Oscuridad. Negro. Eso es todo lo que mis ojos podían ver. Abrí los ojos al nuevo día mientras me pregunto que es esa extraña elucubración, esa fascinante alucinación, esa deprimente imaginación que la gente comentaba, deseaba. Esa cosa que le llamaban luz. Nunca había conocido nada parecido a eso. Me levanté mientras ese recurrente pensamiento desaparecía como cada mañana. Ya me había acostumbrado a pensar en esas cosas, especialmente al despertar. No duraba demasiado tiempo, y no afectaba mi vida en nada.
Rutinariamente agarré el cuchillo que reposaba a mi lado y revisé su filo. Estaba perfecto, como siempre. Lo limpiaba y afilaba todos los días, con esmero. Era como si mi vida dependiera de ese frágil trozo de metal. Y así era, de no ser por esa pequeña cosa habría muerto varias veces. Después de todo así funcionaba este lugar este lugar, el octogésimo distrito. Matar o morir, una máxima tan simple, regía mi vida y la vida de todos los que vivíamos aquí. Todas mis acciones, pensamientos, esfuerzos, toda mi vida se resumía en una sola palabra, sobrevivir. No tenía ningún sueño, solo pasaba la vida esforzándome por poder ver el siguiente amanecer. No me parecía triste, ni molesto. Era la forma en la que pasaba todos mis días, no conocía nada más.
Abrí la puerta del almacén que había escogido para dormir esa noche. No era buena idea quedarse demasiado tiempo en el mismo lugar. El movimiento constante era una de esas habilidades básicas que uno aprendía. La fresca brisa matinal traía un poco de rocío mezclado, dándole un cualidad revigorizante muy agradable. También el olor característico de este lugar estaba presente en el aire. Aspiré profundamente, intentando olvidar ese fuerte aroma, tan familiar que casi me daba miedo. Después de toda la sangre derramada con violencia no debería ser un olor al que uno se debería acostumbrar pero era la firma de este lugar. Con esto me terminé de despertar y me preparé para otro día.
Fue un día normal. Encontrar agua, la cual le robé a un pobre idiota que pasaba por ahí con un corte en la mano en la que sostenía la cantimplora, y huir. Correr ante cualquier encuentro, ya que ser un joven solitario te convertía en un blanco apetitoso. Especialmente en este lugar que el solo hecho de respirar te convertía en alguien a quien atacar. Solo había tenido una sola batalla en todo el día, un hombre al que le había sacado el ojo y había huido. Luchar era mí último recurso, ya que agotaba y podría volverse peligroso, así que lograr pasar con un solo combate era una buena señal. Un día delicioso y tranquilo, al menos para como eran mis jornadas normalmente.
Ociosamente buscaba un lugar ligeramente resguardado. Hacía tiempo que la noche había oscurecido el cielo. Estaba relativamente relajado, el día tan calmado me dio cierta esperanza de tener una noche igual. Después de entrar en un callejón lleno de escombros para ver si había algún lugar decente en el que acomodarse, esa vana ilusión cayó estrepitosamente de mi cabeza. Un grupo do hombres bloqueaba la salida, con esa típica sonrisa de estar sedientos de sangre. Una expresión conocida y peligrosa.
-¿Tienes agua?- Preguntó el que estaba más cerca. Aún tenía la cantimplora que había robado en la mañana, así que la lancé a los pies del hombre. Era dudoso que sirviera de algo pero existía la posibilidad de que me dejaran en paz si cumplía sus peticiones. Recogió la botella y la acerco a su oído mientras la agitaba, verificando su contenido. -¿Eso es todo?- Asentí mientras su sonrisa se acentuaba. –Esto no es suficiente. Somos varios hombres maduros aquí y esta pequeña cantidad difícilmente nos podrá satisfacer. Entonces ¿qué harás por nosotros?- Dijo mientras meneaba la cabeza con un teatral además, haciendo una expresión de falsa preocupación. La sonrisa volvió de forma relampageante, intentando casuar la impresión de que una idea acababa de cruzar por su cabeza. Esta parodia de una actuación parecía divertir a más no poder a sus compañeros. Probablemente todo esto estaba planeado de antemano y el espectáculo solo era su diversión preliminar antes del gran acto que se avecinaba.- Tienes la cara bastante delicada y con tu pelo largo casi pareces una niña. ¿Qué te parece si nos satisfaces en otro sentido y nosotros no te matamos? Es un buen trato. No eres exactamente mi tipo pero hace tiempo que tengo cierta necesidad y no he encontrado a ninguna mujer que se encargue de esto. Y supongo que mis amigos aquí presentes piensan igual.
