N/A: Bien, como casi nadie debe saber, he decidido editar la mayoría de mis Fanfictions (y este no es la excepción). De todos modos, no se han efectuado grandes cambios en este capítulo (más que nada se ha mejorado estéticamente). Por la gente que lo sigue, no se preocupen, que planeó continuarlo (sobre todo ahora que, gracias a todos los spoilers de la sound novel de Umineko, cuento con más personajes para enriquecer la trama, a posteriori).

Debo aclarar que este fic es un Crossover de DGray-man y Umineko. No aparecerá ningún personaje de Higurashi no Naku Koro Ni ni, mucho menos, un OC (porque odio los OC y sé que ustedes también los odian x,DU)

Originalmente, este capítulo fue publicado el 14-06-2010 y editado el 08-04-2011

En fin, dejando de alargarme, les dejo con este capítulo ;3.

Claim: Beatrice, Allen Walker (son los principales, obviamente saldrán más).

Extensión: 3513 palabras.

Advertencias: Spoilers del manga de -man (hasta el capítulo 168). No usaré ningún sufijo japonés (ya sea -kun, -san o similares) a excepción del -sama que utiliza Ronove, a veces, para referirse a Beatrice. Un poco de palabrotas, cortesía de cierto exorcista enojón.

Resumen del capítulo: Allen y compañía son asignados a una nueva misión en Rokkenjima, donde hechos misteriosos comenzaron a suceder.


Innocence no naku koro ni

Noche I-I: Paper Door

Bien, aquello los estaba sacando de sus casillas. Ser despertados a las tres y media de la mañana por un robot descontrolado, cortesía de Komui, no era nada agradable. La primera víctima que había sufrido las agresiones del excéntrico robot color nieve, que exhibía una gorra idéntica a la de su dueño, fue Lavi. El pelirrojo, después de pasar casi una semana con un par de horas de sueño diario, había decidido por esa noche, cobrar su revancha y dormir hasta "deshacerse" en su cama.

La tarde anterior al ataque del robot, Allen pudo escucharle decir aquella curiosa expresión y extrañado, preguntó a que se refería.

— ¿No lo sabes, Allen?— le consultó el aprendiz de Bookman, impresionado por la ignorancia del albino y agregó, viendo la mueca de molestia que exponía el menor ante aquella subestimación—. Es que si estas mucho tiempo acostado en tu cama, se comienzan a hacer agujeros en la piel, que inclusive pueden llegar a tus huesos y pudrir tu carne— concluyó, con un escalofrío ante aquella macabra imagen. De por si no le gustaban las cosas que contenían aquel tipo de imágenes grotescas pero supuso que, como futuro Bookman, no podía evitar dar datos fidedignos.

Después de comer junto con sus compañeros y de rechazar una partida de póker que Allen le pedía fervorosamente, el pelirrojo se dirigió raudo a su cuarto y, apenas su cuerpo se posó sobre la cama, se quedo profundamente dormido.

La segunda víctima fue Yuu Kanda. Cualquiera que fuese un ser humano con siquiera una neurona borracha nadando en su cerebro, tenía por sabido las consecuencias que se podrían contraer de despertar o hacer enfadar al exorcista de rasgos asiáticos. Casi todos en la Orden le temían, a excepción de algunos cuantos exorcistas, contados con los dedos de una sola mano. Sin embargo, ¿cómo rayos le explicas a un robot, recién fabricado, que hay un demonio en la Orden?

Esa noche, Kanda había decidido dejar de practicar más temprano que de costumbre, pues el tatuaje le molestaba un poco, con un dolor punzante clavándose en su pecho. Hacía mucho tiempo que no sentía ese pequeño deje de dolor y, pensando tal vez, que con un poco de descanso aquel malestar desaparecería, decidió que terminaría antes su entrenamiento y se iría a dormir.

