Es gracioso pensar cómo el hecho de convertirte en un monstruo puede cambiar la manera en que ves el mundo. De pronto hasta la vida del más inocente me era irrelevante. No era que fuese un descorazonado, pero ya nada importaba si se trataba de saciar el hambre.
Aún recuerdo mi primera noche como vampiro; el descontrol y desenfreno por tan solo conseguir una mísera gota de sangre bajando por mi garganta era abrumante. Aquella noche desperté solo en la bodega del barco, el mismo que planeaba abordar para llegar a Nueva York. Para entonces en South Hampton se especulaba que había médicos estadounidenses trabajando en una cura para la tuberculosis, enfermedad que era epidemia en mi lugar de residencia y que también me estaba matando.
Me sentía bien, ya no tosía. Me levanté del piso con un dolor de cabeza increíble. Pero para mi sorpresa, el dolor de cabeza no fue lo peor. Comencé a sentir mis pasos como grandes estruendos e incluso pude escuchar el sonido del mar chocando contra la estructura del barco tal como si fuese una bomba atómica. Mis sentidos se habían agudizado.
Asustado, salí del compartimiento. Corrí por los pasillos buscando a alguien para que me socorriera, pero mis intentos fueron en vano. Encontré a un hombre deambulando por lugar. Le dije que estaba enfermo, que algo extraño sucedía conmigo, pero aquellos mismos instintos que se habían agudizado fueron el final para el humano. Escuché como la sangre fluía por sus venas, especialmente en la yugular. Me quedé parado frente al hombre. Sus palabras eran sonidos distorsionados en mis oídos; solo podía escuchar la sangre en su cuello, llamándome tal como si fuese la más dulce melodía. Me acerqué intimidante, con una velocidad que desconocía tener. El hombre se puso contra la pared. Se podía ver el horror en su rostro, tal como si hubiese visto al mismo demonio.
Sentí como los colmillos comenzaron a crecer en mi boca. Luego de ello, lo único que puedo recordar es el exquisito sabor de la sangre humana bajando por mi garganta, los gritos de desesperación y dolor de mi primera víctima y cómo dejé sin una gota de fluido el cuerpo del desafortunado hombre. Estaba extasiado, la sangre humana había saciado un hambre que desconocía tener. Ahora era despiadado y feroz como un predador. Hasta aquel momento desconocí mi verdadera naturaleza, desconocía que era un vampiro. Cuando era humano jamás se me pasó por la cabeza herir a alguien, ni siquiera la más indefensa criatura, menos por placer y mi nueva forma me incitaba a hacer daño.
Me convertí en un depredador nocturno, pero eso no lo supe hasta que amaneció. Honestamente no puedo recordar cuántas vidas arrebaté esa noche, pero al amanecer conocí lo que era el dolor y la agonía. El barco había tocado tierra y los pasajeros y tripulación comenzaron a descender. A pesar de lo acontecido, me emocionaba el hecho de conocer un nuevo país, más bien un nuevo continente ya que mi situación económica a penas me permitía comer. Intenté camuflarme entre los pasajeros que dejaban el barco, pero desde que el sol tocó mi piel, comencé a quemarme. Nunca había experimentado semejante dolor. De inmediato supe que algo andaba mal.
Intenté descender por otras salidas, pero fue imposible. Cada vez que el sol me tocaba, me quemaba. Volví a esconderme en la bodega, el lugar donde todo comenzó, y esperé hasta el anochecer. Una vez que el sol se puso, me dirigí a la salida principal del barco, puse con cuidado un pie fuera de la estructura y me di cuenta que era libre. Corrí por las calles que desconocía, necesitaba ayuda, no conocía a nadie, estaba solo y perdido. Decidí calmarme, tenía un aproximado de diez horas hasta el amanecer y tener que volver a esconderme de la luz del día, que ahora se había tornado en mi peor enemiga.
Deambulando por las calles de la ciudad que nunca duerme, encontré una tienda esotérica, la que una mujer negra estaba a punto de cerrar. "¡Espere!" Le grité. "Quizás la mujer podría ayudarme", dije a mí mismo. Corrí hasta ella y le pregunté: "¿Ya va a cerrar? Verá, estoy desesperado por conseguir un artículo, no sé si pueda ayudarme". Estoy seguro de que mi expresión demostró lo mucho que necesitaba la ayuda de la mujer. Ella accedió a no cerrar la tienda mientras comprara algún artículo. Luego de su respuesta, ambos entramos al local y me adentré a mirar pieza por pieza, quizás algo me podría ser útil. Mientras observaba sus artículos me digné a preguntarle: "¿Usted cree en lo sobrenatural? Ya sabe, criaturas feroces de la noche. ¿Cree que todo eso pueda ser cierto?" La mujer comenzó a reírse, y en su carismático tono de raza me respondió: "Esos predadores de la noche de los que hablas se llaman vampiros y claro que existen. La ciudad está llena de ellos". Me acerqué lentamente a la mujer y la miré por un momento con atención, de seguro ella tenía respuestas: "¿Puede contarme más de ellos?" Le pregunté y tomé cualquier artículo de la tienda para pagarle. La mujer entrecerró los ojos, sospechaba de mí, pero de todas maneras respondió: "Son seres sombríos, matan sin piedad, vulnerables a la verbena, a la luz del día y al fuego. ¿Por qué tanto interés en ellos? ¿Planeas matar a alguno de ellos con esta botella de verbena?" Miré la botella y retiré rápidamente la mano de ella. Con aquel movimiento terminé de confirmar mi nueva naturaleza a la mujer y esta, seria, afirmó: "eres uno de ellos". Asustado, levanté mis manos, para demostrarle que no quería hacerle daño. "No sé cómo pasó. Desperté anoche convertido en un monstruo. Tenía tuberculosis y estaba muriendo… Es todo lo que puedo recordar. No quiero hacerle daño, solo tengo miedo y necesito ayuda. ¿Hay alguna manera de volver a ser lo que era?" Dije a medida que mis lágrimas amenazaban con caer por mi rostro. La mujer tomó la botella impulsivamente y temí lo peor. Cerré los ojos con fuerza, pero para mi sorpresa la vendedora dijo: "No puedes volver a ser humano porque estás muerto. Lamento decirte que no hay cura." Aquellas sin duda fueron las peores noticias que jamás me dieron en la vida. Resignado pregunté: "¿Al menos hay alguna manera de poder salir de día sin que el sol me queme?" La mujer frunció el ceño: "Soy una bruja, no debería ayudarte por naturaleza, pero, ten. Este anillo te protegerá de la luz. No debes perderlo."
La mujer me entregó un anillo que parecía muy costoso y me lo puse de inmediato. Tomé una de las manos de la mujer y la besé: "No sé cómo puedo agradecerle. También tengo muchas preguntas." La mujer me propuso quedarme en la tienda y explicarme todo lo que envolvía mi nuevo ser, a cambio, tendría que ayudarla a atender la tienda de día y a hacerle favores de vez en cuando. Pasamos la noche hablando de las debilidades y fortalezas de un vampiro. Si no hubiese sido por ella, probablemente hubiera muerto a la noche siguiente. Su nombre era Tiana, la única bruja que tuvo el valor y disposición de ayudarme, y murió por mi culpa.