El hombre parecía estar seguro de que aceptaría que me violara mientras me dejaran con vida. Sonreía lascivamente mientras sus compañeros reían, gozando el acto antes de su realización. Cuando llegó enfrente mío estaba casi desnudo, solo con un taparrabos. Apoyó su mano en mi hombro y apretó con fuerza. Sin embargo su felicidad se cortó tan abruptamente como la garganta que acababa de cortar con mi cuchillo. La sangre empezó a brotar y mi cubrió la cara. El espeso líquido me cubrió la cara y se deslizo por mi cuello y cuerpo, tiñéndolo de un rojo oscuro. Todo eso sucedía mientras el hombre se agarraba la garganta y con ojos desorbitados hacía ese sonido gorgoteante de alguien que se ahoga con su propia sangre. Era casi cómica su expresión, esa combinación de incredulidad por haber sido herido así por un joven, de dolor por la garganta abierta que derramaba el bermejo fluido en su traquea y de miedo ante la vida que se ahogaba por ese mismo fluido. Finalmente dejo de moverse pero era fácil decir por el persistente sonido de burbujas que aún respiraba. No duraría mucho pero definitivamente aún estaba vivo.
Los hombres que estaban en la entrada les costo entender que su compañero estaba muriendo. Un espeso líquido entraba en sus cerebros, impregnando su conciencia, dándole un sentido de realidad a la inevitable muerte del hombre que estaba enfrente suyo a manos de un niño. Cuando por fin terminaron de digerir lo que pasaba un grito colectivo rasgo sus gargantas y se lanzaron contra mi. Debían de ser más de diez hombres, y aunque el espacio solo dejaría que se me acercaran un par juntos era más que suficiente para matarme dentro de poco tiempo. Al menos me llevaría a un par conmigo. O eso intentaría, pues un pequeño cuchillo no era la mejor arma para enfrentarse a tanta gente.
El ataque fue rápido. Se abalanzaron sobre mí, deseando desgarrar la carne y derramar la sangre, buscar venganza por el compañero caído. Un par de espadas que relucieron entre los agresores terminaron de firmar mi sentencia. El primero fue demasiado impulsivo y logre meterme bajo su brazo para alcanzar su pecho pero el peso muerto me afecto lo suficiente como para que el cuchillo del que venía a su lado entrara en mi brazo izquierdo. Al retirarme el cuchillo se quedo clavado y me permitió herir al bastardo ese pero mi brazo estaba inmovilizado. Un par de ataques de los que estaban atrás me llevaron a quedar con la espalda en la pared. Habiendo abandonado toda mi esperanza me lancé una última vez a la carga. Una espada cortó el tendón de mi muñeca derecha, haciéndome perder toda la fuerza de mi mano. El cuchillo cayó al suelo, deslizándose entre los dedos inertes. Después de varios años por fin era mi turno de morir. Me entristecía pensar que todo terminaría y que ya no podía hacer nada pero sabía desde hacía años que una situación como esta sería el final de todo.
Uno me agarró del cuello, ahorcándome, mientras me volvía a empujar contra la pared. Entonces sentí algo entrar en mi costado. Me harían sufrir por matar a dos de sus amigos, convirtiéndome en un alfiletero humano. Mi predicción resulto correcta. Las espadas y cuchillos de esos hombres entraron y salieron de mi cuerpo repetidas veces. No las conté pero al menos cada uno de ellos me corto personalmente y probablemente lo disfruto. Ahora que estaba derrotado y sufriendo los volví a escuchar reír. El dolor entumecía mis sentidos. Me pareció que perdía el conocimiento, pero dejaron de torturarme antes de que pasara, antes que la bendición del olvido me llevara. Sentí como me soltaban pero el descenso parecía no terminar. Sin embargo supe que estaba en el suelo cuando empezaron a patearme.
Ya estaba resignado cuando me pareció discernir un grito. Vagos ruidos de una batalla parecían desarrollarse a en la lejanía, casi en un mundo diferente al que yo estaba. Mi sangre que salía en regulares pulsos se mezclaba con la de los hombres que había herido. Logré abrir los ojos pero mi visión estaba tan borrosa que sólo logre distinguir que estaban distraídos con algo en la entrada del callejón. Quería aprovechar la oportunidad para escapar pero a pesar de todos mis esfuerzos lo único que logre fue sentarme.