La tercera víctima fue Lenalee Lee. La muchacha, de cortos cabellos negri verdosos, se encontraba vagando por la orden, pasada la medianoche, pues no podía conciliar el sueño. Aquella tarde, tanto Lavi como Kanda, se habían ido a dormir mucho más temprano de lo usual, por lo que se decidió por entretenerse viendo a Allen jugar póker con algunos miembros de la sección científica, mientras el rostro del quinceañero se curvaba en una mueca endiablada y macabramente feliz. Por lo visto, disfrutaba ganar de esa forma. Después de estar un buen rato mirando como Allen ganaba sin ninguna dificultad, decidió dejarlos e ir a dormir, pues mañana debían entrenar o, si se lo encomendaban, partir a otra misión. Con este pensamiento rondando su cabeza, la chica se acostó. Sin embargo, después de un par de horas tratando de conciliar el sueño, decidió ir a la Enfermería, por si acaso tenían algo que indujera el estado de duermevela en ella.


La lluvia estaba completamente detenida. Las gotas caídas del cielo se habían detenido de pronto y no habían concluido su camino hasta el suelo. El paisaje se veía gris y las personas que se encontraban en ese lugar habían quedado completamente quietas, como si el tiempo se hubiese detenido sin razón alguna. Pudo ver una gran mansión al fondo, de ladrillo, desconocida para él, rodeada de hermosos jardines de rosas. En la terraza había una mujer de rubios cabellos, recogidos en una especie de rodete y adornados por una enorme flor carmesí. Lucía un enorme vestido victoriano y fumaba tabaco de una pipa larga y dorada.

¿Lo estás disfrutando, Beatrice?— le preguntó la voz de alguien, que se había aparecido de la nada, precedido de unas pequeñas mariposas doradas, en medio de la escena.

¡Oh! No esperaba verte tan pronto, Kinzo— murmuró la rubia, mientras observaba, con una sonrisa adornando la comisuras de sus labios, al nuevo visitante que se acercaba a ella— ¿Ya te cansaste de estar ahí?

Claro que no— respondió lacónico y continuó, mostrando una macabra sonrisa—. Puedo llevarte hasta allá… ya no necesitas estar más aquí… ven conmigo, Beatrice…— ofreció, alargándole su mano.

— Ven conmigo, Beatrice…— murmuró Allen, mientras sus parpados se abrían lentamente, contemplando el cielo de su habitación. Apenas pudo percatarse de lo que estaba haciendo, se levantó de golpe, para comprobar donde estaba. Miró a su alrededor y apenas vislumbró que se encontraba en su habitación de la Orden Oscura, lanzó un suspiro, un poco más serenado, mientras se secaba, con el dorso de su mano derecha, las escuetas gotas de sudor que se derramaban por sus sienes. Qué extraño sueño había tenido, pensó, considerando que nada de lo que había estado en él se le hacía familiar.

Hubiese continuado divagando por esos derroteros pero, repentinamente, sus tripas sonaron, furiosas, interrumpiendo sus cavilaciones. Al parecer, el hambre había regresado más rápido de lo normal, por lo que no pudo evitar dirigirse a la cocina, para pedir un poco de alimento o, como él mismo denominaba a esa comida de medianoche, un pequeño tentempié— componiéndose este de, al menos, la mitad de un carrito lleno de platillos—.

— ¿A dónde vas, Walker?— le inquirió una voz seria y sumamente familiar, desde el futón que se encontraba al lado de su camastro. A veces, Link podía ser un poco desesperante. Allen suponía que el rubio quería realizar su trabajo de la mejor manera posible, pero a veces exageraba enormemente en su realización. Timcampy, tal vez percibiendo la molestia de su amo, revoloteo por los aires, haciendo algunas piruetas, hasta posarse sobre la cabeza del albino.

— Voy a reunirme con los miembros de la Familia Noé— contestó, jugando pero, al ver la expresión de alarma de Link en la penumbra, decidió retractarse—. Era una broma, jajaja. Solo voy por un poco de comida.

— Te acompaño entonces— murmuró su guardián, mientras se levantaba y se colocaba una bata sobre su pijama.

Allen abrió la puerta, aún un poco molesto ante la vigilancia de Link, enjugándose los ojos, para poder despabilarse mejor, pero algo lo sorprendió. Tim mostraba unas reacciones realmente preocupantes, pues se movía irregular en el aire.

