —dijo Mycroft en un murmullo.
John asintió y revisó la agenda.
—Le daremos cita dentro de ocho días, a las nueve de la mañana. El tratamiento deberá de comenzarlo dos días después de la finalización de su ciclo. En caso de que se alargue, llámenos, cambiaremos la fecha de la ecografía. ¿De acuerdo? —dijo.
Mycroft asintió y se dio la vuelta para salir de la clínica. Sherlock le dedicó una sonrisa a su compañero de piso antes de salir tras su hermano mayor. Se subieron al coche y este arrancó poco después.
—Me deberías de haber advertido que tu compañero de piso iba a estar en esta clínica —se quejó Mycroft —. Ha sido algo muy incómodo y…
—¿Embarazoso? —dijo Sherlock mirándole —. Mycroft, ya has visto la profesionalidad con la que se ha comportado, no es malo que la gente sepa lo tuyo y más ahora que vas a ser padre. Todos tus amigos se darán cuenta, Lestrade, la señora Hudson…
—No saldré de casa.
—Lo que tú digas pero la gente se extrañará de porque no vienes a ver qué hago —suspiró Sherlock, luego le miró —. ¿Necesitarás ayuda con las inyecciones?
—Llevo inyectándome testosterona 16 años, creo que podré soportar estas —gruñó Mycroft.
El detective asintió lentamente y se cerró el abrigo. De nuevo el silencio volvió a invadirles hasta que llegaron a Baker Street.
—Llámame cuando tengas que hacerte la ecografía —le dijo Sherlock antes de bajar del coche.
Mycroft ni se molestó en responderle, esperó a que cerrara la puerta y ordenó al chófer que volviera a arrancar rumbo a su casa.