Cuando logre conseguir cierto control de mis sentidos todo había acabado. Una figura aún difusa estaba justo enfrente de mí. No causaba diferencia alguna. Después de todo si me mataban esos matones o quien los había liquidado a ellos ¿qué importaba? Mi muerte seguía siendo el resultado final. Intenté al menos ver directamente a los ojos de quien se encargaría de terminar mi vida. Sin embargo me fue imposible enfocar a esa persona lo suficiente. Mientras esperaba el golpe fatal lo único que llego fue una suave voz.
-Pareces estar vivo. Y conciente. Es interesante ver a alguien que haya recibido ese castigo y tenga aún una expresión desafiante- Era una voz femenina bastante agradable pero eso no me importaba. Hombres y mujeres, todos somos animales sádicos, disfrutando de la sangre. Me pregunté si era linda. No causaba diferencia pero de todos modos la pregunta cruzó mi cabeza.
-Vete a la mierda.- Le respondí pensando que se quería burlar un poco de su presa antes de descuartizarla. No sería la primera vez que veía esa actitud, a pesar de que sí parecía ser la última. Yo no lo había hecho nunca, no veía la utilidad de burlarse de un enemigo caído.
-No. No quiero. ¿Quieres que te cure?
-¿Para matarme después? No gracias.
-No te mataría.
-Entonces me torturarás o me harás tu juguete. No me salvarías si no quisieras nada a cambio. Nadie en este lugar haría algo como eso.
-Pues se puede decir que serías algo como mi juguete, sí. Pero ¿prefieres morir?
-¿A ser utilizado? Sí.
-¿Y puedes evitar que te ayude? No pareces tener fuerzas para defenderte más.
-Perra.- Sin embargo tenía razón y no pude hacer nada mientras cosía las heridas que tenía en el cuerpo. Era extrañamente cuidadosa, casi como si no quisiera hacerme daño. Tal vez no quería que le guardara rencor para evitar futuros problemas. Para mi sin embargo el futuro era negro ya que alguien que había matado a todos esos hombres sin problemas no podría ser derrotada por una persona con mi fuerza. Tendría que buscar la forma de escapar después, aunque también eso se veía difícil.
-¿Cómo te llamas?
-¿Qué te importa? Si seré tu juguete me llamarás como quieras.
-No te falta razón, lo haría si te convirtieras en eso. No te preocupes no quiera hacerte mi juguete, estaba bromeando contigo. Lo siento.
-Muy graciosa.
-Entonces ¿cómo te llamas?
-No tengo nombre.
-¿Qué?
-Que no tengo nombre. Nunca nadie me dio uno y no lo necesito.
-Pues si vas a ser mi alumno sí lo necesitarás.
-¿Tu alumno?
-Así es. No se por que pero me pareció que podrías ser un buen estudiante. ¿Te interesa?
Nunca había escuchado esas palabras. Me estaba proponiendo relacionarme con otro ser humano. Ni sabía que responder sólo intentaba distinguir su cara entre esa neblina que cubría mi mundo, quería ver a ese alguien que parecía estar interesada en mí. Lo único que vi fue una negra cabellera. Sin embargo era extraño para mí la oportunidad para conocer a otra persona. Siempre había estado solo, no sabía como reaccionar a una situación así. Era algo tan desconocido para mí como si me hubieran llevado a un país desconocido, donde ni siquiera sabía el vocabulario más básico para comunicarme.
-Bueno respóndeme cuando te despiertes. Perdiste bastante sangre y debió ser doloroso aunque no hayan herido ninguna parte vital, así que será mejor si descansas. Te sentirás mejor y podrás darme una respuesta. Consúltalo con el Dios de Sueño.
Por alguna razón me sentí relajado. Deje que mis parpados cayeran y que el sueño se apoderada de mí. Me sentía extrañamente bien. Sentí como si una sonrisa intentará romper la expresión de mi cara. Nunca supe si esa sonrisa llego a aflorar en mis labios ya que me desmayé antes, pensando en que parecía como si mi vida empezara una nueva etapa. Casi me parecio ver un pequeño punto que rompía la monotonía de ese negro que siempre me envolvía.