— ¿Qué pasa Tim?

El golem, que no poseía la facultad de la lengua, simplemente se limitó a señalar con su enorme cola a un monumental y atemorizante robot, que se les hacía, por desgracia, familiar. La gigantesca máquina se colocó delante de exorcista, mirándolo de pies a cabeza.

— Si no nos movemos, Komurin no nos vera— murmuró Allen, petrificado en su sitio.

— Eso le pasaba a los Tiranosaurios Rex, no a los robots— lo corrigió el Inspector, mientras miraba con desagrado el nuevo invento del Supervisor. Enviaría un informe a la Central lo antes posible, sin siquiera dudarlo ni por un segundo, pues la reiteración de los incidentes protagonizados por los inventos de Komui, ya era excesivo. Sin embargo, antes que alguno de ellos pudiese murmurar siquiera una palabra, el robot sacó, veloz, una mano metálica de su interior y agarro a Allen con suma facilidad, quien intentaba librarse del agarre del robot, con inútiles resultados.

Sin pensárselo demasiado, decidió activar su Inocencia para romper el armatoste construido por Komui ya que, ni siquiera quería imaginar que le pasaría a la Orden si aquel aparataje andante no era destruido.

— ¡Inocencia, actívate!— gritó enérgico, pero comprobó horrorizado que su Inocencia ni siquiera mostraba señas de convertirse en arma— ¡ ¿Qué-que está pasando aquí?— chilló, segundos antes de que Komurin se lo tragara. Allen Walker se había convertido en la cuarta víctima.

Después de ingerir al joven exorcista, el intento de hombre mecánico dirigió una mirada al anonadado inspector y se dio a la fuga, cuidando esta vez de no destrozar nada. Por lo visto, el Supervisor Komui se había preocupado de instalar algún programa para que este Komurin no fuese tan demoledor como los modelos anteriores.

Link, molesto, decidió dirigirse a la oficina del Supervisor. Ya era suficiente de payasadas. El chino si o si tendría que escucharlo.

Apenas Allen cayó dentro de la estructura del fatal robot, pudo percatarse que, en esta ocasión, no había sido la única víctima. Dentro del aparataje andante, también se encontraban Lavi, Kanda y, extrañamente Lenalee, los tres completamente dormidos. Era obvio que algo extraño estaba sucediendo. Los ruidos de los pasos del robot, acompañados de los chirridos de sus articulaciones, seguían a sus escuetos pensamientos, que solo se preocupaban de pensar en cómo sacar a sus amigos de ahí. Sin embargo, antes de que una idea se le viniese a la mente, sintió un pequeño piquete en el cuello a lo que, acto seguido, cayo profundamente dormido.


— ¡Robot malo, malo, malo!— se escuchó retumbar por toda la oficina del Supervisor Komui. El chino, golpeaba una y otra vez a su robot, mientras Link anotaba algo con el ceño fruncido.

¿Por qué no te rindes, Battler?

— Eso no lo excusara delante de la Comisión de la Central, Supervisor— murmuró Link, mientras seguía redactando en su libreta.

¡Nunca me rendiré!

— Cuanto lo siento, Inspector— se disculpo Brigette, con un leve asentimiento de cabeza—. Debí vigilar mejor al Supervisor.

Beatrice-sama. No se ve muy elegante que una dama como usted pierda los estribos de esa forma.

— Le dije que ya no hiciera más Komurines, Supervisor Komui— le regaño Reever, quien exhibía unas monstruosas ojeras—. Solo observe el estado en el que se encuentran los exorcistas.

¡Ah! Lo siento…

— ¡Muévete!— le espetó Kanda, totalmente furioso- Hare mierda a esa cosa.

Allen abrió lentamente los ojos, mientras escuchaba los últimos ecos de aquellas personas desconocidas retumbar en su cabeza, entremezclados con las voces de los miembros de la Orden Oscura. Cada vez más molestos. La macabra y retorcida risa de una mujer le hería los tímpanos. Debería callarse. Seguía riéndose, implacable, mientras a su alrededor solo se escuchaban sollozos de dolor.

— ¡Cállate, maldición!

Todos giraron sus rostros en dirección al exorcista de blancos cabellos, quien se tomaba la cabeza con ambas manos y la apretaba sin misericordia. En la cabeza de Walker, las voces continuaban retumbando, sobre todo la de aquella mujer y su escabrosa risa. Sin embargo, apenas hubo terminado de gritar, un silencio sepulcral se extendió, no solo en la oficina del Supervisor Komui, sino que también dentro de su mente: el volumen de esas voces comenzaba a disminuir. Menos mal. Ya tenía suficiente con ver a aquel fantasma reflejado en cualquier superficie como para que, además, unas voces, nada acordes a la situación y totalmente desconocidas para él, bramasen en su cabeza. Todos los presentes— inclusive el japonés— se quedaron mudos y paralizados, pues lo frecuente es que las groserías la vociferara Kanda y no Allen, siendo que este último se destacaba por sus buenos modales.

— Allen… ¿estás bien?— le preguntó Lenalee, con el semblante preocupado.

Al escuchar que alguien lo requería— con esa pregunta— abrió, expedito, sus ojos y, por un segundo, vio aquella mansión y a esa mujer rubia riéndose, más macabra, logrando que su corazón comenzara a palpitar al ritmo de aquella tétrica melodía que salía de sus labios. Pestañeo rápidamente y, para su alivio, tanto las voces como las imágenes de ese lugar desconocido para él, desaparecieron, dando paso a la oficina del Supervisor Komui, llena de papeles y desorden como siempre. A un lado, en una esquina de la habitación, se encontraba el robot, apostado en uno de los libreros, con todas sus piernas hechas trizas, acompañado de Kanda, quien estaba a punto de acabar con los restos de aquella inservible máquina, siendo esta última protegida por el supervisor Komui quien, hace algunos segundos atrás debía de haber estado lloriqueando como un niño, pidiendo clemencia. En tanto, Link y Lenalee se encontraban a su lado, observándolo— cada uno con sus razones particulares— con cierto interés. Brigette y Reever se encontraban al lado del Supervisor Komui, paralizados y con la mirada clavada en el joven exorcista.

— ¿Qué paso?— preguntó el chico, claramente confundido, al notar que, inconscientemente, había suscitado la atención de todos en esa oficina.

— Es que… te pusiste a gritar, Allen…— murmuró Lenalee, un poco reticente, tratando de explicarle la situación.

— Yo…

— ¿No será que Komurin nos inyecto algún tipo alucinógeno?— interrumpió Lavi, saliendo detrás de Allen— sorprendiéndolo de camino—, mientras se examinaba su brazo, con el semblante entre divertido y preocupado, para cerciorarse que no se encontrasen marcas de alguna inyección en su piel.

— Claro que no— le detuvo el chino, mientras negaba de manera enérgica con su cabeza—. ¡Yo nunca haría nada que pudiese dañar a los exorcistas y menos a mi linda Lenalee!

Ante esa declaración, los demás no pudieron estar más en desacuerdo, rodando, alguno de ellos, los ojos, en señal de clara ironía.

— Si no quieres moverte, te rebanaré a ti también— murmuró Kanda furioso, sin prestarle más atención al brote de habas y, mucho menos, a las conjeturas de Lavi. Lo más conveniente sería continuar con lo suyo, pues Mugen— su katana— pedía sangre (aunque sería más exacto llamarlo aceite).

— ¿Y qué tal si Allen enloqueció?— conjeturó Lavi, mientras alzaba el índice. Allen lo miró, claramente molesto, porque le bastaba y le sobraba con saber que tenia a alguien más en su interior a punto de devorar su alma, además de la desconfianza de la Central sobre él, para que Lavi anduviese proclamando a los cuatro vientos que su cordura se encontraba con severos daños.

— ¡Gracias por ayudarme, Lavi!— murmuro el albino, con un dejo irónico.


Después de que Kanda, con un solo movimiento de su katana, arremetiera sobre el robot para destruirlo, sin importarle siquiera que el supervisor se encontrase sobre la maquinaria tratando de protegerla, Lavi procedió a explicarle a Allen el por qué—ya— difunto robot (velado solo por Komui, quien lloraba sobre sus restos) los había atacado. Supuestamente, el Supervisor Lee lo había creado para que ayudase a los exorcistas. Para probarlo, lo había encomendado ir en busca de las cuatro víctimas, pero el robot había exagerado, como solía suceder con los inventos de Komui, culminando finalmente en lo que les había acaecido.

— Pero mi Inocencia… no la pude activar— murmuró el albino, francamente preocupado, pues temía que, otra vez, su brazo quedase inutilizable, al igual que en la ocasión en la que su Inocencia había sido destruida.

— No te preocupes, Allen— le tranquilizó su amigo y agregó, al ver el semblante extrañado del albino— Las manos del robot estaban hechas con un material que reduce la sincronización del usuario con la Inocencia a cero. Es por eso que no podías activarla. De hecho a Lenalee, a Yuu y a mí nos paso lo mismo.

— Ya veo…

— ¡Para que nos trajiste con esa cosa para acá!— interrumpió Kanda, provocando otro silencio en la sala.

Komui se limitó a lanzar unos sollozos sobreactuados, limpiándose las lágrimas y agregó, haciendo un puchero—. Que eres malo, Kanda… solo quería evitarles problemas…

— Hermano… ¿no será que solo querías probar tu robot en nosotros?…— murmuró Lenalee, con un dejo de molestia. Era verdad de que su hermano le había explicado muchas veces que la orden que le había dado a su creación no la incluía, sin embargo, Lenalee había sufrido, por tercera vez en su vida, las consecuencias de los experimentos de Komui.

— Yo me voy— bufo Kanda con molestia—. ¡No estoy para tus bromas de mierda!

— Yuu Kanda, no puedes retirarte— le ordeno Brigette, a lo que Kanda se detuvo, aguantando las ganas de lanzar mil groserías solo porque se trataba de una mujer—. Vamos a asignarles una misión a ustedes, por eso el Supervisor los mandó a "llamar"— concluyó, poniendo énfasis extraño en la palabra "llamar".

El exorcista de rasgos asiáticos se giró, molesto, en dirección al excéntrico supervisor, para recibir las órdenes de la nueva misión. Más le valía al bastardo mandarlo a la misión porque, si no era así, Komui terminaría haciéndole compañía al "cadáver" de su creación. Por su parte, Allen, al escuchar que serían enviados a una nueva misión, se animó, pues aquellas extrañas alucinaciones y pesadillas— de las que había sido víctimas momentos atrás— desde hace varios días se sucedían de forma frecuente. La única razón que podía contemplar para que esas ilusiones lo acosasen, era que se tratasen de recuerdos del Decimocuarto. No es que esta idea lo reconfortase y lo satisfaciese, al contrario, lo inquietaba bastante, pero al sopesar una razón para ellas, le daba la seguridad de que encontraría una manera para detenerlas.

— Bueno…— murmuró el Supervisor, mientras se levantaba y lanzaba una última mirada infantil de tristeza al robot destruido, continuando, con mucha más seriedad su discurso—. Los enviare a otra misión, como ya les adelanto Brigette— mientras Komui explicaba, Reever les entregaba los folletos típicos a los exorcistas, en los que se pormenorizaban los detalles del trabajo al que serían enviados—. Lo que sucede es que en la isla de Rokkenjima, ubicada en la provincia de Isu, Japón, se está creando una barrera. Aún no tenemos en claro la naturaleza de ésta, pues puede tratarse tanto de una Inocencia o, ya que el Conde Milenario estaba gobernando en Japón, de un lugar donde estén creando otra planta para akumas. Por eso tienen que ir a investigar. Si se encuentran con la familia Noah, avisen de inmediato por los transmisores, para enviarles refuerzos y así puedan enfrentarse a ellos. Si es una Inocencia, nuestra prioridad es que la traigan cuanto antes a la Orden. ¿Entendido?

Los 4 exorcistas y el Inspector asintieron al unísono. Después de estar muchos días en la Orden, al fin tendrían una misión.


Bien, ya era demasiado. No sabían cómo rayos una puerta del Arca podía abrirse a dos kilómetros del lugar que se le había asignado abrir la puerta, pero lo cierto es que se encontraban flotando a una distancia considerable de tierra firme. Timcampy sobrevolaba sus cabezas, salvado de estar sumergido en la fría agua del mar, mientras las cinco víctimas trataban de mantenerse a flote.

Apenas Komui los envió a la misión, hace media hora, los cuatro exorcistas y Link abordaron el Arca, listos para dirigirse a Rokkenjima, tal como se les había encomendado. Allen, como siempre, con la expresión lacónica adornándole el rostro, recitó mentalmente aquella canción de cuna, abriendo una puerta que los conduciría en dirección al puerto de aquella perdida isla. Sin embargo, a pesar de los pronósticos, eso no ocurrió. Apenas la puerta se abrió, los cinco aludidos pasaron a través del umbral de la misma, confiados en el poder del Arca, sin imaginarse siquiera que tuviese algún fallo. Sin embargo, apenas traspasada esa puerta, una descarga eléctrica acometió la entrada, empujándolos al mar y, casi enseguida, borrando el lugar por donde habían ingresado.

— ¿Qué significa esto, Walker?— le preguntó Link, rompiendo el silencio que se había producido al caer todos, sin previo aviso, en alta mar. Nadando apenas, ninguno de sus compañeros podía quitarle la vista de encima al albino pues, ¿qué razón habría para que eso le sucediese al Arca, que no proviniera de Allen, pues era el único facultado para manejarla?


— ¿Pasa algo, Beatrice?— le consultó Battler, al ver el semblante distraído de la bruja. Aún no podía ganarle a la rubia en aquel juego que ambos habían aceptado y que conllevaría la muerte de uno de ellos si finalizaba. Notaba, con total claridad que, cada vez que concluía un juego sin que él pudiese resolver los acertijos, la felicidad de la bruja aumentaba más. Sin embargo esta vez era distinto. No llevaba tanto tiempo metido en aquella ruleta rusa junto a Beato por nada. Ahora daban comienzo a un nuevo juego y la caucásica lucía claramente distraída.

— Beatrice-sama— le llamó Ronove y agregó, señalando al pelirrojo-. El joven Battler la ha estado llamando.

— ¡Ah! Lo siento— murmuró la bruja, dejando que el silencio se extendiese por unos cuantos segundos y agregó, tratando de retomar su ánimo habitual—. ¿Por qué no te rindes Battler? No te das cuenta que cada vez que se acumulen más juegos, más difícil será para ti…. ¿no sería mejor que te convirtieses en mi mueble?

— Jamás lo haré— contradijo Battler y agregó, optimista—. No volveré a ser tu mueble nunca más, Beatrice. En este juego, todo se acabará.

— ¿En serio? Eso ya lo veremos— murmuró burlona y continuó, ensanchando una maquiavélica sonrisa—. Demos comienzo a otro juego, Battler.

— Si… ya me estaba impacientando— murmuró el pelirrojo, con ánimos renovados y mucho más optimista, levantándose de su silla.

Sin embargo, Beatrice estaba un poco contrariada. Después de todo, nuevos invitados habían aparecido sobre el tablero de ajedrez. "Esto será muy interesante" se dijo mentalmente, al observar a las cinco personas flotando a dos kilómetros de distancia de Rokkenjima.

Fin Noche I-I: Paper Door

Por: Nana Walker


N/A: Espero que este capítulo—en el caso de quienes recién lo estén leyendo— o su edición —en el caso que se esté releyendo— les haya gustado. Muy pronto vendré con la edición del segundo capítulo y con el tercero, fresquito y bien bonito x,DU.

En fin, a estas alturas, sólo me queda disculparme con quienes me seguían con anterioridad, por mis actualizaciones cada vez más lentas. Apenas termine con el desafío de la comunidad de Livejournal, reto diario, prometo actualizaciones más seguidas :3

Comentarios, sugerencias, críticas constructivas y teorías conspirativas son bien recibidas x,D

Y, como diría alguien por ahí: See you again~